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Un salto a la incertidumbre

Un salto a la incertidumbre

Otro episodio cíclico de la muerte se da cita en este territorio para evidenciar los problemas estructurales de los sectores periféricos de la ciudad de Medellín.

Un país que deja morir a sus jóvenes en una absurda violencia tendrá como futuro
un reality y jamás tendrá una mejor realidad.
 Jeihhco

El 30 de octubre fue un día gris para la Comuna 13. La despedida de otro artista, Elider Varela ‘el Duke’ pintó el día con un luto que empieza a ser cotidiano y que nuevamente puso a este sector en la mira, y no sólo de los grupos armados. En los últimos días de octubre y primeros de noviembre, algunos medios y sectores se han volcado a narrar fragmentos de los acontecimientos de esta Comuna, que sin duda reflejan la compleja situación que atraviesan los paisas en cuestiones de seguridad.

 

 

Los principales protagonistas de esta historia son los jóvenes, quienes al habitar estos barrios laberínticos se encuentran diariamente con el señalamiento y el hecho de que muchos de los actores del conflicto sean precisamente jóvenes, situación que les pone en la cuerda floja, pues son objeto de sospecha simplemente por estar en este rango de edad.

 

 

Ser líder, un acto de fe


Desde ese día, la inquietud se instaló en el espíritu de los jóvenes que lideran los procesos de los movimientos sociales de esta Comuna. Durante varios años han sido testigos de diferentes episodios en los que queda claro que la vocación de servicio y las labores emprendidas para contribuir –a su manera– con el desarrollo comunitario no son suficientes en un territorio en conflicto permanente.

 

El viernes 2 de noviembre, 65 jóvenes participantes de estos procesos decidieron hacer un alto, no como un acto simbólico de resistencia o rechazo contra la violencia, como otros que han realizado, sino como acción obligada por el temor a perder la esperanza y con ella la vida misma.

 

Con amenazas directas contra sus procesos y sus vidas, estos líderes se han alejado temporalmente de la Comuna, por pertenecer a proyectos que se dedican a dar testimonio y con su labor evidenciar que la impunidad y la complicidad son los principales móviles de estos asesinatos.

 

Pero no son únicamente éstos los afectados. De manera indirecta, los cientos de beneficiarios de los programas que éstos lideran están invadidos por el temor, miedo no infundado, pues claramente el asesinato de varios líderes, desde 2009, da cuenta de que la participación en proyectos sociales es una ocupación de alto riesgo (Ver recuadro 1).

 

De los jóvenes desplazados por los acontecimientos de los últimos días, 14 han decidido ausentarse definitivamente, dejando a sus familias y los proyectos que en su mayoría gestaron desde sus comienzos. Con ellos se ausenta también la posibilidad de que las apuestas culturales y artísticas sirvan como estrategia para que este sector halle una paz que viene reclamando hace más de una década, pero que, como las apuestas de estos jóvenes, aún parece un sueño.

 

Más de lo mismo

 

Hace poco, la Comisión Internacional de Esclarecimiento instalada entre el 16 y el 18 de octubre del presente año, integrada por los comisionados Luz Marina Monzón Cifuentes, de Colombia; Santiago Corcuera Cabezut, de México; Michael Reed Hurtado, de Colombia; Carlos Fazio Varela, de Uruguay; Elías Guillermo Levi, de Argentina, y Helen Mack, de Guatemala, con la participación de organizaciones sociales, comunitarias, habitantes de la Comuna 13 y ciudadanos en general, hacía un llamado, evidenciando que los actos de fuerza, la violencia como argumento, la violación de los Derechos Humanos y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario son temas cotidianos en la Comuna.

 

Han transcurrido 10 años desde cuando tuvieron lugar alrededor de 20 operativos militares, entre los que se incluyen las operaciones Antorcha, Mariscal y Orión. Como si no fuera tiempo suficiente para aprender que la situación va más allá de unos ‘combos’ organizados, nuevamente la creciente militarización y el fortalecimiento de la infraestructura policiva son la respuesta a estas problemáticas.

 

Sin embargo, la Comuna 13 sigue viviendo permanentes enfrentamientos armados, prácticas de control territorial cada vez más fortalecidas y reclutamiento forzado. El desplazamiento de estos líderes deja en la más absoluta incertidumbre los procesos sociales de este sector, y a los otros jóvenes que participan de ellos replegados en sus casas porque la preocupación principal es precisamente la labor social que vienen realizando.

 

El viernes 9 de noviembre fue el último golpe asestado a los procesos juveniles en la 13. Roberth Steven Barrera, de 17 años, integrante de la Escuela de Hip Hop Kolacho, fue asesinado en el barrio 20 de Julio. Otra muerte que deja un sinsabor colectivo y que acrecienta el temor.

 

El lema de muchas de las acciones emprendidas en los últimos meses por estos jóvenes reza: “En la 13, la violencia no nos vence”, pero la muerte, el desplazamiento y la violencia en sí es una derrota para el ser humano. Un recordatorio permanente de lo que hemos construido como sociedad, de las deudas históricas, de la tristeza de ser un país desmemoriado, que generación tras generación ve morir a sus amigos y sus hermanos, con indiferencia, con la amargura de los vencidos.

 


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ecuadro 1

Líderes juveniles asesinados desde 2009 en la Comuna 13

2009. Héctor Pacheco, (Kolacho), integrante del Movimiento C-15.
2010. Andrés Medina, de la Corporación Son Batá; Marcelo Pimienta Sánchez (MC Chelo), integrante del Colectivo de Hip Hop Ska-Lones.
2011. David Romero (El Gordo), del Colectivo de Hip Hop Ska-lones; Daniel Alejandro Sierra (Yhiel), integrante del grupo de Hip Hop Ruta Difusa.
2012. Elider Varela (El Duke), fundador de la Escuela de Hip Hop La Kamada; Roberth Steven Barrera (Garra), integrante Escuela de Hip Hop La Élite.


Recuadro 2

Una historia de vieja data

Desde su conformación, la Comuna 13 ha atravesado por varios períodos de agudización de la violencia, tornándose cada vez más visibles para la cuidad y el país.

A finales de los 90, con el dominio territorial de los CAP (Comandos Armados del Pueblo), entre el 2000 y 2002 con la incursión las auc (Autodefensas Armadas de Colombia) y actualmente con la disputa territorial de ‘combos’, grupos armados organizados en torno a diferentes actividades ilegales.

Lo que había sido una disputa territorial localizada por sectores, se convirtió en una guerra urbana que crea límites cada vez más estrechos de un barrio a otro, de una comuna a otra. La comunidad queda en medio de las normas de todos los bandos y las llamadas fronteras invisibles regulan la movilidad de sus habitantes.

Pero no es una situación exclusiva de la Comuna 13. Igualmente, las Comunas 8 y 6 enfrentan similares disputas en sus territorios. La administración municipal muestra un incremento significativo de la inversión social en estas zonas y la ejecución de varios proyectos de infraestructura, pero el conflicto se agudiza cada vez más y el ciclo de la violencia se renueva.

 

Por Ádela María Ortega Palacio, politóloga.

Información adicional

Medellín, Comuna 13
Autor/a: Ádela María Ortega Palacio
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