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Ahora, ¡tercera vuelta!. Siete millones de colombianos votaron por la guerra.

En el campo popular, el análisis de la derrota-victoria o victoria-derrota del Polo se nubla ante los acomodos pro candidato a la Alcaldía de Bogotá, la quimera de 100 alcaldías próximas –como si el paramilitarismo no estuviera vivo y atento– y el juego de las precandidaturas de Navarro, Petro, Samuel Moreno y Piedad Córdoba. El aprendizaje y liderazgo avanzados, con 2’730.000 votos por Carlos Gaviria son hoy más peligrosos para el poder que los 300.000 por Jaime Pardo Leal contados hace casi veinte años.


 


«Los mismos con las mismas», decía Gaitán


 


Con todo el poder a sus órdenes. Así actuó el Presidente-candidato durante los meses previos a la campaña electoral. De igual manera, obró durante los meses definidos como campaña legal. De antemano, desde el mismo 28 de noviembre de 2005, un día después de iniciada la ley de garantías, cuando Caracol radio entrevistó a Uribe durante 90 minutos ininterrumpidos, se sabía cómo sería la campaña electoral.


 


Todo lo tuvo y potenció el Presidente-candidato con sus dotes de culebrero:


 


          Acción a su favor del Departamento de Estado y la Casa Blanca,


          Medios de comunicación y orientación de encuestas,


          Presupuesto nacional,


          Dispositivo parainstitucional oficial,


          Apoyo abierto o velado de los grandes grupos económicos y de sectores del poder como la Iglesia y la Banca,


          Conformismo y aplauso urbano de los estratos medios altos y hasta el silencio derivado de los debates nunca aceptados por Uribe.


 


De esta manera, y con la suma de los errores propios de la izquierda, algunos derivados en el espejismo del 2010 y su fila soterrada de precandidatos, el triunfo del uribismo y su parainstitucionalización se concretó de nuevo.


 


Sin sorpresas, o con las pocas derivadas de los votos esperados que al final no logró el Polo en Bogotá –sus aliados más poderosos no prestaron el apoyo debido y posible al candidato Carlos Gaviria Díaz–, una mayoría electoral de colombianos profundizó la senda de un régimen civil autoritario. Un régimen que terminará por concentrar todo el poder en el gobernante de turno, sin quien lo controle ni censure, respondiendo por sus acciones como gobernante tan sólo ante sí o sus amigos: abiertos u oscuros grandes electores. Un régimen a lo Fujimori, sin garantías para la oposición ni para que los sectores marginados, tras un nuevo proyecto de Nación, protesten, presionen e impongan la paz.


 


El bipartidismo autoritario y La Tercera Vuelta


 


Ganó la derecha. Sobre los hombros y la iniciativa de una izquierda social y electoral que no aceptó –si de verdad quería derrotar al Presidente-candidato– polarizar la campaña y concretar “la unidad necesaria de las fuerzas sociales y políticas” del inconformismo y la memoria. Y así, desde una idea de unidad nacional, aislar y minimizar al candidato del régimen y la guerra. Vanidosa, engatusada, con la idea fácil y feliz de ser la “segunda fuerza política del país” sin aceptar que Colombia transitaba por una coyuntura de especial significación, la izquierda aceptó –antes que un desarrollo pleno de la coyuntura política y electoral presente– que su norte está en los comicios presidenciales del 2010. De esta manera, lo conseguido resulta mucho más de lo deseado y construido.


 


En nuestra edición anterior (No. 112), en el artículo “Escenarios de continuidad y cambio”, relacionamos el escenario Si gana Uribe en la primera vuelta y sus consecuencias para los colombianos. Unos y otros aspectos allí enumerados generaron interrogantes y preguntas que ahora desarrollamos. Invitamos al lector a debatirlos, contradecirlos, complementarlos, y con los argumentos y la iniciativa que surjan  prepararse para resistir y construir –en el marco de  la “tercera vuelta”–, una alternativa soberana, democrática, nacional y popular.


 



 


Si gana Uribe en la primera vuelta


 


Concentra el poder político, económico, legislativo, judicial.


