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Pensamiento crítico (4)*. Conciencia integral, nuevo paradigma**

El 28 por ciento de la población del mundo es tradicional, el 50 por ciento moderno, el 20 por ciento posmoderno y solamente un 2 por ciento está en lo integral o aun más alto, advierte Ken Wilber (1). Siendo así, sin comprensión de la totalidad no puede haber estrategia alguna, y sin estrategia no hay más que movimiento a la deriva. Y sin profundidad, la deriva es todavía mayor. La naturaleza se abre camino sin conciencia de sí misma, y el ser humano consciente surge de ella. La conciencia, en sustitución del principio de la razón, es el paradigma del siglo XXI. Esta nueva cosmovisión viene configurándose desde el siglo XIX. Avancemos al respecto, a través de cuatro grandes interrogantes.

“En todo cambio revolucionario, los factores subjetivos y los objetivos no sólo pueden diferenciarse con precisión sino también –y éste es el fundamento objetivo de la diferencia– que no discurren en manera alguna paralelamente, sino que más bien pueden tener direcciones, ritmos e intensidades diferentes según sus complejas determinaciones sociales. Es, pues, un hecho objetivamente fundado que pueden darse situaciones objetivamente revolucionarias irresolutas, tanto porque el factor subjetivo no ha madurado de modo que corresponda, lo mismo que son posibles explosiones populares a las que no corresponden objetivamente momentos de crisis. No es necesario esclarecer con más detalle que esta situación constituye de hecho un momento importante de la desigualdad del desarrollo social” (Ontología del ser social. Obra póstuma del filósofo húngaro György Lukács (1885-1971).

La conciencia es el factor subjetivo y condición necesaria pero no suficiente de todo proceso revolucionario. La conciencia es desde el primer momento un producto social, y sigue siéndolo mientras existan seres humanos. El ser es pensado, el pensamiento es vivido y hay una espiral del desarrollo de la conciencia tanto en la historia humana como en la biografía particular por la cual debe atravesar todo individuo. En lo personal, la conciencia hereda factores genéticos de los padres pero es principalmente influida por la propia biografía, a la vez bajo el influjo de la cultura de los contextos familiar, escolar, comunitario, laboral, espacial e histórico de la sociedad donde se nace y se crece; pero especial significación tienen: i) el trabajo consigo mismo (autoexamen, autodistanciamiento y autotrascendencia), ii) las relaciones sociales y afectivas más íntimas, iii) los acontecimientos, eventos o experiencias “profundas y vitales” que conmueven nuestro ser, cosmovisión y axiología, esto es, los valores que orientan y le dan sentido y significado a nuestra existencia.

Proceso y dinámica que tiene su historia. Evolución. La transición de simios a humanos fue impulsado por dos desarrollos distintos: la indefensión de las crías prematuramente nacidas que exigía la ayuda, protección y colaboración de familias y comunidades, y la libertad de las manos para confeccionar y utilizar herramientas que estimuló el crecimiento del cerebro y contribuyó a la evolución del lenguaje. Con el lenguaje humano surge el pensamiento abstracto, los conceptos, los símbolos, las representaciones mentales, la autoconciencia y las restantes cualidades de la conciencia.

Conciencia, etapas de la sociedad humana y conflictos. En el curso de la historia, la civilización humana se desplegó de la base tecno-económica de la búsqueda de forraje y víveres –dentro de la visión cultural tribal mágica, hacia la base agraria del cultivo con una visión mítica– a una base industrial con visión racional. En la actualidad, la humanidad impulsa su rumbo hacia una civilización mundial integral y global, fundamentada en la revolución informática y una visión humana integral y kósmica. Hecho real, evolución, que vive la humanidad como un todo, y que en cada ser humano asume una dirección, un orden, un sentido y un significado, pues, desde el comienzo de su vida, la conciencia (o el espíritu) está latente como una semilla que espera contar con las condiciones materiales y culturales para desarrollarse y crecer.

La tesis central y dialéctica de toda praxis histórica, material y cultural, objetiva, consiste en que el ser social tiene una prioridad respecto de la conciencia. Esta afirmación nada tiene que ver con cualquier jerarquía sistemática, idealista o materialista vulgar. En consecuencia, de ahí no se sigue jerarquía alguna entre el ser y la conciencia. Al igual que la dialéctica y el materialismo histórico, presentan un carácter inseparable: la “causalidad rígida” entre el ser social y la conciencia deben reemplazarse por la interacción recíproca. Desde lo ontológico (2), significa simplemente que puede darse un ser sin conciencia, mientras toda conciencia debe tener como presupuesto, como fundamento, algo que es.

