El saldo de la deuda aumenta
A nivel internacional se observa un crecimiento significativo de la deuda pública. La situación actual ha llegado a niveles sin precedentes. La administración Biden le ha solicitado al Congreso una ampliación del margen de la deuda. Otros países desarrollados también han aumentado el saldo de la deuda. Hoy en la Ocde el promedio es 109 por ciento del PIB. Y en Estados Unidos es de 161 por ciento. Los países más endeudados son Italia 184 por ciento, Grecia 238 por ciento, Japón 257 por ciento. El menos endeudado es Rusia con 22 por ciento. En Colombia es de 83 por ciento, en Chile de 44 por ciento, 59 por ciento en México (figura 1).
Estos niveles de deuda muestran tres hechos contundentes. Primero, que el gasto público continúa subiendo, y esta tendencia es generalizada. Segundo que los impuestos se han quedado rezagados. Y, tercero, que las formas de financiación de las deudas de los gobiernos tienen importantes consecuencias macroeconómicas en cada país y, además, están contribuyendo a la mayor volatilidad financiera internacional.
El gasto público continúa creciendo
Los gobiernos no pueden evitar el aumento del gasto público que, como porcentaje del PIB, sigue subiendo. Y el mayor gasto es inevitable, entre otras razones, porque las necesidades colectivas se incrementan. A medida que las sociedades son más complejas es indispensable una mayor intervención del Estado. Basta solamente con pensar en las exigencias derivadas del calentamiento global. Los recursos que se requieren para mitigar los daños son crecientes. Y en otros campos como la seguridad, la salud, la educación, etcétera, las demandas de los ciudadanos cada vez son mayores. A medida que la sociedad avanza, los ciudadanos son más exigentes.
El gasto público no se puede reducir. Esta afirmación es contundente, y es una demostración adicional de la “ley de Wagner”. Desde los años 50 este autor ya decía que el gasto público, como porcentaje del PIB, siempre crece. Los hechos muestran que esta tendencia se ha cumplido.
Frente a este panorama es ridículo el llamado que hace el presidente Duque a la austeridad. En Colombia el gasto público es relativamente bajo, así que seguirá aumentando. Los llamados del gobierno a la austeridad terminarán siendo inútiles.
Los impuestos están bajando
El segundo hecho significativo es la caída de los impuestos. Después de la Segunda Guerra los impuestos a la renta aumentaron de manera significativa. Tal y como se observa en la figura 2, las tarifas aplicadas al último rango de ingreso llegaron en Inglaterra hasta el 93 por ciento. Además de elevadas, estas tarifas eran progresivas, porque iban aumentando con el nivel de riqueza. Por aquellos días se pensaba, con razón, que los mayores impuestos son compatibles con la productividad de las empresas y el bienestar de los ciudadanos. Para los empresarios era claro que gracias a la mayor tributación habría servicios públicos e infraestructura que, finalmente, contribuye a mejorar la productividad. Además, la política social crea condiciones que favorecen la demanda.
Desde la segunda mitad de los años ochenta se modificó el discurso sobre la tributación. Y entonces, se dijo que los menores impuestos son la condición básica para que mejore productividad y la competitividad. Es un enfoque completamente diferente al anterior. Y no solamente bajó la tarifa del impuesto a la renta de las personas naturales, sino también la de la empresas (figura 3). La caída de la tributación es evidente. En Alemania, la tarifa cayó del 55 por ciento al 15 por ciento.
En Colombia, en la última reforma tributaria, llamada de inversión social, la tarifa del impuesto a la renta de las empresas quedó en 35 por ciento. Esta tarifa se ubica más o menos en el promedio de la Ocde.
Las razones que se esgrimieron para reducir la tributación no se han cumplido. Las empresas no han mejorado su productividad, las protecciones sociales se debilitaron, y la distribución del ingreso empeoró.
Y el desequilibrio en las cuenta del Estado se acentuó. Es obvio que si el gasto sube y los ingresos bajan, la deuda pública tiene que aumentar. En la generalidad de los países la deuda continúa su tendencia ascendente.
Consecuencias de la deuda pública
La forma como se financia la deuda tiene un enorme impacto en las relaciones macro de cada país, y en los movimientos financieros internacionales. Los gobiernos van a los mercados de capitales para obtener sus recursos. Y en este proceso actúan como cualquier agente especulador.
Las emisiones de títulos de deuda pública alimentan los circuitos financieros y terminan favoreciendo a instituciones y especuladores privados. Ni los congresos de los países, ni la opinión pública, suelen participar en las decisiones sobre el monto y la composición de la deuda pública. No obstante su importancia, este asunto se deja en manos de una tecnocracia especializada, que toma decisiones trascendentales por fuera del control público.
Uno de los aspectos más relevantes de la deuda es el tipo de bonos que se emiten y la tasa de interés que se le paga a los tenedores. Estas decisiones tienen un claro impacto en las finanzas públicas.
En Colombia, en el presupuesto del 2022 que se acaba de aprobar, la partida más importante corresponde al servicio de la deuda, unos 75 billones de pesos (22% del presupuesto). Y de este monto, se destinan 38 billones de pesos solamente al pago de intereses de la deuda.
No hay claridad sobre la forma como se podría reducir la deuda. En las condiciones actuales parece imposible contrarrestar la tendencia creciente de la deuda. Los montos son impagables. Quizás sea necesario replantear de manera sustantiva el ordenamiento del sistema financiero internacional.
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11 de noviembre de 2021
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