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Orquestando una paz justa para los de abajo

Orquestando una paz justa para los de abajo

Si se resume, la dirección de orquesta cumpliría la función de coordinar un grupo heterogéneo, polifónico, múltiple y dificultado en sí mismo para guiarse y unificarse musicalmente. Podría decirse, concisamente, que la interpretación múltiple de voces e instrumentos requiere de alguien que marque el carácter del tiempo, el compás, el pulso, el ritmo y el bajo continuo en la interpretación orquestada de una obra; su ritmo adecuado y acople requiere, pues, de quién guie las polifonías hacia líneas melódicas que puedan ser armónicas en su conjunto.

 

¿La figura indicada para ello? El director de orquesta. Al menos ese parece ser el método hasta ahora utilizado. De la figura del director de orquesta puede reconstruirse su formación en el siglo 19, su consolidación en el 20 y antecedentes en el instante mismo en que se dio la primera interpretación musical múltiple, momento en el que alguien debió marcar el inicio.

 

Pero, ¿qué modo tomaría esta dirección si los músicos a orquestar son los mismos autores de la partitura? Tamaño conflicto. No sirve el canón, no abrevia mucho el director ¿Y cuando la música a orquestar es una democracia popular y una paz con vocación de poder, cuya composición no está terminada?

 

¡Alto! volvamos a empezar… Tenemos a tres concertinos en esta orquestación de una paz social justa para los de abajo: a Clamor Social, que marca un línea melódica entre organizaciones civiles por la paz, con carácter social más que político; al frente de partidos y profesionales políticos Frente Amplio por la paz, la Democracia y la Justicia Social y, por último, a la Cumbre Agraria, Étnica y Popular, plataforma de organizaciones agrarias, campesinas, afros e indígenas que agrupa a sectores de los sujetos más subalternos del campo.

 

El pasado 10 de julio nos adentramos en un primer ensayo convocado para la interpretación de esta obra; la cita tomó escenario en la ciudad de Bogotá “el seminario-taller por la unidad y la paz”, con el objetivo de “avanzar en la articulación y confluencia de iniciativas, plataformas y procesos ciudadanos, sociales y populares de cara al fortalecimiento del movimiento social y político por la paz […]”.

 

Con discusiones en torno al carácter y alcances del movimiento, a las formas y mecanismos de participación y acción, a sus estrategias, instrumentos, espacios de coordinación, así como sobre los escenarios de acción política y social, los referentes programáticos y la agenda electoral para 2015, concluyó la discusión con un avance mínimo en acuerdos frente a la unidad política, sin articulación de agendas ni apuestas profundas de unidad en la acción para el corto plazo. La discusión merece tiempo y los ritmos de la articulación están aún marcados por una ambigua unidad de principios y horizontes comunes, bien que necesaria, no suficiente aún para orquestar una paz social de múltiples sujetos con vocación de poder y autogobierno.

 

Hacia una paz con múltiples llaves y de concierto popular

 

Es que no hay paz sin cambio, sin poder para los de abajo. Así es, sí, uno de los puntos comunes en las tres plataformas para la composición de esta paz social, disonante con la paz de una sola llave, agenda y marco jurídico del gobierno nacional. Los acuerdos del seminario-taller sobre el carácter de esta música para rebeldes y revolucionarios, demócratas y luchadoras por la paz social, buscan, por ahora, acompasar las múltiples voces de dignidad, soberanía, justicia social y democracia, de quienes han sido negados como sujetos políticos. Por ello la ruta inmediata para los tres concertinos se encaminó hacia la formulación de un ideario de unidad –sin mención alguna sobre algún accionario de unidad–.

 

Para las tres plataformas, la paz es un referente en disputa, un significante a ser llenado con la iniciativa popular, ¿cómo promover, movilizar, construir o reconstruir aquel sujeto? ¿Cómo converger en una música que sea síntesis de los cantos particulares? Esta parece ser la pregunta clave de la obra en ciernes, pero la interpretación hecha por los concertinos, en su presente inmediato, no logra armonía hacia una paz con vocación de poder desde abajo: en espiral o caracol.

 

La partitura está por componerse. La orquestación requiere dirección táctica oportuna, intrépida, colectiva y creativa, la que no cabe en las manos de uno solo de los intérpretes y tampoco en el grito sin compás de sus secciones instrumentales. Falta dirección, pero su carácter no ha de ser ni única ni exclusiva ni individual o particular.

