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Algunos elementos para una biografía

Algunos elementos para una biografía

La construcción de lo que hoy conocemos como Confiar es el resultado de todo un proceso sindical, social, cultural, médico, político, y de solidaridad entrañable entre distintas experiencias del sector para responder de manera oportuna a las demandas de los afiliados de la Cooperativa y a muchas más personas.

El médico y amigo de Cootrasofasa, como él mismo se firmaba, Hernán Gaviria Quintero, escribió en febrero de 1997 una pequeña memoria de lo que él vivió y compartió hace ya unos años, cuando este esfuerzo cooperativo cumplía 15 años de brega. Una lección de vida para no olvidar.

De una simple operación aritmética deduzco, hoy 1997, que Oswaldo León Gómez Castaño inició sus labores de gerente de la Cooperativa de Trabajadores de Sofasa en 1982, y por esa misma época o a más tardar al año siguiente, lo acompañé en eso que hoy es una formidable empresa. No me resisto a la tentación de escribir algunos elementos de esa gratísima historia, pero antes recuerdo a Freud que decía: “En cuanto a los biógrafos, dejémoslos atormentarse, no les volvamos demasiado fácil la tarea. Cada uno de ellos podrá formarse su opinión personal sobre el “desarrollo del héroe” yo me regocijo con los errores que cometerán”. Pero no es posible escabullir recuerdos tan gratos y cargados de anécdotas, sopena de cometer muchos errores e injustos olvidos.

En Figea (Frente de investigaciones geopolíticas de América Latina, de la que le hice desaparecer lo de geopolítica) y que es otro extenso cuento, supe y conocí al Gerente de Cootrasofasa, que además de tal cargo, persistía en la casi manía de su época de dirigente sindical de “jalarle al boletín”.

 

En efecto, en rudimentarios textos de una IBM y aprovechando los despistes de la Letra C, puesto que no existía en aquella época los prodigios del computador para la diagramación, Oswaldo componía y ayudaba a imprimir el boletín de la Cooperativa. Así, como el boletín y la “comunicación permanente con las masas cumplía su papel agitacional y organizacional”, creí por algún momento que la actividad cultural y la extensión de servicios sociales “a las bases de los trabajadores de Sofasa” contribuía a fortalecer la presencia y los firmes deseos del crecimiento de esa incipiente Cooperativa que pese a sus casi diez años de existencia, parecía estar estancada.

 

A Oswaldo una propuesta no había que presentársela dos veces, ni menos apelar a la rigurosidad de la presentación y formulación de proyectos. Convinimos montar un servicio médico, el que idealmente debería funcionar en las propias instalaciones de la Cooperativa, lo que era un imposible, puesto que en su sede del cuarto piso del edificio La Ceiba (La Playa con Junín), sólo había espacio para el personal de ese entonces: el gerente y dos secretarias (Luz Estela Zapata y Dora Oquendo) y dos bancas, las que cuando llegaban muchos visitantes se sacaban a los corredores del edificio que transitoriamente se habilitaba como área de recepción.

 

La dificultad para poner en marcha el consultorio fue superada atendiendo los pacientes en dos consultorios: el de Adolfo Betancur –ubicado en Girardot con Caracas– y el mío, nada menos que en El Palo con los Huesos, al interior de la Farmacia Royal, a donde no iban sino putas, malandrines, mecánicos, vendedores ambulantes, indios que adivinan y curan y mucha buena gente más; al fin de cuentas habilitamos cuatro horas de atención a los socios y familiares de Cootrasofasa, lo que generó un gran impacto; así empezamos a llegar directamente a los socios y de paso a contribuir a un “un nuevo proyecto”.

 

Y empezamos con el cuento de que la Cooperativa debería ganar presencia en el medio, por lo que le ofrecimos a Ases (Asociación de Empleados de Suramericana) una charla educativa, nada menos que sobre parasitosis, en donde Oswaldo ayudaba a pasar las diapositivas y no recuerdo si posteriormente él resultó dando el mismo tema en otros sitios; porque su capacidad de asimilación era tan prodigiosa que llegó a saber de salud tanto como el equipo médico.

