Con regularidad asistimos a noticias alimentadas por diversas fuentes acerca de las listas de multimillonarios. Un millonario se considera a aquel que tiene como mínimo un millón dólares. Un multimillonario es todo aquel que tiene por lo menos mil millones de dólares. Ésta vez el turno le corresponde a la Revista Forbes, una acuciosa seguidora y generadora de esta clase de rankings.
En el más reciente escalafón de los multimillonarios, en la lista aparecen con ligeras variaciones, básicamente los mismos. Con movilidad, hacia arriba o hacia debajo de uno que otro nombre. Pero sin que haya cambios dramáticos.
En el caso de Colombia, acontece exactamente lo mismo. Los nombres destacados son los de Luis Carlos Sarmiento (grupo AVAL), Alejandro Santodomingo (el heredero del clan de los Santo Domingo, propietario de Valórem, antes conocido como Grupo Empresarial Valores Bavaria), Jaime Gilinski (del grupo Gilinski, justamente), y Carlos Ardila Lulle (conocido por sus propiedades en medios –RCN– y varios sectores industriales estratégicos).
Lo que no destacan estas clasificaciones son los sectores económicos que representan los más multimillonarios del mundo, así como tampoco la forma como se han acumulado estos capitales. Lo cual desborda ampliamente, claro, a un artículo descriptivo de esa clase.
Como quiera que sea, tres reflexiones saltan a la vista inmediatamente, así: a) ¿constituye eso, en cada caso, un motivo de orgullo nacional? ¿Algo así como un motivo de orgullo patrio, a la manera de los premios Nobel, los científicos, cantantes o deportistas que de tanto en tanto conjugan emociones y voluntades sociales? Difícilmente. Ni siquiera en el periodismo económico se exaltan estos liderazgos como un tema importante para el desarrollo de un país.
En la misma línea, b) se traducen esos nombres en algo así como un motivo para identificar el crecimiento, la calidad de vida, la dignidad o la sensibilidad social de aquellos nombres? El capitalismo es un sistema literalmente despiadado, con nulos desarrollos acerca de política social o humanitaria. Los logros que ha conseguido la sociedad a lo largo de la historia –seguridad social, educación gratuita, apoyo a la ciencia y la tecnología, y otros más– se deben a reclamaciones justas por parte de sus trabajadores, llevadas a cabo en muchas ocasiones en el curso de varios años e incluso décadas, y como dádivas que buscan mejorar las condiciones laborales pero sólo con la finalidad de garantizar más y mejor crecimiento del capital.
El motivo básico consiste en distinguir crecimiento económico y desarrollo económico y social y, en esta misma línea, justamente la tercera consideración:
c) más fuertemente aún, la acumulación de inmensos capitales no oculta, y por el contrario, se corresponde con el más grande de todos los defectos del capitalismo en general y del capitalismo financiero en particular: la inequidad. Bien entendidos los problemas de inequidad representan la cara más sensible y dramática de todos los temas, problemas y retos relativos a la justicia –la justicia humana. La justicia de un sistema político, o económico. La historia del capitalismo es la historia misma mediante la cual los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, ampliando los márgenes o las distancias de equidad entre los seres humanos.
En términos rasos y simples, los multimillonarios acumulan una tal cantidad de dinero que no es posible gastar en una sola vida –por lo menos no de manera razonable, esto es, humanamente.
Las listas seguirán saliendo, con seguridad. A nivel mundial, a nivel continental o nivel nacional. Pero ello no alterará para nada los tres pilares mencionados.
Desde una óptica radicalmente distinta, a la luz, por ejemplo de los nuevos planteamientos aportados por Francisco desde Roma, ser multimillonario es evidente señal de un pecado capital. Pero eso es pedir demasiado. Ni siquiera los nuevos atisbos de la teología de la liberación han llegado a tanto. A la luz de la más humana de las sensibilidades, listas y escalafones semejantes no generan absolutamente ningún motivo de orgullo, sino la mayor indignidad habida cuenta de las necesidades reales, los márgenes de miseria y pobreza, en fin, los grados y modos de la violencia económica del capitalismo. ¿Indignidad? Sí, un motivo para el levantamiento social.
Algunos datos:
El salario mínimo en Colombia para 2014 es de 616.000 pesos (aprox. 308 USD). La fortuna de Sarmiento Angulo es de 12.400 millones de dólares.
4 multimillonarios tiene Colombia, en una población de 44 millones, en los que, de acuerdo con cifras oficiales 14.662.000 personas viven pobreza y 4.596.000 en miseria (“pobreza extrema”).
Las fortunas sumadas de los cuatro multimillonarios colombianos es de 14.900 millones de dólares mientras que la deuda externa de Colombia llegó en octubre de 2013 a 90.424 millones de dólares.
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