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Dos paros agrarios, dos negociaciones y el congelamiento de un nuevo movimiento agrario

Dos paros agrarios, dos negociaciones y el congelamiento de un nuevo movimiento agrario

Con el levantamiento de los bloqueos a la altura de Suaza, en la carretera que del Huila conduce al Caquetá el pasado 13 de mayo, comenzó el desmonte de los últimos bastiones de los dos Paros Nacionales Agrarios que desde el 28 de abril alteraron la cotidianidad en algunas regiones del país. La realidad reveló la incapacidad del gobierno Santos para cumplir los acuerdos que dieron cierre al Paro Agrario Nacional –PAN– de agosto y septiembre del año anterior, así como su despliegue para impedir que el nuevo paro obstruyera el camino para su reelección, construyendo un cerco político y mediático a los movimientos rurales, con el cual imposibilitaron que estos reclamaran la solidaridad urbana, la misma que hizo de ciudades como Bogotá un polvorín en la anterior movilización del país rural.

 

Dos han sido los actores fundamentales de los PAN que sacudieron el país: las Dignidades Agropecuarias –DA– y la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular –Cacep. Los primeros, pequeños y medianos campesinos propietarios, productores arroceros, cebolleros, cacaoeteros, cafeteros, paneleros, lecheros, cañeros y paperos, afectados en los últimos cuatro años por la firma y aplicación de los 14 tratados de libre comercio que los dos últimos gobierno firmaron, con los cuales se llega a la fase superior de la apertura económica que registró sus primeros signos durante el s gobierno de Virgilio Barco. Los segundos, la Cumbre, resume la articulación del movimiento agrario colombiano que recoge las tradiciones de confrontación de la izquierda durante los últimos diez años, alrededor de trece estructuras que combinan los acumulados de campesinos colonos, comunidades indígenas y negras, que tienen como caja de resonancia al Congreso de los pueblos –CDP– y a la Marcha Patriótica –MP.

 

El problema agrario nacional tiene tanto de largo como de ancho

 

A los estructurales dilemas de la propiedad agraria, el uso, acceso y tenencia de la tierra, ahora se adhieren los nuevos y agudos desafíos de enfrentarse a la competencia internacional sobre EL propio suelo colombiano. Solamente contando con la puesta en acción del TLC con los Estados Unidos durante 2013, y lo corrido de 2014, existe un aumento del 370 por ciento en la importación de arroz, un 70 por ciento en la comercialización de carne extranjera, 110 por ciento con la papa congelada foránea, y la entrada de un 93 por ciento más de verduras y hortalizas. Si a esto le sumamos el contrabando, junto con el ingreso de productos de la Comunidad Andina y la inexistencia del campesino como sujeto de derechos políticos, puede entenderse el caldo de cultivo de la cuestión agraria contemporánea, caldo que fue reactivado por el incumplimiento de los acuerdos por parte del Ministro Lizarralde y el conjunto del gobierno Santos.

 

El paro de la Cumbre

 

La evaluación de los desiguales y controvertidos resultados de las más de diez mesas de negociación regional que dieron sello al anterior paro agrario fueron el contexto de evaluación que al interior del movimiento agrario tradicional incentivó la creación de una apuesta de unidad, consumada en la Cacep, que el 17 de marzo confirmó la consolidación de un pliego de exigencias integrado por 48 sub puntos agrupados en 8 numerales generales: 1) Tierras, territorios colectivos y ordenamiento territorial, 2) Economía propia contra el modelo de despojo, 3) Minería, energía y ruralidad, 4) cultivos de coca, marihuana y amapola, 5) Derechos políticos, garantías, víctimas y justicia, 6) Derechos sociales, 7) Relación campo-ciudad, 8) Paz, justicia social y solución política, discutidos con el gobierno nacional por intermedio de una Mesa Única Nacional (MUN) de larga duración, abierta el 8 de mayo con el decreto 870 tras el fin de los bloqueos a nivel nacional.

