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El pueblo en primera final, la izquierda en retaguardia

El pueblo en primera final, la izquierda en retaguardia

El día antes de la marcha de protesta nacional y en las primeras horas del 29 de agosto, altos oficiales de la policía en Bogotá con inusitadas llamadas, cotejaban datos, antes de la orden final de reventar la marcha que iba al centro. Por sus canales,
las bacrim dieron su informe: “Los campesinos y los estudiantes iban a tomar la Plaza de Bolívar y a no desocuparla”. Paz y lucha social con deuda de reivindicaciones acumuladas, parecen antagónicas. Más que de influencia electoral, el Paro Agrario marcó en el mapa el «área de desempeño» inmediata –reclamo de cumplimiento a Santos– y de mediano plazo, para la lucha política y de poder.

 

Sin una presencia activa, el conjunto de todas las organizaciones políticas resultaron distantes, insuficientes y con retraso con respecto al Paro Agrario Nacional. Cómo no señalar, que hay una brecha entre el grito que hubo en las calles y bloqueos: ¡Abajo Santos!, y el decir y propugnar que Santos gobierne dos años más, como garantía para un Acuerdo de Paz. La paz estable compromete al Estado en su conjunto, y sólo si es débil, o en su único y parcial interés depende de la circunstancia de un determinado funcionario.

 

Con un cese de fuegos distante, dada la compleja perspectiva de la firma en la Mesa de La Habana y de ¿una próxima de Montevideo con el eln?, en unas conversaciones con amenaza jurídica encima y la presión de finalizar a la carrera, antes de marzo o mayo –oportunidad en todo caso, para un más amplio sector del pueblo de descubrir la esencia del poder y sus ausencias de Estado–, y ya debajo del más alto punto de tensión y movilización social en los últimos años, las farc anunciaron una consulta interna.

 

Con paradoja y contraste frente al Paro que alzó ardor y grito –masa y descontento con advertencia y capacidad de presión política que tendrá repercusiones en la Mesa– el notorio silencio guerrillero, con el interrogante de una fatal emboscada conjunta –¿como acompañamiento?–, arroja además otras preguntas: ¿Fue una táctica? ¿Da pasos una variación de línea estratégica? ¿Tuvo motivo en la contradicción-distancia social y urbana que afecta a la insurgencia? ¿Resultó por un freno que determina la iniciativa-eficacia de los cercos y penetración de las fuerzas armadas? ¿Evidencia incapacidad operativa y poca agilidad?, o, ¿Fue un aporte de la guerrilla a la paz, que aún no juzgan oportuno declarar así?

 

Unas son de cal…

 

Ya con voz de funcionario en ascenso y carrera, Luis Eduardo Garzón dijo en un programa radial de los domingos: “Estamos en transición del conflicto armado al conflicto social”. Un novísimo patrón de enfoque que tiene admiradores, aunque tenga y deje un interrogante: ¿Sólo hasta ahora, en Colombia no hubo antes conflicto social? En cuanto a este asunto, el Paro Nacional Agrario mostró que el terror por lustros, la represión y persecución política y el largo actuar impune de Álvaro Uribe con aristas todavía de prolongación –tres años como gobernador de Antioquia (1995-1997), un ínterin de cinco, y ocho años Presidente–, ablandaron y postergaron, pero no acallaron en definitiva como era su propósito, la inconformidad en el país y el sobresalto característico de sus luchas.

 

Con el correr del día jueves 29, fue evidente la decisión policial de agrandar los disturbios a punta de gas con los true fly y partir con provocaciones la marcha en varios tramos. No dejarla llegar a la calle 10 con séptima. Antes de la media tarde, tendrían que garantizar que la Plaza quedaría libre. Conocedores de esta táctica, varios policías del esmad disparaban las bombas sin orden del oficial directo. Y sin motivo, los chorros de agua rociaron a la gente en la calle 12, asimismo, en coordinación temprana, las motos prendían furrusca en la carrera décima.

Con revoloteos en Palacio y muestras de reducción de gobernabilidad del presidente Santos, con tanto paro, no podían dejar, no había espacio “político” democrático para una foto en particular al otro día. No, para la fotografía de una “plaza de indignados” llena, testigo y albergue de un amanecer y resistencia nocturna en la protesta. No: Por el efecto multiplicador de esta foto en el resto del país y las ciudades capitales de departamento. En esa situación la masa no estaba para bollo ni para arriesgar a un desocupe de la plaza, que resulta fácil a cuatro pelotones del Esmad con 48 efectivos y gas a la lata desde las cuatro esquinas, y con el dominio del quicio alto del Palacio de Justicia.

 

Un raspón en las conversaciones de paz

 

El reciente Paro Nacional que discurrió sin la cohesión suficiente para variar la correlación política y la ventaja de iniciativa que exhibe y aprovecha el poder tradicional, en todo caso, sacó a relucir la existencia de una porción de base popular y masa espontánea, que a la altura de este siglo, en una expansión gradual que ha sido lenta de un sentir antioligárquico, es un tanto más amplia, y sobre todo, con disposición al reclamo, a la calle y al bloqueo.

