Como la idea es descubrir las peripecias del preciado líquido, éste se enrumba enmarcado en cultivos que parecen arrodillarse al cauce a saciar su sed, fisgoneados por algunas vacas, que con ojos exaltados de dos en dos, abrevan en él, cayendo abruptamente en el sitio El Hato, testigo histórico donde el paisaje resquebrajado anuncia el artificioso embalse de Chisaca, que construido con el propósito de regular el caudal, le antepone un obstáculo amurallado de tal talante que entra llamándose Chisaca y sale nominándose “Mugroso”. Con sus aguas, ya no cristalinas, una vez a pasado por el tubo con una caída de 500m corre veloz a encontrarse con el río Curúbital quien a su vez ha recorrido un tramo entre cultivo de papa, arveja, haba y alguna flora nativa; en esta intersección toma el nombre de Tunjuelo. A pocos kilómetros de allí esta la represa la “Regadera”. Su nombre no visiona el desenlace fatal que sufre esta corriente de agua, pues con un pequeño periodo seco el río solo queda en cauce, el agua no alcanza ni para alimentar un copetón, en cambio, sus aguas y su recorrido en época lluviosa, como si estas dos presas no lo detuviesen en vertiginosa caída, pasan por encima ocasionando estragos más abajo. Hasta aquí, dos lágrimas, dos ríos, dos embalses, dos situaciones, dos riberas. Como destino, la belleza de este valle posee dos quebradas con el mismo nombre Chiguaza, que traduce “Luna ondulante plateada”, justo antes de entrar en la sabana como queriendo iluminar ese sinuoso valle que antes se enmarcaba en arbustos y hoy en ciudad industrial, nos hace recordar su origen en la blanca niebla del páramo. En este recorrido donde constantemente se enfrentan dos fuerzas, el lenguaje, indicio de simbología y sentido da una batalla de vocablos Muiscas y castellanos Chisaca, Usme, Chiguaza, Soche, Tunjuelito, Bosa. Estas denominaciones dan un tinte de otra cultura: aquella donde Soche significa “tierra de venados”, hoy recordada vereda porque en el Plan de Ordenamiento se resistió a convertirse en ciudad y se declaro rural; por supuesto menos fortuna tuvieron los venados que si desaparecieron. Usme, “mujer”, determina que la cultura Muisca es de factura maternal. Hoy las mujeres de este río, de este valle “tienen mucha ropa que lavar”, porque aún sus historias no se han hecho visibles. Tunjuelito diminutivo de Tunjo, figura ceremonial que comunica la vida terrenal con el mundo supra acuático a donde van los muertos para vivir eternamente en la cultura Muisca. Este sensible lenguaje se ha cambiado por otro como canteras, relleno sanitario, ladrillera, «heridas sobre el río», «sitio para los desechos de toda una ciudad», «lugar para desgastar una colina en pos de construir la ciudad». Esta forma práctica y utilitaria del lenguaje ha dejado las huellas en cerca de dos millones de personas que son testigos y les toca asumir. Por último, Bosa o Dos en vocablo Muisca significaba las dos fosas nasales que percibían el aroma de un fértil valle, hoy lo que se percibe, como castigados en sus dos riberas, es que nadie quiere ser su morador. En fin, que se repita por dos que este rió puede tener otra vida, y que se repita por dos y por cientos que ojalá el capitán, pez desaparecido, vuelva por dos miles y sus pobladores vuelvan a mirarlo con sus dos ojos y a crear con sus dos manos, el río de vida que es.
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