“Creo que el principal aprendizaje es que sabíamos ser oposición, pero no sabíamos ser gobierno”.
Y cuando digo “no sabíamos” me refiero no solo a los servidores públicos, al funcionariado que arriba al Estado, ni a la bancada del Pacto Histórico en el Congreso Nacional, sino a los movimientos sociales y los procesos de organización popular. Lo que triunfa en 2022 es un proyecto político. Un proyecto en el que convergen demandas históricas, acumulados de luchas sociales, movilizaciones, acuerdos incumplidos; todo ello accede al gobierno y logra un espacio inédito en el parlamento.
El cambio de una mentalidad histórica de resistencia y oposición a una mentalidad de gobierno no es fácil, ni se da de un día para otro. Para el movimiento social significa discernir cómo se posiciona ante “mi gobierno”. La mayor parte de la gente que llega a las responsabilidades en el Estado provienen de los movimientos sociales, de las formaciones políticas del Pacto y de la academia, tienen las ganas, tienen buena voluntad y capacidad, pero no pocos carecen de experiencia.
La gerencia del cambio se ha revelado como una debilidad. Hay objetivos de primera importancia que hasta ahora no se han alcanzado. El propio Presidente experimenta la desesperación frente a sus equipos y la gestión de algunos/as de sus ministros/as. Podría decirse que hemos tenido más Presidente que Gobierno. El Presidente anuncia, da líneas, enfoca, y el Gobierno reacciona con mucha lentitud a la hora de materializar las promesas de campaña y los planes consignados en el Plan Nacional de Desarrollo. El Estado aparece históricamente como un aparato burocratizado y paquidérmico. Muchos funcionarios sienten la imposibilidad de hacer lo que se requiere por los procedimientos, los obstáculos, las trabas y los tiempos con los que funciona la maquinaria. Es como si el aparato estuviese diseñado para que no funcione.
También puede percibirse algo que no es explicito, que no está escrito, que no está anunciado como una directiva o una circular, y es que toda la burocracia que está en el Estado y viene de anteriores gobiernos, sea de carrera, sean contratistas, sean provisionales, en muchos casos son personas que de alguna manera son resistentes al proyecto del cambio, sienten en riesgo sus plazas y están en una especie de letargo, de entrabar, de estancar, de imponer el “no se puede”. Las órdenes vienen desde arriba y descienden, pero entre los abogados que instauran el temor a actuar y los ejecutores finales que no proceden con eficacia y eficiencia, las órdenes naufragan. Entonces, hay una obstrucción de una franja de servidores públicos dentro del aparato estatal: una especie de plan tortuga, de quemar tiempo y afectar lo menos posible el statu quo imperante, mientras pasan los cuatro años del periodo presidencial.
Entre la opción siempre latente de un golpe de Estado suave –que han intentado promover y que no han logrado materializar por las defensas que tiene el Gobierno y el apoyo del movimiento social con el que cuenta– y la opción de difamar y desprestigiar a los altos funcionarios, como a los congresistas, al tiempo que ocultar los logros, así como asignarle la culpa de no resolver problemas históricos e impedir la acción gubernamental dirigida al cambio, quienes dirigen la oposición a las transformaciones esperan que pase el tiempo que queda del mandato presidencial y, así, recuperar en 2026 el control que perdieron en 2022.
Creo que –quizás– ha faltado un proceso dirigido a entusiasmar al funcionariado con un horizonte y unos planes de acción proyectado a alcanzar propósitos que sirven a la nación. No creo que el funcionariado estatal per se tenga mala voluntad o sea incapaz. Creo que hay sectores del Estado que tienen un acumulado histórico de personas comprometidas y con altas capacidades, que se pueden identificar sin dificultad con los propósitos y los planes del gobierno. Creo que la demonización del Presidente y la Vicepresidente ha afectado la acción del funcionariado y todo lo que puede aportar a la nación. Y en lugar de concentrarse en los cambios, la atención colectiva queda anclada en estar a favor o en contra del gobierno. Creo también que el escenario del Estado es heterogéneo.
Paradójicamente los militares y los estrategas militares que han visto las experiencias de América Latina y saben que la fuerza pública no ha sido atacada por los gobiernos de izquierda, no se han inquietado con el nuevo gobierno. Lo sucedido, de hecho, es que durante el gobierno de Petro lo que se ha hecho es mejoras a la fuerza pública: ingresos, cursos, alimentación y reconocimiento.
Creo que, a pesar de lo que he señalado, se han realizado innumerables avances y hay logros importantes. Creo que los equipos vinculado al Gobierno tienen un compromiso y una capacidad que se traducirá en logros en los 18 meses que vienen. Un tiempo libre de campañas electorales. Un tiempo para el que ya se conoce y se comprende mejor el funcionamiento de la maquina estatal.
En este sentido creo que una forma de potenciar la acción gubernamental y ahorrarle enormes recursos a la nación es adelantar una reforma política dirigida, por ejemplo, a ampliar los periodos de gobierno, al menos a seis años, mejorar la democracia interna de los partidos, regular las coaliciones, voto obligatorio, paridad de género, financiación estatal y mejor control electoral, con transparencia.
La tarea estratégica para el Gobierno, en este momento, es gobernar. Y en la tarea de control político la acción principal ha de ser monitorear la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo; contribuir a que el gobierno avance en la ejecución de este Plan. Esta es la tarea principal del control político “amigo”. En este momento también surge, como reto de primer orden, la construcción de un nuevo partido de unidad para las elecciones del 2026.
