Las cifras no paran de crecer. Si ayer aparecían más de 70 cadáveres en un camión frigorífico en el este de Austria, estacionado junto a la frontera húngara y con el conductor actualmente en paradero desconocido, y el miércoles eran medio centenar los encontrados en una barcaza con rumbo a la costa europea, en la que viajaban hacinadas más de 400 personas, hoy son en torno a 200 los cuerpos que han aparecido en el litoral libio.
Se trata de un nuevo episodio de la crisis de refugiados actual, que suma las personas que huyen de la guerra, el horror y el caos en Siria, Iraq y Libia a los habituales miles de personas que buscan una vida mejor en Europa llegados desde países africanos y asiáticos.
Tal como ha indicado al rotativo inglés The Guardian un representante de Médicos Sin Fronteras que se encuentra ayudando en el operativo de rescate, de los dos centenares de cadáveres hallados en el país africano esta noche, 40 se encontraban a bordo de una embarcación volcada y medio hundida, mientras que alrededor de 160 estaban flotando en los alrededores de la zona, a un kilómetro de Zuwara, en el oeste del país, uno de los principales puntos de salida de los botes que parten rumbo a la costa italiana. Más de 200 supervivientes fueron rescatados por las autoridades libias.
Al parecer, tal como ha indicado un funcionario de seguridad de la ciudad, el barco partió de la costa africana completamente sobrecargado –de migrantes procedentes del África subsahariana, Bangladesh, Marruecos, Pakistán y Siria, indica la misma fuente–, con más de 400 personas a bordo, lo que podría haber causado el hundimiento del mismo.
Muchos de los fallecidos parecen haber quedado en la bodega del buque, un lugar habitual en el que se hacinan decenas, a veces cientos, de migrantes en las destartaladas barcas. Ese es el espacio en el que también fueron encontrados los 52 fallecidos en otra barcaza, de madera, este miércoles. Los guardacostas del buque sueco Poseidón que encontró la embarcación, integrado en la Operación Tritón de la Unión Europea para el control de la migración en la Frontera Sur, que apuntaban a la asfixia producida por las altas temperaturas del compartimiento, debidas a la sobrecarga, el hacinamiento y la combustión del motor, como probable causa de la muerte.
Según la BBC, la tragedia en la zona podría ser peor, ya que otra embarcación con alrededor de medio centenar de personas a bordo ha naufragado en la misma zona del litoral libio.
El nuevo incidente implica que, en lo que llevamos de año, se han registrado más de 2.500 muertes oficialmente, una cifra superior al mismo período de 2014, año en que 3.224 perdieron la vida en el Mediterráneo, según el informe Derechos Humanos en la Frontera Sur 2015 de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía.
HALLAN DECENAS DE CADAVERES DENTRO DE UN CAMION EN AUSTRIA
Asfixiados y abandonados
Encontraron un camión cargado de migrantes muertos abandonado en una autopista. El avanzado estado de descomposición de los cuerpos impidió a la policía austríaca identificarlos y determinar la cantidad exacta de víctimas.
El horror de la crisis migratoria tocó tierra firme en Europa. Alrededor de 50 migrantes fueron encontrados muertos ayer en un camión abandonado por su conductor, que no pudo ser identificado, en la autopista A4, en Burgenland, Austria. El avanzado estado de descomposición de los cuerpos, apilados en el interior del acoplado, impidió a la policía austríaca identificarlos y determinar la cantidad exacta de víctimas. El macabro hallazgo coincidió con la celebración en Austria de una cumbre sobre refugiados en los países de los Balcanes occidentales, desbordados este año por miles de migrantes que huyen de guerras o represión en Medio Oriente y Africa e intentan entrar en Europa por su territorio. “Hoy es un día oscuro. Esta tragedia nos afecta profundamente a todos”, señaló la ministra del Interior austríaca, Johanna Mikl-Leitner, en conferencia de prensa en la ciudad de Eisenstadt, cerca de Viena. La canciller alemana, Angela Merkel, también presente en la cumbre, dijo estar conmocionada por la noticia.
El vehículo que transportaba a los migrantes, un camión frigorífico con patente húngara, apareció en el carril de emergencia de la principal autopista que une Budapest con Viena, cerca de la frontera con Hungría. En el lugar del hallazgo, ubicado 40 kilómetros al sureste de Viena, la policía montó un operativo alrededor del camión –en uno de sus laterales tenía el logotipo de la compañía avícola eslovaca Hyza–, acordonado para mantener a distancia a curiosos y periodistas. Según el jefe de policía del estado federado de Burgenland, Hans Peter Doskozil, el estado que presentaban los cuerpos, sumado al caluroso verano austríaco, hacía presumir que la data de muerte por asfixia de los migrantes era de varios días.
El camión, que fue abandonado anteayer y salió de Budapest ese mismo día por la mañana, fue encontrado con la puerta trasera abierta. De su interior, según determinaron las primeras medidas de los sabuesos, salían los fluidos de cuerpos en descomposición. El operativo para dar con el conductor del vehículo, del que nada se sabía hasta ayer, fue lanzado en las últimas horas. La compañía checa Agrofert Holding, dueña de la eslovaca Hyza, se desligó como propietaria del camión al afirmar que lo había vendido en 2014 y que los nuevos dueños no le quitaron el logotipo, como habían requerido.
