El pasado 9 de noviembre, con diversos actos, fueron celebrados los 25 años de la caída del Muro de Berlín, un suceso cuyas connotaciones políticas trascienden por doquier. Pese a lo dicho y a lo silenciado, este no es el único muro que evidencia las luchas sociales y las diversas discriminaciones vividas en diferentes partes del planeta tierra, pero sí es él más celebrado de los muros.
Hace cinco años, a propósito de igual efemérides, con euforia triunfalista los dirigentes de los países imperialistas asistentes a Berlín a celebrar los veinte años de la caída del Muro, todos resaltaron el “triunfo de la democracia contra la tiranía”. “La tiranía no volverá”, dijo Hilary Clinton, Secretaria de Estado de los EU y agregó: “no hay muros que no podamos derribar, por medio de la democracia y los derechos humanos derribaremos los muros del siglo XXI”; el progreso y la democracia ha sido la guía de Alemania unificada, enfatizó, por su parte, la primera ministra de Alemania, Ángela Merkel, lo que repitió emocionada en la reciente celebración.
Lech Walesa y el exprimer ministro de la República Democrática Alemana de ese momento, Memer, invitados de segunda, sin podio, aludieron al significado de la democracia, saludando a Alemania. Es sabido que Polonia depende de ésta para sobrevivir.
A su vez, Gorbachov, expremier soviético, también presente en la ceremonia como el “símbolo de la democracia y la apertura”, fue ovacionado.
El simbolismo. Hace cinco años en Madrid fue erigido un muro de celofán, de la altura y longitud del desaparecido en Berlín, para que los que transitaran a su lado sintieran “que era vivir sin libertad”. Rodríguez Zapatero en Polonia, en otra celebración de la caída del muro, dijo que “hay muros en el mundo que también deben caer” y de paso nos ‘recordó’ que “comunismo y franquismo son lo mismo” (sic). Por su parte, los medios nos recordaron que la “infamia” inició en el mes de mayo de 1945 cuando el ejército rojo soviético liberó Berlín y puso fin a la Segunda Guerra Mundial. (ver, “Encerremos Berlín”).
También nos ‘recordaron’ infinidad de veces que los jefes de la democracia occidental, como el presidente de EU, John Kennedy, estuvo en Berlín en 1963 y pronunció aquella frase que hizo furor en su época: “yo soy berlines”; y sobre todo el discurso famoso del otro presidente estadounidense, Ronald Reagan, en junio de 1987, también en Berlín al lado del muro: “Señor Gorbachov, haga caer este muro”, expresión que la iconografía imperialista considera como el inicio del derrumbe del muro.
Frases, imágenes, discursos, todas difundidas sin descanso. Asombra, ninguno de quienes han hecho este tipo de propaganda alude a los otros muros de la vergüenza emplazados en varias partes del mundo, como un mentís de que las clases dominantes y los poderosos del capital financiero internacional siguen su camino de exclusión y opresión.
“Encerremos Berlín”
Alemania perdió la Primera Guerra Mundial y los países imperialistas vencedores le impusieron unas sanciones para impedir su recuperación, y si la llegaba a concretar que fuera cinco décadas después.
Los países vencedores decidieron, además, que Berlín tendría una zona desmilitarizada controlada, por una parte, por tropas de los Estados Unidos (EU), Gran Bretaña y Francia, y la URSS por la otra, decisión que tomó el nombre de Estatuto de Ocupación o también Consejo de Control Aliado. Impedir que Alemania volviera a tener influencia política y militar en Europa era su objetivo. Este es el germen de la llamada Guerra Fría (GF) extendida entre 1947-1989. El símbolo de su terminación es, precisamente, la caída del Muro de Berlín pero, sobre todo, la destrucción de la URSS y su bloque en 1991. Dos momentos diferentes en esa GF: 1945-1956, cuando se enfrentan Occidente y la URSS socialista; 1957-1989, cuando la URSS ya no es socialista y, por tanto, sus diferencias con Occidente fueron de otro tipo.
