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Introducción. Violencia en cada una de las venas de nuestra historia

En Colombia el magnicidio y la presencia del genocidio se mantienen vigentes. Ayer y hoy, como medios monstruosos para impedir los cambios estructurales que el país y la sociedad requieren desde hace décadas. Como recursos de sangre, nunca de democracia, contra el proceso de modernización orgánica y de auténtico ejercicio de los deberes y derechos de una democracia participante real, cotidiana, y no en el límite de lo consultivo y electoral episódico y corrupto. Son la manera que evita organizar y aplicar el respeto real de los derechos fundamentales y humanos consagrados por las Naciones Unidas desde 1948 y por la Constitución Política de Colombia de 1991.

La esquemática reseña del contexto histórico y sus manifestaciones relevantes que apuntamos en Visión histórica del 9 de abril de 1948 y presencia de la violencia genocida: 2011, pág…., identifica las estrategias políticas y sus manifestaciones violentas –magnicidios y genocidios– que tienen como meta estratégica impedir los cambios socioeconómicos e institucionales, principalmente, el pertinente al dominio de la tierra y el acceso real a las oportunidades de progreso y control democrático y transparente a los presupuestos públicos.

En cuanto persiste la presencia cotidiana de los genocidios y magnicidios –así como la vía de las masacres y asesinatos selectivos de líderes sociales, sindicalistas, comunales, desplazados forzados, con el fin de despojarlos de sus tierras con mantenimiento y siembra del terror, la tortura y muerte, todo esto con viejos y nuevos actores y escenarios regionales y locales, con la participación criminal del narcotráfico, paramilitarismo, sectores de las fuerzas armadas oficiales, neo-latifundismo y la sucesión criminal producto de su descomposición social y la impunidad– la solución política al conflicto histórico social sigue en un limbo. En parálisis frente a la subversión y la política prolongada de la “seguridad democrática”.

Genocidios, magnicidios y asesinatos con cariz político y de discriminación social son de una evidencia y tamaño que llega al punto de que en el reciente encuentro entre los Presidentes Barack Obama de Estados Unidos y Juan Manuel Santos de Colombia, concertaran un pliego de obligaciones. Un formulario calificado como “inaudita intromisión” por la periodista María Isabel Rueda (El Tiempo, abril 10 de 2011, pág.11) al comentar las obligaciones del Gobierno, con una agenda y un cronograma impuestos para cumplir en el 2011, en función y aplicación del respeto a la vida de los líderes sociales y la garantía para el ejercicio de los derechos humanos y sindicales, entre otros compromisos; como contraprestación para presentar al Congreso de los Estados Unidos la aplazada aprobación del Tratado de Libre Comercio-TLC.

Esta realidad y perspectivas deben contrastarse con las propuestas de los héroes y mártires cuyas luchas y planteamientos emblemáticos, con apoyo y anclaje popular –como el caso específico de Jorge Eliécer Gaitán–, recuperando y actualizando el mensaje y legado por el cual lucharon y presentaron programas, plataformas y proyectos de cambio reales, para sustituir un desorden injusto e inequitativo, cruel y violento, excluyente, privilegiado y oligárquico. Recuperar por tanto, su lección por un nuevo orden auténticamente democrático, moderno, funcional y real, en lo económico, social, político, regional y cultural superando la democracia formal y de papel, mediante un Estado Nuevo, moderno, democrático e incluyente. Para Colombia se trata de un proyecto democrático como punto de partida, que desate los profundos contenidos sociales que incluyen sus legados.

Esta propuesta es la negación rotunda de la iniciativa paramilitar: “reformulación de la patria” con base en la muerte, el despojo y el crimen de inspiración semi-feudal y corte fascista e institucionalidad regresiva y autocrática. No. Al camino de muerte y no de la vida.

La visión y el propósito de recuperar la memoria social, deben ser los de abrir nuevos caminos para construir la paz democrática con progreso colectivo, vía solución política del conflicto armado histórico-social, controlando la tenencia y explotación de la tierra, el acceso al crédito, la industrialización, el desarrollo endógeno para potenciar la incorporación al mundo del siglo XXI, el trabajo digno, la seguridad social, el reparto equitativo, social y regional de los presupuestos públicos y la distribución planificada y equitativa del producto interno real. Propuestas entre otras, cuya meta es impulsar desde el Estado el progreso general incluyente.

Estos son los factores que identifican el pensamiento y las luchas consecuentes, cuyo avance y triunfo sólo podían abortar la muerte de los dirigentes paradigmáticos y la destrucción física de su militancia popular, como en el caso dramático de Jorge Eliécer Gaitán que nos ocupa. Factores que son razón y pertinencia para conocer la historia, el pensamiento y las propuestas de los grandes dirigentes populares, que han sido frustradas mediante la violencia, provocando deliberadamente su desaparición. En este suplemento, el artículo Lucha y pensamiento de Gaitán, de Francisco Trujillo, analiza dos momentos del dirigente asesinado en relación con el partido liberal.

Y tampoco olvidar las lecciones de Lampedusa en el “Gato Pardo” para no caer en el engaño de que todo cambie para que todo siga igual o peor. Y que Antonio Gramsci dejó en “Cuadernos desde la cárcel”: La crisis consiste en que muere lo viejo y no nace lo nuevo”.

LEV
Bogotá, abril 9 de 2011

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