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De Angostura a Boyacá. Toma de Santafé, unión de las provincias y conformación de Colombia

“Bolívar había logrado, tras arduos esfuerzos, dar a la causa americana nuevas y poderosas bases, sustituyendo los antiguos y estrechos objetivos que la caracterizaron en sus etapas iniciales […] por principios sociales, amplios y justos, como la libertad de los esclavos y la igualdad política de las razas, en cuyo ámbito le fue posible unificar a todos los americanos sin distinciones de color, nacimiento y riqueza. Para comprender la importancia de estas banderas políticas, basta detenernos sobre los lineamientos que durante 300 años le sirvieron de fundamento a la estructura del Estado colonial en América”.

“La ‘igualdad’ política de la raza que preconizaba Bolívar estaba destinada, pues, a provocar el estallido, en mil pedazos, de esta formidable organización de jerarquías y privilegios, y poner en marcha en nuestras comunidades una revolución social que aún hoy no ha llegado a su término, porque las soluciones que Bolívar presentó para ella no fueron acatadas con el entusiasmo que despertaron, por ejemplo, sus consignas de caudillo revolucionario” (1).

Pero para hacer realidad la visión del mundo que había construido en años de lucha, había que guerrear. Por ello, y una vez presentadas sus ideas en el Congreso de Angostura, avaladas por decenas de combates, Bolívar regresa al campo de batalla y deja las deliberaciones en manos del vicepresidente José Antonio Zea, antes de su clausura. “Caballeros comiencen sus tareas. Yo he finalizado la mía” anticipó en su discurso inaugural del 15 de febrero de 1819. Su afán de guerrero le impidió aguardar.

Doce días después, con la decisión de ir cuanto antes a la campaña contra Pablo Morillo, retomó la ruta de la batalla. Tras cabalgar rápido y con el primer batallón británico a su lado, llegó al Apure el 10 de marzo, a Caujaral de Cunaviche, Cuartel General de Páez. Para la lucha por la libertad, el ejército quedó reconstruido con 3.000 infantes y 1.500 jinetes para enfrentar las superiores tropas del Rey en condiciones de menos desventaja.

Bolívar marchó con la seguridad y la fuerza que proyectó Angostura con sus debates y su evidencia de la comprensión del momento histórico, que junto con las medidas administrativas y políticas tomadas desde ocho meses atrás, cimentaron las bases republicanas del nuevo Estado, para suplir al monárquico. Sabía mejor que todos, que el enemigo no baja la guardia en sus propósitos. Por eso, Bolívar busca, propicia, provoca. Llevó a los realistas hacia las ciénagas y pantanos. Cruzó el Arauca en procura de las fuerzas españolas atrincheradas en Achaguas. Hay escaramuzas, pero ni uno ni otro fueron al ataque. Bolívar regresó y pasó al otro lado del Arauca.

La maniobra de Bolívar permitió a Páez triunfar en las Queseras del Medio

Los patriotas y realistas uno a otro iban en su persecución. “Casi al mismo tiempo, Morillo confiado en la mayor fuerza de su infantería, salió de Achaguas, pasó el río Apure Seco, y el 1 de abril marcha hacia el campamento de los patriotas […] al tiempo Páez avanzaba al término sur de las sabanas Camacheras con sólo 20 hombres casi todos jefes y oficiales, a efectuar un reconocimiento y lejos de arredrarse atacó con su natural audacia y habilidad, derrotó y alanceó la descubierta de Morillo de 200 hombres y se puso en retirada casi sin pérdida ante el avance de fuerzas mayores. Morillo atravesó la sabana de las Queseras del Medio […] y a la tarde acampó en la mata del Herradero, kilómetro y medio abajo del campamento de Bolívar” (2). La búsqueda del combate prosiguió.

Morillo con el mal sabor del día anterior, cuando una fuerza inferior batió una parte de su avanzada, organizó un destacamento de caballería y al resto del ejército para cercar y liquidar a los llaneros. Páez supuso que venía el desquite y tomó medidas de provocación al español. Con tal propósito, el 3 de abril encabezó la proeza de las Queseras del Medio.

Un combate al parecer increíble. “…invitó a sus jinetes a que lo acompañaran al golpe que meditaba, y como se movieran todos, señaló solo una sección de la línea, porque no era una acción general la que iba a dar, pero habiéndosele agregado muchos jefes y oficiales la columna resultó de 150 hombres, los cuales, como se desprende, no fueron escogidos. Enseguida pasó el río y sin salir del cauce profundo para no ser visto, organizó en la playa sus jinetes en secciones de 20 hombres. De repente salieron a la sabana y al trote y galope se acercaron al enemigo hasta llegar bajo el fuego de la fusilería”.

Al momento, Morillo ejecutó su plan moviendo todo el ejército contra la fuerza de Páez, la caballería en dos columnas en las alas y la infantería y artillería en el centro. La caballería, es natural, dejó atrás las otras armas y avanzó con el objeto de cercar a los grupos de jinetes de Páez, que procedían hacia el oeste a media marcha, en perfecto orden en línea extensa. Cuando parecía que lo cercaban, Páez dio vueltas de cara y salidas parciales a los flancos. Después de reco-rrer cierto espacio, Morillo creyó que era el momento de lanzar la caballería contra Páez. Hizo avanzar el escuadrón de carabi-neros de Narciso López por el centro, que adelante al trote privó los fuegos de la infantería.

Rondón cumplió el ¡Vuelvan Caras! Este fue el momento en que el Centauro de los Llanos, escribe él mismo en las Campañas de Apure, concibió la esperanza más grande de derrotarlos. Con dos columnas fuertes de caballería en paralelo con él, no sabía a cual de las dos atacar con éxito, sin que la otra lo envolviese. Mas para hacerlas reunir ambas y quedar con un sólo blanco ordenó al coronel Rondón el histórico ¡Vuelvan Caras! contra la columna de Narciso López. Mandó que atacara de firme y de inmediato retrocediera a su puesto, para no quedar bajo el encierro de las dos columnas de los flancos. Para resistir, al ver López venir a Rondón como un rayo con 20 hom-bres, repitió la estupidez de hacer echar pie a tierra a sus carabineros. Sin pausa, Rondón lanceó la mayor parte. Y veloz regresó a su puesto, casi en el instante mismo en que las dos alas enemigas lo encerraban. Así, la caballería enemiga quedó expuesta en una sola masa.

Páez que tenía ya dos de sus columnas al flanco derecho de la realista y todas las demás en orden al frente, dió la voz y señal de volver caras y atacar. “Todas las columnas ejecu-taron a la vez la orden con una rapidez admirable y atacaron con un valor sin igual”.

Morillo salva y retrocede sobre el río. “La caballería enemiga quiso resistir a lanza calada […] pero fue inútil, porque atacados a la vez de frente y de flanco, y con una resolución tan decidida, no pudieron resistir; y volviendo la espalda en el momento que tenían las lanzas al pecho, la mortandad de ellos fue inevitable; además, la confusión se introdujo en toda la masa de caballería y la hizo poner en fuga desordenada, y si la infantería no hubiera sido de tan buena calidad, y no hubiera tenido el bosque del río tan inmediato, su misma caballería, huyendo despavorida, hubiera pasado sobre ella, pero conociendo Morillo en el momento el peligro inmediato en que estaba, se arrecostó (sic) sobre el río y allí salvó la infantería y sirvió de apoyo a mucha parte de la caballería”.

“La caballería realista, toda de venezolanos, con 1.000 hombres, 200 de ellos carabineros. Su pérdida se estimó en 400 y la de los patriotas en 2 muertos y 6 heridos” (3).

“…Descuenten la victoria. La lograrán con la punta de sus lanzas” arengó Bolívar. Cómo no recordar que un año atrás, el 6 de febrero, en el Paso del Diamante sobre el Apure cuando en compañía de Bolívar no podían cruzar el río, mientras al otro lado 14 flecheras estaban bajo resguardo de 650 españoles, Páez en busca de las embarcaciones, se lanzó al agua y, con dos columnas de 25 lanceros cada una, desbandó a los realistas.   

Pausa hacia Caracas y giro rumbo a la Nueva Granada

Los esfuerzos del Ejército Libertador por ir en la ruta hacia Caracas no tuvieron progreso, pero las fuerzas realistas tampoco pudieron batirlo. Justo en este punto “muerto”, el 14 de mayo, Bolívar recibió un parte de Santander en Casanare.

