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La Estructura Ecológica Principal como soporte del ordenamiento del territorio

La Estructura Ecológica Principal como soporte del ordenamiento del territorio

“La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no puede divorciarse de la cuestión de qué tipo de personas queremos ser, qué tipo de relaciones sociales buscamos, qué relaciones con la naturaleza mantenemos, qué estilo de vida deseamos o qué valores estéticos tenemos”.

El propósito de este artículo es reflexionar sobre la importancia de reconocer a la Estructura Ecológica Principal como ordenadora del territorio y garante de los equilibrios ecosistémicos, lo cual implica reconciliarnos con la naturaleza.

Los procesos de ocupación territorial, el crecimiento y desarrollo acelerado de la ciudad y las acciones y actuaciones urbanísticas deben desarrollarse teniendo como referencia la Estructura Ecológica Principal y regional*. Las condiciones ambientales y ecosistémicas son fundamentales para que la ciudad mitigue los impactos producidos por el incremento de la población, el aumento de las emisiones atmosféricas, el endurecimiento del suelo y el deterioro en los indicadores de movilidad.

El ordenamiento territorial, como contrato social, debe reconocer que existe una relación entre la sociedad (interacciones económicas, sociales, culturales y políticas) y la naturaleza (espacios físicos, recursos naturales y servicios), lo que permite comprender a la naturaleza encontrada o delimitada en un territorio específico como proveedora de servicios ecosistémicos y ambientales los cuales benefician a los seres humanos.

Se debe tener en cuenta, que los territorios son diversos en su composición y dinámica, por lo que su planificación implica asumir miradas comprensivas e integrales, que permitan la actuación desde esas complejas relaciones. Por lo tanto, las decisiones sobre el territorio son las que atañen sobre nuestro presente y futuro, el tipo de ciudad que queremos y cómo se asume y proyecta la vida de quienes la habitamos. Para el caso de Bogotá, la calidad de vida depende de los páramos colindantes, las selvas andinas y los ríos y humedales. Por lo que, una propuesta de intervención, tiene que estar orientada a proteger a estos elementos que son ecosistemas estratégicos fundamentales en la sostenibilidad hídrica, esenciales para el equilibrio ambiental no solo de las grandes ciudades sino a nivel global.

En el marco de la revisión general del Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá, la administración ha generado una campaña mediática muy fuerte sobre la ampliación de la Estructura Ecológica Principal, en la que la ciudad, efectivamente, gana en términos de áreas, pero se contrarresta con la apuesta de aumentar la densificación, se verticaliza sin control la ciudad y se privilegian acciones de mercado antes que las de preservación de la misma Estructura Ecológica Principal. Por lo tanto, se evidencia un discurso proteccionista separado del resto de las actuaciones urbanas proyectadas. Además, es evidente que todas las apuestas ambientales de envergadura se proponen para el norte de la ciudad, en la reserva Thomas Van der Hammen, en los humedales, mientras que al sur se le dejan todas las cargas ambientales, con el Relleno Doña Juana, con una propuesta que, ambientalmente deja mucho que desear, ya que además, de cambiar su denominación por “Parque de Innovación”, no especifica si es su ampliación; y en el Tunjuelo, con Reverdecer del Sur, una propuesta de urbanización en zonas de explotación minera que no recoge las aspiraciones de la ciudadanía, sin contar con las problemáticas del sector del Parque de Cerro Seco.

Preocupa la poca consistencia del discurso, ya que, por un lado, se asegura que la Estructura Ecológica Principal será el eje estructurante sobre el cual se ordena el territorio, y por otro, la Estructura Funcional y del Cuidado con proyectos de transporte, movilidad y la vivienda continúan siendo los ejes de la planificación territorial. En ese sentido, se necesita proyectar más recursos para hacer posible la protección de la Estructura Ecológica Principal, dado que en el proyecto del POT, más del 70% de los recursos están destinados para infraestructura vial y de movilidad.

La ciudad se debe ordenar en torno al agua, en cumplimiento de la Sentencia del Consejo de Estado del 28 de marzo de 2014, en articulación con el saneamiento del Río Bogotá y todos sus afluentes, asegurando la conectividad entre restos de ecosistemas originales de los Cerros Orientales, de la planicie de la Sabana y del valle aluvial del Río Bogotá.

No hay que olvidar que la Estructura Ecológica Principal enfrenta el riesgo constante de su urbanización, ya que, constantemente, se busca generar cambios en el uso del suelo, que benefician a poderosos grupos de interés como el sector inmobiliario, los cuales obedecen a un modelo de desarrollo que no comprende la necesidad de cohabitar en armonía con la naturaleza. Se debe recuperar la memoria del territorio, entendiendo que reconocer los espacios no implica ocuparlos con las dinámicas económicas actuales sino entenderlos en su función ecológica. Así mismo, se requiere hablar de Estructura Ecológica Regional, ya que los ecosistemas no tienen límites político-administrativos.

La invitación, entonces, es a que se respeten todas formas de vida, a incorporar una visión sistémica del territorio que articule todos los valores ambientales de manera que se trabajen conjuntamente, a construir una relación armónica entre los seres humanos y el resto de la naturaleza, manteniendo y potencializando los bienes y servicios ecosistémicos y ambientales, para generar una mayor resiliencia en la ciudad, afrontando los retos del cambio climático.

Otro aspecto importante, es que, a la hora de proponer un modelo de ocupación del territorio, todos los instrumentos de planeación y las figuras de protección regionales y Distritales, deben articularse para consolidar la Estructura Ecológica Principal. Tampoco se puede olvidar, que las instituciones deben contar con legitimidad democrática, pues, la mayoría de las entidades terminan formulando instrumentos que nadie entiende, precisamente porque la participación ciudadana se concibe como un requisito formal, sin vincular al producto final las reflexiones que presenta la ciudadanía, lo que genera que se asuman con recelo estos procesos, ocasionando apatía, desconociendo su finalidad y aportes en la funcionalidad del Estado.

En consecuencia, en el ámbito territorial, el valor de la Estructura Ecológica Principal radica en visibilizar todas las formas de vida y propender por su protección de forma simultánea, para garantizar la sostenibilidad a largo plazo, y tener la posibilidad de habitar el territorio que soñamos. Como plantea David Harvey en su libro Ciudades Rebeldes “La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no puede divorciarse de la cuestión de qué tipo de personas queremos ser, qué tipo de relaciones sociales buscamos, qué relaciones con la naturaleza mantenemos, qué estilo de vida deseamos o qué valores estéticos tenemos”.

*Es una red conformada por ecosistemas interrelacionados, que tienen especial valor ecológico y merecen una protección especial, tiene la función de sostener y conducir la biodiversidad y los procesos ecológicos esenciales, de vital importancia para el mantenimiento del equilibrio ecosistémico del territorio.

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Autor/a: Ana María Peñuela Narváez
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