En Budapest, el gobierno de Hungría afirmó que la patente del camión fue registrada por un ciudadano rumano en la ciudad de Kecskemet. Janos Lazar, jefe de gabinete del primer ministro húngaro, Viktor Orban, adelantó que las policías de Hungría y Austria van a trabajar en estrecho contacto para tomar las medidas necesarias que permitan investigar qué fue lo que sucedió y dar con los responsables.
La ministra del Interior austríaca dijo que los muertos parecían ser víctimas de una operación de traficantes de personas. “Los traficantes de personas son criminales”, señaló Mikl-Leitner, que prometió hacer todo lo posible para dar con los responsables. En declaraciones al margen de la cumbre sobre la crisis de refugiados, el canciller federal de Austria, Werner Faymann, dijo que la tragedia mostraba cuán urgente es la necesidad de que los países europeos trabajen juntos para buscar soluciones al drama migratorio. “Hoy, refugiados perdieron la vida que habían intentado salvar escapando, pero la perdieron a manos de los traficantes”, dijo el jefe de gobierno en un encuentro con periodistas que tuvo lugar en Viena.
La canciller alemana, por su parte, afirmó que la tragedia “nos insta a afrontar el tema de la inmigración de forma rápida y con espíritu europeo, el de la solidaridad”. Merkel recordó además que ahora, en el mundo, hay un número de refugiados que no encuentra parangón desde la Segunda Guerra Mundial. En rueda de prensa tras la cumbre en Viena, la mandataria reiteró que la normativa Dublín sobre asilo no funciona y que se requiere una solución común europea frente a la crisis. “¿Adónde vamos a devolver a los solicitantes de asilo? ¿A Hungría, a Austria, a Serbia, que ya tienen tantos o más refugiados que nosotros?”, se preguntó Merkel.
Su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, mostró en la misma cumbre la necesidad de reformar la normativa de Dublín, que determina que el proceso de asilo debe tramitarse en el primer país de la Unión Europea (UE) donde llega la persona que lo solicita, por lo que, en principio, se deduciría que un segundo país podría devolver al solicitante al país de entrada. En ese sentido, Steinmeier instó a los países europeos a realizar una distribución justa de los refugiados dentro de la UE, mediante un sistema de cuotas obligatorias que ya fue rechazado por numerosos países del bloque.
Cientos de miles de solicitantes de asilo llegaron a Europa en lo que va del año desde países en guerra de Medio Oriente, y más allá, como Siria, Irak y Afganistán, escapando de la pobreza o la represión en naciones de Africa, sobre todo Eritrea. Muchos siguen la ruta de los Balcanes: de Turquía a Grecia por mar; hacia Macedonia, al norte, en colectivo o a pie; por tren a través de Serbia y luego caminando los últimos kilómetros hacia Hungría, primer país miembro de la UE y del espacio europeo libre de pasaporte o zona Schengen.
Así evitan la más peligrosa ruta del Mediterráneo rumbo a Grecia e Italia, en la que, en lo que va del año, más de 2300 migrantes murieron ahogados o de hambre y sed a bordo de embarcaciones precarias, entre ellos 55 cuyos cuerpos fueron hallados anteayer en la bodega de un barco de traficantes rescatado cerca de Libia. Una vez dentro de la UE, la mayoría de los migrantes y refugiados trata de llegar a naciones europeas que, a priori, presentan un futuro más prósperas, como Alemania, Holanda, Suecia o Austria. En este país, precisamente, el número de solicitantes de asilo superó los 28.300, entre enero y junio pasado, y las autoridades esperan hasta 80.000 para este año. Alemania estima que también recibirá a 80.000 refugiados en 2015.
La policía húngara dijo que 3241 migrantes fueron detenidos anteayer por entrar ilegalmente al país, 700 más que el día anterior, y el número más alto en lo que va del año. Hungría está terminando de construir una valla de alambres de púas en su frontera con Serbia para mantener a raya a los refugiados.
PESE A LOS MAS DE CIEN MIL REFUGIADOS QUE CRUZARON EL MEDITERRANEO EN JULIO, EUROPA SE SUMIO EN EL SILENCIO
Europa calla ante el drama de los inmigrantes
Con una extrema derecha acechando las urnas y una derecha cada vez más dura, los sucesivos encuentros europeos consagrados al tema de la inmigración apenas disimularon la mordaza que cubre los labios de los líderes europeos.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Página12
Hicieron falta miles de muertos y dramas espantosos, como los 50 migrantes muertos de asfixia encontrados en un camión en Austria ayer, para que los dirigentes europeos empezaran a salir de zona de retaguardia en la que se mantienen desde que los primeros migrantes llegaron a las costas de Sicilia. El comisario encargado de Inmigración dentro de la UE, Dimitris Avramopoulus, dijo el pasado 13 de agosto que “la inmigración no es un problema griego ni alemán, ni italiano, ni húngaro, ni austríaco” sino “europeo”. Y sin embargo, pese a los más de cien mil refugiados (cifras oficiales del organismo europeo Frontex) provenientes de Siria, Afganistán, Eritrea, Irak y Su- dán del Sur que cruzaron el Mediterráneo para alcanzar territorio europeo en el pasado julio, Europa se sumió en el silencio y hasta dinamitó las iniciativas de la Comisión Europea.
