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Bogotá y sus inquilinos de la ira

Bogotá y sus inquilinos de la ira

La reciente apertura del Hospital San Juan de Dios (HSJD), y su inclusión en lo que será el proyecto Ciudad Salud, reabre el tema de la planificación urbana en Bogotá. ¿Para quiénes se está planeando la ciudad?

“…He sido expulsado de mi casa
junto con los libros de la nutrida
biblioteca que,
libro a libro, levanté a lo largo de la vida.
Alguien debería consignar ese hecho,
como un punto más del programa,
Bogotá capital mundial del libro.
Espero que en el futuro el horror
sea patrimonio de la ficción
y no de la realidad”.

Jairo Aníbal Niño, Allí crecieron los hijos

El centro de Bogotá, sus calles, su arquitectura colonial y variada oferta cultural, es la ventana de presentación de la ciudad a los foráneos, uno de los lugares más importantes del Distrito y también el más apetecido por su gran potencial turístico.

Desde el año 2004, este sector empezó a ser parte del nuevo plan de renovación urbana propuesto por la entidad de planeación del Distrito: El Plan Zonal del Centro –PZCB–. Formulado inicialmente con la intención de fortalecer y posesionar el Centro como nodo internacional, nacional y regional, y valorizar cuatro de sus localidades: La Candelaria, Santa Fe, Los Mártires y Teusaquillo, que comprenden un aproximado de 59 barrios. Todo eso teniendo en cuenta que dentro de los planes de innovación debería estar incluida la protección del patrimonio cultural del sector.

El tema del Plan Centro había estado pausado en la agenda pública hasta que el pasado 11 de febrero se realizó la reapertura simbólica del complejo hospitalario San Juan de Dios, que hace parte del centro ampliado de la ciudad y que es uno de los pilares fundamentales del PZCB, al ser la matriz de uno de sus proyectos: Ciudad Salud.
El Plan Ciudad Salud, planteado con una similitud al Plan Zonal del Centro, promete hacer del sector un clúster de servicios de salud con reconocimiento a nivel nacional e internacional. Éste, tal y como quedó proyectado en el Plan Centro, contará con una inversión tanto pública como privada, que efectivamente traerá una renovación urbana. La pregunta es: ¿a quiénes beneficiará esta renovación?

El centro, ¿para quiénes?

El centro alberga más de 1.707.745 de población flotante y un aproximado de 259.580 de población residente, por lo que ha sido llamado en varias oportunidades como el lugar de nadie, ignorando el apego aún existente de sus residentes al territorio. Entre esos residentes se encuentra Alejandro García Corzo, antropólogo de la Universidad Nacional y habitante del centro de Bogotá desde hace más de diez años, lo que le permite tener una mirada como habitante y académico del sector.

Estar observando diariamente esta zona de gran valor patrimonial para el país ha impulsado a García, desde hace siete años, a estudiar los cambios que vive el sector en materia de planeación y descentralización; tanto así que ha hecho de este tema su tesis de doctorado para la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.

Para García, el Plan Centro y Ciudad Salud, son planes vitales para la revitalización del centro ampliado de la capital, con grandes retos de financiación por afrontar. “El reto de la administración de ahora y de las futuras es la financiación. Además de los recursos distritales habrá recursos nacionales, sin embargo tal como está planeada Ciudad Salud, al igual que el Plan Centro, la inversión también llegará del capital privado, como sucedió en el proyecto de la Avenida Comuneros que inicialmente buscaba la realización de una avenida, pero luego también aparecieron construcciones inmobiliarias”, expone.

El problema para García no es propiamente que exista capital privado, sino que sean las entidades públicas las que encaren proyectos que traerán beneficios particulares. “Siempre se involucran los intereses públicos diciendo que son intereses generales y se aplica de esa forma. Sin embargo no dicen que los intereses privados también operarán allí y son las entidades públicas las que encaran la situación para el beneficio de esos intereses. El caso más claro es Transmilenio”, agrega.
Así como el caso del Transmilenio, que aunque es del Distrito funciona a través de concesiones con empresas privadas, está el de la construcción de la Avenida Comuneros o Calle Sexta; la primera intervención hecha para iniciar el plan del renovación urbana en el centro.

Esta construcción tuvo como objetivo inicial, la compra de los predios de la zona para la construcción de la Avenida, pero luego el plan contó con un nuevo proyecto: la construcción de zonas residenciales de estratos 3 y 4, liderado por empresas inmobiliarias. Un proyecto que causaría el desplazamiento de los antiguos residentes de la zona para poder cumplir con el objetivo de una innovación.

Como éste, poco a poco se han ido llevando a cabo diferentes proyectos que encabezan inicialmente un interés público, pero termina siendo apropiado por intereses privados. Este es el caso del plan Fenicia.

El plan Fenicia

Para el 2014, el Distrito da vía libre a un nuevo proyecto de renovación urbana, el Plan Progresa Fenicia, liderado por la Universidad de los Andes, que pretende transformar el barrio Las Aguas del centro histórico de Bogotá y potenciar a su vez el eje turístico de la zona considerada como patrimonial.