Memoria de la relación Bolívar-Santander. Hacia finales de 1817 se hicieron presentes en Angostura –Comisionados de Casanare– los patriotas Fray Ignacio Mariño, Antonio Arredondo y Agustín Rodríguez. Solicitaron de Bolívar armamentos de guerra, su separación del gobierno de Páez y el nombramiento de un jefe superior si lo tuviera por conveniente. En Casanare mandaban guerrillas: el mismo Mariño, Juan Nepomuceno Moreno y Ramón Nanato Pérez. Solo pasado un año, el 12 de agosto de 1818 Bolívar toma carta en el asunto. Nombra al coronel Francisco de Paula Santander comandante de las fuerzas independentistas de Casanare y lo asciende a general de brigada (4). Al tomar esta decisión, vale reflexionar, ¿piensa Bolívar en dejar su ruta hacia Caracas y tomar camino hacia Santafé? La instalación de su cuartel general en Junín (marzo de 1819) indica todo lo contrario.

Bolívar y Santander cruzaron destinos desde 1813. Cuando el primero, emprendía la “Campaña Admirable” y, el segundo, fue subalterno del coronel Manuel del Castillo. En otro momento de la guerra, Santander fue su Jefe de Estado Mayor personal, en las etapas del accidentado curso de las campañas en Venezuela.

Para comienzos de 1819, Santander exhibía grandes logros: “…una división de infantería organizada en dos batallones y cinco compañías: el Primero de Cazadores de la Nueva Granada y el Primero de Línea, aparte de un escuadrón de caballería, Los Guías del General, al mando del coronel Sasmajous. El arma montada se organizaba para entonces en los que habrían de ser los Guías del Casanare. Además, se crearon una compañía de zapadores y otra de infantería, denominada de Carabineros” (5).

La invasión de Casanare. A finales de 1818, el español Barreiro invade Casanare. Santander, previa consulta al mando, decidió eludir el combate, atraer las tropas realistas hacia el profundo Llano, desgastarlo, y luego atacarlo con guerrillas. Así procedió.

Barreiro demoró el comienzo de sus operaciones. En abril cuando avanza, el invierno ya azota el Llano. Su ejército sólo encuentra el vacío. Adelante, los patriotas evaporados llevaron consigo los ganados. El ejército del Rey buscó enemigos, y cuando desespera, con sorpresa fue atacado por partidas de lanceros, de manera pronta y fugaz, desde todos los costados. “El realista debe avanzar como un erizo, rodeada la columna principal por partidas móviles de caballería que cubren la retaguardia y sus flancos” (6).

“No termina el mes de abril cuando Barreiro, duramente ofendido en su orgullo y en la consistencia moral y material de su ejército, trasmonta de nuevo la cordillera en dos columnas: una por Paya y Pisba a La Salina y otra por Marroquín a Labranzagrande. Su flamante compañía termina entre pantano, hambre deserciones y calamidades” (7). En cumplimiento de su deber, Santander detalló la situación  con fecha 29 de abril.

Los historiadores precisan que el 18 de mayo Bolívar recibió el parte, en su cuartel de Rincón Hondo, que le produjo “…un efecto trascendente. De las palabras del granadino se infieren muchas cosas. Y Bolívar, ágil de mente y comprensión, debe avizorar detrás de aquella expedición frustrada un adversario débil, imprevisivo, desprovisto de la fuerza que a él le sobra” (8). Las consecuencias derivadas son inmediatas.

Cinco días después, en Mantecal un sitio en la aldea del Setenta, Bolívar convocó a su Estado Mayor y sus generales. “Asistieron, Soublette, Salom, Anzoátegui, Briceño Méndez, Carrillo, Iribarren, Rangel, Plaza y Manrique. En una choza arruinada de la desierta aldea, a orillas del Apure, se decidió la invasión de la Nueva Granada. No había una mesa en aquella choza, ni más asiento que las calaveras de las reses que para racionar la tropa había matado, una guerrilla realista. Sentados en esas calaveras, que la lluvia y el sol habían blanqueado, iban aquellos jefes a decidir los destinos de la América. […]. Habló Bolívar […] pintóles el estado del ejército, el peligro de permanecer en los llanos durante la estación de las lluvias, expuestos a las enfermedades en climas tan mortíferos. Leyó enseguida Soublette, jefe de estado mayor, los despachos recibidos de Casanare y volviendo Bolívar a tomar la palabra, expuso el plan de sorprender al enemigo que ocupaba la Nueva Granada…” (9).

¿Quieren continuar? Culminó Bolívar con este interrogante. Tras un silencio, el coronel Jaime Rook jefe de la Legión Británica habló: “seguiré de ser necesario hasta el Cabo de Hornos”. Al tomar esta decisión, la hasta entonces persistente y unidireccional ruta hacia Caracas quedó atrás. Así,  la estrategia del ejército republicano tuvo un giro decisivo.

Del Apure al Teatinos

El primer plan de Bolívar para invadir la Nueva Granada supuso tomar Cúcuta y remontar las cordilleras para caer por detrás a Boyacá. Así explicó su idea al Vicepresidente Zea en una misiva, enfatizando que “la rapidez será la divisa de esta campaña”. Para evitar sorpresas Bolívar impartió a cada uno de sus oficiales una función precisa, bien distraer, bien sostener sobre el terreno al enemigo, o bien, como en el caso de Urdaneta, “…deberá prepararse para marchar al Apure a recibir instrucciones, pero adelantará inmediatamente mil fusiles, pólvora y plomo para hacer trescientos o cuatrocientos mil cartuchos, por el Meta a Casanare” (10).

El 3 de junio escribió de nuevo a Zea con un reajuste de su plan, prescindiendo del esfuerzo principal hacia los valles de Cúcuta y trasladándolo a Chita por Casanare, “que es la mejor entrada a la Nueva Granada […] Por último, deja la dirección general de la guerra en manos del vicepresidente, recomienda el secreto […] y encarece las buenas relaciones exteriores […] “para proveemos de armas y municiones que será nuestra primera necesidad cuando hayamos ocupado algunas provincias de la Nueva Granada”.

El plan, como es de suponer, no se podía llevar a cabo a través de un solo y único movimiento, un salto que permitiera pasar del Llano a Santafé. Indispensables fueron las etapas […] avanzar por etapas, primero de Guaya al Bajo Apure, luego al Alto Apure, en seguida a Casanare y por último a los valles centrales de Sogamoso en la Nueva Granada. En cada uno de estos términos (el ejército) debía reponer sus víveres, sus ganados, sus medios de transporte con mulas y caballos, y sus enfermos y desertores con reemplazos, única manera de llegar a la lucha decisiva con fuerzas suficientes. Así lo imponían los principios de una campaña” (11).

Nueva estrategia. “En esta nueva versión estratégica, entre las dos grandes opciones que ofrece la maniobra sobre la Nueva Granada, o sea la ruta norte por Cúcuta, hasta Pamplona-Girón-Socorro-Tunja-Santafé, y la sureste por Casanare, trasmontando la cordillera por alguno de los puntos de penetración marcados por la áspera geografía andina, Bolívar se decidió por la segunda con el siguiente esquema general:

  • Operaciones de distracción y cobertura, a cargo de la caballería comandada por el general Páez, con su acción principal dirigida hacia Cúcuta por el propio apureño.
  • Operaciones secundarias, que encomienda al Escuadrón de la Muerte configurarían una distracción hacia Barinas. Prevenía una contramaniobra enemiga por Cúcuta […]
  • Bolívar, uniendo fuerzas con Santander en Casanare, caería por sorpresa a los valles boyacenses para buscar una decisión en el teatro de operaciones de la Nueva Granada”.

Otras instrucciones al general Páez previeron la forma de enlazar las dos direcciones ofensivas, neutralizar actividades enemigas, maniobrar sobre Caracas en caso de que Morillo “…con un ejército de tres mil hombres marche sobre la Nueva Granada”, abastecer de parque y armamento la fuerza bajo su mando. Además, fijó el 25 de junio para que Páez llegara a Cúcuta, previendo que tarde 20 días por la cordillera” (12).

Se avecinaba toda una proeza. Cruzar en pleno invierno las llanuras inundadas, escalar la formidable barrera de los Andes Orientales con un ejército semidesnudo, carente de vituallas y abrigo, a través de las escarpas heladas, por el páramo desierto, con hombres de las tierras cálidas y planas. Empresa mucho más difícil de llevar a buen resultado, toda vez que algunos oficiales –como Páez– no cumplían las órdenes o las dilataban.