Con el final de la guerra y la negociación entre los vencedores, toman cuerpo dos Alemanias: la Federal (RFA) y la Democrática (RDA), formalizadas en 1948, pero que solo ejercieron algún nivel de soberanía después de 1955 cuando el Estatuto caducó, y soberanía plena solo hasta en 1971, con el Basic Treaty (Acuerdo Fundamental), que las reconoce como naciones soberanas, estableciendo relaciones diplomáticas. Estas decisiones tuvieron que ver con el hecho de que el Ejército Rojo, principal vencedor en la Guerra no solo tenía tropas en Berlín y Alemania del Este sino en los otros países de Europa oriental, lo que le permitió ampliar su influencia geopolítica a través de los gobiernos populares.
Disputa y proceso. Antes de la formación del Muro, la URSS ya había trazado una línea divisoria imaginaria que dividía a Alemania desde Saetín (frontera nororiental) hasta la ciudad de Trieste (sur occidente) línea de influencia que el político Británico Winston Churchill bautizo “cortina de hierro”.
Como el Plan Marshall comenzó la ayuda económica de los Estados Unidos hacia los países de Europa occidental, Alemania pudo lanzar el Marco, el “marco oeste”. La situación de los orientales era débil en lo económico, de ahí que, dos “marcos este” equivalían a un “marco oeste”, transacción que comienza a golpear la reconstrucción de Alemania oriental de tal manera que los berlineses de este sector comenzaron a huir hacia el Occidente, a tal punto que en 1960 eran más de un millón los emigrados. Los “grenzgänger” (trabajador fronterizo), obreros que vivían en el Este y trabajaban en el Oeste, fueron restringidos y, de paso, debieron pagar impuesto.
Los intentos de golpe de Estado en Berlín en 1953, de un ataque militar occidental a la URSS por medio de la Otan, y los sabotajes y roces fronterizos, que estaban avalados por la “doctrina Hallstein” (por el nombre del primer ministro de la RFA Walter Hallstein), según la cual la RFA era la única nación con derechos exclusivos para representar diplomáticamente al pueblo Alemán, no aceptaba relaciones diplomáticas con los países que reconocieran a la RDA, y la consideraba simplemente como “zona de ocupación soviética”, estos hechos llevaron a las autoridades de la RDA a la triste y complicada decisión –con apoyo de Moscú– de levantar un Muro de protección, llamado por los comunistas “Muro de protección antifascista” y en occidente “Muro de la vergüenza”.
La construcción del muro arrancó el 13 agosto de 1961 y fue derrumbado el 9 de noviembre de 1989, o sea que duró 28 años, atravesando Berlín a lo largo de 45 kilómetros, y con 115 kilómetros de frontera que separaba al oriente del Occidente. Fue construido por partes, la última de hormigón armado de 3,6 metros de alto, 45.000 secciones de 1,5 metros de longitud, con tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambres de púas, 300 torres de vigilancia, treinta bunkers y setenta túneles; custodiado de día y de noche por 5.000 policías, 5.000 soldados, 4.500 milicianos de las brigadas y tropas del Ejército soviético, además de mil perros policías. Tenía tres puntos fronterizos: Alfa en la hemstedstrasse, Bronco, en Dreilinde, y el famoso Chekpoint Charlie en Frie drichstrasse.
¿Cómo entender lo sucedido?
Partiendo de las posiciones de Mao y el Che Guevara, en el sentido de que en la década del sesenta del siglo pasado el capitalismo burocrático había logrado su restauración en la URSS y por lo consiguiente en los países de su bloque, aunque de manera diferente en ritmo y nivel, en la RDA para esas fechas del comienzo del Muro: “con los abusos del modo de producción capitalista-burocrático, con la economía de escasez, corrupción, el desempleo encubierto, enriquecimiento individual, la escasez de viviendas, el despilfarro y la destrucción del medio ambiente, opresión y espionaje a las masas por el Stasi (Servicio de Seguridad del Estado), nacieron nuevas contradicciones de clases, las cuales calentaron el descontento hasta el punto de ebullición en 1989”.
