Occidente ha presenciado, desde hace casi ochenta años, de qué manera el pueblo judío ha convertido el dolor y el sufrimiento inenarrable del Holocausto en su principal arma para materializar su cólera, cayendo en la hybris de la tragedia griega donde es imposible hacerle ver al héroe que, con su ciega conducta, va a su propia catástrofe.
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