Corpovisionarios presentó el pasado 24 de septiembre en el Auditorio Mario Laserna de la Universidad de los Andes, los resultados de una Encuesta Decenal de Cultura (2003-2013), que logró resonancia mediática. ¿Qué dice el estudio frente al comportamiento de la ciudadanía?, ¿Qué silencios guarda ante el fenómeno urbano sobre los sujetos? Al presentar la encuesta, ¿No se tratará más bien del retorno de Antanas Mockus para incidir en el juego electoral?
La encuesta, compuesta por 54 preguntas, distribuidas en seis bloques, explora opiniones, percepciones, actitudes, hábitos y reacciones sobre distintos aspectos de la vida cotidiana de Bogotá.
El estudio surge de un mandato del Concejo Distrital, que reclama que la inversión de recursos en cultura ciudadana exige contar con instrumentos que permitan evaluar su impacto. Una tarea que Corpovisonarios, como centro de pensamiento y acción con el propósito de lograr cambios voluntarios en los comportamientos colectivos, ha tomado como propia. Como se conoce, al frente de esta Organización No Gubernamental (ONG), figura como presidente y máximo líder Antanas Mockus.
En el evento Mockus, al referirse al estudio afirmó: “Estamos transitando de una propuesta ética a una egoísta”. Su propuesta política es recuperar la confianza en las instituciones como bandera fundamental, dado que la desconfianza en lo público como institución aumenta la ilegalidad. Para lograr un buen comportamiento de la ciudadanía, propone lograr acuerdos de calidad. Así, la seguridad en la ciudad se obtiene en la medida que la ciudadanía respete y acepte el orden establecido. En el fondo es una apuesta por la solidificación de procesos de institucionalización.
El estudio se basó en la Escala Likert, también conocida como “Método de evaluaciones sumarias”, que consiste básicamente en valorar el acuerdo o desacuerdo frente a una declaración. Como se puede deducir, un estudio nada innovador, basado en lo desarrollado por Rensis Likert en 1932, un teórico organizacional que se enfocó en aspectos de la gestión corporativa. Desarrollos más contemporáneos se encuentran en el análisis factorial o en el análisis multivariado, para condensar núcleos de representación colectiva.
La presentación propiamente dicha estuvo a cargo de Henry Murraín, director de proyectos de Corpovisionarios y mano derecha de Mockus. Como fiel pupilo, además de seguir el discurso de su tutor, aprovechó el evento para elogiar la gestión de las dos alcaldías de Mockus, “los niveles de convivencia no han vuelto a ser los mismos desde que se descuidó el enfoque”. Pero ¿cuál es la novedad en el estudio sobre la convivencia en la ciudad?
Seguridad, convivencia y violencia intrafamiliar
En la encuesta se exploran, entre otros aspectos, realidades como las del atraco, los homicidios y las situaciones conflictivas entre ciudadanos. Entre los datos arrojados por ésta se concluye que en Bogotá las riñas terminan más en homicidio que los atracos. Para el 2012, por ejemplo, una riña tenía 20 veces más de probabilidades de terminar en muerte que el mismo atraco. Lo anterior, ligado al hecho que entre la gente hay una actitud de validar la justicia por mano propia, más si es por asuntos de familia o de honor.
Estas afirmaciones van acompañadas en el estudio de infografías donde se indica, por ejemplo, que dos de cada diez ciudadanos acepta el linchamiento a un ladrón. Podemos recapitular que este espíritu de “renegado justiciero” ambienta un mayor acuerdo social sobre el porte de armas. Desde una perspectiva de género, la encuesta identifica la presencia de una cultura machista violenta que la denominan: “cultura del macho machito”, el simio alfa que no se la deja montar de nadie. Esta, que es una evidencia simple y cotidiana para la mayoría de la gente de a pie, fue presentado por la ventana mediática como el último hallazgo sociológico, titulado por la prensa como “Una ciudad de machitos”. Lo que sí llama la atención en los resultados entregados es que este comportamiento entre hombres tiende a predominar, sobre todo, en las nuevas generaciones.
Frente a la violencia intrafamiliar, la conclusión: Bogotá registra los niveles más altos del país, lo que escandaliza a los responsables del estudio. La Encuesta Decenal de Cultura señaló que un cuarto de los casos de este tipo de violencia ocurren en Bogotá. Aunque son preocupantes las cifras, no se reflexiona, por ejemplo, que quizás esta realidad refleje que en la capital del país se denuncia este tipo de violencia mientras en el resto del país se silencia porque se asume como un asunto privado.
El estudio resalta, además, la violencia de pareja, con los celos como principal causa. ¡Vaya novedad! No hace falta ir a una Comisaria de Familia para enterarse de primera mano de esta realidad.
Movilidad y espacio público
Aunque mencionan la larga realidad de contar con una malla vial deteriorada, las conclusiones sobre la materia señalan que en accidentes de tránsito (año 2012) los principales afectados fueron peatones, especialmente adultos mayores. Como sus principales causantes se registran los conductores de buses del transporte público. Lo interesante no es el dato sino que debería ser la pregunta: ¿qué pasa con la movilidad urbana de personas adultas o ancianas, que han perdido agilidad, requieren apoyo o ayudas semejantes, y para las cuales no hay consideración alguna de parte de los conductores del transporte ya indicado?