 


¿Cómo se explica éste aspecto? Desde antes de ser aprobada la reelección, el Presidente contaba con poder para postular candidatos a distintos cargos públicos, poder que se ha ampliado de manera indefinida con la aprobación del acto legislativo No. 2 de 2004.


 


Por esta razón, la conformación de listas de candidatos y los períodos de los magistrados de las altas cortes, así como los órganos de control que hoy tienen cierto equilibrio en postulaciones y períodos ha sufrido cambios. que dan al traste con el espíritu de la Constitución de 1991 y su equilibrio de poderes entre los distintos  órganos y ramas del Estado. En relación con el Presidente de la República: ocho años para las altas cortes (art. 233 Const. Pol.), postulación por parte del Jefe del Ejecutivo  de tres ternas para la Corte Constitucional (art. 239 Const. Pol.), de un miembro de la terna para Procurador General de la Nación (art. 276 Const. Pol.), postulación de la terna para Defensor del Pueblo (art. 281), con períodos de cuatro años para los titulares de estos dos órganos de control, así como para el Contralor General de la República (art. 267 Const. Pol); este último funcionario público sin la ingerencia del Presidente de la República.


 


Ahora todo será distinto. ¿Por qué? Porque con el período de ocho años del Presidente de la República y con el mandato de poder intervenir en la escogencia de candidatos, el Jefe Estado, es decir, una sola persona que se haga reelegir, tendrá para el segundo período presidencial todo los miembros de las mesas directivas del Congreso escogidos por él, habrá postulado dos procuradores, dos defensores del pueblo, y estos serán  elegidos sin dificultad por unas cámaras legislativas cuyos miembros ha seleccionado el Jefe de Gobierno (art. 189 Const. Pol.). Por esa amplitud de poderes que el acto legislativo No. 2 de 2004 le dio al Presidente de la República, también en el segundo período habrá podido renovar toda la  Corte Constitucional, no sólo con la postulación de las tres ternas, cuya atribución tiene hoy, sino por la ingerencia que ha tenido en la escogencia de los miembros del Congreso. 


 


Los cambios en el régimen económico son igualmente profundos. ¿Por qué? Porque los principios  consagrados en la Constitución Política de 1991, como el período de los consejeros de planeación (art. 340), planes y programas de desarrollo (art. 341), formación anual del presupuestos (art. 246), la expedición del presupuesto por decreto cuando el Congreso no lo haga (art. 348) y los sistemas de contratación del Gobierno (art. 355), que hoy son de cuatro años, el acto legislativo No. 2 de 2004, lo amplía a ocho años: dos planes de desarrollo, ocho presupuestos  y ocho años contratando.


 


El régimen monetario, cambiario y crediticio también fue quebrantado de manera sustancial por la reelección, toda vez que la definición que sobre este organismo autónomo e independiente trae el artículo 371 de la Constitución es cosa del pasado: desaparece la autonomía administrativa, patrimonial y técnica. ¿Por qué desaparece? Porque esa autonomía se la daba la conformación de la Junta Directiva que establecía el artículo 372. La clave de esta norma era que cada Jefe de Estado no tenía la posibilidad sino de nombrar dos miembros de la Junta Directiva del Banco de dedicación exclusiva. Estos dos miembros, junto con el ministro de Hacienda no alcanzaban a conformar la mayo ría. De acuerdo con lo prescrito en el acto legislativo No.2 de 2004, el Presidente que sea reelegido podrá nombrar cuatro miembros de la Junta Directiva, que junto con el ministro de Hacienda hará mayoría y se rompe la independencia del Banco Central. Con una Junta Directiva del Banco de la República proclive al Presidente de la República, se podrá jugar con el poder adquisitivo de la moneda, con lo cual se ha cambiado el artículo 373 de la Constitución Política.   




