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Juventud y servicio militar obligatorio. Polìtica juvenil

Todo joven que está por finalizar la secundaria desea pasar a la universidad. Pero muy pocos lo logran. El factor económico es el fundamental, el excluyente, el determinante. Este factor propicia que unos pasen al ejército, la policía o la universidad.
Los que son obligados a pagar el servicio militar obligatorio (SMO), en una u otra institución, viven una tremenda transformación. En el caso de la policía es notorio. Ingresan con la rabia de la obligación, con el odio por lo que representa esa institución temida en los barrios, casi vista como un cuerpo de ocupación, sin embargo en pocas semanas son otros. ¿Qué les hacen a esos jóvenes para que en pocas semanas sean otros? ¿Los ha visto usted requisando, con sentido autoritario, a un transeúnte cualquiera?, se les ve todos posesionados de un ser ajeno. Pero cuando requisan a un habitante de la calle, cuando están ante un ser golpeado por la injusticia, parecieran perros amaestrados: amenazan, golpean, empujan, humillan.
¿Qué le han hecho a estos jóvenes para que en pocas semanas dejen de odiar lo que odian y empiecen a representar lo que no quieren ser? ¿Cómo se hace para incrustarle a un joven, soñador o díscolo, que ingresa a un cuerpo armado por obligación todo el sentido de aquello que odia?
En ejercicio de la función de lo que no son pero ahora representan, ocupan espacios en calles y recintos públicos. ¿Por qué los mandan a ejercer funciones que no les competen? Acaso su SMO, en el caso de la policía, no es para desempeñar funciones de oficina? ¿Por qué exponerlos?
Ahora, cuando algunos de ellos se han visto atacados por tratar de ejercer funciones que no les competen, pareciera esclarecerse todo: son carne de cañón para justificar la necesidad de militarizar las ciudades. Ante cada ataque e injusticia con estos jóvenes surgen voces que repiten el esquema ensayado hasta el infinito y siempre fracasado: militarizar, militarizar.
No hay peor ciego que quien no desea ver. Ese esquema ya está agotado entre nosotros, sociedad militarizada por excelencia. Tanto que parecemos vivir en ciudades ocupadas por fuerzas externas. Fuerzas que reprimen, que causan temor, que no generan solidaridad, que “vacunan”, que no se sienten desempeñando una función pública sino aprovechando una oportunidad para hacerse unos pesos extras cada día.
Ante esos ataques contra jóvenes que se creen cumpliendo una misión muy importante, lo que vuelve y se muestra ineficiente es el SMO. Mucho más si se reconoce que sólo lo pagan los pobres. Hay que hacer justicia con lo jóvenes y con los más pobres. No más lavado de cerebro. No más SMO. Estudio universal, incluso hasta universidad, para todos.

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