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Acerca de la verdad

¿Existe una verdad? La pregunta se vuelve tema de discusión cuando se habla de la verdad en términos generales. Por el contrario, cuando se hace referencia a hechos concretos es indudable que la verdad de un suceso es reproducir fielmente lo ocurrido. La mentira es aquello que no corresponde con lo sucedido. Esto se puede ilustrar bien en los casos judiciales, donde interesa aclarar los hechos. Cuando se involucra la interpretación de la ley, por ejemplo, lo que se busca es tomar decisiones sobre acuerdos convencionales entre las personas de un conglomerado social. Se habla de lo legal o de lo ilegal, de definir en Derecho más que de verdad.

 

Un caso crítico ocurre en el terreno religioso, donde hay una verdad revelada para explicar el origen del ser humano, sus acciones y su destino. Aquí entran a jugar las creencias y la fe, basadas –además– en las propias construcciones que hacen las personas para fortalecer sus conceptos. Esto sucede porque los seres humanos se interrogan sobre el sentido de la vida. ¿Es válido hablar de una verdad como una sola? El problema aparece cuando ésta se confronta con la verdad de otros.

 

El hecho de aceptar una verdad que es solo interpretativa es una ligereza que llama a validar apenas lo que alguien cree. Hay prepotencia e ignorancia en estas posturas porque el ser humano no tiene la capacidad de conocer todo lo sucedido y lo que está por suceder; y es peligroso pensar que sí es posible. En el fondo se plantea una separación metodológica y premeditada entre la ciencia y la religión: una está sujeta a demostración y la otra no. En ningún caso se puede imponer a otros una interpretación para su aceptación o rechazo.

 

Son muchas las amistades y las relaciones perdidas, o las guerras causadas, por tratar de defender la verdad. En las acciones se deben mirar los intereses involucrados, porque lo que es bueno para unos, no lo es para otros. Por ejemplo, en un partido de fútbol que finaliza tres a cero, los perdedores dirán que fue un pésimo juego, mientras que los ganadores considerarán que estuvo magnífico. Son los mismos hechos, interpretados y vistos de forma diferente.

 

Igual ocurre en la conducta social. Por ejemplo: si las importaciones crecen no se puede decir que es bueno para un país, aunque sí para unas personas, pero no necesariamente para otras, como podría ser el caso de los productores del tipo de artículos importados. Es como ir montados en un bus donde a algunos pasajeros les gusta el destino al que se dirigen pero a otros no, y estos últimos no pueden bajarse. A muchos individuos no nos gusta el rumbo que lleva el mundo, mientras que otros consideran que es bueno que funcione así. No tenemos dos mundos y por esas diferentes interpretaciones, eventualmente se producen conflictos, confrontaciones o guerras.

 

Como en la religión, en la política no es posible hablar de una verdad sino de interpretaciones de acuerdo con los intereses involucrados. Lo que es bueno para unos no lo es para otros. No se puede imponer una interpretación como la única verdad; ni la fuerza o la violencia lo logran. Aún en términos de ejercicio del poder, vale decir que el pensar no puede ser obligado, aunque sí modelado. Es posible lograr que los pájaros amen su jaula.

 

Expresa el doctor Rigoberto Puppo en su artículo Imagen, Metáfora, Verdad: “Se ha pensado la verdad como forma de adecuación o identidad del pensamiento con la realidad que el sujeto convierte en objeto”. Como se dijo al comienzo, este planteamiento no genera discusión en cuanto a hechos concretos, pero sí cuando incluye interpretaciones de los hechos.

 

Entonces, ¿quién tiene la verdad? No se puede hablar de ella en general. Siempre debe saberse a qué campo del saber o de la actividad humana se refiere.

 

Más contundentemente, dice Carlos Marx en las palabras finales a la segunda edición alemana de El Capital: “[…] ya no se trata de saber si tal o cual teorema es cierto, sino de decidir si suena bien o mal, si es agradable o no para la policía, útil o nocivo para el capital”. He ahí el juego de los intereses que etiquetan a las cosas como verdad.

 

Información adicional

Autor/a: Eduardo Posada
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