Este aspecto de las condiciones internas capitalistas, tanto de la URSS como de la RDA –y los otros países del bloque– no lo abordan los analistas pues suponen erróneamente, aunque lo plantean conscientemente, que el llamado “socialismo real” era lo existente, aunque a esos Estados los calificara la historia como “totalitarios.” La confusión es deliberada, justificando desde ese entonces la muerte del comunismo, la imposibilidad de las revoluciones y que los pueblos logren construir un futuro de verdad a su favor.
El libro del periodista estadounidense Michael Meyer “El año que cambió el mundo (La historia secreta detrás de la caída del Muro de Berlín,), un interesante relato de lo sucedido antes, durante y en seguida de la caída del Muro, es decir la destrucción del bloque de la imperialista Unión Soviética, y que llamaron revoluciones democráticas de Europa Oriental. El autor repite la tesis de que el Muro separaba “el mundo de la libertad democrática del mundo de la opresión totalitaria, la encarnación literal de la guerra fría”. Dice que nada ha tenido “tanta carga simbólica, ideológica e histórica. El muro era la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, La cortina de hierro, el culmen del totalitarismo y de la dictadura comunista, la frontera de la democracia. Y uno podía sentirlo, olerlo, tocarlo con las manos, mirar a través de él. De un lado, nosotros. Del otro, ellos”.
Lo que sí era cierto era el odio profesado por las masas contra los burócratas disfrazados de comunistas en la RDA, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania, lo mismo que en la URRS. Con la crisis y final de esta última, su furia en las calles no les gustó ni a los mandatarios occidentales, ni a algunos de los organizadores de las protestas y, por supuesto, a los “burgueses rojos”, por eso llamaron a la prudencia y tranquilidad, a que no podía imperar la “ley de la calle”, volver a la rutina pues la revolución “ya había terminado”
Como lo relata Meyer, Occidente no movió un dedo cuando Kruschov ordenó “cerrar Berlín”, porque no les interesaba, porque además de que podría iniciarse otra guerra, también la economía mantenía sus flujos, es decir, era una forma de estabilidad. La idea de Ulbricht funcionó supervisada su construcción por Erich Honecker. Los datos son elocuentes: entre 1949-1962 huyeron 2,5 millones de alemanes del este; entre 1962-1989 esa cifra descendió a cerca de cinco mil. Y la RDA se convirtió en una prisión.
Pero la RDA ya no era socialista, estaba en el proceso de restauración capitalista y el Muro si representó la infamia de un gobierno autoritario o social-fascista, de la represión contra un pueblo. La discusión debería centrarse en el enfrentamiento de dos realidades en un mismo país y dos visiones del problema. Entre 1945-1955, el periodo de la construcción de la sociedad socialista y después desde 1956 hasta 1989, el capitalista disfrazado de socialista o “socialismo real”.
En un estudio realizado en enero de 1992 por el Instituto para Análisis de los Datos Sociales, Isda, de Berlín, a la población de la anterior RDA de los nuevos “Bundesländer” (Estados Federales de Alemania) les preguntaron que opinaban sobre el socialismo: “Dos años después del cambio en Alemania del Este, los hombres estarían bastante conscientes de la dimensión y las consecuencias del proceso de radical cambio social”, constataron los sociólogos de Berlín e interrogaron por el punto de vista sobre el socialismo: solo apenas uno de cada cuatro lo considera como error desde su inicio, pero, una buena mitad lo ve como idea buena que, sin embargo, fue mal realizada en la práctica. El 58,8 por ciento opinó, además, que el socialismo también tenía buenos aspectos. Y el 12,6 por ciento espera que vuelva un día en “forma mejorada”
En 2009 opinan desde las investigaciones en Hamburgo, de Renate Köcher, que algo así como el 63 por ciento de los alemanes del este conservan una visión positiva de la RDA.
