Los recientes éxitos financieros de los grupos económicos del país como Davivienda, Aval y Avianca, que sacaron a la venta acciones –la mejor muestra de que hay dinero–, no salieron de las grandes cuentas capitalistas. Provino de la clase media, pequeños y medianos propietarios, suceso con efectos que reafirman el capitalismo como sistema y acentúa una predisposición contraria a la izquierda. Que fortalece el sentido de pertenencia por el sistema imperante y sus figuras económicas, y revaloriza el modelo. Por tanto, acentúa a los partidos tradicionales en las elecciones locales y presidenciales.
Bajo las faldas del Frente Nacional y su tipo de políticas de Estado benefactor y ‘superación’ de la violencia se formó nuestra clase media. Parte de los sectores de clase media de hoy fueron creados por el Instituto de Crédito Territorial, así como por las políticas de vivienda de empresas protegidas por el sistema cepalino. Pero a la vez, con un Estado generador de empleo de las grandes empresas estatales, se fomentó una protección laboral que facilitó amparo para ciertos sectores medios. Por otro lado, las universidades públicas, casi gratuitas, fomentaron en 60 y 70 del siglo XX una masa de profesionales hoy situados en este estrato. Al empleo del Estado central de ayer, hoy le salió al paso el empleo de las alcaldías municipales.
Es de tener presente que las pocas entidades del Estado que quedan son presas del botín clientelista por la “nómina paralela” de contratos administrativos, 10 veces mayor que la de trabajadores estatales. Contratos renovables de tres y seis meses. Igual sucede con el sector privado, beneficiado con la flexibilidad laboral, utilizada como presión para captar votos. Como ejemplo, la empresa Olímpica, del senador Fuad Char. En otro ángulo, llevarlos o pasar por la Universidad es paradigma de padres e hijos que califica o diferencia a familias y jóvenes. Hacerlo como sea, con trabajo honrado o no, con endeudamientos “para lavar el diploma”. Y tiene avances. Así, en la Universidad del Norte de Barranquilla, de las mejores del país –ya no tan exclusiva–, dominan los estudiantes de clase media y sectores populares.
Si bien ayer este sector buscaba empleo en el Estado con Name, Slebi, etcétera, empleo que ya no existe como antes, ahora millares de profesionales buscan un contrato a destajo en las entidades estatales que aún quedan, y en esa práctica caen en las redes del clientelismo, que los pone a merced de quien sólo valora cuántos votos da. La clase media es fuertemente penetrada por los medios de comunicación, la moda, la publicidad. Su atención tiene presente las vacaciones y la recreación. En Bogotá, más que en otra ciudad, es factible ver a la clase media bajo la influencia de los medios. Es oyente de la W Radio y es permeable a la ‘moda política’.
Pero en un momento contrarrestó el discurso uribista, no ajeno a su ámbito mafioso –bajo la imagen de Lucho Garzón, sindicalista no fabril, y de Carlos Gaviria; profesor, abuelo, juez imparcial–, notorio sector que acompañó al Polo Democrático como expresión de una nueva oposición. Al parecer, el Polo descuidó a la clase media y, sin pasar a una transformación estructural y administrativa, asumió insuficientemente reivindicaciones de la clase popular y de barrios periféricos, que casi siempre está con quien le otorga beneficios directos con apariencia de generalidad. Ejemplo, apoyó a Santos para conservar los subsidios del Sisben y otros.
Bajo estos antecedentes, unos de varios, con aciertos, desaciertos, arribismo o simple deseo de pujanza, la clase media, por sus aspiraciones: educación, sentido de pertenencia, sensación de paz urbana, es el sostén de una sociedad y un país con poses de democrático. La clase media, más que sostén del régimen, es su fiel pieza electoral. Mantiene un sistema corrupto, clientelista, y con formas antidemocráticas y de terror de Estado.
Clientelismo y clase media, tomados de la mano
El clientelismo es pragmático, sin teorizaciones para actuar (1). El político de derecha, clientelista, no considera si las políticas del Banco Mundial, el TLC, o si los acuerdos comerciales afectan a sus votantes. Va al grano. Es inmediatista, localista; busca cómo arreglar la vía, la calle, el parque, el puente, el colegio de la vereda. Y es a él a quien los pobladores ven, o a su ‘capitán’.