La encuesta acierta al identificar las motos como vehículo asociado a las muertes de peatones en un 13%, conductores en un 66% y pasajeros en un 30%. Pero en el estudio no se involucra el creciente negocio de comercialización de estos vehículos, sin restricción alguna. Un hecho categórico: señalar que entre todas las muertes por accidentes de tránsito en la ciudad, la mitad son producidas por la violación de las normas de tránsito. Al parecer, para disminuir las muertes por conducir automotores, obliga a la superación en nuestra cultura comercial aquello de ser “rápido y furioso”.
Cultura tributaria, confianza y acuerdos
Aunque hay espíritu para desobedecer la ley –bajo la lógica de hacer trampa–, concluyen en la encuesta una mejor actitud tributaria, como lo llama Copovisionarios. Un informe para decir que estamos pagando.
Frente a quienes generan menos confianza dentro del conjunto social, las respuestas señalan a los funcionarios públicos; en el Congreso y los políticos la mala imagen.
Sólo para los funcionarios, desde el 2011, el 87% de los ciudadanos considera que más de la mitad son corruptos. Sin embargo hay un grado de tolerancia con esta realidad al valorarla como algo normal, tolerancia tan laxa que incluye también a los narcotraficantes. Sin embargo poco se habla de las consecuencias derivadas para la nación del largo periodo de traquetización del país, reflejadas en el respeto, admiración y deseo de ser un capo, ahora amplificado por el entretenimiento televisivo. Pero, peor aún, también se percibe a los mismos ciudadanos con disposición a la corrupción bajo la concepción generalizada que Corpovisionarios llama “justificación prosaica”. Un eufemismo de individualismo para referirse a la búsqueda de objetivos propios y beneficios personales, bajo la creencia que en el país hay pocas probabilidades de resultar castigado. Lo que en realidad sintetiza una creencia generalizada en el país: el torcido sale, o el delito paga.
Participación y valoración de lo público
La participación para la gente es algo tan lejano como inexistente. En lo que más se participa en Bogotá: la organización de eventos culturales, recreativos y deportivos. En este aspecto, que pasa el informe de agache, es donde se evidencia de verdad la ausencia de una cultura ciudadana preocupada por los temas de lo público y empoderada para ejercer incidencia y control frente a las instituciones.
En general los resultados de la encuesta se basan en la institucionalización regida por la autoregulación. Es decir, que además de las sanción de la norma, el sujeto coopere de manera voluntaria, fortalecido con la mutua regulación “que entre todos nos corrijamos”. A esto denomina cultura ciudadana el movimiento de Mockus, como si cultura no existiera en las otras formas de identidad o expresión, en el lenguaje callejero o formas de apropiar el territorio que trasciende lo normativo. Pero preocupa esta forma de cultura corporativa del comportamiento humano, donde la institución siempre debe ser respetada.
Después de revisar los resultados, el mérito de sus conclusiones parece perder valor, al descubrir que el enfoque del mismo ya estaba predeterminado, pues Corpovisionarios editó un libro con financiación del Banco Interamericano1 donde gira sobre los mismos asuntos. Tanto bombo para un refrito que les ha permitido mantenerse mediáticamente activos, y que les brinda una ventana para que Sayra Aldana integrante de esta ONG, al referirse a la protesta la considere como un simple vandalismo, porque no hay respeto por lo público. Para completar, agrega, que para la efectividad de la autoridad policial, el recurso se debe invertir en educación pero impartida a los ciudadanos en el respeto a la institucionalidad.
Una encuesta que porta algunos datos relevantes, pero en general otros muchos ya conocidos y todos ellos sin el análisis de contexto que permitan explicaciones y comprensiones de los sucesos. Extraña, por tanto el eco mediático que recibió, como extraña el silencio de esos mismos medios de comunicación ante investigaciones urbanas de verdad rigurosas. Ante tal realidad, un interrogante que no puede dejar de plantearse, ¿No será que tanta alharaca con estos estudios es el simple impulso para mantener vivo en el escenario político al profesor Mockus, o a quien su bendición corpovisonaria delegue?
1 Mockus, Antanas; Murraín, Henry y Villa María (Coords.) (2012) “Antípodas de la violencia: desafíos de cultura ciudadana para (in)seguridad en América Latina” Banco Interamericano de Desarrollo, Corpovisionarios, Washington.
Recuadro
La base del pensamiento mockusianso está en las teorías desarrollados por Jon Elster, investigador social que desarrolla la teoría de elección racional desde una perspectiva del individualismo metodológico donde existe una relación fundamental de condicionar a los individuos a sus comportamientos. Sin embargo, Elster discute con el funcionalismo de Talcott Parsons, al señalar que el mecanismo sirve para explicar la variabilidad de discursos sobre el comportamiento de los sujetos en función de otros factores. Pero Elster se dedicó en vano a integrar el marxismo y compatibilizarlo con su teoría, pues en general, la teoría de elección o acción racional ha sido utilizada al comportamiento social y económico, donde el individuo siempre se va a comportarse de manera egoísta.
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