Según el historiador inglés E. P. Thompson, el socialismo y asimismo cualquier futuro hecho por los hombres y las mujeres descansará sobre la “ciencia” o sobre las determinaciones de la necesidad pero también sobre elección de valores, y sobre las luchas para hacer efectivas estas elecciones de valores. Y en este escenario histórico, la conciencia es fundamental. Para el marxismo, el contenido mismo de una ideología es relacional, en el sentido de que sus “valores” están siempre activamente en situación con respecto a la clase opuesta, y se define frente a esta última: normalmente, una ideología de clase dominante explorará varias estrategias de la legitimación de su propia posición de poder, mientras una cultura o una ideología de oposición trata de impugnar y minar el “sistema de valores” dominante.

Las distintas formas y niveles de conciencia, con sus “sistemas de valores” inherentes, están imbricadas en dos nociones, fundamentales en la teoría crítica, modo de producción (que lo cubre y estructura todo: la cultura, la ideología, lo jurídico, lo político, lo económico –relaciones de producción y fuerzas productivas– y las formaciones sociales humanas. De acuerdo con los estudios de Nicos Poulantzas, cada formación social o sociedad históricamente existente ha consistido de hecho en la imbricación o coexistencia estructural de varios modos de producción a la vez, incluyendo vestigios y supervivencias de modos más antiguos de producción, ahora relegados a posiciones estructuralmente dependientes dentro de los nuevos, así como tendencias anticipatorias que son potencialmente incongruentes con el sistema existente pero que no han generado todavía un espacio propio, autónomo. La coexistencia histórica de varios modos de producción está abierta a la historia de manera dialéctica, y se expresa en las distintas formas y niveles de conciencia que se hacen visiblemente antagonistas y sus contradicciones entre “sistemas de valores” pasan al centro mismo de la vida política, social, económica, cultural e histórica.

Esos modos o ‘etapas’ de la sociedad humana incluyen, en la teoría crítica, los siguientes: comunismo primitivo o sociedad tribal (horda), gens o sociedades de parentesco jerárquicas (sociedad neolítica), modo asiático de producción (llamado despotismo oriental), polis o sociedad oligárquica esclavista, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo.

La conciencia, cualidad emergente. De acuerdo con la investigación científica moderna, la conciencia es una cualidad emergente (3) del cerebro. Si bien se encuentra anclada de modos muy diversos en el cerebro orgánico y material, no puede derivarse ni reducirse completamente a la interrelación de sistemas neuronales, como han terminado haciéndolo algunos científicos (4); igualmente, la conciencia está lejos de ser la esencia desencarnada o “el fantasma en la máquina”, que suponía la mayor parte de las tradiciones religiosas.

Se pueden aceptar la existencia y la irreductibilidad de la conciencia como fenómeno biológico sin aceptar la ontología del dualismo tradicional, sin aceptar la idea de que vivimos en dos clases metafísica u ontológicamente diferentes de reinos, o de que hay dos clases diferentes de propiedades en el mundo. Con esta característica de la conciencia, tenemos tres principios: i) la vida es mucho más que un fenómeno biológico, ii) la unicidad, esto es, la captación de la absoluta interconexión de la materia y el pensamiento en el espacio-tiempo; el mundo es auténticamente holístico e integral; todo dualismo es falso y artificial, iii) la conciencia de unidad es la comprensión de que el ser no tiene demarcaciones, los mapas que delimitan, fragmentan, separan, establecen fronteras, o los compartimientos especializados de las disciplinas son constructos culturales, muchas veces aparentes; existen no tanto en sí sino más bien para nosotros, como lógica básica y ley fundamental de nuestra vida cotidiana y nuestra experiencia existencial en el capitalismo tardío.

Contradicción y “necesidad humana”. Cada contradicción es tanto un conflicto de valor como un conflicto de intereses. En el interior de cada “necesidad humana” hay un afecto, una carencia o ‘deseo’ en vías de convertirse en un ‘deber’ (y viceversa). Toda lucha de clases es a la vez una lucha en torno a valores. En consecuencia, el proyecto del socialismo no viene garantizado por nada sino que sólo puede hallar sus propias garantías mediante la conciencia y la elección y la praxis de valores.

Thomas Kuhn y Fritjof Capra. Paradigma y paradigma social. Los cambios profundos en nuestra visión del mundo llevaron al filósofo de la ciencia estadounidense Thomas Kuhn (1922-1997) a la noción de paradigma. El reconocido físico austriaco Fritjof Capra (1939-) generalizó esta noción a la de paradigma social: “Una constelación de conceptos, valores, percepciones y prácticas compartidos por una comunidad, que conforman una particular visión de la realidad que, a su vez, es la base del modo como dicha comunidad se organiza”.

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