Home » La Nación: ¿identidad centralizada?

La Nación: ¿identidad centralizada?

Querida María Eugenia

Recién regreso de Quibdó y tengo muchas historias para contarte. Me parece que tienes mucha razón Cuerpo de Letras debe expresar una opinión amplia y crítica al respecto. Proponer en el debate un planteamiento radical, crítico y constructivo. De todos modos el Museo Nacional tiene este adjetivo /nacional/ que significa de la Nación o expresa en principio a la Nación.

Pero ¿Cuántas naciones y cuáles imágenes de nación caben allí? y ¿quiénes eligen estas imágenes de la nación, un grupo bogotano ilustrado, una sección de Bogotá que vive en Los Rosales o en Chapinero?

El museo nacional pareciera comunicar una noción de Nación que sigue siendo decimonónica a la manera de don Miguel Antonio Caro. Es decir una imaginaria nación blanca que se expresa en el español bogotano imaginado por Don Miguel Antonio Caro.

Sus prejuicios a pesar de sus tácticas intenciones de ser nacional (y digo tácticas para no decir astutas y conservar la hegemonía cultural de un grupo bogotano,) siguen pesando más que la diversidad nacional. Por que los indicios poderosos apuntan a que no lograron ser incluyentes de las diversas culturas nacionales y los diversos sectores sociales.

Los símbolos que exhiben intentando mostrar la plural historia cultural y política del país, son desafortunados, para decir que dejan sin fortuna representativa a otros grupos sociales; por ejemplo en la más reciente exposición sobre Modernidad, para hablar de la misma muestran una nevera, ilustrando los años cincuenta, que como objeto de modernidad es cuestionable, así como la tostadora. Cuestionable, pues en Colombia éstos no fueron bienes domésticos de consumo masivo nacional. Representaban lo contrario el signo de distinción y de acceso privilegiado de la élite colombiana a la tecnología, eso sí masiva en los EU. Pero ahí están al lado del escritorio de Laureano Gómez, ¡hágame el favor! en la sala que habla de Modernidad y no es que esté mal, pero la perversidad visual estriba en que excluyen, las ediciones de la revista Semana de 1958 dirigida por Alberto Zalamea, la sotana de Camilo Torres, las primeras ediciones de los libros de Fernando Gónzalez o al menos las cartas entre Juan de la Cruz Varela y López Michelsen. En otras palabras, hablando de otros objetos se excluye al mostrar unos objetos y ocultar o evitar o ignorar otros.

Estando en Chocó tuve una perspectiva de nuestro paternalista centralismo cultural. El centralismo es una forma de crear y exhibir imágenes para comunicar sentidos. De borrar nombres. Por ejemplo la fama comercial de Botero ha borrado a todos los demás pintores. El museo nacional exhibe toda una colección de Botero pero no están los pintores de los cincuenta, de la costa Caribe, no están los pintores y pintoras bogotanos que no tienen apartamento en París. No están los artistas ingenuos de las provincias colombianas. ¿Quiénes son los que deben estar? ¿Los que venden en Nueva York con una estrategia mediática que no necesariamente, aunque casi siempre está por fuera de la estética?

La bibliografía del Museo Nacional está sumamente desactualizada. No llega siquiera a los estudios poscoloniales de Edward Said y su Orientalismo. Es hispánica sin espíritu crítico desde el punto de vista de vivir en América Latina mestiza, afro, plural, urbana de clases medias que sobreviven a duras penas y con estrategias comunicativas astutas y exitosas, emulando al Museo Nacional.

Estando en Chocó me di cuenta como la bibliografía del Museo Nacional es incluso desde una perspectiva letrada, académica, bastante excluyente.

El año pasado hicieron una exposición de Velorios, ceremonias religiosas del litoral pacífico colombiano de origen Afro. Por cuenta de Rocío Urrego, una alumna mía que pidió que le asesorara su tesis, en la Maestría en lingüística de la Universidad Nacional y la Universidad Tecnológica del Chocó, descubrí a Rogerio Velásquez un gran etnógrafo chocoano, a mi juicio un precursor de los estudios semióticos en Colombia sobre los signos en la cultura y las creencias afro. Pues bien, aunque escribió estupendos trabajos en los años 60, el Museo Nacional en su exposición del año pasado, en el catálogo sobre velorios, lo omite. ¿Ignorancia, prejuicio, centralismo etnocentrista bogotano, celos académicos por ser un negro el que primero y lejos de Bogotá describió como especialista con gran profundidad, estilo y rigor parte de la mentalidad de su grupo afro expresada en una ceremonia el velorio,( que Rogerio Velásquez llama Funebria, acuñando el concepto en Colombia por primera vez), y lo hizo en condiciones difíciles en Quibdó, sacando tiempo a sus labores de pedagogo de Escuela pública y sin beca de los gringos o tutor francés para escribir un trabajo esencial, que luego los expertos del museo de la nación ignoran?

Es verdad el museo nacional se merece una buena vapuleada. Sería saludable para estremecer un poco el conformismo cultural existente.

¿Mi gato ha sido proscrito, ha sido sacado de Cuerpo de Letras? No es un gato aullador, maulla y le gustaría mucho arrinconarse en una esquinita del tibio Cuerpo de Letras. Mi gato no es letrado pero es bastante artista. Adora los rincones de Cuerpo de Letras.

Un abrazo y saludos cordiales.
Rubén Darío Florez Arcila**

*    Carta de un lector
**    Profesor de Semiótica, Universidad Nacional, sede Bogotá.

Información adicional

Museo Nacional en debate*
Autor/a: Rubén Darío Florez Arcila
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.