 

También buscamos otras temáticas. Es así como nos acercamos al arte. En ese entonces, tanto en Figea como en Cootrasofasa, poco conocíamos de arte y decidimos hacer una alianza, conocer dicho medio con miras a “explotar “sus posibilidades; iniciamos asistiendo a cocteles, exposiciones, recitales de música y poesía y resultamos apoyando toda esa gama y confusa actividad, pero trajo algunos dividendos como se dice en otro argot.

 

Un esfuerzo con dividendos. En muy poco tiempo la Cooperativa fue creciendo, lo que hizo necesario conseguir nueva sede. En el mismo edificio de La Ceiba, pero ya en el quinto piso, se habilitaron dos oficinas, una de ellas con exclusividad para salud, puesto que era evidente su ventaja y su imagen promocional. Se le agregó odontología y se aumentó el “caché”. Casi que enigmáticamente se veía a Guillermo Ochoa elaborando y diseñando el proyecto de atención odontológica, y digo enigmático porque sólo él sabía lo que quería.

 

Guillermo no cree en nada y su proyecto sólo lo escrutaba y calculaba con Oswaldo. Otra consideración y muy justa, la constituye la presencia de Dora Gallego (esposa de Guillermo); entiendo que en aquella época Dora estaba recién llegada de su año rural y conservaba aún toda su prudencia, su capacidad de escucha, su capacidad de tomar atenta nota de todo cuanto se decía, de su impecable orden y, en últimas, toda una cantidad de detalles que hoy la hacen merecedora, no sólo de ser una excelente profesional, sino de guardar toda una historia y un compromiso de dirección de la Cooperativa.

 

En ese consultorio, por demás, se atendió mucha consulta de “solidaridad”, a dirigentes sindicales, a despedidos, a obreros en huelga, a desempleados, a cooperativas que no tenían el servicio médico y en mucha “confidencia” a Israel Santamaría y a Andrés Almarales, ambos recién amnistiados luego del famoso proceso al M-19 en La Picota durante el Gobierno de Belisario Betancur. Por dicho consultorio pasaron muchas gentes de todos los matices, pelambres o dignidades, pero que en última instancia fueron sensibilizados por la nueva Cooperativa.

 

Con ánimo todero. Con éxito incursionamos, a nombre de la Cooperativa, en la negociación de algunos pliegos entre el Sindicato de Sofasa y sus patrones, en el sentido de introducir elementos de salud ocupacional nuevos y en reivindicar este aspecto entre sus trabajadores; también acompañamos “una huelga de hambre” de sus trabajadores donde confrontamos, luego de su culminación, los conceptos de medicina tanto de la empresa, del Seguro Social y de los trabajadores en su proceso de recuperación luego de una actividad como éstas, y la empresa tuvo que pagar todos los gastos y honorarios que le demandamos para acompañar este singular proceso Con estas acciones y muchas otras, la Cooperativa consolidó su presencia, respeto y apoyo de los obreros de Sofasa.

 

Más allá de los trabajadores de Sofasa

 

En ese mismo piso la Cooperativa siguió su rumbo de crecimiento, al permitir el ingreso como socios a las ascensoristas y celadores del Edificio; no recuerdo en que momento dejó de ser exclusividad de los trabajadores de Sofasa, pero en esta misma época cambió por el de Cootrasofasa, Caja Cooperativa de trabajadores.

 

En ese mismo afán, como lo hacen los paisas con el solar del vecino para ensanchar la casa, así mismo Oswaldo se acomodó en la oficina contigua y se completaron tres. Con motivo de un día de madres o un día de amor y amistad, o no sé cuál de estos días, la oficina del Gerente se convirtió en un almacén de blusas, coloretes, fantasías, equipos de sonido y cocina y otros implementos y fue este el inicio de lo que hoy es Coompremos. La Cooperativa se convirtió en un extenso movimiento de cosas y llegaron nuevos empleados –Adriana Quiroz, Dora Luz Hurtado– a asumir funciones en Departamentos, puesto que también se iniciaron los papeles de la nueva Gerencia, se entró en la honda de la departamentalización. Y como empleado de la Cooperativa estuvo presente el compañero Guillermo Suárez, salido de las entrañas de la dura lucha sindical, de la dirección del Sintrasofasa y posteriormente muerto en enfrentamientos con la Policía en esa radical confrontación que hace más de cincuenta años se viene librando en nuestro país.