En pocas palabras “Progresa Fenicia”, pretende convertirse en un parque lineal de piedemonte desde Monserrate hasta el parque de La Independencia. “Una ‘Maloka’ a cielo abierto donde la ciencia y la tecnología se empoderen del conocimiento”, según un artículo realizado por el periódico El Tiempo.

“Maloka” que estaría impactando parte de lo que para el Instituto de Patrimonio del Distrito, es considerado como zona de reserva. Lo que para García resulta preocupante. “Son sectores que deben ser preservados y restaurados, porque originalmente en el Plan Centro están referidos como Zona de Reserva y no se están respetando, principalmente por las universidades”, opina.

Entre otras cosas, el plan busca una transformación de toda la población que reside alrededor del campus, que son, en su mayoría, familias de estratos 2 y 3, por lo que para la primera etapa proponen “la construcción de 412 viviendas para reubicar a las familias. Viviendas que tendrán un reemplazo metro a metro. Es decir que si un propietario de un inmueble en el barrio Las Aguas tiene una casa de 200 metros, se le entregará un espacio de 200 metros”.

¿Qué sucede entonces con los dueños de los predios? Según la Constitución Política de Colombia el habitante del sector, como propietario del predio deberá ceder su interés personal por el interés general, en este caso la construcción del Plan Fenicia y con ella el posicionamiento de nuevas empresas inmobiliarias, que aunque obedecen a un interés privado se promocionan como general.

El habitante tiene entonces tres opciones: optar por un reasentamiento, participar en el proyecto –en el que deberá pagar la suma restante por la nueva valorización del terreno– o ser indemnizado por su predio cuando inicie su expropiación. De no elegir una de esas tres posibilidades la entidad pública puede recurrir al desalojo.

De esta forma, el habitante del centro, acentúa su condición como poblador flotante, ya adquirida por el hecho de vivir en una zona de alto atractivo turístico y patrimonial, transformándose, en palabras de Alejandro García: en un nómada, “que está a la expectativa de que en cualquier momento sea desplazado”.

Los inquilinos de la ira

Así tituló el escritor colombiano Jairo Aníbal Niño uno de sus primeros trabajos de dramaturgia, fruto de la investigación social realizada en Puerto Asís, Putumayo. En esta obra, un grupo de desplazados sufre el desplazamiento y un brutal asesinato debido a que ocupaban unos terrenos baldíos. Lo que no sabía Niño es que tiempo después él también se convertiría en un inquilino más, sometido a los intereses particulares con ropaje público.

Fue el 18 de enero del 2006 cuando un funcionario de la Empresa de Renovación Urbana (ERU) le informó a Niño y a los demás propietarios de los 35 inmuebles ubicados entre las calles 19 y 20, y entre la carrera 3ra y el Eje Ambiental de la Avenida Jiménez de la ciudad de Bogotá, que sus predios serían utilizados para la constricción del Proyecto Manzana 5.

El proyecto de renovación urbana Manzana 5, que prometía apoyar el carácter cultural patrimonial de la zona, proyectó entre sus construcciones la apertura de un Centro Cultural, cuyo dinero sería donado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aecid), y un complejo de vivienda que incluía una plataforma comercial.

Sin embargo, ninguno de estos proyectos se realizó. Para el 2012 el Primer Ministro de España, Mariano Rajoy, comentó con el alcalde Gustavo Petro la decisión de no liberar recursos para el Centro Cultural, desembolsando un año después 381 millones de pesos a Bogotá por motivo de gastos de licencia de construcción de dicho centro.

Todo al parecer volvia a la normalidad, de no ser por los más de 200 habitantes de la zona que fueron desplazados y obligados a recibir un pago irrisorio por sus predios en nombre de la renovación urbana.

Durante todo el proceso, el escritor colombiano Jairo Anibal Niño defendió a los propietarios. “Él incluso estuvo en un debate en el Concejo y le dijo a Renovación hasta de qué se iban a morir, pero con palabras muy diplomáticas por el robo que nos estaban haciendo”, dijo en su momento Amelia Sanabria en el Periódico de Bogotá.

En agosto de 2008 el mismo Niño escribió un documento titulado “Allí crecieron los hijos” donde plasmó la impotencia que sintió al tener que ser desalojado del lugar donde había trascurrido gran parte de su vida.

“Centenares de narraciones y novelas se han escrito sobre el despojo al que han sido sometidos propietarios de casas o de predios que son expropiados con innumerables pretextos pero con la constante de la arbitrariedad y la injusticia. La realidad y la ficción comparten fronteras y como autor de historias, recientemente fui protagonista real de una página más del libro de la infamia”, decía Niño en su texto.

Dos años después Jairo Aníbal Niño, autor de La alegría de querer, Historia y Nomeolvides, Zoro, entre otras grandes obras de patrimonio literario de la nación, murió viviendo en la casa de su hijo al ser desplazado de su propia casa y no tener los recursos para adquirir un apartamento de condiciones similares al que le fue expropiado.

El proceso de renovación continúa, ¿hasta dónde lo hará la resistencia social de quienes habitan esta parte de la ciudad?

Información adicional

PLANIFICACIÓN URBANA
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