Según la revista Spiegel “los jóvenes defienden el socialismo” y según la Oficina Federal de Estadística de Alemania en 2012, los Estados federados de Alemania del este mantienen rencores y resentimientos, integrados en un orden social común, pero los ciudadanos de los viejos y nuevos Estados constituyen comunidades políticas separadas con sus propias preferencias. El 76 por ciento dice que “el socialismo es una idea buena y al 70 por ciento no le gusta la democracia occidental de Alemania.
Entonces, ¿qué es lo que aprecian? Esa visión es lo que llaman “ostalgia”* por las conquistas sociales: en vivienda, salud, educación, los mejores museos y editoriales, así como construcción de edificios y un estilo de vida sin privatizaciones. El pueblo berlines y el alemán está cargado de contradicciones sobre lo que realmente sucedió en la RDA; una demostración de cómo la gente asimila los procesos.
Entonces una cosa es evaluar lo sucedido con el socialismo y otra muy distinta lo que pasó en el “socialismo real”, pero confundir los dos momentos y sociedades, no ayudan a entender lo que realmente cambió, o si en realidad sucedió tal cambio. De cierta forma esa manera de evaluar al socialismo es una herencia de la Guerra Fría, pues se supone que una vez destruido el imperialismo soviético la libertad reina sobre la tierra, y ya no será posible ese “totalitarismo llamado comunismo”.
Un proceso caldeado. Fuertes luchas tomaron cuerpo dentro del PCUS entre capitalistas moderados y los pro-occidente, o entre los defensores del capitalismo de estado burocratizado y los seguidores de la necesidad de una economía de mercado. No era entre socialismo y capitalismo. Al final de las mismas, el Estado soviético y su partido (“comunista”) decide iniciar un repliegue estratégico en el sentido de concentrarse en la nación más fuerte –Rusia– y soltar a los países de Europa Oriental y después, como es conocido, la URSS llega a su final y surge la Federación Rusa. El discurso de Gorbachov en Berlín en octubre de 1989, con motivo del 40 aniversario de la RDA, desautoriza a Honecker y asume una posición pro-occidente llamando al acuerdo con Alemania occidental y a “derrumbar todo tipo de muros”. Era así porque Rusia urgía del apoyo financiero de Alemania Occidental, lo que entre otras cosas significaba desviar los recursos que le prestaba a la RDA.
De esta manera, la lección principal sobre lo sucedido hace veinticinco años en Berlín es que debe trabajarse más por diferenciar que fue lo que pasó, es decir, separar el socialismo del capitalismo de Estado que dominó a la RDA, diferenciar un régimen autoritario y policial como fu este, como expresión del capitalismo de Estado, de lo que significaron las conquistas democráticas y socialistas para el pueblo de la RDA porque, como lo hemos expresado, va a ser muy difícil que los pueblos entiendan y –a partir de los balances de avances y retrocesos– luchen por una sociedad y mundo más justo y libre.
* Ostalgia es la expresión usada para significar nostalgia por Alemania del este (os se traduce este)
Los muros de la discriminación y de la infamia
Sin duda. Los muros son una forma de demostrar repudio a otras posiciones políticas o religiosas, pero también a etnias, países y pueblos por parte de determinados gobiernos y sociedades.
Por ejemplo, un muro es levantado contra los inmigrantes, obligados a dejar su terruño en procura de trabajo o como alternativa para huir de masacres contra etnias, confesiones religiosas o nacionalismos diferentes. Pero también, algunos consideran que los muros y vallas son necesarios como legítima defensa de sus derechos, propiedad y empleos, los que supuestamente otros les quieren arrebatar. En este sentido los que “defienden la necesidad de la equidad social” solo lo hacen extensivo a unos y no a todos. Los muros son excluyentes, contrarios a la idea de universalidad, de inclusión, y a la libre comunicación entre personas.
Después del Muro de Berlín, “y la libertad que permitió que fluyera si ningún tipo de restricciones”, las clases dominantes del mundo olvidan sus mensajes y levantan más de veinte muros de la infamia en varios partes del mundo. ¿Constriñen la libertad que dicen defender?
