Un primer ejemplo, que contradice la cháchara oficial del ministerio de Agricultura acerca de su preocupación por el campo, es el de los contingentes de bienes agropecuarios. Se refiere a las cantidades limitadas de los productos denominados como “especiales” que pueden ingresar a Colombia sin pagar aranceles desde el primer año de vigencia del TLC. Estaban convenidas 2 millones de toneladas para maíz amarillo, 15.000 para fríjol, 26.000 para cuartos traseros de pollo, 20.000 para sorgo y 130.000 para maíz blanco, entre los más importantes. Como según el ministro Arias, “entre el cierre de la negociación y la puesta en marcha del TLC, transcurre un año; éste debe compensarse”, la forma de “compensación” consistió en incrementar el volumen de dichos contingentes de inmediato; es decir, ya estamos en el primer año del TLC. Lo convenido en el papel será superado en la práctica y los contingentes subirán automáticamente así: 2´100.000 toneladas para maíz amarillo, 15.750 para fríjol, 27.040 para cuartos traseros de pollo, 136.500 para maíz blanco y 21.000 para sorgo, para hablar de los antes nombrados. Finalmente, como en muchos productos la eliminación de los aranceles está pactada a cierto número de años, también se acordó que, la reducción paulatina hasta llegar a cero, se hace efectiva el primero de enero de cada año; con lo cual, en el último año fijado para cada producto, no habrá de hecho protección alguna. Son trampas que al final reducirían en dos años los plazos inicialmente convenidos. Mientras para unos efectos las negociaciones están cerradas para otros no. El ejemplo más notorio es el del comercio de carne bovina de Estados Unidos hacia Colombia. El país del Norte ha insistido que se le debe aceptar la que provenga de reses de más de 30 meses que, por el tipo de riesgo que representa ese país al haber tenido focos propios del mal de las “vacas locas”, constituye una amenaza latente para la salud animal y humana en Colombia. Es el criterio establecido para ese tipo de ganaderías por Lo más Indignante (otra vez con mayúscula) es que a finales de julio de 2006, Japón reanudó las importaciones de carne bovina estadounidense, que había suspendido desde enero de 2004 como resultado de la aparición del mal en Norteamérica, acordando en conjunto que ese comercio sólo comprenderá carne de reses de 20 meses o menos. Hay una lógica para el Imperio del Sol de Oriente y otra para las neocolonias del “patio trasero”. Una nueva trampota Indignante (con mayúscula) se está fraguando en torno a la privatización de Ecopetrol y a la venta del 20% de sus acciones y el TLC. Colombia, en el capítulo de Compras Estatales del Tratado, había exceptuado para algunos casos las adquisiciones de Ecopetrol por el carácter mismo de la empresa. No obstante, al cambiarse con la transacción accionaria y regirse las actividades de la petrolera por el Código de Comercio, una posibilidad que también está contemplada en el propio Tratado en el Anexo 9.1 del Capítulo Bogotá, agosto 14 de 2006
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