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Necoclí paso obligado. Migración sin tregua

Necoclí paso obligado. Migración sin tregua

El municipio de Necoclí, ubicado en la subregión del Urabá antioqueño, ha sido noticia en los últimos meses por cuenta del gran flujo de migrantes procedentes de países como Haití, Cuba y algunas naciones africanas y asiáticas, un fenómeno que no es nuevo en la región o en nuestro país. El trasfondo: diferentes situaciones económicas, políticas y sociales que afrontan los migrantes en sus lugares de origen.

El recorrido que realizan para llegar a Necoclí es costoso y dispendioso, muchos de ellos ya han transitado por países como Ecuador o Brasil, que no se les piden visa para poder ingresar. Para unos su destino final son los países del cono sur –Chile o Argentina–, para otros su vista la tienen proyectada al norte, Estados Unidos o Canadá; en ambos casos les espera un largo viaje en el que pondrán sus vidas en riesgo.

Por ahora arriban a un punto intermedio para seguir hacia Panamá y desde allí dirigirse bien al sur o al norte. Necoclí es, por tanto, un paso obligado en su migración. En esta travesía, la única manera de poder cruzar a Panamá es por medio de lanchas, para transportarse hacía Capurganá o Acandí, y desde allí hacia Panamá. Un recorrido por agua en tanto esta zona se encuentra rodeada por dos grandes reservas naturales: el Parque Nacional Natural Paramillo y el Parque Nacional el Darién, lo cual ha implicado que no se cuente con vía terrestre entre ambos países.

Emigrar en medio de una pandemia

En el municipio de Necoclí se ha incrementado la migración desde el año pasado, en medio de la declaratoria de cuarentena en todo el país producto de la emergencia sanitaria por covid-19, medida que provocó que muchas personas quedaran represadas por varios meses en carpas cerca al muelle de Necoclí. Aunque desde hace algunos años el municipio se acostumbró a este ir y venir de migrantes, nunca estuvo preparado para albergar 10.000 o más migrantes, quienes lo llenan todo: hoteles, casas, apartamentos y locales, además de requerir alimentos, atención médica y el mismo transporte, infraestructura inexistente para cada una de estas necesidades.

En el caso particular del hospedaje, muchos migrantes acuden a casas o locales que les alquilan con colchones tendidos en el piso; diez o quince personas se ubican en estos pequeños e incómodos lugares, está claro que en estos espacios se encuentran hacinados. La obligación los somete a estas condiciones, en las que la preocupación por los posibles impactos de la pandemia quedan en segundo plano.

La tragedia de unos es la bonanza de otros

Van en búsqueda de mejor vida, propósito que les llena de energía y por el cual invierten sus ahorros y en no pocas ocasiones el de toda su familia. Esfuerzo descomunal en el cual enfrentan un sinnúmero de dificultades que deben superar, entre ellas enfermedades de todo tipo, la xenofobia de las personas residentes en los países que transitan, el sobrecosto de hospedajes y alzas en el transporte, las malas condiciones en el saneamiento básico de algunos lugares y el control que tienen algunos grupos armados en diferentes zonas de nuestro país.

Al ser uno de los pasos obligados para este largo viaje, las dinámicas en Necoclí se han transformado a tal punto de develar diversos comportamientos adoptados por sus pobladores: para algunos, esto se ha convertido en una bendición, pues han encontrado en este fenómeno una oportunidad de ingresos, nuevos o acrecentados; un claro ejemplo es el aprovechamiento del cambio de moneda el cual ha sido un negocio redondo para algunos necoclisenses, demostrando que económicamente el municipio se está beneficiando por la llegada de una masa tal de migrantes.

 

 

Por otro lado, algunos habitantes utilizan esta bonanza para aprovecharse de las personas que desconocen la región, realidad también favorecida por las barreras idiomáticas existentes, producto del encuentro de poblaciones con culturas dispares. La escasez de efectivo propicia que a los no residentes les cobren la alimentación en dólares; de igual manera, las empresas de transporte aprovechan para la reventa de tiquetes, y el hospedaje escala sus tarifas. A este problema se le suma el sobrecosto de algunos alimentos de la canasta familiar debido a la alta demanda.

Escasez de transporte, de agua, desalojos…

Esta ola migratoria no da tregua. Hace días distintos medios de comunicación nacionales e internacionales mostraban el gran represamiento de migrantes, producto de la existencia de una sola empresa de transporte, pero también al creciente flujo de personas que llegan no solo desde otros países sino también desde el interior del país, a lo que se suman las malas condiciones climáticas y el reducido número de lanchas que salen a diario para los municipios chocoanos.

En los últimos días se realizó una reunión con autoridades locales y regionales, en la que se acordó hacer uso de algunas empresas de transporte del municipio de Turbo para poder reducir el número de migrantes en Necoclí y al mismo tiempo poder frenar el paso de transportes ilegales que no poseen ningún tipo de seguridad vital para los migrantes. Pese a esto los migrantes siguen llegando, y con ellos se recrudecen los problemas con los servicios públicos, en particular con el agua, y el costo de vida sigue por las nubes.

 

 

La sobrepoblación ha propiciado la intensificación de algunos problemas de fondo preexistentes en Necoclí: los pobladores responsabilizan de la escasez de agua al alto flujo de migrantes, incluso hay algunos barrios del municipio que no disponen de su suministro desde hace más de 15 días, sin embargo, esta es una realidad presente cada vez que hay un alto flujo de personas en el pueblo.

A su vez, muchos residentes históricos del municipio y que viven en arriendo, ahora afrontan presiones de desalojo producto del apetito de sus arrendadores que ven en la demanda de habitación de los migrantes una oportunidad para ganar unos pesos de más. Insolidaridad, individualismo y ausencia de ética, todo junto como evidencia de la cultura del capital profundamente enraizada en la mentalidad de muchos de sus pobladores.

 

 

El camino sigue

Al llegar a la frontera entre Colombia y Panamá, los migrantes prosiguen con su odisea al intentar cruzar el Tapón del Darién. Un inmenso esfuerzo, sumado a los muchos que han tenido que realizar al pasar por nuestro país, esfuerzos que también han debido afrontar en la vida diaria en sus países de origen donde el desempleo, la precariedad diaria, la falta de vivienda y la negociación de sus derechos fundamentales terminó por animarlos a partir en procura de mejor futuro.

Ahora están ante un viaje que tal vez no tenga regreso, o si alguna vez lo tiene, piensan unos y otras, sea con el suficiente ahorro para no revivir en su tierra natal los padecimientos que los motivaron a semejante odisea.

Al final, como cantara Facundo Cabral, una realidad va marcando sus mentes, , la de los empobrecidos y negados del mundo: “no soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad”.

 

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