La clase media no tiene voz: se la dan los medios de comunicación, sobre todo la televisión. Últimamente se la dan las firmas encuestadoras, los políticos del sistema y los grupos económicos. Cuando una deuda histórica debilita a los partidos tradicionales, esos medios se convierten en sus agentes de refuerzo. La publicidad complementa. Las encuestas arrastran, y la clase media es el primer grupo que se va con el ganador, luego, la clase baja o sectores populares. Como en el refrán: ¿A dónde va la gente? A donde va Vicente. Así, quien busca éxito electoral o disponer de favorabilidad oficial debe tener a su lado a la clase media que vota por:
• una tradición de familia, de historia y de benficios
• la moda electoral del momento.
• el partido contrario, en un sistema con fuerza bipartidista.
• una tradición de anuencia por favores recibidos.
• influencia de los medios, especialmente de las firmas encuestadoras.
• acompañar a un amigo con el político que le ayuda.
• quien le ayuda en uno de sus favores para el rebusque.
• defensa de la propiedad privada, la tradición y la religión.
• expectativa o promesa electoral de individuo o partido político.
• mantener el empleo del momento.
En interrelación política, los partidos tradicionales son cada vez más dependientes de la mercadotecnia para sostenerse y atraer votantes. Se sirven de la publicidad. En lo económico-cotidiano, el capitalismo encontró en el endeudamiento permanente de la clase media una clave para atarla a sus supuestos valores. El debe (la deuda), que incluye tarjeta de crédito, lleva a la clase media a sentir atracción por quien se lo facilita –así critique a la banca–, y asimismo a una inercia de vínculo con lo tradicional. La clase media no quiere una socialización que limite su patrón familiar y encumbre formas de poder vitalicias, con exclusivismo de afiliación partidaria y abusos de poder. El fracaso del socialismo real volvió a reponer el personalismo, la abundancia en los mostradores y la ‘oportunidad’ de ascenso social que vende el capitalismo con discriminación de los sectores populares y marginados.
La clientela toma la clase media
La clase media, en busca de protección, hacía reuniones a clientelistas para el arreglar el parque o pavimentar la vía. Hace décadas, en Barranquilla votaba para conseguir línea telefónica. Su negocio lo requería. El celular golpeó el clientelismo en estos servicios. Pero sabe reponerse. Aunque el clientelista descrito busca el voto de clase popular y de zonas rurales, al ciudadano de clase media le gusta verlos y estar en contacto con sus políticos: siempre habrá algo que proponer. Recordemos: Peñalosa innovó en su primera elección a Alcalde de Bogotá al salir personalmente a repartir su publicidad. Eso gustó. Por su parte, Álvaro Uribe subió pronto en las encuestas al recorrer a Colombia desde el pequeño municipio hasta la gran ciudad.
Hoy la clase media vota por el político de la universidad: la CUC, la Autónoma y Simón Bolívar de Barranquilla; la Antonio Nariño, la Fundación Universitaria San José y la Sergio Arboleda de Bogotá. Y podemos mencionar más. Son propietarios políticos que ayudan, dan becas a quienes desean progresar y encuentran en estos centros un medio que la universidad pública no facilita. A la vez, los partidos clientelistas y los políticos de derecha saben cambiar y ponerse a tono con la clase media. Electoralmente lo hacen con la publicidad y la moda.
La clase media es dada a dejarse atraer por el magnetismo de la historia. Así como a la clase popular sin identidad la atrae el de la belleza rubia, el gentleman bien vestido y sobre todo el rico y poderoso. No es sino ver a los candidatos presidenciales de la derecha salir a darle la mano a cuanto pobre y desgreñado encuentran en las barriadas y las zonas campesinas de la costa atlántica. Muy al estilo de la Señorita Colombia en su primera foto con una negra cartagenera, vendedora de frutas en la playa de Bocagrande. Contrario a ese magnetismo hacia la historia y nuestros supuestos personajes, el pueblo y su clase media no perdonan a la izquierda (2).
1 Para su casi supervivencia permanente compra votos, hace contratos, roba, maquilla, adultera cifras electorales y últimamente compra registradores. Liberales y conservadores, sin ruborizarse, intercambian intereses, como dineros, votos, contratos y adulteraciones electorales.
2 La Alianza Democrática AD M-19 fue furor de un día, con ocasión de la Constitución del 91. Navarro ha podido ser buen parlamentario, alcalde y gobernador, pero… fue guerrillero. Gustavo Petro, con riesgosos debates en el Congreso y hasta personaje del año, pero… Los liberales y los conservadores pueden incurrir en corrupción pero vuelven a votar por ellos. En cambio, la equivocación del Polo en Bogotá con los Morenos le costará y tendrá un efecto devastador. A la tradición política, la clase media le perdona; al resto, no.
