Una sociedad que calla ante el matoneo y que prefiere no resolverlo de manera coherente y radical es una sociedad que descree del futuro, y que descuenta el futuro.
Es un hecho generalizado: con indiferencia de los estratos socio–económicos, en muchos (amplia mayoría) de los colegios del país, públicos y privados, existe una práctica lamentable y a todas luces inadmisible de matoneo. Que es como se traduce el término inglés del bullying: “la montadera”. Que en muchas ocasiones más que simbólica es física, y siempre grupal y psicológica.
Usualmente se trata de una práctica que se emprende contra niños con un cierto perfil: recatados, éticos, de perfil bajo, intelectuales, reflexivos. Pues bien, quiero sostener abiertamente que el matoneo se corresponde con la moral del narcotráfico y la corrupción, de la derecha y extrema–derecha, y el dinero fácil. Su característica primera es evidente: la prevalencia del pensamiento de grupo (groupthink) para macartizar a quien(es) se aleja(n) del grupo; la gallada, la pandilla, el parche. Moral gregaria, en realidad, moral de esclavos: que siempre quieren imponer un modo de pensar colectivo sobre los demás, y que no acatan diferencias. El que no está conmigo está contra mí. Exactamente como la política de guerra y belicosa, camorrera y levantada. A todos los niveles y en todos los estratos.
El matoneo se corresponde con un pensamiento grupal que quiere anular las diferencias y subsumir a los individuos al grupo como tal. En donde predomina exactamente una moral que se corresponde, punto por punto, con la ética de los corruptos, los violentos, los acosadores de todo tipo, los guerreristas y belicosos–belicistas. Es la moral del hacer las cosas a la fuerza y ya y rápido antes de despacio y después.
Ya en la edad más adulta, en las universidades, o en los espacios laborales, el matoneo sigue existiendo, pero en forma más sutil: acoso laboral, acoso sexual, polarización de los grupos, subsunción del individuo al colectivo. Ya en los espacios laborales el individuo deja de existir y su lenguaje se torna en un: “nosotros” colectivista. (Si no es por la referencia teórica, es exactamente el Wir y el uns de que habla Heidegger en Ser y Tiempo, ese texto fundamental que plasma el pensamiento del nacional–socialismo, como ha quedado dicho en la bibliografía técnica sobre el tema).
Moral facilista e inmediatista, moral polarizadora y colectivista, ética de debilidad hecha fortaleza, el bullying es, literalmente, el toreo contra alguien físicamente inferior, y cuyo destino, si se abandonan las cosas a sí mismas, será la total indefensión, la reducción de toda auto–estima, la muerte. Física o social, simbólica o grupal.
Uno de los grandes secretos de este país y que el país mismo no se atreve ni siquiera a verbalizar aún (como el drogadicto y el alcohólico, por ejemplo, quienes verbalizan su problema como el primer paso para superarlo) es la alta, la altísima tasa de suicidios infantiles y juveniles. Indiferentemente del estrato socio–económico, con independencia de la geografía y la cultura. Y en muchos de esos casos, como resultado del matoneo. Alrededor de lo cual comienza a girar la espiral absorbente de la drogadicción, y otros problemas agudos y crónicos de orden al mismo tiempo social e individual.
Que el matoneo sea un fenómeno contemporáneo no es un consuelo, y por el contrario, es la expresión de un severo “malestar en la cultura”. El matoneo se corresponde con la superficialización de la sociedad, total liquidez (Bauman) de las relaciones humanas, el imperio del pensamiento débil (muy en la línea de Vattimo). Pensamiento débil, autoestima mancillada, evaporización y transvaloración de los valores más fundamentales. Como dignidad, libertad, democracia, equidad, igualdad, soberanía, independencia, respeto, diferencia. Valores que no corresponden a ningún credo y que no son bandera de ningún bando en particular.
Estrictamente, el matoneo es el embrión de la criminalidad. En la línea de las llamadas Bandas Criminales (Bacrim, un eufemismo para el paramilitarismo) y un ejemplo diáfano de lo cual son los Maras, en El Salvador y en Guatemala. Y en buena parte de Nicaragua. Desconocimiento de la ley, o promulgación y aprovechamiento de la misma para los beneficios propios.
Cabe aquí una observación puntual: es sintomático que a los procesos de paz y diálogo en los países centroamericanos mencionados, una vez que pasaron, emergieron “automáticamente” esas bandas temibles que son los Maras. Que, para decirlo de manera rápida, fue la metástasis de las bandas criminales y el paramilitarismo, y la epigénesis del matoneo. Que ya es abierta y en la total impunidad, organizada y a gran escala. Un motivo de reflexión acerca de los procesos en curso en el país.
Como quiera que sea, el matoneo se encuentra aún circunscripto al colegio. Aunque en muchos lugares sucede también extra–muros: en el barrio y en la calle. Una epidemia que si no es bien diagnosticada y tratada puede convertirse en una verdadera pandemia. Sin alarmismos. Pero con lucidez.
Una sociedad que calla ante el matoneo y que prefiere no resolverlo de manera coherente y radical es una sociedad que descree del futuro, y que descuenta el futuro. Exactamente como lo hacen los corruptos y los criminales; de cuello blanco y de cuello azul; armados o con poder de distinta índole. Un niño maltratado es el espacio en el que se incuba más maltrato; algo ya suficientemente conocido.
El bullying comienza siempre cubierto por un grupo pequeño que absorbe y refleja todas las miradas exteriores. Exactamente como buena parte de las construcciones arquitectónicas recientes en las medianas y grandes ciudades. Un grupo que cuando ha logrado su cometido pasa a la búsqueda, ávida, de nuevos niños, niñas y jóvenes como un cáncer invasivo. Todo cáncer puede ser tratado y curado si se detecta a tiempo. De lo contrario, la metástasis lo vuelve agresivo. Como sucede con los Maras en Centroamérica.
Frente al matoneo, existen varias soluciones: el reconocimiento abierto y público. Su verbalización. Y su tratamiento. Existe también la protección a todos y cada uno de los individuos y la recusación de esa perversidad que existe en todos los órdenes, que es el pensamiento grupal, la moral grupal y gregaria. “La gente va para donde va Vicente”. Y en el grupo cada quien se siente su propio Vicente, y todos son uno sólo.
Frente a los discursos institucionalistas de todo tipo no cabe olvidar jamás que el descubrimiento del individuo constituye una de los mayores triunfos de la humanidad y de su progreso moral. En contraste con tiempos como la Edad Media cuando primaba la Iglesia y el individuo no había sido descubierto o inventado. O en la Modernidad cuando el Estado se atribuye exactamente las mismas prerrogativas que la Iglesia en el medioevo. O como en nuestros días, análogamente, con el institucionalismo. Institucionalismo formal e informal. Que es, en una palabra, la legitimación misma del bullying. Y todos ellos con mayúsculas: Iglesia, Estado, Institución.
24 Julio 2013
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