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Cemento o agua tiesa

Para mi amigo Carlos Roberto

 

Caminaba valle y lento en la calle sexta del sitio aquel sin sentido alguno más que el norte-sur o sur-norte, calles ensopadas de gentes que buscaban la forma de quitar algo a otros desde su consentimiento, sin sentimiento de culpa, con sentimientos de vidas debidamente bien organizadas. Caminaba lento, como a 10 por hora, quizá kilómetros, quizá pasos, andaba meditabundo y cabeceante ante la tranquilidad aberrante esta de la bulla y el afán de miles de oficinistas.

¿Cuánto tiempo llevo sin ver un robo, una muerte, al menos un atropellado? Complicado no saberlo y añorarlo y tener que ocultar las ganas de que la viejita vestida de rojo como un tomate cherry, portadora de una cartera de ensalada de papa y unos zapatos arracacha termine en fin supremo. Ningún vehículo que se digne a robarle su sueño de vidita fabulosa con su ropita de almuerzo ejecutivo, ni ninguna bomba que caiga del subcielo para enseñar su interior visceral. Nada excepto la lancha que la despedazaría en mi mente.

Un momento, no es mi cabeza retorcida, es uno que de pronto anda peor que yo, peor de vivo, peor de iluminado. Se imaginará una carrocería de camioneta cuatro puertas con estribos en tubo cromado teniendo como cabina una lancha azul-blanca en la que se leía “pescador de humanos Don Dinamito” un viejo flaco y ojeroso que decidió dedicarse al desquicio porque seguramente no sabía lo que hacer con la lancha en la casa y con la carrocería que tan bonitos se les veía los estribos cromados.

Su vehículo lovecraftiano era mortal al tener en él un dispositivo que permitía a la lancha dar golpes en la testa de quien en su camino se atravesara (motor y velocidad), No discriminaba entre cabezas huecas y vacías, ni peinados de moda o anticuados, así era como todos le huían al atropello de verse atropellados por el maniático del cataplush, tu cara en la lancha duro.

Me frotaba las manos, miraba como la vieja de colores almuerzísticos corría despavorida para refugiarse en los sitios que le cerraban la puerta en la cara. ¡Qué Bogotazo, ni que Jorge Eliécer! Esto si era caótico, en esa época la gente ya sentía que había una víctima y quería vengarla ¡idiotas! Hoy si se daban cuenta que todos eran la víctima porque a todos les daban su tope.

Después de unos cuantos golpes a unas sesenta personas, o cinco, no lo recuerdo, el vehículo endemoniado se me vino encima, y el “Dinamito” del letrero de la lancha me pegó en la comisura entre el frontal y el otro huesito que queda al lado, ¿Qué se cree este dinamito para estampillar de esta manera al mesías del salvajismo?, a quien organizó todo esto con el universo y pudo gestar su venida como el espíritu santo la del hippie suicida del año cero.

Nadie le hacía nada al hombre de la lancha y la policía alegaba que las normas de tránsito y demás delitos que pudo infringir solo son aplicables al conductor de un vehículo terrestre, pero que nadie habló en ningún momento sobre las lanchas y las lesiones desde un móvil de pesca.

No sabía lo que hacer y me dolía la testa, lo que había puesto más rabia y menos capacidad de buscar la manera de abordarlo. Me encontraba bloqueado y el bloqueo no me dejaba encontrarme, tuve que hacer que mi cabeza funcionara con lo que ya tenía encima, la idea de que esa era una lancha y que me ahogaba en este mar endurecido, necesitaba un flotador urgentemente para primero sobrevivir y luego planear mi venganza contra mi desagradecido y gestado interruptor de esta armoniosa anomalía que es la ciudad.

Recordé que en la séptima había un hombre que vendía flotadores a quince mil pesos, lo recuerdo porque sé que todos pensaron en él cuando decía que así no tuviéramos mar un flotador siempre es un buen desahogo. La rabia me carcomía los huesos y pensé que el océano del caos por el que rodaba la lancha, golpeando moribundos, tenía pirañas, corrí un poco más y sentí alivio al mirar a los ojos negros de ese hombre noche y conciencia que me dio su apoyo.

–Flota por sobre la muerte y encuentra el origen de la vida, llévatelo en diez y te encimo estos flotadores de brazo.

Salí por la corriente del gris asqueroso, empapado en gente perfumada y peinada que corría con desespero, ahora sí que se venga que me le abalanzo, ya tengo la respuesta, cuando se acerque salto mortal hacia adelante, puño de taekwondo, si es que el taekwondo maneja puño, y ¡zaz! me quedo con el bote del Dinamito.
Viene directamente hacia mí con unos doscientos o tres litros de sangre pegados a estribor, los estribos cromados ya que ni se les ve el cromo de lo grumosos que están de espanto y desesperaciones.

Se viene de frente y me corro de una ¡Qué va! ¡Yo no sé dar botes mortales ni golpes de taekwondo! Mejor me le robo los zancos al malabarista y me le boto por encima a la lancha, salto con garrocha, le meto su palazo y me quedo con lo que fue del Dinamito.