Mientras el ejército republicano avanza en su nuevo plan, Morillo infiltra, levanta inteligencia y expone a la Monarquía los hechos por venir. En oficio suscrito en Calabozo el 12 de mayo de 1819, valora los avances de Santander en Casanare, “[…] ‘cabecilla’, con armas, elementos y cuadros de oficiales, a la vez que valora ‘La prontitud con que Santander ha organizado este nuevo ejército que tanto amenaza el Reino de Santafé’ […]” Al respecto de la Nueva Granada y al plan de Bolívar para maniobrar contra su territorio, describe así:

“La suerte del Nuevo Reino de Granada es la que principalmente ocupa mi atención y llena de sobresaltos […] Bolívar situado en Guasdualito “población que se halla en los confi-nes de Venezuela, a doce jornadas de los Llanos de Casanare, en cuyo punto ha reunido toda su infantería y se dispone a seguir al Nuevo Reino de Granada a operar en combinación con el cabecilla Santander, que manda en Chire y en Pore […] Allí no hay ningún cuerpo europeo respetable en el interior y todo él se halla hasta Quito guarnecido por tropas americanas, cuya confianza en estas ocasiones no se sabe hasta qué punto pueda llegar” (13).

Del Llano con inundaciones al hielo de las alturas

El 4 de junio, en pleno invierno, toma forma el giro estratégico con el cruce del caudaloso río Arauca, por Bolívar y su ejército. Las fuerzas de la libertad ahora ocupan Casanare. El cruce de la llanura será una hazaña, toda vez, que el invierno la inundó, y el ejército quedó sin tener donde abastecerse, a no ser del terreno. El hambre, la desnudez y el frío son signo general de todos los que encaran esta parte de la maniobra estratégica. Las consecuencias que se desprenden de estas dificultades estallan con la deserción del escuadrón Húsares, el cual no encuentra eco en otras tropas.

Pero luego, cuando se avanza entre Mantecal y Guasdualito, las tensiones en forma de intriga se hicieron presentes de nuevo, al culpar en voz baja a Bolívar de la mala suerte que les acompaña, y de la necesidad de deponerlo, sugiriendo el nombre de Páez para General en Jefe. Tampoco, las deserciones, que menguan la moral de la tropa. Para neutralizarla, y como enseñanza del papel del mando, Bolívar da ejemplo: “[…] se levantaba con el día, montaba a caballo para visitar los diferentes cuerpos, animarlos con palabras cariñosas o recuerdos lisonjeros. Acompañado de su estado mayor seguía al ejército; almorzaba como los demás, con carne sola, y descansaba luego en su hamaca; después dictaba sus órdenes y despachaba su correspondencia. Después de comer las tropas su corta ración, continuaba la marcha hasta encontrar, alguna mata o pequeño bosque donde acampar, o si no a campo raso.” (14).

Abrazo de Bolívar y Santander. El invierno arreció pero la marcha no paró. Los soldados cruzaron con dificultad el Llano inundado. Hombres y caballos acezan, doblegados por la fatiga de chapoteo exasperante que aniquila las fuerzas y agobia el espíritu. Así transcurrieron siete días con sus noches. El 11 acamparon en Tame, con un merecido reposo y alimento que apaciguó los cinco días que con las armas y municiones en el alto de sus brazos, anduvieron con el agua a la cintura. Al cabo de casi un año, se abrazan Bolívar y Santander. Aún falta por encarar la parte más dura de la travesía, sólo parecida a la de Aníbal de Cartago por los Alpes para atacar Roma.

“El periplo agotador del ejército, reunido ya en un solo cuerpo, prosigue vía Pore hacia la cordillera. El 27 de junio la vanguardia al mando de Santander toma el Trincherón de Paya a la entrada de la montaña”. La tropa sacó fuerzas para derrotar cerca de trescientos españoles. “Alcanzado el piedemonte, tiene fin el enloquecedor movimiento anfibio, ayu-dado por botes de cuero y con sostén en la reciedumbre de unas tropas con fibra de acero” (15).

De las posibles rutas de acceso al interior, tres se definen como los más plausibles:
Primera: Por la Salina hacia Chita, desde Tame por la margen izquierda del Casanare, por Chámeza.

Segunda: Por el eje general de Nunchía-Morcote-Paya y Pisba, transmontando el páramo por su parte más abrupta, para caer a Sochaviejo, en el altiplano boyacense.

Tercera: La de Labranzagrande, por el Páramo de Toquilla hacia Sogamoso, o por la vía Mongua y Mon-guí, hacia esta misma localidad, o con desvío a Puebloviejo.

Sámano y Barreiro cubrían la cordillera Eran las puertas de entrada a la Nueva Granada cubiertas por las tropas realistas bajo el mando del mariscal de campo Juan Sámano y el comandante de operaciones Barreiro, quienes cubrían con cuidado los pasos por Salinas, Paya, Puebloviejo, Miraflores y todo el Valle de Tenza y Medina, en confianza de que los páramos de Pisba –en temporada de lluvias– resguardaran tal puerta. Su desvirtuar del factor moral del enemigo, facilitó el factor sorpresa de la maniobra bolivariana. Actitud y moral que resaltó al elegir para su ingreso a la Nueva Granada, el paso más difícil de todos: el Páramo de Pisba.

Sorpresa y rapidez.
Una decisión que potenció al máximo dos principios del arte de la guerra: la sorpresa y la rapidez. Conjugados en esta operación propiciaron una batalla con repercusión en el desenlace y triunfo estratégico.

Una determinación del mando libertador. Más destacable, al considerar sus precarias ropas y alimentos, y la conformación del grupo humano que se atrevió a encumbrarse, en su mayoría, soldados procedentes del calor del Llano y el Orinoco. Colosal esfuerzo, sintetizado, en las palabras que retoma O’Leary: “Para formar una idea de [las montañas atravesadas] basta saber que, en cuatro marchas, hemos inutilizado casi todos los transportes del parque y hemos perdido todo el ganado que venía de repuesto” (16).

Luego describe el inmenso esfuerzo realizado por esos soldados, casi todos nacidos y procedentes de los ardientes llanos venezolanos: “Al siguiente día franquearon el páramo mismo, lúgubre e inhospitalario desierto, desprovisto de toda vegetación a causa de su altura. El efecto del aire frío y penetrante fue fatal en aquel día para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente enfermos muchos de ellos y a los pocos minutos expiraban. La flagelación se empleó con buen éxito en algunos casos para reanimar a los emparamados y así logró salvarse a un coronel de caballería. Durante la marcha de este día, me llamó la atención un grupo de soldados que se había detenido cerca del sitio donde me había sentado abrumado de fatiga, y viéndolos afanados pregunté a uno de ellos qué ocurría, contestóme que la mujer de un soldado del batallón Rifles estaba con los dolores de parto. A la mañana siguiente vi a la misma mujer con el recién nacido en los brazos y aparentemente en la mejor salud, marchando a retaguardia del batallón. Después del parto, había andado dos leguas por uno de los peores caminos de aquel escabroso terreno” (17).

“Los soldados al ver hacia atrás las elevadas crestas de las montañas cubiertas de nubes y brumas hicieron voto espontáneo de vencer o morir, antes que emprender por ellas retirada, pues más temían ésta que al enemigo” (18).

El ascenso y descenso tomó varios días, con todo detalle. “La vanguardia comandada por Santander era bási-camente la misma que operaba cuando la invasión de Barreiro a Casanare. El grueso o retaguardia eran tropas traídas por Bolívar desde Apure. […]”.

El paso fue por escalones. Para preparar la población ante la llegada del Ejército Libertador, medio batallón Cazadores, al mando del sargento mayor Joaquín París cruzó el primero de julio, con una proclama bajo la consigna de distribuirla entre la gente. A continuación,  el día 3, “…el resto del mismo batallón al mando de su titular, teniente coronel Antonio Arredondo. Luego, el resto de la División de Vanguardia el 4, para alcanzar a Socha el 5. El más duro paso correspondió a la retaguardia, a cuya cabeza cru-zó el Libertador. La lentitud por la fatiga […] ante el empina-do sendero de roca y hielo, los obligó a pernoctar allí del 5 al 6 de julio. Cuarenta hombres perecen en la marcha, ce-menterio a la vez de ganados y cabalgaduras. El día 6 la maltratada división se desgrana medio deshecha en Socha, donde las gentes prodigan atenciones” (19).

Una vez en Socha, y ante el cúmulo de enfermos, se levanta un hospital, a la par que se despliegan espías en todas las direcciones para recoger información sobre el enemigo y desvirtuar la real situación del ejército que ha entrado a la Nueva Granada.

Ofensiva patriota y defensiva realista

Cerró la retaguardia el cuerpo de ejército al mando de Soublette, compuesto por los ingleses de la Legión Británica, ganado, caballos y bagajes y 1.300 kms. de marcha.

Las operaciones de descubierta para neutralizar cualquier acción enemiga, y facilitar el descanso, llevaron a que el 7 de julio la vanguardia al mando de Santander sorprendiera una patrulla realista en la pobla-ción de Corrales. La noticia llegó a Sámano quien prefirió esperar el movimiento enemigo. Una pausa que brindó tiempo para tomar aliento a las tropas republicanas. En sus inspecciones el español identificó la conformación de la fuerza oponente. Dedujo la presencia de Bolívar y los ingleses, pero su vestuario y dotación provocaron un desprecio. Y minimizó su capacidad operativa. Con falta de iniciativa, otorgó tiempo y espacio al Libertador.