 

Un factor nuevo que nadie admite en su verdadera dimensión y naturaleza, y que en los hechos constituyó, una vía forzada, impuesta, de visibilidad de la realidad social y reivindicativa, y de una participación social de sopetón, más a fondo que los eventos y tareas derivadas de La Habana. Por ahora, esa masa en actividad, ya arrancó una palabra al presidente Santos en relación con el eln, guerrilla que desde hace unos años debate internamente las tareas de un “viraje táctico”.1

 

Asimismo, es un factor que presiona con brazo invisible por esclarecer la responsabilidad histórica del conflicto. Es más claro hoy, que después del 29 de agosto, y en el transcurrir del día después del Paro… bajo la alerta y vigilancia social del cumplimiento o no de las promesas oficiales, que el Presidente la tiene menos fácil, para un aplauso ‘unánime’ de ultimátum a la guerrilla en cuanto a desmovilización y “dejación de armas”, sin tocar el statu quo de privilegio.

 

¿Qué cambió desde aquel 14 de septiembre de 1977?

 

Con un saldo de confrontación abierta y expectativa de victoria popular, aquel Paro Cívico Nacional –pcn– constituyó el ejemplo y modelo para volverlo a organizar pronto… En el acervo del proyecto guerrillero una jornada así, daría señal al comienzo, legitimación y arrestos de una “ofensiva general”, y sus pasos de avance en el asedio estratégico a Bogotá y de profundizar la penetración y copamiento periférico en Medellín, Barrancabermeja y Cali. El historiador y profesor Medófilo Medina, en el prólogo del libro Farc-ep Temas y problemas nacionales 1958-2008 –que compiló Carlos Medina Gallego–, encontró “sorprendente el parecido de las lógicas en las que asimilaron, tanto el Gobierno como la subversión, las consecuencias de aquella asombrosa y vasta movilización popular. El pcn se asumió por ambas partes, en clave de insurrección (…) Para las guerrillas al pcn había que ponerle los “fierros” para producir el gran cambio. […] Con un enfoque normativo concluyeron que la disponibilidad de la muchedumbre política era susceptible de ser aprisionada en los cauces de la política de la ‘combinación de las formas de lucha” 2. Tres meses después, el general Camacho Leyva entró a Palacio a exigir el Estatuto de Seguridad.

 

En las circunstancias de ahora, destaca que la rebeldía popular no contuvo su ira, que la represión protagonizó episodios de violencia inconstitucional, que la oposición política no pasó de la expectativa, y que la insurgencia transita, construye y refleja como quehacer principal: una “imagen institucional” con asientos en la Mesa.

 

1 Este artículo usa la denominación que empleó en Venezuela, la guerrilla ya en su mayoría en situación clandestina y sólo con un “frente militar de carrera” –tuvo como militante al entonces capitán Hugo Chávez Frías, María José y Caridad eran los seudónimos de sus contactos– y las tareas de solidaridad continental del PRV-Ruptura, bajo dirección de Douglas Bravo.
2 Página 19, segundo y tercer párrafos. Carlos Medina Gallego, Docente investigador. Facultad de Derecho y Ciencia Política y Sociales-Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa/Actores armados. Primera Edición 2009

 


 

 

Denuncian líderes campesinos

 

“El pacto agrario se parece al de Chicoral”

 

Al iniciar la década de los años 70 del siglo XX, los terratenientes se reunieron en Chicoral –Tolima– para pactar una serie de medidas encaminadas a acallar y eliminar los movimientos sociales campesinos que por esa época sacudían al país. Su reunión dio a luz el llamado Pacto de Chicoral.

 

Todo el Pacto estaba encaminado a combinar las formas de lucha para aplastar las protestas populares y campesinas; se acordó fortalecer los grupos armados descendiendes de los llamados bandoleros y crear otros en las regiones donde no existían, enfrentar en todos los escenarios cualquier intento de reforma agraria y ejecutar una serie de acciones para robarle la tierras a los campesinos pobres y medios. 41 años después de aquella reunión propiciada por el gobierno de Misael Pastrana, el actual Presidente propicia un nuevo Pacto agrario, con similares pretensiones que el facilitado por su antecesor.

Según el líder campesino Andrés Gil, el pacto Santos pretende fortalecer a los gremios agrarios que fueron los únicos que respondieron a la convocatoria realizada por el Gobierno para ver cómo se repartían las utilidades ofrecidas por el Ejecutivo tras su pretensión reeleccionista o de control de la Unidad Nacional. De paso, intentar aplastar la unidad de los campesinos pobres.

 

Y amplió: “Son intentos políticos, económicos y militares que pretenden comprar con subsidios a quienes lo suscriban, y desviar de la agenda los grandes temas –como los tratados de libre comercio, la tenencia de la tierra, las políticas que obligan a los monocultivos y las reglamentaciones que atentan contra los campesinos, y buscan el despojo”.

 

Para el líder campesino ningún punto de ese Pacto recoge las necesidades planteadas en el paro nacional agrario, del mismo están ausentes los temas mineros, territoriales, agropecuario, acceso a la tierra y economía campesina.

 

Otras voces

 

El representante a la Cámara por las comunidades indígenas, Hernando Hernández Tapasco, respaldó las declaraciones de Gil y aseguró que las medidas de Santos solo benefician a los grandes empresarios del campo, pero el compromiso con los comprometidos en el paro agrario era la toma de un conjunto de medidas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de los más necesitados.

 

Según el Representante Hernández Tapasco, –Tenemos la responsabilidad de continuar luchando por la unidad de todas las clases populares para reclamar una verdadera reforma agraria integral, además de buscar una consulta para que sea el pueblo el que se pronuncie sobre temas como el TLC y todos los megaproyectos nacionales”.

Información adicional

EL PARO EN EL PENSAR, ACTUAR Y AGITAR COMÚN Y ORDINARIO DE LAS ORGANIZACIONES
Autor/a: OMAR ROBERTO RODRIGUEZ
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