La transición de las revoluciones democrático-burguesas del siglo XIX a las revoluciones proletarias del siglo XX presentó el fenómeno de la aparición de la masculinización de las imágenes relativas a la historia del movimiento obrero en los países de Europa. Esto debido al cambio en las formas de producción capitalista por medio de la división sexual del trabajo, como el retiro paulatino de la mujer de la producción en la fábrica hacia los puestos administrativos (secretarias, taquígrafas, relacionistas, etc.), y al hogar como amas de casa.
Desde ese entonces la lucha proletaria quedó simbolizada con los torsos, cuerpos y fuerza de los obreros, invisibilizando de esta manera la parte femenina de la lucha. Excepciones hechas durante un tiempo en la URSS socialista, en la China Popular, Cuba y Vietnam. En Colombia sucedió lo mismo, de manera que debió sufrirse todo un proceso político e ideológico para que sean las mujeres las que queden en primer plano en estas celebraciones. El 8 de marzo en el movimiento sindical ha sido una celebración masculina para “ellas”.
La lucha de Clara Zetkin, y Alexandra Kollantai, y otras comunistas, socialistas y anarquistas, por lograr un día internacional de las mujeres, que las sacara del ostracismo político y pudieran hablar de sus luchas y proyectos, también era contra la imagen y cultura oficial del movimiento obrero. Se sabe que los compañeros no estuvieron muy contentos de aplicar la resolución de Copenhague en 1912. Esta condición, que lleva más de cien años, hace que festividades o conmemoraciones relacionadas con las mujeres resulten masculinizadas.
Y en países como Colombia esa visión fue reforzada por esa otra que es la conservadora a la hora de mostrar la historia femenina, o de las mujeres: la historia de las obreras y su participación en la producción en las diferentes ciudades no hace parte de los cursos de historia del sindicalismo criollo. El retiro de las mujeres desde la década de 1930-40 de la producción en la fabrica hacia lo administrativo o al hogar, marca un proceso de esa historia, pero también esa historia de las obreras, y de las trabajadoras y otras mujeres, es en buena parte la historia de la cultura popular colombiana a lo largo del siglo XX, incluyendo las celebraciones y/o conmemoraciones del 8 de marzo.
El Partido Socialista Revolucionario (PSR), fue uno de los que inició la celebración del 8 de marzo en Colombia en la década de 1920; y tuvo que ser así pues fue una iniciativa comunista, socialista y de las organizaciones de feministas revolucionarias. Los socialistas-revolucionarios, difundieron y estudiaron los textos de Clara Zetkin, sobre todo las militantes y simpatizantes. Y siguió siendo el caso del Partido Comunista durante los años treinta. No puede olvidarse que las celebraciones ruidosas y radicales fueron las realizadas por las mujeres militantes de la Unir, seguidoras de Jorge Eliecer Gaitán, como Ofelia Uribe y Fabiola Aguirre, luchadoras por el derecho al voto y la igualdad de género. Igualmente las celebraciones del 8 de marzo con la participación de María Cano con las obreras en Cali, Medellín, Pereira, Manizales, Bogotá, en la zona bananera y la Costa Atlántica.
Sobre la historia de las obreras colombianas hay poca investigación lo mismo que sobre el 8 de marzo. Después de 1945, la celebración que era con orientación roja, fue cambiando al ritmo de las transformaciones políticas nacionales y de la URSS para volver a reaparecer en la década de 1960, ya ligado a hechos como la Revolución Cubana, la guerra de Vietnam, los movimientos contra-culturales de los EE.UU., y de Europa, y la Revolución Cultural China. En 1960 María Cano envía saludo a la celebración del día de la mujer, conmemorado en Medellín y en su honor.
En la década de 1970 época de movilizaciones e intensa luchas sociales fueron organizaciones de masas –como la Asociación de Usuarios Campesinos (Anuc) – las que celebraron el 8 de marzo de manera masiva y con amplia participación de las mujeres, tanto campesinas como de intelectuales y obreras, y organizaciones de la izquierda revolucionaria, pero dentro de la concepción antes planteada de la invisibilizacion de la militante, que debería ser la protagonista. En ese entonces se dieron debates sobre el papel de las mujeres en las organizaciones políticas, sobre la división sexual del trabajo político, y sobre la masculinización de las efemérides y acciones de las mujeres militantes.
