El uso, como catapulta política, de las calamidades dadas en la ciudad de Bogotá, además de las manifestaciones masivas de los profesores y del paro cívico de Buenaventura es un acto bajo y cínico, pero que está dirigido hacia un solo aspecto, ganar las elecciones presidenciales del próximo año y por todos los medios acabar con el acuerdo de paz. Diría que esa sería la bandera del partido Centro Democrático.
Esa manera, en la que desarrollan sus campañas políticas, evidencia que ese conjunto sostiene la idea de un orden preexistente; es decir, ellos se sienten muy cómodos con la idea simple de que los grupos guerrilleros son grupos terroristas con los cuales no hay que negociar sino que hay que derrotar desde la vía armada –la idea de la mano firme–. el cual ha sido un argumento que ha calado en un sector de la población colombiana.
Dicho orden además contiene la idea implícita de que el ejército y la policía son instituciones armadas que administran la confrontación y el conflicto, y tiene como consecuencia la pasividad de la ciudadanía, debido a que hay un agente administrativo en el ejercicio cotidiano del conflicto, el cual no abre la posibilidad a la sociedad de tener un control sobre ellos mismos. Por esto Frantz Fanon era crítico de esta idea preestablecida de orden, debido a que la define como una servidumbre cómoda a la rutina tan profundamente arraigada (Fanon, 1976), en este caso en la población colombiana.
Y realmente es así pues para muchos es más sencillo anclarse a la idea de que es imposible ver a los miembros de las Farc como sujetos de carne y hueso. Por eso se indignan al ver a los miembros de esta guerrilla haciendo eventos culturales en las zonas veredales de transición, generando propuestas prácticas de centros urbanos sustentables, además de escucharlos en varios medios de comunicación, pues eso es algo novedoso, que no encaja dentro del marco criminal difundido por tantos años en el que siempre aparecen como sujetos sanguinarios.
Pero eso es precisamente lo que considero una de las virtudes del proceso de paz, pues a partir de esos hechos (la dejación de armas, la reinserción de los guerrilleros..etc) se comienza a establecer la idea de desorden, positivo a mi criterio, pues obliga a que nos confrontemos, no ya desde una violencia simplista, en la que de manera previa hay unos buenos y otros malos (que es lo que implica la idea preestablecida de orden) sino desde un marco en el que sujetos de diferente posición se pueden conocer. De esa manera se logra comenzar a suprimir suposiciones como que la confrontación inevitablemente nos llevará a la violencia, y a la necesaria administración de esta por parte de la policía y el ejército.
En pocas palabras esa idea de desorden como carácter positivo nos permitirá vivir en constante contacto –a pesar de que no estemos de acuerdo en posiciones– y nos evita caer de antemano en prejuicios y falsedades. De manera que confrontar al otro desde la experiencia se torna una necesidad inherente a nuestras vidas.
Por eso a los opositores del proceso de paz le tienen tanto miedo, debido a que no podrán desarrollar su maquinaria calumniadora desenvuelta en proyecciones que pueden no ser avaladas por la experiencia, ni por los contactos con los diferentes sujetos.
Por eso considero que para evitar este tipo de argumentos que emplean los opositores del acuerdo, la mejor manera es apoyarlo para así romper con la idea preestablecida de orden. Tomar la confrontación como un uso positivo es la mejor manera de documentarse. De este modo caerían por su propio peso las campañas bajas y pusilánimes que han generado algunos sectores de la oposición del proceso de paz.
Bibliografía
Fanon, F. (1976). Sociología de una revolución. Mexico D.F: Era S.A.
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