Este artículo es la continuación del publicado en nuestra edición marzo-abril, titulado “Un paso más en la lucha por los derechos de las mujeres”*.
“Yo me hice dos procedimientos de aborto, el primero fue a los 19 y el segundo a los 22”, nos cuenta Alejandra en una cafetería del centro de Bogotá donde acordamos nuestro encuentro para la entrevista.
“En el primero no tuve tantas dudas, era muy joven y dije: bueno pues qué, al final aún no he hecho nada con mi vida todavía y un hijo ahorita no me permitiría muchas cosas, había que esperar, fue una decisión muy segura en ese momento. La segunda vez sí hubo más dudas frente a las razones, ya había hecho más cosas en mi vida, tenía una pareja estable con la que podía pensar en una familia, pero en realidad se sopesaba lo que faltaba por hacer, lo que no permitía un hijo o una hija, no me sentía preparada para ser mamá, además no tenía estabilidad económica”.
Presiones
Alejandra es una mujer joven, delgada y con un sentido del humor permanente, siempre sonriente y fraterna, decidió contarnos su historia de manera abierta: “yo vengo de un barrio popular de Ciudad Bolívar, mi mamá fue madre muy joven, entonces estaba esa presión de si iba a repetir la misma historia de ella con todo lo que eso implicó para nuestra vida. En el segundo procedimiento también estaba la presión por el lado de mi compañero, pues él tenía varios proyectos y cosas que hacer, entonces en un momento pensé en que un hijo o una hija iba a entorpecerle la vida a él, vi que no había la suficiente madurez para asumir esto ni por parte de él ni por la mía”.
No solo eran estas presiones, también estaban los pesos culturales que se exaltan a la hora de tomar una decisión de este tipo: “Mi familia es muy católica, la de mi compañero también era muy tradicional, incluso el papá de mi pareja era alguien muy “provida”, antiaborto a toda costa, de ahí que en el segundo de los abortos que tuve afronté un peso moral de qué decisión tomar, entras en ese cuestionamiento de la vida y de la muerte, de lo que puede ser, de lo que no va a ser”.
Procedimientos
Mientras nos tomamos el tinto y comemos una torta de chocolate, Alejandra organiza sus ideas para relatarnos la manera cómo se practicó los procedimientos. Aunque es un tema sensible, ella lo cuenta de manera serena y tranquila:
“Estos son procedimientos caros, que a una la toman por sorpresa, porque evidentemente son embarazos no deseados, entonces toca conseguir el dinero de donde no lo tienes, pero no solo se trata de tener el dinero y ya, sino que de ahí tienes que cuidarte por 15 días, tener una dieta especial, contar con un acompañamiento o una red de apoyo que esté ahí para lo que necesites, debes estar un tiempo en descanso y quietud”.
Nos mira, sin borrar su sonriza y continúa, “El primer aborto tuve que hacerlo a través del procedimiento quirúrgico, y al no contar con los recursos suficientes para acceder a una clínica “formal” me tocó ir a una clínica “clandestina”, allí las condiciones fueron muy duras, yo estaba muy nerviosa, me hicieron subir a una camilla y cuando la mujer que me estaba atendiendo introdujo esa especie de pinza en mi cuerpo, mi reacción fue gritar, en ese momento me dijeron: “no señora, aquí no se puede gritar, ¿qué le pasa?” a lo que yo le respondí que me estaba doliendo y ella dijo: “ah, eso quien le manda”. Fue un trato que me tocó aguantármelo porque no tenía otra opción, lo viví en soledad porque la única persona que sabía era una amiga que estaba en Argentina”.
El recuerdo parece mellarla un poco, se agita un tanto, mira a ambos lados, respira, parece que las imágenes de lo vivido están pasando por su mente, su mirada me enfoca de nuevo, y continúa: “En el segundo procedimiento, primero fui a una institución ‘formal’, allí después de hacerme los exámenes me dijeron que tenía una infección urinaria y por eso no me podía realizar el procedimiento con Misoprostol, entonces tuve que esperar un mes más embarazada para poder realizarme el procedimiento”.
Se detiene un momento y nos mira fijamente, para decir: “Es muy jodido sentir que, en los dos casos, las formas en las que me trataron fueron despectivas desde como me veían, como preguntaban las cosas. Nunca me trataron con amabilidad, todo el tiempo parecía que me juzgaban”.