 

Una democracia de base, con fondo económico y societal, no surgirá de un buen director ni de una partitura barroca, clásica o romántica, por heróica o quijotesca que la misma sea. Esta música está siendo interpretada desde todos los rincones del país y entona cantos de paz justa para los de abajo; la partitura que congrega está por hacerse y no solo falta el grito más vivaz o la mayor virtuosidad, sino, además, la multiplicidad asamblearia de campos y ciudades que destemple la tonalidad militar del Estado empresarial y autoritario.

 

Como ha ocurrido en otras coyunturas, durante el ensayo ya sostenido muchas discusiones no se dieron en clave de articulación y, en algún sentido las intervenciones de los distintos procesos no pasaron de la promoción de agendas particulares.

 

Aplazar discusiones con la razón de la diferencia y de la necesaria unidad de comunes, si bien mantiene la articulación política en un tono medio –acorde sonoro característico de la tensión de fuerzas desfavorable al campo popular–, también manifiesta que la música para una paz social, democrática, de vida digna y soberanía popular, se halla atemperada por la situación defensiva en la iniciativa anticapitalista.

 

Hacia un vivace para
los movimientos sociales

 

“No se puede agrupar al movimiento
político y social por la paz, en el accionar
de una sola de las plataformas”.

 

Con este canto de reconocimiento a la multiplicidad de la orquesta, la obra se abre a la posibilidad de aguzar ritmos para disputar la hegemonía y acrecentar los tiempos de las prácticas anticapitalistas como utopías de presente. Posibilidad, también, para interpretar esas múltiples voces e instrumentos, con cadencia hacia utopías de poder alternativo, estatal, contra-estatal, popular o democrático; o bien, para seguir en el mismo fraseo marcado por las inercias del medio político moderno que a veces jugamos a reproducir las orquestas de izquierda: sea ello electorerismo, demagogia, clientelismo, corrupción o instrumentalización y suplantación de los sujetos.

 

Según las discusiones y contrapunteos de este ensayo, se requiere, en principio, la reconstrucción de ese sujeto de cambio a través de un método democrático que se ubique sobre coordenadas locales hacia otras nacionales e internacionales; requiere tanto así de principios democráticos, pedagógicos y comunicativos para la política, como también de la articulación de los mandatos y propuestas que desde las regiones y los distintos sectores se han construido o reconstruido; significa, además, distinguir la paz más allá del final de la guerra contrainsurgente pero más acá de la mesa en Cuba.

 

Esta orquesta busca prioritariamente una dirección común en la forma de un referente nacional legítimo, como interlocutor para disputar la coyuntura de cambio y sentar las bases de una sociedad, régimen político y modo de vida democrático, digno, popular y soberano- ¿Cómo empoderar aquel sujeto?, ¿qué programa de país lo moviliza?, ¿cómo representarlo?, ¿qué modo de vida se está disputando ahora y cuáles son sus reivindicaciones básicas necesarias? Preguntas urgentes para futuros ensayos ya que en el ahora inmediato es preciso mapear la situación de los movimientos que están en negociación de pliegos, y promover su convergencia y canto.

 

Otros de los comunes en el horizonte mediato son el fortalecimiento de la movilización social, la insistencia en los ceses bilaterales y multilaterales, en el diálogo con las otras insurgencias y en el desescalamiento del conflicto; asimismo, la ubicación de la centralidad de las víctimas en la paz, la visibilización de la agenda social y el rechazo al Plan Nacional de Desarrollo.

 

En el ensayo concertado, la participación electoral en octubre próximo fue uno de los puntos atónicos en la discusión. Si se pretende una articulación política en ese terreno, la cuestión resultó bastante escueta. Por ello la conclusión es programar la discusión de nuevo y, por ahora, actuar en el modo de cada plataforma, proceso, colectivo u organización; eso sí, sobre criterios comunes en torno a la paz, la vida digna, la justicia social, la democracia y la soberanía popular.

 

Queda entonces en la agenda: i) la realización de un encuentro nacional para discutir sobre fortalezas y debilidades de cada plataforma y movimiento; ii) formular una agenda de acción y movilización común; iii) realizar un encuentro de comunicación alternativa para definir criterios de unidad en torno a la acción política comunicativa; iv) construir un ideario de unidad como proyecto alternativo de vida digna, justicia social, soberanía popular y democracia y, v) fortalecer el bloque internacional de apoyo al proceso de paz.

 

Se está orquestando, así, una paz con vocación de cambio en medio de disonantes inercias. Para hacer la paz se necesita, claro, del poder común, pero ¿es momento para prescindir de lo que nos separa?, ¿no nos priva ello de una socialización profunda de las experiencias y apuestas de cada compositor, aún a riesgo de la autodestrucción política creativa?

Información adicional

Autor/a: LES COMUNES
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