El 11 de julio, sobre el río Gámeza, tuvo lugar la primera confrontación. Barreiro –había dicho “estos andrajosos nunca nos arrebatarán Nueva Granada”– con todo su ejército en el Peñón de Tópaga, vio descender cuatro columnas del ejército patriota, que con equivocación consideró solo una parte de 2.000 hombres, cuando en verdad bajaron todos. El combate tomó cinco horas y uno y otro ejército pudo conservar sus posiciones. Al final, los realistas cuentan 74 bajas y los patriotas 88 entre muertos y heridos.

“A partir de este combate, se definen dos estrategias opuestas”

Barreiro, consideró que era superior en medios y asumió una conducta defensiva cuya esencia fue cerrar las vías hacia el interior del Nuevo Reino.  Definió esperar que su enemigo, en el afán de abrirse paso, embistiera contra sus fuertes posiciones con sólida infantería, a fin de destruirlo. Una estrategia de provocación y desgaste, para obligar al adversario a luchar en los términos que él consideraba y en su terreno. A Bogotá como el objetivo estratégico, Barreiro dedicó todos sus esfuerzos para su protección.

Bolívar, por su parte, asumió, desde el comienzo de las operaciones, una resuelta ofensiva. “Confió en si mismo y en la calidad de su ejército, con equilibrio en número pero inferior en armas y equipo. Para él y su contendor, la capital es el objetivo señalado, y, para obtener su codiciada posesión, ha de atacar” (20).

Barreiro sin ritmo Como previó Bolívar con la lectura del parte enviado por Santander, Barreiro era lento y conservador. Enfrentado a ese enemigo, Bolívar desplegó movilidad e imaginación. Arriesgó, más de la cuenta, para romper el dispositivo enemigo y coronar Santafé. Es así como cometió el error del Pantano de Vargas.

Por sorprender a Barreiro, y seguro del afianzamiento patriota sobre el valle de Sogamoso, vadeó el Chicamocha en un avance hacia el valle de Cerinza. La maniobra de Bolívar fue descubierta por Barreiro, quien dado su diseño estratégico de cortar el paso patriota se trasladó de Sogamoso, donde dirigía todas sus operaciones, a Paipa. Es ya el 18 de julio de 1819. El invierno arreció y enlodó el campo para más dificultad de cualquier operación. Una situación que el 21 de julio impidió a las tropas republicanas burlar a su adversario por uno de sus flancos.

La impaciencia de Bolívar fue mayor. Calculó un posible golpe por su espalda desde Cúcuta. Debía ganar entonces la espalda de Barreiro, pasar el Chicamocha –por el Pantano de Vargas– y al efecto ordenó construir unas balsas de junco. A las cinco de la mañana inició el cruce: pero las balsas se deshacen, hubo pérdida de tiempo y el enemigo descubrió la operación. No hubo sorpresa, sin embargo, Bolívar prosiguió en su plan.

Bolívar y un error.
“El Pantano de Vargas es una herradura de tierras bajas, parcialmente cubiertas de agua y juncales en esa época, rodeada de alturas dominantes cuya influencia táctica sobre aquel encierro hace que quien las ocupe es dueño de campo. Bolívar debió adelantar su caballería para apoderarse, al menos, del sector inmediato al punto de cruce y proteger la difícil operación. No lo hizo, avanzó apenas una compañía de Cazadores, que se disgrega del grueso y, carente de movilidad, es inadecuada para cumplir su misión. A la es-palda, el río de difícil cruce aprisiona las fuerzas imprudente-mente comprometidas, en lo que puede considerarse trampa mortal” (21).

Barreiro, al tanto de esta maniobra, tomó las alturas dominantes sobre la derecha del pantano. “Instalado su puesto de mando en al pro-montorio de la Casa de Vargas, contempla el de su antagonista, encaramado en el hoy Cerro de Bolívar, a 1.500 metros en distancia de tiro. El Cerro del Cangrejo, inme-diato al camino de Vargas, es el primero que ocupan las avanza-das españolas, a cuya derecha el Primero del Rey recibe la misión de ocupar el Cerro de la Guerra, donde ya llega la vanguar-dia de Santander” (22).

El choque ganó intensidad. Los realistas desde las alturas, los patriotas en ascenso. No fue suficiente el empeño de estas tropas para desalojar a sus enemigos. El combate es de tal proporción que los jefes de los batallones Bravos de Páez y la Legión Británica –coronel Rook– cayeron heridos. Este último perdió uno de sus brazos y murió pocos días después. “Con su fino humor y buen estado de ánimo, al momento de ser amputado su brazo no dejó de narrar las virtudes de su extremidad perdida” (23).

¡Salve usted la Patria! Bolívar sintió que sus tropas, envueltas entre promontorios y el pantano, pueden ser liquidadas por la caballería realista en acción. Allí, en la colina que hoy lleva su nombre sacó las últimas fuerzas a disposición, un pequeño grupo de 14 lanceros al mando de Rondón, quien bajo la orden ¡Coronel Salve usted la Patria! fueron sobre sus enemigos. Al verlos llegar, supusieron que detrás vendrían más. Perdieron estabilidad y con su desorganización brindaron un nuevo aire al resto del Ejército Libertador, que de esta manera se repuso y contraatacó a su contrario. Al final, cada ejército se retiró a sus posiciones y la batalla no tuvo un claro vencedor.

Rondón quien fue oficial de Boves, para destacar como guerrero en el Llano, requirió ser un buen jinete, fuerte, rudo, feroz, con fuerza de caudillo y decisión para jugar la vida en cualquier instante. Así lo corroboró en esta batalla, cuando dijo a sus lanceros: “¡Camaradas: los que sean valientes síganme, porque en este momento triunfamos!”

Un decreto de reclutamiento. Los ejércitos quedaron imposibilitados de acometer acciones ofensivas. Cada uno trató de recuperar las bajas. Barreiro demandó refuerzos a los pueblos vecinos, y Bolívar expidió un decreto con fuerza de cumplimiento que exigió la presentación de todo hombre soltero o casado, mayor de 15 y 40 años, en las provincias de Tunja, Casanare, San Martín, Pamplona y el Socorro.

Así actuó Bolívar. Sin vacilaciones. En su decreto de reclutamiento precisó, “4. Todo hombre […] que pasadas las 24 horas de la publicación no se presentare, será fusilado”.

El ejército patriota reanudó operaciones el 3 de agosto. Copó un escuadrón adelantado de los realistas sobre el río Surba. En repliegue, los españoles cedieron Paipa y tomaron posiciones firmes en El Espino. Los republicanos insistieron en pasar hacia Santafé. Con el mayor secreto, y cubierto por la oscuridad, en la noche del 4 una parte de su Ejército enrumbó hacia Tunja a través de la serranía y al amanecer alcanzó la bifurcación hacia Firavitova. Entre las 9 de la mañana y las 2 de la tarde ocuparon Tunja. Obtuvieron 600 fusiles, pólvora, alimentos, hospitales. Pero además, afectaron psicológicamente al contrario, llevándolo al afán por recuperar sus pérdidas. “El atrevido movimiento de Bolívar aterrorizó al realista y decidió la suerte de la campaña” (24).

La audacia, la sorpresa, de nuevo, fueron los factores fundamentales que permitieron a las tropas republicanas avanzar en el territorio. Ante la realidad, las tropas del rey dejaron la inmovilidad para cerrar el paso hacia Santafé de sus enemigos. Entonces, sin reposo, marcharon durante el día 6 de agosto a toda velocidad, A las tres y media del 7 de agosto, luego de tomar dos horas de reposo, las tropas de Barreiro retoman el camino

“Dos vías se presentan en aquel momento como posibles alternativas una vez alcanzado el Alto de Sora: desviar hacia Chiquinquirá para aproximarse hacia la capital por el Valle de Ubaté y Zipaquirá, o torcer hacia el este para desembocar al camino real de Tunja, en inmediaciones del puente sobre el río Teatinos. Barreiro escoge el segundo, obsesionado por la urgencia de cortar el paso a Bolívar. Así marcha hacia el Puente de Boyacá y, fatalmente, hacia su destino”.

La Libertad y el fragor de la batalla

El terreno donde se libró la batalla no es ancho ni espacioso. Está lleno de ondulaciones. “Los caminos que conducen de Santafé a Tunja y Samacá, […] se encuentran en una ‘y’ abierta, cuyos brazos son separados por el Cerro de Tobal, en tal forma que no existe visibilidad entre uno y otro, sino en el momento de su encuentro casi sorpresivo. El ramal a Tunja se desarrolla en cierta forma aprisionado por las estribaciones del dicho cerro, de tal manera que el avance de una formación de tropa debe hacerse en columna profunda” (25).

