Era la “asunción originaria”, cuya traición al mandato que otorga se paga nada menos que con la muerte. Queríamos ser, antes que nada, respetuosos y lo veíamos como algo muy íntimo. Despejó esa “timidez” nuestra, la noticia de que más de 1.500 periodistas llegados de todo el mundo cubrirían el evento.
Los minibuses o combis salían con más insistencia que de costumbre, al igual que taxis, camiones y micros. Al llegar nos recibió la lluvia y después el granizo. Se veían miles de personas y, a lo lejos, las ruinas arqueológicas más antiguas de América. Las Wiphalas aportaban un colorido impecable y también un claro mensaje: el de que esta victoria era, antes que nada, victoria indígena.
La gente empezaba a vivir, desde tempranito, lo que consideraban una jornada histórica. Su jornada histórica. Venían a disfrutar de lo obtenido de un proceso de luchas que el pueblo boliviano viene dando, más o menos, desde que “nació” como pueblo…
Partiendo de esta tradición rebelde, y para ser un poco más mezquinos y un tanto esquemáticos, digamos que esos miles de mestizos e indígenas aimaras, quechuas, guaraníes (y de las decenas de etnias que en Bolivia viven) empezaban a disfrutar de lo obtenido, lo “conquistado”, por un ciclo de acumulación política que, groso modo, nace en el año 2000, con la “guerra del agua”. 1
Potosí era el primer punto del viaje. Y es un buen lugar para comenzar un recorrido por Bolivia; ayuda a entenderla. A entender por qué este país, con un territorio riquísimo en recursos naturales, tiene uno de los pueblos más pobres de Latinoamérica.
Potosí mantiene hoy gran parte de la arquitectura del despilfarro del poder que regaba sus calles hace cuatrocientos años. Sobre todo las grandes iglesias, decenas de ellas.
Luego de Potosí pasamos por Oruro. En los “convites” (una especie de ensayos) al carnaval -que es uno de los eventos más importantes del calendario cultural boliviano- ya se veía una alegría distinta, una sensación especial de la gente. Como sonrisas que no iban a permitir ser robadas fácilmente. Era la primer semana de enero. De ahí nos dirigíamos al conocido salar de Uyuni…
Destino inevitable para un turismo que, como casi siempre, en gran parte niega lo que es evidente y para dormir “tranquilo” siente todo lo que ve como parte del paisaje. Las injusticias sociales, también. Porque todo es parte del paisaje en Bolivia. Todo. Desde los aymaras de El Alto que venden sus telares en las calles de
Para entrar a ese verdadero mar de sal de unos 12.500 kilómetros cuadrados, necesariamente se debe pasar y parar en un pueblo llamado Colchani, habitado por unas 500 familias. Fany trabaja ahí. Su tarea es secar la sal. La sal que ricos y pobres llevan a sus mesas (una de las pocas, poquísimas, cosas que coinciden en lo que ricos y pobres llevan a sus mesas). A Fany le piden de sacarle fotos, a sus hermanos tal vez le compren alguna estatuita o artesanía de sal. Pero el turismo sigue, lo más bonito está por venir.
A Fany le preguntamos y la escuchamos un poquito. Le pedimos que nos cuente algo sobre su vida y sobre la vida de sus hermanos. Ella tenía la cara quemada (además de un golpe accidental). Parecía que tenía mucho para decir ese rostro, esa vida de veintitantos años (que debido al trabajo con la sal, según sus palabras -quizás exageradas, quizás no-, no llega a mucho más de treinta y cinco).
Nos dijo sobre su tarea y sobre sus hermanos y vecinos. Que 50 kilos de la sal que producen son vendidos a menos de un dólar. Sobre su sueldo, de 130 Bolivianos por mes, o sea 16 dólares por mes, o sea 35.000 pesos colombianos por mes. Cualquiera de esas cámaras que la fotografían, cuesta lo mismo que un año y medio de su trabajo. Se ve que la sal, que todo seca, le secó las lagrimitas a Fany, porque al despedirnos se la veía bastante triste pero no lloraba, como que al contarle sobre su historia a un extraño, haya tomado más conciencia de su historia (tal es una de las maravillosas capacidades de la palabra). Y vio, como cada día, que es y era muy triste. Y tan sólo le prestamos un oído. Esos son los quinientos años de la noche del despojo. Eran Fany.
Cochabamba fue nuestro próximo destino. El trópico. El valle. Queríamos conocer a quienes le habían parado el carro a la prepotencia de las empresas imperialistas. El lugar donde había nacido, del consenso de numerosos movimientos y organizaciones sociales, el Instrumento Político por
Era prometedor viajar, desde las tierras de los campesinos cocaleros, hasta la asunción del Evo. Realmente nos llevamos desde ahí las imágenes (en forma de palabras, de gestos) más claras del momento que está viviendo el pueblo boliviano.
Al llegar nos encontramos con el compañero Moisés Torres, presidente del Movimiento Sin Tierra de Bolivia (MST-B). Realmente fue muy enriquecedora la charla con él y las que mantendríamos con varios compañeros y compañeras del MST, campesinos todos, tanto en Cochabamba como en
Moisés fue quien nos dijo tal vez la frase más clara para describir las tensiones y contradicciones que tiene planteado el MAS en el gobierno: “Evo es del corral, y sabe que, si no hay respuestas, el corral se desborda”.
