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Ocho de marzo en medio de la guerra

Ocho de marzo en medio de la guerra

 


 


 


Allí les es negado todo a ellas y a sus hijos. Mientras en los medio de comunicación se promulga toda clase de “ayudas” para los reinsertados, los desplazados tienen sus rostros tostados de hacer largas colas para que se les reconozca como tal y así recibir “aunque sea para un mercado” o de competir con quienes piden limosna en los semáforos o en los buses.


 


Sin embargo, antes, cuando vivían en un trozo de tierra medianamente suyo también fueron hostilizadas, maltratadas y asesinados sus hombres, aquellos que cooperaban con el hogar o se disponían a hacerlo con mayor fuerza de trabajo al llegar a la adolescencia. Fue hollada su dignidad por las máquinas de la guerra que apuestan las mujeres para violarlas y luego asesinarlas para que no denuncien. Ella, ha tenido que idear tácticas para huir, para vestirse y pasar desapercibida, porque en los campos de guerra es un delito ser mujer y más si se está sola. Con ellas van los niños huyendo también, tratando de ser invisibles para no ser abusados. Los únicos hijos de la guerra no son los que nacen en medio de ella sino como producto de ella, de las violaciones y abusos de las tropas de uno y otro bando, hijos de mujeres-niñas que aún no son concientes de los que les pasó y en frente tienen un futuro incierto.


 


El 8 de marzo, fecha para invitar a las mujeres a tomar partido frente a la violencia agenciada por el comercio de la guerra. El mundo entero podría cambiar de rumbo si las mujeres decidiéramos asumir la responsabilidad de educadoras fundamentales en el amor y en la conciencia humana. Sin necesidad de dejar nuestros derechos que como mujeres tenemos, más bien reafirmándolos en una postura matrística( fundamentada en el afecto y la libertad, esta última entendida como la aceptación del otro como legítimo otro) que rompa con el largo legado patriarcal (de patriarca más no de hombre, él debe ser nuestro aliado,) que Occidente se niega a rezagar.


 


Mi canto de poeta  las –nos– invita a ubicar la raíz del mal y también su cura con la mirada puesta en lo más hondo de nuestro ser. Somos simiente y somos bastón en la larga travesía que la humanidad recorre y en la cual el poder minoritario debe ser reemplazado por la voz y el encuentro de las mayorías, voz y encuentro d e todos aquellos que buscamos la armonía como bien común y no como beneficio particular.


 


Mujer deshabitada


 


Eres amor, eres madre


Reinventa el mundo


desde tu cubil


 


Te volviste gacela


para escapar de tus debilidades


Te volviste guerrera


para defender a tus hijos


Te convertiste en escalera


para elevar los sueños, los de todos,


Dejaste que calara hasta tus huesos


la esperanza, para sobrevivir,


Afinaste tu oído


para diferenciar los pasos


de las máquinas  de guerra


-de los insinuados por los animales y otros seres-


para cuando ellos vengan


echar a rodar a mil kilómetros por hora


mi femenina dignidad


y volverla inalcanzable para su acuciosodeseo


Aguzaste tu olfato


para que a muchas millas de distancia


percibiera olor a humano


porque ellos ahora son mis únicos verdugos


sellaste para siempre tu boca


-tú también eres máquina huidiza-


ahora solo susurras palabras


matizadas de rabia, de impotencia


La guerra te recorre


cual pulso eléctrico


Punzante


No ves, no oyes,


solo corres y corres


para que no te alcance


Y de tanto negarte te has vuelto sombra


Una sombra densa,


pesada, persistente


¡Ármate de fuerza sombra!


Crece con tu amor de mujer


Levanta tu voz


Más allá de las nubes del terror


Dilo en voz alta ¡basta!


¡Ya  no pariré más hijos


Para alimentar la gula de  la muerte!

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