Hacia la una de la tarde, por la vía a Samacá, luego de una afanosa marcha, aparecieron las tropas monárquicas. Al ver el terreno libre, dedujeron que las fuerzas enemigas aún no tenían camino hacia Santafé y aprovecharon el momento para tomar reposo. Sin embargo, a pesar de no verlas, desde las 10 de la mañana las fuerzas bolivarianas venían de Tunja con una orden perentoria “…destruyan a Barreiro donde se encuentren”. Y el encuentro fue casual.

En una vuelta de camino, la protección dispuesta por los republicanos alcanzó a ver a los españoles y con fuego de fusil acometieron contra ellos. Los movimientos fueron rápidos en uno y otro bando. Las tropas en descanso tomaron posiciones y quienes avanzaban hacia Santafé desplegaron toda su capacidad. Las órdenes cruzaron todo el campo. El ataque republicano fue general, con tal vigor que los soldados del rey resultaron empujados hacia el río. Pasaron el puente hoy llamado de Boyacá y trataron de contener la vanguardia de los libertadores.

Barreiro envió tropas de refuerzo para impedir que las realistas fueran copadas. Bolívar dio una orden igual. Del camino a Tunja surgieron centenares de patriotas sin dar respiro a su enemigo.

“Dos combates separados configuran el gran todo de la acción. Al sureste, sobre la línea del Teatinos forcejean las dos vanguardias. Al noreste, la línea del rey con tres batallones de infantería, la artillería al centro, la caballería en las alas, con los Flanqueadores a la izquierda. Dragones y Granadores a la derecha” (26). La caballería llanera arremetió al galope. Un escuadrón por el centro cayó sobre la artillería que no realizó sino tres disparos. “El Primero de Llano Arriba carga sobre el ala derecha de la caballería hispana que espera a pie firme. Luego, en el momento del choque, el pánico se desata sobre Dragones y Graderos, todos españoles, que inician fuga […]. La infantería echa atrás y apenas hace fuego. No lucha” (27).

El Teatinos fue testigo. El desorden y la confusión ganaron espacio. Sobre el Teatinos, el enemigo perdió su espalda cuando los independentistas atacaron sin dar respiro. El espectáculo fue de derrota para los españoles, cuyas unidades en desorden, en fuga, trataron de salvarse.

“A las cuatro y media de la tarde los fuegos se han silenciado en el campo de batalla” (28). A continuación los fugados sintieron la persecución, a quienes los alcanzan por la vía a Ventaquemada. Bolívar, entre tanto, “hizo un dramático descubrimiento en el campo de su victoria en Boyacá: entre los prisioneros estuvo al italiano Francisco Vinoni, a quien Bolívar creía responsable de la entrega a los españoles de la fortaleza de Puerto Cabello, y en 1812 juró ahorcar. La muerte de Vinoni fue la única represalia autorizada por él” (29).

Casi todo el ejército español quedó bajo control de los libertadores: “Fue prisionero el general Barreiro, a quien tomó en el campo de batalla el soldado del “Rifles” Pedro Martínez; fue prisionero su segundo el coronel Jiménez, casi todos los comandantes y mayores de los cuerpos, multitud de subalternos y más de 1.600 soldados; todo su armamento, municiones, artillería, caballería, etcétera”. (30)

Anzoátegui rindió a los españoles. A la hora de hacer los balances y precisiones, deben destacarse las particularidades del combate. “Nada puede ser comparable a la intrepidez de Anzoátegui, al cual le tocó la honra de rendir al cuerpo principal del enemigo. A él se debió en gran parte la victoria. Discípulo de Bolívar, su compañero en la desgracia, su auxiliar en la guerra, su amigo en todas partes y en todas las ocasiones, tan valiente de entendimiento como de corazón, conocía las cosas en su punto y sabía lograrlas. Se esforzó heroico en Boyacá […] Hacía el enemigo un fuego terrible, pero Anzoátegui y los suyos, con movimientos audaces y ejecutados con la más estricta disciplina, envolvieron todos los cuerpos enemigos” (31).

Con guirnaldas, Bolívar entró triunfal a Santafé

Huyó Sámano. Tan solo un día después de la hecatombe de las fuerzas del Rey, la noticia llegó a los oídos en Santafé, donde nadie pensó en resistir. El primero en tomar la huida, con una ruana y sombrero indígena como disfraz, fue el virrey Sámano que abandonó más de medio millón de pesos en monedas y cien mil pesos en barras de oro. Además de estos recursos, y como medida de fuerza para remediar las necesidades más urgentes, se decretó el secuestro de las propiedades de los españoles y americanos que habían emigrado. Un día después, el 10 de agosto, el Libertador entró triunfante en Santafé.

Consciente de la necesidad de tomar control de la Nueva Granada, Bolívar apresuró su marcha. “Iba acompañado de Soublette, Raimundo Freites, Justo Briceño, y otros […]. En unas partes vitoreaban al Rey y en otras la Independencia” (32).

Al llegar a Santafé, lució “chaqueta militar sobre las carnes, pues en la campaña había perdido las pocas camisas de que disponía, entró en la capital del Virreinato granadino, y a su paso por las calles centrales, los curiosos primero y los entusiastas después, fueron formándole escolta que no tardó en convertirse en manifestación popular”. Una señora “[…] salió a la calle de San Miguel, y al encontrar al Libertador en la esquina de la Calle Florián, le cogió la pierna derecha y le dijo: ‘¡Dios te bendiga, fantasma!’” (33). Pero las opiniones variaban: mientras unos lanzaban vítores a los libertadores, otros reclamaban al Rey.

Testigos de la entrada de Bolívar a Santafé precisaron: “Desmontó con agilidad y subió con rapidez la escalera. Su memoria era felicísima, pues saludaba con su nombre y apellido a todas las personas que había conocido en 1814. Sus movimientos eran airosos y desenfadados… Tenía la piel tostada por el sol de los Llanos, la cabeza bien modelada y poblada de cabellos negros, ensortijados. Los ojos negros, penetrantes, y de una movilidad eléctrica. Sus preguntas y respuestas eran rápidas, concisas, claras y lógicas. […]. Cuando hablaba o preguntaba, cogía con las dos manos la solapa; cuando escuchaba a alguien, cruzaba los brazos…” (34).

Decisiva victoria pero no el fin de la guerra. “Desde el primer momento, la preocupación fundamental de Bolívar fue crear en el ánimo de los santafereños y de los granadinos todos, la conciencia de que el triunfo de Boyacá no significaba el fin de la guerra, sino un primer y feliz paso para alcanzar la victoria final […]. Por eso, nunca llegó en su entusiasmo hasta atribuir públicamente a esta acción el carácter decisivo que ella tenía para el conde de Cartagena, por ejemplo, quien al enterarse de la derrota de Barreiro y la toma de Santafé, escribió al gobierno de Madrid:

‘El sedicioso Bolívar ha ocupado a Santafé y el fatal éxito de esta batalla ha puesto a su disposición todo el reino y los inmensos recursos de un país muy poblado’ […]. Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del rey ganaron en muchos combates” (35).

Sin descanso, activo, pensando en neutralizar una posible contraofensiva monárquica o un nuevo intento de ‘reconquista’, Bolívar ordenaba movimientos de tropas hacia una y otra provincia en procura de darles alcance a las fuerzas del Rey que habían huido. De esta manera, fueron alcanzadas unas en cercanías a Popayán y otras en Cúcuta. Al mismo tiempo, nombraba responsables del poder civil en cada provincia.

Con visión de justicia, Bolívar dejó en libertad a todos los soldados del Rey, aceptando en el ejército libertador a todos aquellos que lo deseasen. Pero al mismo tiempo, sometió a prisión a Barreiro y 38 de sus principales oficiales, con los cuales intentó un intercambio de prisiones con el Virrey: “individuo por individuo, grado por grado, empleo por empleo”. Precisó Bolívar, si se acepta el canje, “se cambiaría primero la oficialidad y tropa inglesas, prisioneros en Portobelo en la derrota de McGregor, segundo la oficialidad y tropa prisioneras en Santa Marta y Cartagena, y tercero los paisanos condenados a presidio por sus opiniones patriotas” (36).

La propuesta fue malograda por la actuación de Santander, que en ejercicio desmedido de su poder, cedido ante la ausencia obligada de Bolívar para atender los asuntos de la guerra, ordenó sin justificación alguna, y en condiciones totalmente injustas, el fusilamiento de los mismos. Tal fue el despropósito, que la medida fue criticada en las Antillas, y en Venezuela no fue publicada en los archivos de los actos públicos, y Bolívar la deploró por inhumana.

