Pero estas elecciones tienen un significado especial: con ellas se abren las puertas para la solución política a la guerra, o se mantienen cerradas para que el conflicto ascienda en sus extremos.
Actuar con respeto ante la población, sin crearle expectativas ni presentarle promesas que no pueda cumplir, es el reto de la izquierda en cualquier proceso electoral. En marzo se quedó en deuda, pues hubo más preocupación por el simple voto que por la conciencia y la dignidad del elector. Se despreció el puente existente entre lo social cotidiano, la lucha política y lo electoral. Pero además, el tema fundamental, la guerra, se ocultó. Se actuó por las migajas de gobierno pero no para ser poder. A continuación, apuntes en torno a esta coyuntura.
Ahora ya está elegido el “nuevo” Congreso. La alegría de todos los matices del uribismo no se puede ocultar, no es para menos, han conservado las mayorías del legislativo. Como se supone, seguirán aprobando todo tipo de negocios (perdón, de proyectos), sin grandes cortapizas.
Pero las alegrías tienen su límite: sumados todos los votos de esos matíces, aunque cercanos, tan sólo suman la votación con la cual fue elegido el presidente Uribe hace cuatro años, número de votos muy cercanos a los sufragados cuando apoyaron y perdieron el referendo.
Es decir, la votación obtenida refleja un voto persistente de los uribistas, pero no implica ningún crecimiento, antes por el contrario, traen un pequeño descenso. ¿Evidencia de que a su interior ya hay desgaste?
Votos obtenidos con un gran derroche de publicidad (¿cuánto valió su campaña?) y la utilización al máximo de la imagen de su líder, pero también logrados por las clientelas manejadas por personajes como los Vargas Lleras, Iragorri, Name, Jattin, y otros, ayer liberales y hoy uribistas. O por políticos electorales como Luis Alberto Gil.
Pero «todo lo malo tiene algo de bueno». De la reducción de los votos liberales (derivada de la huída de varios de sus senadores para el uribismo), del ascenso del Polo y de la posibilidad de candidatos como Álvaro Leyva, se desprende una sola opción para enfrentar al presidente – candidato: la unión.
En efecto, si estos candidatos se deciden por unas elecciones por separado, el resultado está cantado. Pero si se unen, con el efecto que ese gesto generará en todo el país, el resultado será muy diferente, obligando al reeleccionista, con toda seguridad, a una segunda vuelta, de la cual saldrá derrotado.
Congreso insípido
Todos apreciamos la campaña simplona a través de la cual se presentaron los candidatos tras de los votos. De acuerdo con la propaganda, el candidato más importante de los que se presentó para el Congreso fue el propio Presidente. En efecto, la imagen más utilizada fue la mano a la altura del corazón, igual que el mismo Uribe en su campaña presidencial. La semblanza repetida idéntica: serios, trascendentes con la mirada puesta en el infinito: «uribes» de todos los colores y edades, aparentan cara de ingenuos o de buenas gentes. Aunque son los mismos de siempre, quieren parecer remozados. Montados sobre el importante porcentaje de opinión de su jefe, no pueden ser ellos mismos, saben que tienen que simular que son distintos.
Así actuaron. Parecían en cuerpo ajeno. Pero eso será por unos cuantos días. Una vez pasadas las elecciones cada uno regresará por sus fueros: el interés personal, el negocio.
Pero también hubo «más de lo mismo». Se destacó en la campaña, como ya es tradicional o norma de normas, la promesa. En las hojas volantes, afiches, pautas de radio y de televisión, se recogían todas las promesas: leche y miel. ¿Y qué hace el Congreso realmente? ¿Cuántas veces los congresistas han prometido iguales cantidades de dulce y líquido blanco? ¿Cuándo han cumplido?
Hasta aquí todo estuvo dentro de lo tradicional. Apariencias y nada más. Tal vez lo más novedoso de la campaña fue la respuesta dada por los partidos y fracciones de los partidos tradicionales a las presiones de la embajada de los Estados Unidos, ahora actuando de «conciencia ética» en nuestro país: unos y otros querían aparecer como los más limpios y remozados. Expulsados los aliados más visibles de los paramilitares, todo parecía estar bien. Pero, en verdad, ¿cuántos faltaron por ser expulsados? ¿Cuántos de estos volvieron a ser elegidos?
Sin estilo propio
Llama la atención que por parte de los candidatos de los distintos matices de izquierda, se haya copiado el viejo sistema clientelista de mostrarse y relacionarse con la opinión pública: las promesas eran de todos los colores, desde mejorar la educación hasta enfrentarse al lobo maligno. Así se vio en pautas pequeñas y grandes en la prensa oficial, al igual que en discursos callejeros.