Esta situación llevó a la formación de las primeras organizaciones de mujeres no partidarias o mezcladas, militantes e independientes; fue la época de la “doble militancia”, de: “el feminismo le hace daño a las compañeras”; entonces el 8 de marzo se celebraba como conmemoración de las trabajadoras sacrificadas en New York, más que porque Clara Zetkin lo hubiese propuesto.
Como se sabe, la ONU decidió en 1975 que el 8 de marzo seria el día internacional por los derechos de la mujer trabajadora y por la paz mundial, realizándose también en memoria de las mujeres inmoladas en New York, pero sobre todo la celebración tiene como núcleo la reivindicación de sus necesidades.
Pese a toda la resistencia femenina, a las luchas que han liderado, a los libros y debates realizados, algunas mujeres aún consideran esta fecha erróneamente, como el origen del 8 de marzo. El surgimiento y desarrollo de organizaciones feministas comienza a darle otra característica a la celebración, en el sentido de una participación diversa, anti partidaria, y centrada en problemas del país como la paz y la violencia.
Sin embargo, fue a partir de la década de 1990 que se generalizó en Colombia la celebración del 8 de marzo, por iniciativa de las organizaciones sociales y populares, en especial las feministas. Con la participación de comunistas, socialistas, anarquistas, feministas, todos y todas llamando a la participación de la mujer en política en sentido amplio, por la construcción de una nueva sociedad.
Después la ONU instituye el 25 de Noviembre, el día de “la no violencia contra las mujeres”, a la memoria de las hermanas dominicanas las Mirabal; en este día se exponen y denuncian las diferentes maneras como una sociedad patriarcal –como la colombiana– violenta y ultraja a las mujeres, pero no es igual al 8 de marzo donde debe discutirse la concepción que los revolucionarios –ya sean comunistas, socialistas, anarquistas, feministas– tienen sobre el papel que la mujer debe jugar en la sociedad, en la familia, escuela, relaciones de pareja y en el mundo, y su participación política debe llevar a que ellas, junto a los compañeros, trabajen por la transformación consciente de ellas y ellos, así como de las condiciones económico-sociales y culturales del país. Por una sociedad socialista.
Recuadro
Demandas de las mujeres
1. Contra el patriarcalismo, y por los derechos de clase y de género.
2. Por una vida digna y sin violencia. Contra todo tipo de violencia y de discriminación hacia las mujeres: la xenofobia, racismo, sexismo, etcétera.
3. Por una legislación que no sea discriminatoria con las mujeres; por sus derechos sociales, políticos, culturales y ambientales.
4. Por salario igual a trabajo igual, protección a la niñez, a las mujeres embarazadas, y discapacitadas, así como en defensa de sus derechos laborales.
5. Por un enfoque de género y diversidad sexual en la educación; por la solidaridad y cooperación entre las mujeres del mundo y sus organizaciones.
6. Por el derecho a la interrupción voluntaria al embarazo, que en Colombia es un problema grave social y de salud pública, ya que al ser ilegal propicia la práctica de 300.000 abortos ilegales, y en un año 450.000 abortos no deseados. Una de cada 26 mujeres en Colombia interrumpe el embarazo.
Según la Organización Mundial de la Salud, en América Latina el promedio de abortos es de 31 por mil mujeres, y en Colombia de 39 por mil mujeres.
De acuerdo a datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de Profamilia, 2011, el 25 por ciento de las mujeres no conoce en qué casos puede interrumpir un embarazo de manera legal.
Esta situación ocurre en las condiciones de una sociedad capitalista, donde la esencia es la máxim ganancia, y donde los seres humanos, hombres y mujeres –en especial estas últimas– son tratados dentro de la lógica del mercado y la eficiencia.
Es necesario resaltar que en una sociedad no capitalista, este tipo desigualdades y discriminaciones deben desaparecer. Además, derechos como a la interrupción voluntaria del embarazo, practicado en condiciones higiénicas, de plena salud, y sin costo alguna para quien decida así proceder, será una conquista social de y para todas las mujeres.
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