1. En Nicosia, capital de Chipre, para separar el sur griego de los Turcos al norte fue creado en 1963 la “línea verde”: 180 kilómetros de concreto y alambres de púas custodiado por las tropas de la ONU, para que los griegos del sur de la isla no crucen hacia el norte.
2. El ya conocido y repudiado “muro de la indignación” erigido por el gobierno de Israel en Cisjordania para discriminar a las comunidades palestinas.
3. La cerca electrificada a lo largo de 1.000 kilómetros en la frontera entre India y Pakistán.
4. También la India hace algo similar con Bangladesh a lo largo de 4.000 kilómetros de frontera; en los dos casos el gobierno de la India alega que es para impedir el paso de terroristas y separatistas.
5. La India construyó un muro de 500 kilómetros de doble cerca de alambres y de cuatro metros de altura para separarse de Cachemira.
6. La línea de 240 kilómetros de largo que separa desde 1953 a las dos Coreas, la llamada socialista de la capitalista y que el expresidente Clinton llamó “el lugar más espantoso del mundo”.
7. En Arabia Saudita, con el pretexto de defender las reservas de petróleo, levanta barreras de seguridad.
8. Además, han erigido un muro de seis metros de altura que los separa de Yemen para “impedir infiltración de terroristas”, así ese muro separe a tribus y familias.
9. También han construido los sauditas el muro de 900 kilómetros que los separa de Iraq.
10. Desde 1991 a Iraq y Kuwait los separa una alambrada de púas, minas, cerca electrificada y muros de arena de 199 kilómetros de longitud.
11. Con apoyo de la Unión Europea fue levantada la cerca de doble alambrada de púas de tres metros de alto, con detectores y cámaras alrededor de Ceuta y Melilla, en Marruecos, posesiones españolas, para impedir la inmigración; cuando sucedió la entrada a España de millares de inmigrantes marroquíes por ese punto, el Presidente Rodríguez Zapatero ordenó doblar la altura de la valla.
12. Desde 1999 la frontera de Uzbekistán con Tadjikistán está protegida con alambres de púas y campos minados.
13. En Marruecos, para separarse del Sahara Occidental, de sur a norte construyeron con el apoyo de Francia e Italia, un muro de 2.400 kilómetros de longitud, de paredes de arena y piedras, alambradas, zanjas y campos minados, con garitos militares cada 80 metros con el fin de impedir el paso de inmigrantes y de los guerrilleros del Frente Polisario.
14. Todavía subsiste la “línea de paz” en Belfast, el muro de ladrillo y acero de 20 kilómetros que la divide desde 1969 entre protestantes y católicos.
15. El gobierno de Botsuana decidió construir una cerca de alambres de púas en la frontera con Zimbabwe con el pretexto de impedir que animales contaminados pasen, pero es sobre todo para impedir que los sobrevivientes de las masacres étnicas crucen la frontera.
16. Tailandia levantó un muro de 75 kilómetros con Malasia para impedir el paso de los musulmanes del sur.
17. Pakistán levantó un muro en la frontera con Afganistán de 24 kilómetros de longitud.
18. Los Emiratos Árabes erigieron una cerca en la frontera con Omán.
19. Kuwait sembró un muro a lo largo de 215 kilómetros de frontera con Iraq.
20. Por supuesto, el muro infame de los Clinton y de los Bush que separa la frontera de EU con México, a lo largo de 3.000 kilómetros de frontera, con 4.5 metros de altura, de concreto y acero, de los cuales están construidos los tramos de Tijuana-Sandiego, y otros en los estados de Arizona, nuevo México y Texas. Ante él, los inmigrantes han optado por pasar por el desierto de Arizona lo que ha significado la muerte de muchos de ellos. La construcción la autoriza la ley Sensen Brenner de 1994, que lo autoriza, de la misma manera que esa ley criminaliza al inmigrante.
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