¿Por qué se repite lo más viciado de la politiquería oficial? ¿Creerá alguien sinceramente que de ser elegido sí puede hacer algo distinto en el Congreso a dejar constancias? Si no es así, entonces, ¿por qué no hablar a las comunidades con respeto, aclarando las limitantes de ese establecimiento oficial? ¿Por qué no enfatizar que al final de todo, los logros que se desean y se necesitan dependen de la acción colectiva, en la calle, y no de los testimonios de uno o unos pocos personajes?
Los congresistas oficiales, elegidos una y otra vez, lo saben. El Gobierno también. No hay duda de una y otra cosa: los objetivos alcanzables en este Congreso, durante su próxima legislatura, los coloca el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Presidente. Así lo dejó claramente establecido el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla quien prometió ante las tres principales calificadoras de riesgo, con oficina en los Estados Unidos, en visita realizada el pasado 16 de febrero, radicar en la próxima legislatura tres reformas aún pendientes de realización, acordadas con el FMI: tributaria (bajar las tarifas de los impuestos corporativos, ampliar la base del IVA), financiera (mejorar los derechos de los acreedores, regular la información de las centrales de riesgo y la administración de los recursos de los fondos de pensiones), y a las trasferencias, ampliando el esquema actual más allá del 2009. Prometió además, como lo ordena el Consenso de Washington, desarrollar un nuevo paquete de reformas para continuar saneando las finanzas públicas. Es decir, menos trasferencias, menos inversión pública y más impuestos. Se suma a estos compromisos uno nuevo: la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Por esto también llama la atención, que en medio de la campaña el tema del Tlc haya caído en el silencio más profundo. Mientras la delegación oficial, inclusive con Presidente a bordo, aceleraba el cierre de negociaciones, en Colombia las campañas de la oposición para el Congreso no citaron ni un sólo acto público masivo contra el proceso en curso. El mensaje era frustrante: es más importante la elección al Congreso que la oposición al cierre de negociaciones. Tal vez el Gobierno lo comprendió así y por ello aceleró el proceso.
Una vez permitido este resultado, no queda sino una opción: hacer de la campaña presidencial una tribuna especial para esta lucha, de suerte que se neutralice su próxima discusión en el Congreso uribista y se ponga en marcha un referendo que apruebe o desapruebe la firma del Tlc. Al proceder así se podría recuperar la unidad rota entre lucha política parlamentaria y lucha política cotidiana, dos caras de un mismo cuerpo con énfasis diferenciados de acuerdo a las circunstancias políticas.
Carlos Gaviria Díaz:
Un candidato de consensoPor: Magil
Uno de los actos más emotivos de la campaña de Carlos Gaviria Díaz, candidato del Polo Democrático Alternativo (Pda) para la presidencia, fue su encuentro con los intelectuales y artistas que promovieron su candidatura.
El acto se realizó el 23 de febrero de 2006, en el teatro Camerín del Carmen (con capacidad para 400 espectadores, más los que entraron y permanecieron de pie). Sin embargo, y esto fue lo que sorprendió a los organizadores del encuentro, y al propio candidato, por fuera del recinto permanecían unas mil personas o más. Antes de entrar al acto en el teatro, el candidato saludó a los que nos quedamos por fuera, reconociendo lo emocionado que se sentía:
“Quisiera quedarme con ustedes todo el tiempo –dijo, después de saludar–, pero entiendan que adentro hay personas que también me están esperando. Quisiera que esta fuera una manifestación que tuviera lugar en un sitio donde todos cupiéramos, y le pido a ustedes un poco de comprensión. Voy a entrar un momento y voy a saludar también a la gente, y si ustedes aún están aquí cuando salga, estaremos juntos dentro de poco”.
La calidad humana y solidaria de Carlos Gaviria la apreciamos esa noche, quienes estuvimos en el Camerín del Carmen. Tal como había prometido antes de entrar al teatro, el candidato del Pda volvió a hablar a los cientos de personas que esperaban este encuentro, y con pocas palabras definió lo significativo que era aquel acto para todos:
“Un mensaje muy simple es el que acabo de decir allí adentro: la democracia no es otra cosa que el gobierno del pueblo, y yo no concibo a los artistas sino incorporados al pueblo. No concibo el ejercicio del poder sin el control que ejerce el pensamiento, sin el control que ejerce la creación expedita. De manera que lo que pienso es que dentro de un gobierno como el que nosotros proyectamos, sectores que me han brindado apoyo como los indígenas, como los campesinos, como los trabajadores y como los artistas van a ser uno solo, pero retomando un poco una concepción un tanto desacreditada y que tiene un origen aristocrático, el pueblo lo concibo de esa manera con indígenas, con campesinos, con obreros y con artistas, donde cada uno haga lo suyo, y lo suyo de los artistas es en primer término el control que tienen que ejercer sobre el gobernante para que su actuación sea razonable, para que su actuación sea ética».