 

Las reivindicaciones de la Cumbre

 

Tras 11 días de paro, 20 puntos de movilización en 8 departamentos –como Magdalena medio, Catatumbo, Llanos Orientales (en los departamentos de Casanare y Arauca), Putumayo, Caquetá, y Chocó– y según uno de sus voceros, César Jerez, 120 mil campesinos en las carreteras, la Cumbre logró la inusitada respuesta del Gobierno de abrir una mesa que dentro de su agenda toca puntos que ni siquiera en La Habana están abordados, como los asuntos minero energéticos, la construcción de un nuevo ordenamiento territorial, el debate con el modelo de seguridad impulsado desde la expedición de la ley de seguridad ciudadana y la solución política al conflicto armado que involucre la construcción de una mesa con el Eln.

 

La urgencia de desactivar la movilización nacional y garantizarse la imagen como el candidato de la conciliación, el diálogo social, mostrándose como el único Presidente dispuesto a garantizar reformas económicas y políticas que pongan curso a la paz, motivaron a Juan Manuel Santos a propiciar seis rondas de negociación entre el 28 de marzo y el 8 de mayo, a cuya cabeza estuvo el mismo Aurelio Iragorri, Ministro de Interior, único con capacidad para coordinar al conjunto de carteras del Ejecutivo, y poner a disposición la agencia del Estado para convertir la probable derrota del paro agrario en una palanca favorable a la campaña reeleccionista. La Cumbre, a su vez, estuvo dispuesta a disminuir los puntos de bloqueo de carreteras y variar su repertorio de movilización priorizando las marchas, además de recortar al mínimo las confrontaciones con la fuerza pública.

 

Aunque pareciera una derrota, el gobierno nacional ha logrado sacudirse, según sus propias cifras, del 96 por ciento de la movilización del país rural y ha concebido, presionado por el paro, un esquema de diálogo social complementario de las conversaciones de paz que cursan en la capital cubana, concretando la consigna “Hay campo para todos”, del ministró Lizarralde. Paradoja, de este esquema la MUN puede resultar como dispersor de la movilización social ó como punto de inflexión de un modelo agrario que logre combinar minería a cielo abierto, producción agroindustrial de productos para biocombustibles con Zonas de Reserva Campesina, Zonas Agroalimentarias y territorios ínter étnicos y alimentarios. El reconocimiento de la MUN como vocero de la negociación ha sido reclamada como la principal victoria del paro, secundada por la creación –con 250 mil millones de pesos– del Fondo para el Fortalecimiento de Economía Campesina, además de adherirle la construcción de una bolsa de 30 proyectos de infraestructura social que las organizaciones agrarias deben definir.

 

Aunque el sabor de la victoria se desliza sobre los labios de los dirigentes agrarios de la Cumbre, las negociaciones quedaron atadas a la conformación de una mesa que solo rendirá frutos con la continuidad del actual Ejecutivo, dependiendo de facto del éxito de la carrera reeleccionista, funcionando como complemento de las medidas políticas, sociales y económicas que acuerden en la mesa de La Habana. A su vez, no fue posible ni consolidar un esquema de garantías en derechos humanos, ni la liberación de los presos producto de la represión que ocurrió en el anterior paro nacional agrario, que dejó abiertos un saldo de más de 50 procesos judiciales.

 

De esta manera, aún logrando juntar el agua y el aceite, es decir a organizaciones que poseen agrestes confrontaciones por el territorio, como la Federación nacional sindical unitaria y agropecuaria –Fensuagro– y el Consejo Regional Indígena del Cauca –Cric–, ó a las distintas organizaciones campesinas del Catatumbo, el factor de unidad concitado por la Cumbre no logró atraer al conjunto del país rural. Las dignidades agropecuarias se quedaron por fuera de esta bolsa a costa de sus objetivos, pero también de la búsqueda de logros concretos que transformen la realidad inmediata del campesinado al que agremian, cosa que la Cumbre no alcanzó, dejando en la cuerda floja afirmaciones de sus voceros, como Andrés Gil, al interpelar a las dignidades con llamados a que “superen el sectarismo para lograr la unidad total”, en las que centra el acento de las diferencias sobre el sectarismo ideológico y no en la reivindicaciones materiales diferenciadas que realmente existen entre uno y otro polo de las agrupaciones del movimiento agrario.