 


Aprueba sin reparos nueva reforma tributaria


 


Un Congreso amarrado, esa es una de las garantías que tiene el actual y prolongado Presidente. Pero también cuenta con agenda legislativa amarrada. El 16 de febrero pasado, el ministro de Hacienda confirmó tres de los aspectos más impostergables de la agenda que se inicia éste 20 de julio: Reforma tributaria, que implicará bajar las tarifas de los impuestos corporativos y ampliar la base del IVA;  reforma financiera, para mejorar los derechos de los acreedores, regular la información de las centrales de riesgo y la administración de los recursos de los fondos de pensiones; y reforma a la transferencias, para ampliar el esquema actual más allá del 2009. Habrá, además, reformas para ampliar la base impositiva, reducir las transferencias y la inversión pública, como lo acaba de certificar la Contraloría General de la Nación para el año 2005.


 



 


Institucionalización del paramilitarismo


 


Mayo 15. El fallo de la Corte Constitucional sobre la Ley de Justicia y Paz desgarra la garganta de Ernesto Báez, vocero paramilitar. Por distintos medios de comunicación se escuchan sus amenazas contra “ese ente que colegisla”. Dos o tres días después todo es calma, por parte alguna se escuchan críticas ni llamados de atención. La calma regresa al establecimiento: ¿Qué ha sucedido? ¿Qué promesa les han hecho en el palacio de Nariño sobre el carácter de rebeldes que la Ley les otorgaba y el fallo de la Corte les eliminó?


 


Con toda seguridad, a muy pocas semanas de empezar la nueva legislatura todo el país sabrá el alcance del acuerdo, cuando el ejecutivo por alguno de sus conductos, haga tramitar una norma que les regrese el status por medio del cual el Ejecutivo hizo de la noche día.


 


 






El rostro lúgubre  de la opresión


 


28 de mayo, 7 p.m. El candidato presidente aparece ante las cámaras de televisión y demás medios de comunicación. Sus contradictores ya han hablado y reconocido su triunfo. Lo esperan en el salón del hotel Tequendama tres centenares de adeptos, que con poco entusiasmo aplauden y, de cuando en cuando, lo interpelan. No parece que hubiera sorpresa en su triunfo. Detrás suyo, sin eludir las cámaras, su esposa.


 


El ahora ungido presidente reelecto habla y habla. Sus frases son cortas e inconexas. Brinda gracias a diestra y siniestra, nadie puede quedar por fuera de la extensa lista, ni si quiera Heber Bustamante otrora mando regional del M-19, expulsado por Jaime Bateman y luego reincorporado por Carlos Pizarro, ahora incondicional de la derecha. Detrás, sin eludir las cámaras, destaca un rostro por su gravedad, por el cual no atraviesa ni una luz de satisfacción. Es el rostro de Lina, la esposa de Uribe.


 


El Presidente habla como sin saber que dice ni a quien le habla. No hay estadista en el hombre detrás del atril. Perola y perola. Son frases sueltas que entran y salen de un cerebro ebrio. Mira los apuntes que le sirven de apoyo, sube la vista al techo como buscando aquello que no ha dicho y que “se le ha perdido”. El rostro de su esposa, sin satisfacción, no esconde el dolor, expresa el sufrimiento de quien sabe que el hombre que habla está poseído por el poder.


 


Asusta el triunfador. Está ebrio. Quiere ser informal, quiere ser coloquial, pero más allá de su objetivo lo que deja entrever es que está perdido. Es la embriaguez del poder que domina al mandatario. En estado sicótico deambula con sus pensamientos y emociones sin estructura lógica alguna  El orador no hila las oraciones. Por aquí hay más agradecimientos, por allá una intencionalidad. Nada de programa. Recuerda los saludos que le envían de Barrancabermeja a su esposa Lina. La satisfacción en la comisura de los labios es esquiva, ni por una vez se deja entrever, ni siquiera en esta ocasión. Tal vez el rostro deja escapar el dolor de saber que vendrán otros cuatro años de dominio también en su hogar.


 


Asombra, asusta, ese hombre henchido de poder. Pero sorprende aún más el rostro de esa mujer en duelo, imagen de un país, que sabe lo que le espera a ella y al conjunto de los habitantes de Colombia durante otros cuatro largos años.


 

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