 

En ese momento, de gran crecimiento, se requirió de una Promotora Social, función para la cual se vinculó a Martha Restrepo, y con su apoyo se continuó ganando esa vital presencia que iba irrigando la cooperativa en el sector solidario, con actividades culturales y sociales. Detrás de todo el andamiaje y en medio de mucha gente estaba Oswaldo, asimilando y ejecutando cuanta propuesta le presentaran.

 

Cuando la Cooperativa llegó a 1.500 socios, después de ganar muchos reconocimientos en el medio y de vislumbrar el panorama de su necesaria especialización en el campo del Ahorro y del Crédito, y su ingreso en el mundo del mercado financiero, asaltó a Oswaldo una natural y evidente preocupación. Y requirió rodearse de otros, de otros con un aire planificador y futurista, despojados de ese sentimentalismo social que enmarcó la etapa inmediatamente anterior.

 

Es así como se sintió la llegada de un nuevo lenguaje y a un lado quedó el espontaneismo. El vertiginoso ascenso de la Cooperativa era evidente y en poco tiempo se duplicaron los socios, dejando la misma de ser exclusividad de los obreros de Sofasa, dándose cita múltiples empresas, con lo cual fue imperiosa la necesidad de una nueva sede: en un corto tiempo se logró una de cinco pisos en Sucre con Bolivia (hoy el edificio de Vivir-Los Olivos), cómoda, nada había que envidiar a otras sedes cooperativas, con un elegante auditorio donde a la par se escucharon gritos antiimperialistas, antiologárquicos y antielectores y se vieron muchas actividades de “caché”, con cocteles impecables y música de mucha finura. Y llegó el momento, después de diez años, de reconocer que la prestación directa de servicios de salud podría dispersar los objetivos, metas y estrategias de la Cooperativa, y un 31 de diciembre se nos entregó la nota de finalización del contrato de trabajo con su correspondiente indemnización. No obstante esto, en ningún momento me desanima a reconocer la inmensidad del proyecto que finalmente cambió por el nombre de Confiar.

 

Ha sido muy merecido el reconocimiento que Seguros Uconal (hoy Aseguradora Solidaria) le dio a Oswaldo al declararlo hace cinco o seis años como el mejor Gerente Cooperativo del país, reconocimiento que tuve la fortuna de disfrutar en un encuentro de empleados de la Cooperativa en la ciudad de Honda. Y digo por fortuna, porque esa noche olvidamos lo que transitoriamente nos separa en nuestras concepciones y más de una botella de aguardiente, entre pecho y espalda, nos convirtieron en una indescriptible euforia.

 

Se de los tremendos “guayabos” de Oswaldo, se que añora algunos de mis consejos para aprender a “domar los guaros” y de las “ranitidinas” que creí retardaban la absorción del alcohol, pero que por lo menos evitan esas “candeladas en el estómago de un cristiano”. Alguna vez me confundió una de las “pálidas” de Oswaldo; esa gran palidez, que alumbra, sólo era comparable con un anémico de las selvas chocoanas. Mirándolo me imagino no sólo las angustias de “Chava”, sino los contundentes regaños y premonitorios pensamientos.

 

Oswaldo se merece que al cumplir sus quince años de labor y de dedicación incomparable con la Cooperativa, que algunos amigos le acompañemos en sus recuerdos y, principalmente, en sus inicios de ésta, no quijotesca, sino asombrosa carrera.
Medellín, febrero de 1997.

 

* Médico y amigo de Cotrasofasa

 

Información adicional

45 años: de Cootrasofasa a Confiar
Autor/a: Hernán Gaviria Quintero
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