 

La ruana en paro

 

El símbolo que definió el imaginario y la identidad de las dignidades agropecuarias fue la ruana: miles de productores de tierra fría, más decenas de miles de cafeteros, arroceros y paneleros, integran la fuente esencial de este paro, el cual comporta diferencias sustanciales con el campesinado reunido alrededor de la Cumbre. Diferencias evidente:

 

Primero: un pliego de negociación resumido en apenas cuatro puntos, enfocadas sobre los efectos que tiene en el mercadeo y la producción agropecuaria el libre comercio, postulados que a pesar de cobijar una menor cantidad de organizaciones poseen la contundencia de apuntar a los ejes determinantes de la construcción del modelo económico contemporáneo en el conjunto del país rural y no solamente sobre aspiraciones defensivas que solo adscriben a movimientos sociales particulares. Su pliego es, a) renegociación de los capítulos agrícolas de los TLC y por un nuevo comercio internacional; b) rebaja de los precios y conversión agroecológica de los insumos agropecuarios; c) condonación crediticia y nuevos instrumentos de financiamiento agropecuario; d) protección de páramos, lagunas y medio ambiente por el cese de la minería.

 

La mayoría de los voceros de las diferentes dignidades han mencionado que el pliego es la principal diferencia con la Cumbre pues en palabras de Víctor Correa –dignidad cafetera– y Luis Ernesto Gómez –dignidad papera– la Cumbre “Está compuesta principalmente por movimientos y organizaciones sociales mayoritariamente de izquierda, nosotros tenemos una composición que no se reduce a ese espectro. Ellos tienen una agenda de peticiones que se mueven en torno a Zonas de Reserva Campesina y sustitución de cultivos ilícitos”.

 

Segundo: el repertorio de movilización definido por las dignidades incluía la generación de puntos de bloqueo constante e itinerante, no solo puntos de concentración para la movilización, que afectaron 16 puntos del país, y tuvieron como cresta Suaza (Huila). Formas de confrontación que fueron respondidas con la aguda represión del Esmad, otorgando como resultado un muerto en Cundinamarca y 16 heridos, la mayoría en la carretera Huila-Caquetá, y un centenar de retenidos.

 

Tercero: el Gobierno no estableció un mecanismo expedito con la presencia constante de ministros para garantizar la negociación. Contrariamente, Santos, a través del ministro Lizarralde rompió hasta ahora (14 de mayo) tres veces los diálogos; la cabeza de la cartera rural ha faltado incluso a gran parte de las reuniones. El Ministro de Agricultura pretendió discutir solo desde el balance del Gobierno alrededor del cumplimiento del acuerdo del 6 de septiembre del año pasado –que cerró el paro agrario–, desviando las conversaciones a supuestos como la entrega de recursos a 74 mil subsidiados a través del Programa de Protección del Ingreso Cafetero (PIC), cuestión que ampliamente las dignidades agropecuarias desmienten.

 

Contrario a la negociación desplegada con la Cumbre, el Gobierno no pudo endosar el paro a la agenda de paz, y ha procurado descafeinar los pocos preacuerdos logrados hasta el 11 de mayo cuando rompió la mesa, impulsado por la desmovilización de la Cumbre Agraria que era el sector mayoritario en las carreteras del país. Así, por ejemplo, ha cambiado la condonación crediticia por la renegociación de plazos para el pago de préstamos asumidos por cerca de 20 mil campesinos, a través de la compra de $451.752 millones de deuda agropecuaria del Fondo de Solidaridad Agraria (Fonsa) al Banco Agrario.