Bolívar decretó la conformación de Colombia

El 20 de septiembre, una vez impartidas las medidas que disponían atender de manera adecuada la educación de los niños, anular algunos tributos y ordenar las rentas, disponer el reforzamiento del ejército, enviar dinero para comprar armas y otras muchas medidas que dan cuenta de su capacidad de estadista, Simón Bolívar parte de Santafé hacia Venezuela para llegar a Angostura el 11 de diciembre.

En la capital de la guerra que llevaría la libertad a los venezolanos, Bolívar apenas tomó un día de descanso, para enfrascarse en labores con los congresistas de Angostura. Los debates daban cuenta del plan de guerra que debía aplicarse de inmediato, a la par que explicaba la necesidad de unir en un solo país a Venezuela, Santafé y Quito, bajo el nombre de Colombia.

La propuesta, sustentada ante los congresistas y validada por la inmensa gesta de la cual regresaba el Libertador, fue avalada sin reparos. De esta manera, el 17 de diciembre de 1819 se dictó el decreto que así lo estipulaba. El mismo precisa en algunos de sus apartes:

Artículo 1. Las repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola, bajo el título glorioso de República de Colombia”.

“Artículo 5. La República de Colombia se dividirá en tres grandes departamentos: Venezuela, Quito y Cundinamarca, que comprenderá las provincias de la Nueva Granada, cuyo nombre queda desde hoy suprimido. Las capitales de estos departamentos serán las ciudades de Caracas, Quito y Bogotá, quitada la adición de Santafé”.

“Artículo 8. El Congreso General de Colombia se reunirá el 1º de enero de 1821 en la Villa del Rosario de Cúcuta […]”.

Con la satisfacción de ese logro, vendrían nuevas campañas tras el propósito fundamental: copar Caracas, libertar Venezuela, desalojar a los españoles de América. El Congreso de Cúcuta, escenario de amplios debates y de precisión de contradicciones que llevarían a la posterior disolución de la Gran Colombia, será el próximo escenario que debe afrontar Bolívar.

1    Liévano, Aguirre, Indalecio, Bolívar, Presidencia de la República Venezuela, 1974, pp. 192 -193.
2    Lecuna, Vicente, Crónica razonada de las guerras de Bolívar. T. II, The colonial press, 1950, p. 278.
3    ibíd, pp. 279-281.
4    Valencia Tovar, Álvaro, El ser guerrero del Libertador, Instituto Colombiano de Cultura, 1980, p. 173.
5    ibíb., pp. 176-177.
6    ibíd., p. 180.
7    ídem.
8    ídem
9    O’Leary, Daniel Florencio, Memorias del general Daniel Florencio O’Leary, T. I., Imprenta Nacional, Caracas, 1952, pp. 546-547.
10    ibíd., 549.
11    Liévano, Aguirre, op. cit.,  p. 309.
12    ídem.
13    Valencia Tovar, op. cit.., p. 187.
14    O’Leary, op. cit.., p. 543.
15    Valencia Tovar, op. cit., p. 191.
16    O’Leary, op. cit., p. 566.
17    O’Leary, op. cit., p. 568.
18    ídem.
19    Valencia Tovar, op. cit., pp. 194-197.
20    ídem., p. 199.
21    ídem., p. 204.
22    ídem., p 205.
23    O’Leary, op. cit., p. 659.
24    O’Leary, op. cit. p. 657.
25    Valencia, Tovar, op. cit., p. 213.
26    Valencia,Tovar, op. cit., p 220.
27    ídem.
28    Valencia,Tovar, op. cit., p 221
29    Liévano, Aguirre, op. cit., p. 229
30    Liévano, Aguirre, op. cit., p. 227
31    Larrazábal, Felipe, Simón Bolívar, vida y escritos del Libertador, Tomo II, ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, Venezuela, 2001, p. 164.
32    Larrazábal, op. cit., p. 165.
33    Liévano, op. cit., p. 229.
34    Liévano, op. cit., p. 227.
35    Liévano, op. cit., p. 230.
36    O’Leary, op. cit., pp. 583-584.

Bicentenario de la Independencia

Simón Bolívar: una concepción de avanzada para América y el mundo

Jaime Celis
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En desarrollo de su concepción de avanzada, el Libertador produjo el proyecto político más original y democrático del continente, inclusive más progresista que lo propuesto por el liberalismo europeo y el estadounidense, y trabajó por él hasta su muerte, quedando inconcluso, en cuanto a su aplicación, debido a la oposición, el saboteo y la agresión que, en defensa de sus privilegios, hizo la élite, apoyada por las clases dominantes de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. De todas maneras, contribuyó a enriquecer el ideario de avanzada en todo el mundo, particularmente en América, del cual forma parte sustancial.

Cuando Simón Bolívar, en el monte Sacro, frente a Roma, en compañía de su revolucionario maestro Simón Rodríguez, en 1805, juró libertarnos de los españoles, debió presentir, como lo hace todo hombre excepcional, que estaba poniendo la primera piedra de su proyecto político, el más original y progresista de América y el mundo, proyecto que, nacido de su concepción de avanzada (fundamentada en los ideales y las luchas indígena, negra y comunera, así como en lo más desarrollado del pensamiento revolucionario francés, particularmente de Rousseau), buscó consolidar en su vida pública sin que lo lograra, como debía ser, por culpa de la férrea oposición de los más poderosos grupos económicos nacionales, atrasados y feudales (latifundistas, entre ellos un sector de la Iglesia, comerciantes usureros y grandes mineros, quienes venían vinculándose, en situación de dependencia, a los capitalistas europeos, particularmente del imperio inglés, y a los estadounidenses) y extranjeros, seguidores de las teorías individualistas y utilitaristas del principal ideólogo del capitalismo de entonces, Jeremías Bentham, que veían amenazados sus seculares privilegios y buscaban mayores ganancias.

En documentos como La Carta de Jamaica (1815), el Discurso ante el Congreso de Angostura (1819) y la Constitución Boliviana (1825), además de muchos escritos y normas, el Libertador dejó ver el pensamiento que plasmó en su proyecto político, que contemplaba básicamente tres grandes bloques, interrelacionados dialécticamente y, por consiguiente, dependientes unos de otros: ellos son:

1. Independencia de las colonias españolas. En primer lugar, Bolívar fue uno de los pocos que captaron la idea de que la lucha revolucionaria por la independencia debía tener como meta la separación de España y fundamentalmente la instauración de un nuevo modelo de sociedad que garantizara las reivindicaciones de los más humildes, quienes conformaban la mayoría de la población y afrontaban una situación de miseria, ya que independizarnos para seguir con un sistema injusto y excluyente, así se le calificara como constitucional, republicano, democrático y liberal, no tenía sentido. Esta política, la más avanzada en América y el mundo (que le dio un carácter específico a nuestra lucha), era contraria a la de la minoritaria élite criolla, que desde un comienzo no se preocupó sino por defender sus injustos privilegios, cuestión que llevó al fracaso el proceso de Independencia, en su primera etapa (lo que concretó Pablo Morillo, en 1815 y 1816, con la Reconquista), pues mucha gente del pueblo o se negó a luchar (no veía razones para hacerlo) o se sumó a los españoles, quienes los atrajeron con propuestas demagógicas que luego no les cumplieron, tal como ocurrió, por ejemplo, en el sur de la Nueva Granada y en Venezuela. Esta visión social del problema permitió que Bolívar vinculara a buena parte de la población pobre en su ejército, que ahora veía nuevas perspectivas y lograba finalmente el triunfo. En este sentido, debe anotarse que Bolívar convivió, en las condiciones más difíciles, día y noche, por espacio de 20 años, con sus tropas, compuestas por personas humildes (acompañadas en la parte posterior por Las Juanas, esposas, madres, hermanas e hijas de los soldados, quienes cumplieron una labor trascendental en la lucha, todavía no reivindicada suficientemente), lo que le permitió fraternizar con ellas, llegando a entender su situación y sus aspiraciones. Esto resultó ser un factor fundamental en el desarrollo de su pensamiento de avanzada.

Pero, además, para el Libertador era claro que sólo expulsando hasta el último soldado español del territorio americano era posible la Independencia, pues, si se permitía la presencia de ejércitos enemigos en cualquiera de las antiguas colonias, ellos serían una amenaza, por cuanto estarían atentos a la reconquista. Por eso, no se limitó a la guerra en su patria sino que la llevó sin descanso a otros lugares, hasta obtener la separación de cinco naciones (hoy seis) del imperio de Fernando VII.

Por último, no se debe olvidar que Bolívar fue un estratega militar de condiciones excepcionales, así como un gran dirigente carismático, factores sobresalientes en el resultado final.

