Colombia es una país inmensamente dramático, donde surgen las historias a borbotones; material fresco y diverso para creadores, pero trágico para los protagonistas que padecen dolidas historias; tal es el caso de esta película documental.
Noche herida recapitula en una historia, la de miles de personas, habitantes del campo, víctimas del conflicto armado en Colombia. Es una noche agobiante, que incomoda y a su vez envuelve al espectador en la magia del relato: somos testigos invisibles e íntimos de una historia en que, para este caso, la realidad supera la ficción.
Este documental, del director Nicolás Rincón Gille, es el último de su trilogía Campo hablado [1], en el cual recoge el desenlace i-lógico de los que habitan en medio de una guerra ajena: el desplazamiento forzado, familias enteras engrosando los círculos de miseria de las grandes ciudades.
¿Más de lo mismo?, claro, y mil veces claro. Por más cruenta y detestable que sea esta realidad, pareciese necesario verla (hasta el cansancio) para no tener que repetirla nunca más (“por los siglos de los siglos”). Por otro lado, esta película (como muchas otras que retratan el escenario reciente de nuestro país) hace parte de nuestra memoria histórica y, específicamente, de la memoria de las víctimas, cientos de miles, millones, que soportaron –soportan– el horror de la guerra, en gran parte los efectos del ejercicio del poder trasladados a terruños alejados más allá del centro mismo donde ese poder se sitúa simbólicamente.
El valor de dar la palabra a quien le ha sido negada [2], como lo hace este documental, significa, además de un recuento histórico fundamental, la posibilidad de que las víctimas puedan expresar sin intermediación la versión de lo acontecido en sus vidas y, sobre todo, que esto mismo sirva como parte de un proceso para reconciliarse con la vida y la sociedad.
Por desfortuna, esta no es una película taquillera, ni de masas; por lo que su incidencia parece agotarse en un círculo cerrado. Sin embargo, este tipo de películas documentales se abren cada vez más al público en la escena local. Tal es el caso del premio recibido en el 2016 –mejor película– en la competencia de cine colombiano en el Festival de Cine de Cartagena. Apertura, que esperamos posibilite nuevos canales de distribución y difusión para este tipo de contenidos que tanto necesita el país. Recordemos la gastada frase de Patricio Guzmán [3]: “Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotos”.
Vivir al margen de la sociedad.
Respecto al documental “Noche herida”, podemos decir que la película no deja entrever ninguna salida al conflicto. Es un fiel retrato de la verdad de muchos. Simplemente es, sin fórmulas ni dictámenes: una imagen abierta, en agonía. No obstante, en su trama hay una lucha interior de una súper héroe (Blanca, la protagonista), tratando de resarcir su vida y la de los próximos (principalmente) en medio de las más duras condiciones.
Sin inmediatez, a un ritmo pausado (como solo sabe hacer la gente del campo), es narrada esta historia. El director logra magistralmente hacerse invisible ante la protagonista y su entorno, registrando una imagen pura de lo que se vive; el espectador es un confidente más en la historia, un testigo del día a día de las personas que sobreviven al margen de la sociedad: en las Noches heridas.
[1] En lo escondido (2007), Los abrazos del río (2010) y, finalmente, Noche herida (2015).
[2] Representa a más de siete millones de desplazados internos que registra Colombia.
[3] Patricio Guzmán Lozanes es un destacado cineasta chileno residente en Francia, reconocido principalmente por sus documentales.
https://www.youtube.com/watch?v=bF2cisKAN2Q
Ficha técnica
Dirección: Nicolás Rincón Gille.
Edición: Cédric Zoenen
Sonido: Vincent Nouaille
Sinópsis:
Huyendo del campo, Blanca vive con tres de sus nietos en la frontera de Bogotá. En plena adolescencia, Didier, el mayor, decide abandonarla. A la distancia Blanca trata de protegerlo invocando a las benditas almas, mientras refuerza su atención sobre los dos más jóvenes, Camilo y John, por miedo a que también se pierdan. Es la lucha de una abuela por el futuro de los suyos; una historia milenaria en un contexto contemporáneo de exclusión.
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