 

Cuarto: las dignidades no han logrado la unidad necesaria como para mostrarse unificadas en la negociación y fortalecer la movilización. A nivel gremial han perdido convocatoria, al tiempo que personajes como el excoronel Jorge Rondón –que posa como dirigente agropecuario– con sus acciones agrieta la cohesión de dignidad Papera. Además, el día 13 de mayo el paro fue levantado en el Huila como compas de espera, para que el gobierno nacional reactivara las negociaciones con las dignidades mientras los campesinos hacen la recolección de la cosecha cafetera que estaba por perderse. Factor que debilita la correlación de fuerzas de las dignidades, pues van quedando sin pulmón en la confrontación, en un paro que al cierre de esta edición no ha cesado.

 

Con los TLC la quiebra, y con la paz el control

 

El complejo panorama de movilización con dos polos, la Cumbre y las dignidades, trasluce la ausencia de cohesión de sectores del campesinado colono, los indígenas y afrocolombianos con el campesinado pequeño y medio de las regiones más productivas y adyacentes a las principales ciudades del país, a la vez que reporta la ausencia de una política nacional agropecuaria soberana. Los TLC y la paz están convertidos en una diada de quiebra y control de la irrupción de un nuevo movimiento agrario que tenía la posibilidad de conectar las urbes y el campo, posibilitando la necesaria detonación de la espontaneidad social para convocar al país a un gran diálogo sobre la estructura económica nacional y la importancia de la subsistencia del campesinado como impulsor de una economía propia que sustente la soberanía alimentaria.

 


 

Recuadro

Los rostros de la movilización

 

Las dignidades:

 

Cesar Pachón: el vocero más visible de la dignidad agropecuaria, sobre el cual se entretejen denuncias desmentidas alrededor de la apropiación de recursos de subsidios agropecuarios. Es Ingeniero Agrónomo de la UPTC. En el actual paro agrario nacional concentró su capacidad en las mesas de negociación del Gobierno en Bogotá, y frente a la ruptura de la mesa fue uno de los primeros dirigentes en encadenarse, el pasado 7 de mayo, a la estatua de Bolívar en la plaza de su mismo nombre en la capital del país. Para el cierre de esta edición realizaba una ronda por más de diez municipios de Boyacá, consultando a las bases campesinas de la dignidad papera para reactivar y fortalecer el paro nacional agrario.

 

Luis Ernesto Gómez: es el bastión de la movilización de los paperos en la actual coyuntura; su centro de despliegue está localizado al oriente del departamento de Cundinamarca, teniendo como eje al municipio de La Calera. Productor medio agropecuario, con fuerte influencia sobre la vocería de las dignidades y con el carácter suficiente para emplazar en no pocas ocasiones a las autoridades agropecuarias del Incoder y al Ministro de Agricultura.

 

Víctor Correa: joven, pero fogueado vocero de la dignidad agropecuaria; fue candidato para la Cámara de Representantes por Antioquia en las pasadas elecciones. Logró ubicarse como el principal vocero de la Mesa Regional Estudiantil de Antioquia –Marea– de la Mane y el movimiento por la defensa de la salud. Hoy es productor cafetero en proximidades a la capital de la montaña.

 

De la Cumbre Agraria:

 

Marylén Serna: es la vocera nacional con mayor referencia en la negociación con el gobierno, adicionalmente es una de las 3 caras públicas del Congreso de los Pueblos. Campesina de Cajibio, Cauca. Consumada dirigente social que goza incluso de referencia internacional por su participación en espacios del Movimiento Sin Tierra del Brasil.

 

Andrés Gil: dirigente campesino del Magdalena Medio, visible por su liderazgo en la Asociación Campesina del Valle del Rio Cimitarra. Es uno de los voceros nacionales del movimiento político Marcha Patriótica. Durante su amplia trayectoria política ha sufrido una penosa persecución política que lo llevó a estar en la cárcel durante dos años.

Información adicional

Autor/a: MIGUEL SUÁREZ
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