*Magíster en Ciencia Política (Universidad de los Andes), Master Of Arts en Periodismo (Universidad de Bielorrusia), Especialista en Gerencia Social (ESAP).
Clase media y crisis económica
Cuando la economía va bien, la clase media se reconforta; pero cuando va mal, es el primer sector social golpeado. Así lo demuestran los sucesos económicos europeos y la situación española que, sin sólido referente de izquierda por repetición de medidas económicas, le abre espacio electoral a la derecha. Aquí, piensa y actúa conforme a los postulados que la derecha impone. Por ejemplo, nunca ha estado contra el TLC. Por el contrario, lo desea. En España, la clase media acompaña al PSOE por su reivindicación de la propiedad privada. El proceso de integración con Europa se benefició con el ascenso social que hoy peligra por un desempleo superior al 20 por ciento. La clase media no es sentimental sino que quiere trabajo estable.
¿Quiénes integran la clase media?
Podrían ser: el sector medio de la burocracia estatal, incluyendo a los docentes. En el país, contar con trabajo estable es ya una razón de supervivencia, y en esto anda la clase media: superviviendo. Los jueces, por supuesto, y de lado los oficiales activos y en retiro. Los profesionales independientes, entre ellos la masa explotada por las EPS de médicos y odontólogos. Pero junto a ellos están los comerciantes medianos y pequeños, fameros y tenderos prósperos, propietarios de más de dos taxis, pequeños y medianos propietarios de camiones de carga, pequeños y medianos comerciantes agrícolas. Aquí caben hasta los pequeños propietarios de Paloquemao, por ejemplo; jóvenes profesionales recién egresados y con grandes aspiraciones laborales, pequeños y medianos propietarios de talleres, pequeños rentistas, incluso vendedores ambulantes que tiene una particularidad: son propietarios, de un espacio público que saben hacer rentar y llegar a ganar más que un mediano profesional.
En la clase media hay profesionales honestos, medianos traquetos. Y, sin que nos ruboricemos, hasta gatilleros. Intelectuales y obesos cebolleros de la central de abastos. Taxistas con cartón universitario y prostitutas profesionales en rebusque y ‘prepago’. Intelectualidad y lumpen clase media, y ésta en sus diversas expresiones sabe que no la tienen fácil. Su tenderete es su forma de vida y medio para educar a sus hijos, pasear, vestirse, tener carrito.
Carro y salvavidas del rebusque cotidiano
La clase media vive del rebusque. Por eso, hoy día, el carro o automóvil es una expresión de la clase media y su rebusque, en el que busca seguridad, alguien que le ayude, le apoye y le incentive: el político clientelista, que le recibe, entiende su pesar y facilita la vuelta para que las autoridades no lo molesten en su actividad comercial. El carro aquí se convirtió en sinónimo de clase media. La economía protegida antes de la apertura negó tal posibilidad a este sector, pero la apertura gavirista lo permitió. En verdad, hoy un buen número disfruta el status de propietarios de auto. Por eso en la capital odian el pico y placa, e incluso hicieron hasta lo imposible por comprar un segundo carro.
El aumento de automóviles en Bogotá no es producto de la clase alta sino de la clase media que tiene en ‘su’ carro su medio de vida. Cuando la clase media quiere con su auto darse un paseo por el país, conocer el mar, ir a la costa atlántica, y las farc se dedicaron a las ‘pescas milagrosas’, Uribe ‘rescató’ las vías, con lo cual lo apoyaron y salieron a marchar como actores. A estas personas no les importa el alza de impuestos, lo evaden, no cotizan, no declaran renta, y dan la coima cuando otro clase media se las reclama, incluyendo el clase baja de la Policía.
La clase media, verdadero rostro de la sociedad occidental
¿Quiénes clasifican como “clase media aquí? Idolatrada por moralistas; destinataria de discursos de políticos, Papas, popes y cuantos se suben alguna vez a un púlpito en busca de votantes o adeptos, adulada por anunciantes; recelosa de heterodoxias, huidiza de revoluciones, pilar de familias y comunidades, principal sustento de la hacienda pública y garante del Estado de bienestar. Los países dejan de ser pobres no por el puesto que ocupan sus millonarios en el ranking de los más ricos –de ser así, México o la India estarían a la cabeza, dada la fortuna de sus potentados– sino por la extensión de su clase media. Ridiculizada por poetas y libertinos.
Ramón Muñoz, www.elpais.com.
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