2. Instauración de un modelo de sociedad democrática. Para el Libertador era fundamental, una vez obtenida la Independencia, instaurar un modelo de sociedad democrática que tuviera en cuenta las condiciones concretas latinoamericanas, y por consiguiente no fuera copia fiel de modelos foráneos, eso sí, contemplando y adaptando a nuestra realidad los fundamentos más progresistas de otras revoluciones (como la inglesa, la francesa o la estadounidense), y creando otros nuevos, según las necesidades. Tal modelo de sociedad comprendía dos grandes elementos:

a.    En lo político, establecimiento de la República constitucional que contemplara la soberanía del pueblo, la división del poder en ramas (Bolívar consideraba que debían ser cuatro y no tres, pues añadía la electoral, que velaría por el respeto de las conquistas sociales), el voto comunitario y el establecimiento de unas relaciones internacionales en pie de igualdad, es decir, sin sometimientos.
b.    En lo económico, social y cultural, igualdad y libertad, supresión de los privilegios y la esclavitud, respeto por la cultura y la tierra de los indígenas, educación para todos, defensa de la artesanía, en la perspectivas de desarrollar una incipiente industria nacional (con medidas proteccionistas, como los altos aranceles para los artículos extranjeros o la prohibición de su importación cuando se estuvieran produciendo aquí), racionalización de la utilización de las riquezas naturales y su protección, para evitar su explotación rapaz, y tolerancia en todos los campos, en especial el religioso y el racial.
 

3. Creación de una gran nación o federación con las extintas colonias españolas. Consideraba el Libertador la necesidad de una gran nación o, en su defecto, una federación con países como Colombia (que involucraba a Venezuela y Ecuador), Perú, Bolivia, Chile, Centro América y México, que manejara un ejército de 100 mil hombres mínimamente. Con esto buscaba, en defensa de una verdadera soberanía, enfrentar el naciente poder de Estados Unidos (que intentaba, según lo declarado por el presidente James Monroe en 1823, intervenir en los asuntos internos latinoamericanos, teniendo como pretexto la posible llegada de los ejércitos de los imperios europeos, organizados en la Santa Alianza) y lograr el equilibrio mundial con respecto a tales imperios, con quienes aspiraba a desarrollar relaciones de todo tipo, en igualdad de condiciones, sin sojuzgamientos ni dependencias.

Esta federación (iniciada con la Gran Colombia), para cuya creación citó el Congreso de Panamá en 1826, fracasó no sólo por culpa de las oligarquías de los países convocados, quienes ponían sus intereses particulares por encima de los generales, sino también por la intervención de potencias extranjeras que consideraban peligrosa tal propuesta para sus pretensiones imperiales. Se perdía así la mejor oportunidad para nuestro desarrollo equitativo e independiente.

En resumen, por todo lo expuesto, no queda duda de que el proyecto político de Bolívar fue el más avanzado que se dio en América y el mundo de entonces, razón por la cual fue saboteado y su autor agredido permanentemente por aquellos nacionales o extranjeros que veían en peligro su statu quo, llegando hasta el acto más infame, como fue el intento de asesinarlo. Su pensamiento es digno de ser rescatado, analizado y profundizado, ya que forma parte del legado universal de quienes aspiramos a ver un modelo de sociedad soberano, en el que los más profundos valores humanos sean el centro de su desarrollo y se conciban por encima del mercantilismo.

José Martí, consciente del papel histórico del Libertador, escribió: “Lo que Bolívar no hizo está todavía por hacer en América”. E Indalecio Liévano Aguirre, su más profundo analista e investigador, dijo: “Su vida extraordinaria hizo grande a la América española en el pasado, y su pensamiento, pleno de posibilidades, puede hacerla nuevamente grande en el futuro”.

Los dos proyectos políticos para la Independencia

Cuando se dio el Grito de Independencia en la Nueva Granada, como en buena parte de la América hispana, comenzaron a manejarse dos proyectos políticos. De una parte, revolucionarios, por cuanto proponían –cada uno a su manera y con características propias y diferencias profundas de concepción–, reemplazar el caduco y dependiente régimen político colonial, con un nuevo y más avanzado sistema de gobierno, el constitucional republicano, que contenía elementos de las revoluciones capitalistas que venían desarrollándose principalmente en Inglaterra, Francia y Estados Unidos; de otra, muy diferentes, porque uno de ellos abogaba por una democracia a fondo, por medio de reformas también en lo social, económico y cultural, que favorecieran a toda la comunidad, mientras el otro planteaba conservar los atrasados elementos feudales y esclavistas heredados de la colonia, al servicio de la élite.

El primero de ellos era el democrático amplio o bolivariano, que formaba parte de esa gran corriente de avanzada que ha atravesado toda nuestra historia, pues se inició con las luchas y concepciones indígena, negra, comunera y campesina; tomó elementos de las revoluciones burguesas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y sigue hoy día con las del pueblo en general. Durante las insurrecciones de 1810 y 1811, encabezadas por José María Carbonell y Antonio Nariño en Santafé de Bogotá, y los hermanos Gutiérrez de Piñeres y Pedro Romero (jefe de los Lanceros de Getsemaní, cuerpo armado compuesto por mulatos) en Cartagena, se exigió la independencia absoluta, en oposición al patriciado criollo, que seguía reconociendo al Rey de España. Luego, sus dirigentes fueron partidarios del sistema centralista, en oposición al federalista que quería imponer el criollismo (para garantizar sus intereses particulares en las regiones, en detrimento de los generales, de nivel nacional), lo que llevó a la Patria Boba. A partir de 1815, cuando se vino la reconquista española con Pablo Morillo, el liderazgo fue asumido por Simón Bolívar, quien le inyectó nueva dinámica por medio de propuestas a favor del pueblo, lo que le permitió fortalecer su ejército con gentes del común, hasta lograr la Independencia de nuestro país y de cuatro más (hoy cinco). Más tarde, el Libertador le daría cuerpo legal con la Constitución Boliviana de 1825. Por tal razón, a este proyecto lo denominaremos también como bolivariano. El caraqueño promovió un modelo de sociedad en que se tuviera en cuenta no sólo el aspecto político, implementando el régimen constitucional republicano, de amplia participación ciudadana, sino además profundas transformaciones económicas, sociales y culturales, para superar el atrasado modelo feudal y esclavista de la Colonia, y reivindicar a toda la comunidad, garantizando al máximo la igualdad y la libertad. Por tanto, tal proyecto se convirtió en el más democrático de América y el mundo en su época.

Otro proyecto político fue el democrático limitado o de la élite, promovido por los criollos ricos (latifundistas –entre ellos un sector de la Iglesia–, así como comerciantes y grandes mineros), que formaban parte de la gran corriente tradicionalista, que, como la anterior, también atraviesa nuestra historia, pues se inició con la invasión española y su concepción feudal-esclavista, tomó elementos de las revoluciones burguesas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y prevalece hasta hoy con una posición proélite. En la Colonia, quienes la impulsaban lo hacían para defender sus intereses, sometiendo inhumanamente a indígenas, negros y población en general. Fueron los principales promotores de las insurrecciones de 1810 y 1811, pues inicialmente aspiraban a formar parte del gobierno, sin cambiar las estructuras coloniales, económicas, sociales y culturales que les garantizaban sus privilegios y riquezas. Los principales dirigentes, como Camilo Torres, Acevedo y Gómez, Francisco José de Caldas, Rodríguez Torices y otros más, en un comienzo mantuvieron una posición de obediencia frente al Rey; poco después, cuando aceptaron la independencia absoluta por presión popular, adoptaron el sistema federalista, poniendo sus intereses particulares sobre los generales, lo cual desembocó en una guerra civil con los centralistas, conocida como Patria Boba, que, por la actitud excluyente respecto al pueblo (que así carecía de aliciente para participar en la lucha), facilitó la reconquista española que les costó la vida a muchos de sus dirigentes.
Al alcanzar la Independencia con la batalla de Boyacá, el proyecto se legalizó en la Constitución de Cúcuta (1821), bajo la dirección de Francisco de Paula Santander. Así se impuso definitivamente, con la de 1832 y las posteriores, siendo determinante la de 1886, que rigió hasta 1991. El modelo de sociedad que estableció fue un híbrido, pues en lo político se alimentó ideológicamente de las revoluciones burguesas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, utilizando el régimen constitucional republicano pero recortado, mientras que en lo económico, lo social y lo cultural mantuvo las estructuras feudales y esclavistas, discriminatorias y de casta, heredadas de la Colonia, a favor de sus intereses, excluyendo al pueblo en general, que era la mayoría.