Otro camino
Se arregla el cabello mientras habla, tal vez está recordando los dolores que le dejaron estos procedimientos a su cuerpo y vida, toma un poco de tinto y continua con su relato que nos permite entender, tanto la dificultad de tomar esta decisión cómo las organizaciones de mujeres que se apoyan y acompañan de manera clandestina para abortar:
“Para el segundo aborto, después de realizarme los exámenes, me contacté con la red de apoyo que se llaman Las Parceras. Allí son solo mujeres y la manera de comunicarse es a través de una plataforma muy segura, donde hay un chat muy privado y seguro entre ellas y la persona que está por realizarse el procedimiento.
Es un contacto muy directo, íntimo y amable, así sea virtual. Todos los días desde que empecé con ellas, siempre estaban muy pendientes, me escribían todo el tiempo. Me atendió una chica que se llama Manuela, o así fue como se presentó. Ella estuvo acompañándome todo el procedimiento, me dio todas las indicaciones que debía seguir para preparar el aborto en casa, además estuvo los 15 días después donde tenía que tener una dieta estricta. Fue una red de apoyo muy importante, una asesoría muy detallada”.
En este momento, el rostro de Alejandra cambia un poco, como si el dolor físico volviera. “Me hice el procedimiento con las pastas, eso es una jornada de todo el día en la casa, dolorosísima. Me acompañó mi compañero y una amiga. El Misoprostol para mí fue una tortura, fue vomitar, sangrar, sentir dolor hasta el punto de casi desmayar, fueron muchos síntomas que de pronto es lo normal del procedimiento, pero para mí y las personas que estaban a mi lado fue muy difícil, al punto de pensar que me podía pasar algo…
Eso que dicen que al despenalizar el aborto todo el mundo se va a ir corriendo a abortar no es cierto, no se imaginan el desgaste físico, emocional y mental que genera un aborto, los que piensan que eso es por deporte, como quitarse una camisa, están en un error”.
Es evidente que el dolor de esta decisión es difícil de comprender, pero ella trata de explicarnos de una manera más sencilla: “Abortar implica una ruptura, deja huellas en tu cuerpo, rezagos psicológicos, te sientes muy vulnerable ante el mundo. Al final este es un proceso que uno vive muy personal, y aunque puede que haya personas a tu lado, el dolor y todo lo que se siente es muy de uno, es muy íntimo, y hay lugares a los que nadie te puede acompañar; sin embargo, creo, que es necesario una formación y preparación por parte del Estado para estos procedimientos, así como Las Parceras me acompañaron es necesario que exista un acompañamiento para toda mujer que decida abortar”.
Frente a la decisión de la Corte Constitucional
“Ojalá esto sea un paso para llegar a la despenalización total y que sirva para que se den discusiones más profundas en las casas, las instituciones, la universidad y el colegio, donde se hable de la educación sexual, educación emocional, conciencia del cuerpo como territorio. Espero que no sea simplemente un decreto y ya, sino que el Estado lo asuma de manera integral y que así ninguna mujer de las que vienen de aquí en adelante tengan que vivir los malos tratos que yo viví”.
Al preguntarle a Alejandra si quisiera decir algo para las mujeres que están tomando la decisión de abortar o lo están dudando, ella suspira profundo, se le quiebra un poco la voz al comenzar a hablar y finalmente dice:
“Pues que al final el cuerpo es de uno y hay que zafarse de tantos juicios. Se que es difícil porque están todo el tiempo en la mente, pero a veces los mismos juicios te llevan a tomar decisiones, sea para abortar o no. A la hora de tomar esta decisión hay que hacer realmente una mirada hacia dentro y reconocerse a una misma, ver sus capacidades, porque la maternidad tampoco es algo malo, como abortar tampoco lo es, son decisiones que se van dando de acuerdo a las situaciones, por tanto, hay que tomar la decisión con calma, con plenitud.
Cuando estos procedimientos son traumáticos (para todas no es así), es importante gestionarse una misma sus procesos de reparación, en mi caso decidí recoger la sangre del aborto y sembrarla, en algo muy simbólico de cómo la vida se transforma, teniendo presente que pudo ser un humano, pero ahora se transforma en una oportunidad de ser semilla, de germinar en una planta, de estar en la tierra y retornar a ella”.
*Artículo relacionado:
Un paso más en la lucha por los derechos de las mujeres, periódico desdeabajo
Nº 289, marzo 20 – abril 20 de 2022
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