Le quito los zancos fácil al malabarista que se distrajo viendo los escotes de las damas que huían despavoridas, corro hacia la lancha y me le paro en frente, viene rapidísimo como a doscientos ochenta y un mil trescientos cuarenta y cuatro kilómetros por mes. Me dispongo a saltar pero Dinamito persigue a todo el mundo menos a mí ¿Qué le pasa a este viejo desajustado? ¿Cómo se atreve a ignorarme de esa manera? Al mismo que propició su venida confabulándose con el destino, ahora sí que la cosa es personal.

–He Dinamito!!!! Ven por mi pedazo de mierda flotante del mar de mierda!!! Oye Dinamito!!!! Chúpate esta marica!!!!

El man no se ofende con que le digan marica ni pedazo de mierda, de pronto hasta ni se llame Dinamito.

–He marcos!!!! Ven por mi pedazo de mierda flotante del mar de mierda!!!! Oye marcos!!! Chúpate esta marica!!!!!

Ni me mira al mirar y cada vez da más y más círculos a mi alrededor golpeando la gente, quizá ni se llame o sea marica.

–He tú!!! Ven por mi pedazo de mierda flotante del mar de mierda!!! Oye tú!!! Chúpate esta machote!!!

Me mira y me hace mueca de que lo que le digo le vale huevo, le importa mierda, no tiene relevancia, es un grito de mudo, un habitante de calle para la gente de bien que vive en su cabeza desajustada.

Ah, que se vaya, no lloraré al verle partir, es un hijo más, un muerto que ha venido a la vida, ¿por qué sentir tristeza por alguien que no sea yo? Al diablo el asunto. ¿Igual que hubiera hecho con esa lancha, y esos estribos de mal gusto todos llenos de esa sangre con tierra? ¡Bah! mejor sigo preparando el fin del mundo que se me ha hecho tarde.

Avanzo hasta la octava y en esa carrerita angosta me encuentro con la perra, una mujer que realmente cree que es una perra y me convence, es una perra a la que el cuerpo se le creyó mujer, desnuda pero sin pelos, con todo al aire, al sol, al ojo. Guau me digo y no puedo dejar de guauguau mientras ella guauguauia mi guaguau. Una nariz fría que se posa en mi ano desnudo para saludarme. Es hermoso, nos hemos olvidado del mundo y solo guaguauguaguaguau. Ahora mi nariz en su ano la saluda y el frío y el calor convergen en este buenas tardes de vieja usanza, humedad y calor seco es nuestro beso y nos amamos en la hierba, despacio y lento, y luego al compás de la delicia.

No tengo nombre, me llamo el perro y solo entiendo que guau guauguaguaguau y ella que me trata de morder el bigote y sin tener. Es la gata y me maúlla sus treintaisiete nombres, todos ellos Ramona, soy su gato, su leche y le maúllo un te quiero nena no te despegues de mí nunca, y no nos despegamos, ella es la perra y yo su elegido y pegados por nuestras almas en el genitalismo del amor me confiesa su dinamita, es hija de Dinamito y me dice que salve a su padre, que su mamá es una senadora que también gusta de las masacres de tiempolibre, plata en mano y culito en la pradera, que en las artes de la sofística ha sido insuperable y que tiene al pobre viejo al volante del caos, pero que él no quería eso, que es un asesino de mala gana que esperemos que la corte lo entienda y no se la apliquen tan duro.
Oh maylof, maydarling, por tí lo que sea, ay jangryforyourtoch, tu sabes que este perrito es tuyo y por ti todito y más, hala para allá e iniciamos el despegue que tu padre esta misma tarde se libera.

La viscosidad del amor se abre en sus dos anteriores individuos y subo de nuevo a la séptima. Adiós amada mía ya verás que te encuentro siendo el libertador.
Me monto en el palomo de mi valentía y me le voy de frente, enlazo mi dedo inocente en su estribo pegajoso de A positivo, negativo y un O que no sé lo que hacía en el sitio si hay pico y placa para pares, el dedo infame acompañó al que ya estaba sucio de globulitos agonizantes. En un salto que di impulsado, no sé si por el suelo o un acto rebelde de la gravedad que me puso leve, llegué a bordo y vi a Dinamito que ni siquiera volteaba a mirarme. Pobre hombre siendo un pendejito manipulado, un policía sin sueldo, un Dinamito que ya no se gana ni el don.

-¿Don Dinamito quien da las órdenes? ¿Y la senadora?

– …

El hombre no dijo nada, al parecer algo no lo dejaba hablar, su boca estaba llena, de silencio, de naranja ¡Mierda! ¡De su esposa! Ahora lo entiendo, la senadora de transgénica se volvió naranjas y es el bulto que está en la parte trasera de la lancha, no puedo gritar y siento el jugo ácido que baja hasta mi estómago hambriento, gastritis en el alma, soy muerto vivo.

Dinamito se baja del vehículo, viejo y cansado, los labios partidos de cítrico amañado, la perra me bate su cola desde lejos, ahora si esto es vida, me encargo yo mismo del caos, suena la música de Orange Floyd en mi cabeza, Saucerfull of secrets, Roger Aguas me grita sus voces rasgadas.

Cuando me canse del caos usaré mi pelador de frutas, habrá una curul vacante en el senado, un asiento sin bagazo.

Información adicional

Autor/a: Moderadamente Absurdo
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