Pensamiento crítico (4)*. Conciencia integral, nuevo paradigma**

1. La conciencia de lo que está sucediendo es lo que importa

La Teoría Crítica es una práctica de desmitificación y desenmascaramiento ideológico respecto a la aparente racionalidad de la praxis social. La intención terapéutica (la política como terapia generalizada), que tiene como horizonte la Teoría Crítica, en consonancia con el desenmascaramiento de la irracionalidad que vertebra la ‘totalidad’, requiere la toma de conciencia acerca de la irracionalidad del todo para erradicar los fundamentos de la injusticia, la barbarie y la deshumanización. Por ello, el marxismo heterodoxo de Labriola, Korsch y Lukács ocupa un lugar privilegiado en la historia del pensamiento crítico.

Labriola, Korsch y Lukács. Estos pensadores le concedieron a la conciencia crítica un papel activo en la transformación de la sociedad (por tanto, rechazaban la reducción de la conciencia reflexiva al simple reflejo de la estructura social), herencia conservada y desarrollada por la Teoría Crítica francfortiana (5) (escuela fundada en 1923).

En consecuencia, el objetivo del pensamiento crítico es ayudar al “sujeto libre” a ser capaz de modelar conscientemente la vida social venidera, o sea, la sociedad socialista organizada según principios conscientes y capaces de determinar responsable y libremente su propia existencia.

2. Ser social, conciencia (6) y valores

Cabe reiterar que la naturaleza se abre camino sin conciencia de sí misma, y el ser humano consciente surge de ella. La conciencia es un salto cualitativo, pero este salto no puede significar una desconexión en sentido físico. Porque la conciencia está en constante e ininterrumpida comunión con el inconsciente kósmico. Desde la cosmovisión griega, la realidad última no es tanto el cosmos (la dimensión estrictamente física) como el kosmos, en tanto que el primero se refiere sólo a la materia inanimada e insensible, y el segundo a la totalidad viva, compuesta por materia, cuerpo, mente, psique y espíritu.

De acuerdo con las teorías modernas del “caos” y de la “complejidad”, el universo físico tiende a crear orden. La vida biológica se halla inmersa en una serie de vórtices que parecen introducir orden en el caos y posibilitar la emergencia, en cada nuevo paso, de estructuras cada vez más ordenadas mediante diversos procesos de selección que operan en todos los niveles, desde lo físico hasta lo cultural. Esta es, precisamente, en el dominio humano, la conducta estudiada en la nueva psicología evolutiva. Entonces…

Al preguntarnos qué es el hombre, queremos decir: ¿qué puede llegar a ser el hombre? La evolución de la humanidad se comprende en los términos del avance interdependiente de la conciencia y la economía. O, dicho de otro modo, de acuerdo con la teoría del pensador integral y evolutivo estadounidense Ken Wilber (1949-), sería el despliegue de las esferas intersubjetiva e interobjetiva de la evolución humana.

Isaac Deutscher. Sin embargo, como lo advirtió el gran historiador y biógrafo marxista Isaac Deutscher (1907-1967), la historia no representa ninguna Voluntad Superior o Ley abstracta sino la acción efectiva de los seres humanos, impulsados a actuar por sus necesidades, intereses, ideas y valores. Por ello, la noción de “la experiencia humana” es fundamental en el momento de comprender el rol que desempeña el “factor subjetivo” en la historia.

Con este término, “experiencia humana”, los hombres y las mujeres retornan como sujetos; no como sujetos autónomos o “individuos libres” sino como personas que experimentan el despliegue de la base tecno-económica, las situaciones productivas y las relaciones dadas en que se encuentran, en tanto que necesidades, intereses y valores, y en tanto que antagonismos, ‘elaborando’ luego su experiencia dentro de las coordenadas de su conciencia y su cultura, por las vías más complejas y actuando luego, a la vez, sobre su propia situación (a menudo pero no siempre, a través de las estructuras de clase a ellos sobrevenidas).

E. P. Thompson. Como lo clarificó, dentro de la tradición marxista culturalista inglesa, el historiador E. P. Thompson (1924-1993), existe un permanente e ininterrumpido diálogo entre el ser social y la conciencia social. La conciencia, bajo la forma que sea –como cultura no autoconsciente, como mito, como ciencia, como ley o como ideología articulada–, ejerce a la vez una acción retroactiva sobre el ser: del mismo modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido (7).

El pensador marxista peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) lo expresa en forma diáfana: la relación esencial entre la acción de los condicionamientos objetivos (externos a la conciencia) y la acción consciente constituye momentos recíprocamente activos en la constitución de la praxis global de la sociedad. La conciencia ocupa su lugar exacto en la praxis, y ésta en la determinación de la historia (8).

Todo ser social está inseparablemente unido a actos de conciencia (emplazamiento teleológico). Más aún, Karl Marx (1818-1883) mostró que toda praxis tiene relación con la conciencia. Se trata de un acto teleológico en el que la finalidad de la realización precede, tanto objetiva como temporalmente (conciencia es acción intencional). Al establecer esta relación entre praxis y conciencia, los fenómenos de alienación, fetichismo y cosificación, inherentes al modo de producción capitalista, aparecen como autoproducciones de una realidad no entendida, no como expresiones misteriosas.

La relación entre praxis social y conciencia presenta como base y común fundamento ontológico el proceso del trabajo humano.

El trabajo y la producción. La producción debe entenderse como “producción y reproducción de la vida de los hombres, que va más allá de la supervivencia biológica” y tiene un carácter histórico-social-consciente. La actividad exterior del ser humano redunda en su enriquecimiento interior. Sujeto (trabajador) y objeto (naturaleza) se unifican dialécticamente en el proceso de trabajo, lo exterior y lo interno. Por esta razón, como lo ponen de presente Marx y Lukács, el trabajo, al no entenderse sólo económica, utilitariamente, es desarrollo de la propia potencia y dominio sobre sí del ser humano, y por tanto se establece una relación de la actividad laboral y el fundamento de la ética.

La categoría marxista de “producción”, al extraerse del marco estrecho de la simple actividad económica, hace referencia al movimiento global de la vida de los seres humanos sociales. De modo que se trata “de hombres cuyas capacidades, valores y costumbres… se han instalado sobre modos concretos de producción”.

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