Proyecto político bolivariano o de democracia amplia

  1. Tuvo sus antecedentes en las luchas y las concepciones de índole indígena, negra y comunera, de niveles nacional y americano, y en las de las revoluciones burguesas ya señaladas en el campo internacional. Sus seguidores participaron activamente en las sublevaciones del 20 de julio y de Cartagena, bajo la exigencia de independencia absoluta.
  2. Contó con los aportes de personajes como José Antonio Galán, Antonio Nariño, José María Carbonell, los hermanos Gutiérrez de Piñeres y Pedro Romero, pero su diseño final fue logrado por el Libertador.
  3. Le permitió a Bolívar agrupar a los sectores populares, que ahora veían que sus intereses eran tomados en cuenta, lo cual se constituía en razones válidas para la lucha. Ello llevó al triunfo final y la independencia.
  4. Contemplaba como necesaria la independencia de todas las colonias españolas, para evitar una posible reconquista, como ya había sucedido.
  5. Buscaba instaurar un modelo de sociedad original, de acuerdo con nuestras condiciones concretas, es decir, que no fuera copia fiel de otros, coherentemente revolucionario y democrático en sus elementos, cuyas características centrales, para su más fácil explicación, analizaremos en dos grandes componentes:

En lo político

a.    Adopción de un régimen constitucional republicano, de democracia amplia, pues promovía el voto sin restricciones por riqueza individual, solamente teniendo en cuenta la honradez y el saber leer y escribir (que se garantizaría con la educación popular general), así como la igualdad y la libertad para todos y el reconocimiento de que la soberanía emanaba del pueblo.
b.    Relaciones, en pie de igualdad, con todos los países, sin dependencia, garantizando la defensa de la soberanía nacional, para lo cual promovió la creación de una nación o, en su defecto, una federación con las extinguidas colonias españolas, que permitiera enfrentar las pretensiones de los imperios europeos, especialmente el inglés, o las de Estados Unidos, que ya empezaba a perfilarse como potencia.

En lo económico, lo social y lo cultural

a.    A partir de la consideración de que la mal llamada ‘conquista española’ fue un acto de barbarie contra los aborígenes, abogó por el respeto de su cultura y la defensa de sus tierras, manteniendo los resguardos que no permitían la venta de ellas. Además, luchó por que las expropiadas a los españoles y las comunales les fueran entregadas legalmente a los naturales. Igualmente, les otorgó reconocimiento como ciudadanos.
b.    Abogó por la libertad de los esclavos, así como por la supresión de su comercio y su explotación.
c.    Buscó la defensa de los artesanos en la perspectiva de la creación de la industria nacional, para lo cual fue partidario del proteccionismo que determinaba aranceles para los productos extranjeros o la prohibición de importarlos si se estaban elaborando aquí.
d.    Promovió la entrega a los soldados rasos de su ejército, pertenecientes a las clases populares, de las tierras confiscadas a los españoles.
e.    Garantizó la intervención del Estado en defensa de los más desprotegidos.
f.    Impulsó la educación popular, moderna, general y única, sin exclusivismos ni discriminaciones. Propuso un novedoso proyecto de educación para la mujer.
g.    Dictó normas para defender los recursos naturales, que evitaran su explotación rapaz.
h.    Se opuso a toda forma de racismo.
i.    Defendió la tolerancia religiosa, aunque reconocía a la religión católica como oficial.
 

En resumen, este proyecto, ampliamente revolucionario y democrático en lo político, lo económico, lo social y lo cultural, fue el más progresista de América y el mundo. Por eso, hace parte sustancial de la corriente de avanzada que busca el desarrollo de un modelo de sociedad al servicio de todos.

Proyecto político de la élite o de democracia recortada

  1. Tuvo sus antecedentes en las concepciones y luchas de los invasores españoles, en el nivel nacional, además de las provenientes de las citas revoluciones internacionales; su creadora e impulsora fue la élite (latifundistas –entre ellos un sector de la Iglesia–comerciantes y grandes mineros), que tuvieron papel determinante en los gritos de independencia, por cuanto fueron sus promotores y pasaron a ocupar el poder político.
  2. Sus principales dirigentes, muchos de los cuales pagaron con su vida, fueron Camilo Torres, José Acevedo y Gómez, Francisco José de Caldas, Rodríguez Torices, García de Toledo, Juan del Corral, distinguiéndose Francisco de Paula Santander, quien llegó a convertirse, luego de la Batalla de Boyacá, en su principal ideólogo.
  3. Como fue diseñado por la élite para favorecer sus intereses y mantener sus privilegios, no tenía en cuenta las reivindicaciones populares, lo que llevó a que mucha gente no se interesara por él y, por consiguiente, no participara en la lucha, cuestión que contribuyó fuertemente en la reconquista española.
  4. No se preocupó sino de la independencia de la Nueva Granada, en beneficio de la élite regional, sin tener en cuenta los intereses comunes con las demás naciones, lo cual mostró su miopía política. Esto conllevó la vinculación a los mercados internacionales manejados por los imperios, en condiciones de dependencia, todo ello en detrimento de la soberanía nacional.
  5. Buscaba instaurar un modelo de sociedad híbrido e incoherente, parcialmente revolucionario y democrático en lo político, a imitación de los Estados Unidos, pero predominantemente atrasado en lo económico, lo social y lo cultural, ya que mantenía las estructuras feudales y esclavistas heredadas de la Colonia española. Sus rasgos más destacados eran:

En lo político

a.    Adopción del régimen constitucional republicano que venía dándose en Estados Unidos, que, siendo revolucionario, era parcialmente democrático por cuanto sólo garantizaba los intereses de la élite, ya que, por ejemplo, la libertad y la igualdad eran para tal clase, y el voto podía ejercerlo únicamente quien tuviera determinado capital; además, consideraba que la soberanía emanaba de Dios.
b.    Establecimiento de relaciones con otros países de acuerdo con sus intereses elitistas, sin importar el respeto por nuestra soberanía. En tal sentido, adhirió a la política panamericanista promovida por los Estados Unidos, con su conocida Doctrina Monroe, la cual pregonaba: “América, para los americanos”, con lo que se inició la penetración, entre nosotros, de la naciente potencia.

En lo económico, lo social y lo cultural

a.    A partir de la consideración desarrollada en la Colonia por la élite, en cuanto a que la ‘conquista’ había sido un acto civilizatorio y de evangelización, y los indígenas eran seres inferiores, en este proyecto se mantuvo ese criterio, razón por la cual a los nativos se les siguió despreciando, desconociéndolos como ciudadanos. Además, se buscó arrebatarles sus tierras con medidas que eliminaban y parcelaban los resguardos, lo cual permitía que los latifundistas se hicieran a ellas comprando, engañando o violentando.
b.    Mantuvo la esclavitud y su infame tráfico, ya que garantizaba mano de obra y grandes ganancias.
c.    Estuvo de acuerdo con el libre cambio, o sea, la importación y exportación de productos sin restricción, favorable a los comerciantes, así se golpearan la artesanía y las posibilidades de iniciar un desarrollo industrial, lo cual aseguraba el subdesarrollo y la dependencia.
d.    Promovió el reparto de tierras que les fueron confiscadas a los españoles, a favor de la oficialidad del ejército, proveniente de la élite.
e.    Fue partidario de la no intervención del Estado en los asuntos económicos (“Dejar hacer, dejar pasar”), en pro de los más poderosos.
f.    Mantuvo el criterio de que la educación era para la élite (‘blancos’ y ‘blanqueados’). Las reformas realizadas en este campo tenían que ver con los beneficios para esa clase social.
g.    Consideró que podía explotar los recursos naturales sin medida, teniendo en cuenta solamente la ganancia.
h.    Siguió sosteniendo al racismo en lo ideológico, tan crudamente como en la Colonia.
i.    Mantuvo la intolerancia religiosa, imponiendo el catolicismo y la mutua dependencia entre el Estado y la iglesia católica.
 

En síntesis, este proyecto, revolucionario y parcialmente democrático en lo político, era profundamente atrasado, antirrevolucionario y antidemocrático en lo económico, lo social y lo cultural, y por eso se constituye como elemento de la corriente tradicionalista que busca mantener un modelo de sociedad excluyente para la mayoría de la población.

Bibliografía

Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, 4ª cuarta ed., 1972, Indalecio Liévano Aguirre.
Bolívar, 2ª ed., 1979, Indalecio Liévano Aguirre.
Bolivarismo y monroísmo, 4ª ed., 2007, Indalecio Liévano Aguirre.
El proyecto político del Libertador, 1983, Anatoli Shulgovski.
Bolívar: pensamiento antiimperialista, Francisco Pividal.
Mi Simón Bolívar, 5ª ed., 1995, Fernando González.
Caminos de piedra, 1955, Eduardo Arroyave Vélez.

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