Aparece, sin un signo astral que lo anuncie, el segundo “Cuerpo de Letras”. Viene con el Número Uno en la frente. Deja atrás las vicisitudes que rodearon su bautizo de fuego. Deja atrás la sobreexcitación del parto prematuro o, acaso, de la gestación demasiado prolongada. El ciclo de su primera aparición y los efectos en los colaboradores son el pasado; los lectores que se asomaron a sus páginas, sobreviven en los recuerdos de la redacción como ansia y expectativa. Solo la leyenda oral retrospectiva puede tejer domésticamente los hilos perdidos de sus diversos sentidos y sentimientos. Nadie nos escribió a la redacción. No es queja; simple corroboración de un estado de ánimo de un público que se desacostumbró, simplemente, a revirar en forma abierta. El guardar silencio es también una forma de responder; tiene la ventaja de estimular la imaginación conjetural sobre la aceptación, la indiferencia o el rechazo. Solo la vanidad nos sugiere que hubo más sorpresa y disfrute instructivo por parte de los diseminados lectores que agresión disimulada. Si algo caracterizó, eso sí la reacción de los lectores con que nos tropezamos, en la calle, universidad, café, fue el sentimiento casi unánime que no nos habíamos equivocado rotundamente. “Parezco trasportada al siglo XIX”, dijo una profesora de literatura. “De eso se trata, de acertar a base de anacronismos vigilantes”.
Fueron, sea dicho de paso, muchas personas las que se acercaron a los redactores en forma personal y a los colaboradores, para poner de manifiesto la buena ocurrencia de revivir una tradición cultural que se ha perdido desde la muerte del Magazín de “El Espectador”. “Todos los magazines dominicales de Colombia se parecen a Carrusel”, nos aseguró una connotada artista, al hacerle entrega de nuestro “Cuerpo” en su fase germinal. Esperamos no haber defraudado sus expectativas como exigente lectora. “He salido de mi sonambulismo habitual de lector”, nos dijo un desconocido, con gesto de aprobación. No menos franca satisfacción nos causó la acogida entusiasta del artículo de Selnich Vivas. Su discusión polémica sobre la Ley de protección de las lenguas indígenas nos hizo descubrir vetas insospechadas para nuestro “Cuerpo” inicial.
Confiamos en que esta segunda entrega continúe por el camino trazado; insinúe que las tareas son los propósitos y que ellos son las realizaciones, que toman cuerpo en cada artículo, en cada línea de cada artículo y en cada página de cada ejemplar, en la letra menuda y en la letra gruesa; que ellas trazan su destino implícito, que es espíritu profano y acción prevenida, que la palabra crece en forma de espiral, oruguita caprichosa, mimada y cruel. O languidece sin chance de reencarnación o metamorfosis alguna.
Las tareas siguen abiertas; los colaboradores están por multiplicarse, las secciones dependen de nuestros colaboradores y lectores. “Cuerpo de letras” no tuvo quien le escribiera. Bien seguimos: atentos, diligentes, empecinados… con la adusta paciencia del coronel retirado.
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