La falta de tiempo nos impidió conocer sobre la importante y determinante experiencia de
En una de esas conversaciones en que uno desea que el tiempo no siga caminando, que el cansancio no gane la noche, sino que la palabra reine, pudimos ver, a través de Marisol, las sensaciones que viven hoy gran parte de los bolivianos, por lo menos de los que han tomado partido en los últimas revueltas. “Bueno, ya sabemos que mucho desde el gobierno no puede hacer”. “Sí, le dio apoyo a Carlos Mesa”. “Una vez, los militares lo golpearon casi hasta matarlo, no va a permitir que sigan reprimiendo al pueblo”. “Viene de la pobreza como nosotros, siente las injusticias como nosotros”. “Tiene atrás a los movimientos para respaldarlo, nos tiene a nosotros”. “Es la primera vez que digo mi presidente”. “La gestión del MAS en las Alcaldías donde gobernó se limitó a administrar los negocios del Estado”. “Ayer soñé con mi presidente”. Veía y sentía que “iba y venía” con el acontecimiento que significaba la llegada “al poder” del gobierno que, de alguna manera, era parte de la construcción -en muchos casos silenciosa- de miles y miles de bolivianos. Salía de ellos, de sus y de su historia. Ahí quizás, como nos dijo el compañero Moisés, resida la tensión más grande que viva el Evo.
Fue con un grupo de jóvenes que hacían música andina, como manera de reivindicar lo más profundo de sus orígenes, que emprendimos el viaje hasta
Marzo de 2006
1 En el valle cochabambino, la ambición de las trasnacionales se topó con lo que no debía: la dignidad de un pueblo que entendió bien claro que, como muchos pensamos, la batalla contra el neoliberalismo es una cuestión de supervivencia humana. Y dieron una hermosa lección.
A la poderosa empresa norteamericana Bechtel (una de las más beneficiadas por la destrucción y reconstrucción de Irak, amparada por Bush y los asesinos de
2 Para mediados de los años noventa los campesinos cocaleros de Cochabamba se iban configurando en un nuevo actor social de relevancia. En marzo de 1995 se realiza el Primer Congreso “Tierra y Territorio”, que contó con la asistencia de numerosas agrupaciones campesinas. En ese Primer Congreso se formula la tarea de fundar un movimiento organizado superador de las instancias sindicales campesinas, que venían peleando en defensa de la tierra y contra la erradicación de los cultivos de coca. Se crea
3 El Movimiento Sin Tierra de Bolivia nace, como ellos mismo dicen, como “una de las principales reacciones sociales, frente a la nueva concentración de la tierra y el nuevo latifundio surgido en Bolivia a partir del proceso de la reforma agraria”. Las hectáreas obtenidas con la reforma agraria luego de la revolución de 1952, se van dividiendo y distribuyendo de generación en generación por cada familia. Hoy, un campesino cuyo abuelo había sido beneficiado por la reforma tiene unos pocos metros de tierra. Esto sumado a la particularidad del oriente (donde se concentran con más fuerza los “sin tierra”), que, a diferencia de la zona andina, fue la menos “tocada” por la reforma. Una serie de artimañas legales sirven para enmascarar y ocultar las grandes concentraciones de tierras. Así, la “propiedad agroindustrial y ganadera” –figura legal aparecida en el 1953- tiene las mismas características que el latifundio pero no es considerada como tal).
Medidas para desmontar el neoliberalismo
El nuevo gobierno boliviano da luces de ir con el pueblo: alza de salarios y reducción de impuestos fueron parte de sus primeros decretos. Pero eso no es todo.
Se está diseñando un paquete de política económica que pretende dar al traste con las medidas neoliberales impuestas durante los últimos 20 años.
De acuerdo al Ministro de Planificación del Desarrollo, Carlos Villegas, la cosa no es fácil. Descolonizar los recursos naturales y desmontar el neoliberalismo «es un proceso en el que no se pueden tomar decisiones abruptas». Además, en los 20 años de neoliberalismo se ha creado toda una red de leyes, decretos supremos, resoluciones ministeriales para asegurar las condiciones para la reproducción del neoliberalismo.
No obstante, de acuerdo al Ministro Villegas, «se buscará diseñar un modelo económico que responda a las singularidades de Bolivia, a su heterogeneidad cultural, que no sea producto de la imposición de organismos multilaterales ni parta de ‘modelos prestablecidos’». Quieren conformar su propio menú, con sus propios ingredientes, «tener nuestros propios platillos preparados por nosotros, no por otros», afirmó.
Pero las medidas vendrán en serio y en profundo. De acuerdo con el Ministerio de Hacienda y el Banco Central «se tomó la decisión de tener un programa monetario y financiero, una política económica, ‘sin presencia del FMI’, que asegure una reducción de tasas, que incremente la inversión pública, incentive las exportaciones y genere empleo».
En ese paquete, «La nacionalización de los hidrocarburos será parte fundamental para ‘descolonizar’ el uso de los recursos naturales del país y ‘desmontar el modelo neoliberal’.
Detallaron los funcionarios bolivianos, que este paquete de nueva economía incluye también «una revisión del marco jurídico y tributario de la minería -que durante mucho tiempo fue eje de la economía del país- incluyendo una revisión de las concesiones otorgadas que no obligan a los concesionarios a invertir en proyectos de exploración y explotación».
El minsitro Villegas Quiroga criticó además la «intromisión hasta en exceso» que ha tenido en Bolivia el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que ha llevado a que todo el esfuerzo se orientara a la estabilización, y apuntó que no se va a firmar una carta de intención, pero se tendrán ‘relaciones fraternas’ con la institución».
«No vamos a romper con el FMI», pero no habrá condicionalidades del mismo sobre Bolivia, agregó. Explicó que en la carta constitutiva del organismo se recibirá anualmente una misión del FMI -la primera se espera para mayo- que realizará un balance de la situación económica y posiblemente otorgue alguna asesoría.
Especificó que se va a precautelar el equilibrio macroeconómico, aunque -comentó- es común escuchar que «la macroeconomía está bien pero nuestros bolsillos están mal».
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