“Quién creyera, yo en eso soy keinesciano, y por eso digo: como Ética y Estética son una misma cosa para que la actuación del gobernante sea además estética. Siento que es un acontecimiento realmente histórico, me parece que en medio de la situación dramática, antidemocrática y autoritaria que vivimos, este es un episodio para que el Presidente se preocupe, su triunfo no está asegurado.
“La opinión de los artistas, de los poetas, de los escritores, no está reflejada en las encuestas que muestran a Uribe invencible. Vamos a demostrar el 12 de marzo que somos una opción de candidatura única, y el 28 de mayo que vamos a llegar al poder. Porque ganar el poder el 28 de mayo en la soledad o con la concepción mesiánica del actual Presidente es haber ganado muy poco. Ni siquiera con un Congreso con mayorías solidarias con la propuesta nuestra podemos garantizar que la democracia funcione; los únicos que pueden garantizar que funcione son ustedes. De manera que hagamos una promesa de mutuo apoyo y mutua solidaridad: «tengan la certeza de que yo no los abandono, pero la exhortación mía hacia ustedes es mucho más intensa y más fuerte, porque es más necesaria: no me abandonen ustedes tampoco».
Es muy posible que quienes estuvieron en el acto con los artistas e intelectuales y han seguido la evolución de esta campaña, más que nunca tienen claro que la persona de Carlos Gaviria Díaz, es ante todo un humanista que cuando decidió incursionar en la política, tenía claro que la izquierda colombiana necesitaba internamente un proyecto común, que: Inicialmente fue la derrota del referendo, pero se caracterizó aún más cuando se ganó la alcaldía de Bogotá, la de Medellín, o la gobernación del Valle. Hoy más que nunca es necesario fortificar esa unidad, sólo así es posible derrotar la reelección y la opción de la guerra, e inevitablemente para que esto ocurra es necesario contar con los sectores socialdemócratas de los partidos tradicionales, porque la ultraderecha de los mismos sí se ha unido en torno al candidato-presidente que les garantiza mantener sus privilegios.
Estamos a tiempo de evitar que nos prolonguen la guerra, pero la clave está en la unidad como estrategia electoral.
La reina: la abstención
Nada ni nadie puede contra ella. Desde siempre es la reina en todas las elecciones. Su nombre: abstención. El 12 de marzo pasado no perdió su trono, con 9.290.408 votos validos (según el boletín No. 48 de
Para sorpresa de propios y ajenos, no la conmueven las promesas que saben hacer en todas las campañas electorales los políticos de turno. Con sabia malicia, mira, pondera, y se ríe. No cree.
Una reina sabia. No se deja distraer por los susurros al oído ni por los cantos de sirena. Por palabras de sus progenitores supo desde niña que «al pueblo nunca le toca» como dijera el difunto Álvaro Salom Becerra. Por eso, si de verdad se quiere quebrarla, hay que tratarla con respeto, permitiendo que sea ella misma quien defina y dirija su destino. El día que así sea, sin duda alguna, las cifras se reducirán.
Parlamento de los pueblos
Si el Congreso que tiene el país no va más allá de la agenda definida por la banca multilateral y el Presidente. Si el Congreso no tiene capacidad de romper con los grupos de intereses y pensar en las mayorías del país, ¿por qué no avanzar hacia la conformación de una institucionalidad legislativa dual?
La pregunta tiene toda la pertinencia y debe ser resuelta por el movimiento social y el conjunto de fuerzas de izquierda.
Un avance inmediato hacia esta institucionalidad popular, se puede empezar a recorrer en julio próximo. El 22 o 23 de ese mes, dos o tres días después de la posesión oficialista de los congresistas recién elegidos, estos deberían hacer lo propio ante delegaciones del movimiento social, que reunidas en el Norte del Cauca, en Encuentro Popular, deliberen sobre la agenda social, económica, política, internacional, por abocar por las fuerzas alternativas del país, definiendo unas prioridades y ordenando un mandato a sus congresistas oficialistas. Y empezando un proceso de selección de los delegados sociales al Parlamento de los pueblos.
Uribe jefe de debate
El 13 de marzo, un día después de las elecciones para el Congreso, la prensa de todos los matices analizó los resultados electorales. Destacaron lo evidente. Con titulares grandes y pequeños repitieron lo que las cifras parecían decir a primera vista. Lo que olvidaron anotar, pues no era tan evidente o no les convenía, es que el jefe de debate del uribismo, el mismo presidente Uribe y no el señor Juan Manuel Santos, salió mal librado de esta campaña. Así lo evidencian las cifras:
1. Solamente conservó los votos logrados cuatro años atrás, cuando fue elegido para la presidencia de
2. La multiplicación de senadores y representantes a
3. Lo que se consolida con el uribismo, no es un partido sino una sumatoria de grupos de intereses, que en cualquier momento puede estallar. Solamente la capacidad del presidente de distribuir prebendas los mantiene unidos.
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