Tan es así que el 23 de agosto, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, publicó una encendida columna de opinión en el diario conservador Le Figaro donde defendió los valores humanistas de Europa contra la indiferencia, las peleas, el racismo y los antagonismos que sesgan todo posición común ante la inmigración: Juncker recordó que esos migrantes huían de la “guerra en Siria, del miedo de Daesh en Libia o la dictadura en Eritrea” y afirmó: “Lo que me espanta es constatar el resentimiento, el rechazo, el miedo con los que se trata a esas personas. Incendiar los campos de refugiados, alejar los barcos de los puertos, violentar a los solicitantes de asilo o cerrar los ojos frente a la miseria y la pobreza, eso no es Europa”. Pero eso es lo que pasa hoy.
Los sucesivos encuentros europeos consagrados al tema de las fronteras y la inmigración apenas disimularon la mordaza que cubría los labios de los líderes europeos.
Con una extrema derecha acechando las urnas y una derecha cada vez más dura que también saca provecho de la “amenaza migratoria”, el tema es una bomba de tiempo política en cada país. Abordarlo es exponerse a una controversia pública y a la consiguiente pérdida de votos en un electorado ultra sensibilizado en torno de la temática de la inmigración. Los Estados repiten el mismo discurso “humanidad y firmeza”. Casi nadie se adentra a destapar un problema complejo y cuyos orígenes son, a menudo, las mismas guerras que Occidente desencadenó o los conflictos en los cuales intervino (Afganistán, Siria, Libia, Irak).
En realidad, aunque mal les pese a sus masivos adversarios, la que rompió el pacto de inmovilidad fue la canciller alemana Angela Merkel. Por primera vez en diez años, el 25 de agosto Merkel visitó un campo de refugiados en Sajonia, donde escuchó el grito de 200 manifestantes que la trataban de “traidora”. Antes, el 24 en Berlín, Merkel y el presidente francés François Hollande llamaron a Europa a adoptar una respuesta “unificada” frente a la crisis de los migrantes. Hasta ese momento, los demás responsables se habían mantenido en silencio. La misma canciller anunció que todos los refugiados sirios que habían llegado a Alemania a través de otros países europeos no serían expulsados. Por sorprendente que resulte, Merkel está transformando a la derecha alemana en lo que toca a inmigración con un discurso y acciones calcadas de las que antaño asumió el Ejecutivo rojo-verde, es decir, la alianza entre los socialdemócratas del SPD y los ecologistas de Die Grünen.
En Francia, durante el mes de agosto (vacaciones), los partidos políticos celebran una serie de reuniones llamadas “universidades de verano”. En 2015, en plena catástrofe migratoria, el Partido Socialista, por ejemplo, no rozó el tema. El halo humanista, aunque retórico, ni siquiera se asomó en los debates. En cuanto a los ecologistas, más allá de una indignación verbal no hubo acción, formulaciones concretas o un programa para interpelar al Ejecutivo. En este desierto de buenas intenciones, de náufragos, de ahogados o aplastados por los trenes, de decenas de miles de personas en las fronteras de Grecia, Hungría, Serbia, Francia Italia, Austria o Alemania, la extrema derecha adoptó un perfil bajo. Como lo señala al diario Le Monde Jérôme Fourquet, director del departamento de opinión de la encuestadora IFOP: “Marine Le Pen (la líder de la ultraderecha del Frente Nacional) no tiene necesidad de decir mucho. El carburante está ahí”. La derecha tradicional, agrupada ahora en el recién fundado partido Los Republicanos, tampoco salió de la cueva. El único que se destacó al principio del verano fue Nicolas Sarkozy. El ex presidente y jefe de Los Republicanos había comparado el flujo de los migrantes a una “fuga de agua”.
El inmovilismo, las expresiones insultantes, las agresiones, la construcción de muros y barreras o la misma extrema derecha no podrán corregir el curso de los hechos, ni tampoco la nueva cita con la historia que tiene Europa. Según Jean-Christophe Dumont, el especialista de las migraciones en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico) más de un millón de personas ingresará clandestinamente de una u otra forma al Viejo Continente. Con más de 2000 migrantes muertos en lo que va del año, las fronteras europeas son hoy las más mortíferas del mundo. Europa se mueve a su vez entre varias fronteras inciertas: la de sus valores, la del humanismo, la de la solidaridad, la del miedo, la del racismo, la de los cálculos políticos y la de las medidas fuertes destinadas a detener el flujo migratorio rehusando recibir a los migrantes y forzándolos a volver a sus países. La complejidad del drama y de la crisis es tal que sin una síntesis entre todas esas fronteras delicadas los dramas como los de Austria se propagarán con una frecuencia destructora. El Mediterráneo seguirá siendo una tumba a cielo abierto y Europa se volverá un edén atrincherado.
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