Creo que en los temas de paz este año es vital, hay ceses al fuego con el Eln, con el EMC Farc, tregua con las bandas en Buenaventura, arrancará el diálogo con los marquetalianos, también se avanzará con los procesos de participación ciudadana, así como con la construcción de paz en los territorios.
Para mi hay un aprendizaje muy íntimo, que no sé si está relacionado con mi espíritu anarquista, y es que el Estado es muy limitado, casi inservible. Reconociendo que los cambios se hacen en la cultura, en la vida cotidiana, en la calle, en el barrio, en el movimiento social y popular. Y el Estado apoya o estimula estas dimensiones o, como hacía antes, mata y obstruye. En nuestro caso, si el Estado logra reconocer y apoyar los procesos sociales y populares, es un avance.
El Estado puede soportar, estimular y promover, pero, por lo menos no debe hacer daño. (Su mirada parece retrotraerse, auscultar en lo más íntimo, remover vivencias, y prosigue cuando cree haber encontrado lo buscado), recuerdo cuando uno iba a los territorios en medio de las fumigaciones o de las operaciones militares en las que ejecutaban y desplazaban población civil, y uno preguntaba: ¿ustedes que quieren? Y la gente respondía: ¡Que no nos jodan!
Por ello creo que un gobierno que no joda a la gente, que no la estigmatice, que no la persiga, que no la ataque, y que haga cosas que mejoren sus condiciones de vida cotidiana, es un gobierno muy favorable para el movimiento social y popular”.
Un silencio se impone en su narración, se mueve en la silla, saborea un poco de la fruta del desayuno, toma aire, me mira como preguntando si ha respondido lo que como desdeabajo esperábamos, y toma de nuevo la palabra:
“Otro aprendizaje claro de estos 18 meses es que tenemos una clase política depredadora. Una clase que solo piensa en sus ganancias y sus beneficios. A la que no le pasa por la cabeza servir a la nación. Y no negocia sin la ambición desmesurada de apoderarse de todo; en el Congreso esa clase política extorsiona y exige de todo al Gobierno.
El Gobierno quiere hacer las reformas del cambio y las bancadas o los congresistas piden lo que llaman participación en el Gobierno, y lo hacen de una manera tal que no esconden su real propósito: hacerse a buena parte del Gobierno.
Por ello, si haces una negociación gota a gota con un Congreso en el que prevalece una franja con una voracidad sin límites, tienes que entregar todo el gobierno. Entonces, el aprendizaje es un interrogante: ¿cómo negociar con el Congreso? ¿cómo negociar con la clase política?
¿Cuál creo que es la actitud de un congresista del Pacto? ¡Nosotros hacemos caso, votamos las normas, las defendemos, defendemos al gobierno, hacemos el control político positivo, pero nosotros no tenemos ni un solo puesto, ni un solo contrato para darle a la clase política del establecimiento. Entonces, el que tiene que garantizar las mayorías es el gobierno. Y eso lo hace el Ministerio de política, que es el que busca los consensos, las mayorías, la discusión ideológica, programática, respondiendo a intereses de una clase política que piensa en sus intereses más que en el país. Entonces, la mayoría del funcionariado no ha sido nombrada por nuestro gobierno. Nosotros nombramos entre el 10 y el 15 por ciento. Pero la mayoría de los que se ponen ahí se nombran para pagar favores que han permitido las mayorías en la elección y, probablemente, también para abonar los cambios y posible continuidad del Gobierno.
Entonces, si no se negocia en bloque, y bloque es: ustedes son el partido verde, ustedes apoyan al gobierno, ustedes quieren x o y, o ustedes quieren que el proyecto quede con x o línea….se negocia eso, pero se negocia en bloque. Si es gota a gota estamos perdidos.
…¡Por todo esto es que digo que el Estado no sirve para todo lo que se cree!”.
Y al instante, Alirio Uribe añade con implacable ironía: “¡el Estado genera empleo! …y hace algunas cosas, pero el cambio lo hace la gente, la tarea es gobierno con la gente.
Entonces lo que revela la experiencia de estos 18 meses es que lo que necesitamos es elevar el nivel de conciencia de la gente en el ejercicio de sus derechos, y que el Estado no estorbe y haga cosas que sean estructurales. Y trabajar en que la gente entienda que el Estado no le cambia la vida.
Cuando Petro le dice a su gobierno: contrate directamente, es porque el Gobierno detecta que el Estado es tan burocrático e inepto para ejecutar que todo lo hace con operadores. Con operadores que tienen diversos grados en la eficacia, la eficiencia y precio de sus servicios, y en la magnitud de sus burocracias y sus salarios. Estos operadores subcontratan a su vez a los ejecutores. Pero los operadores te entregan un informe de gestión. Entonces algunos ministerios entregan los presupuestos a los operadores, ¿y qué le llega al negrito de Buenaventura?, pues no mucho más que la gasolina para la lancha para que vaya a la reunión a firmar que recibió esto o aquello; esto debe cambiar con las alianzas público populares.
Es por esta maquinaria que perpetúa el estado de miseria, desamor y violencia, que valoro tanto la importancia de herramientas como la renta básica. Hacer lo necesario para que la gente reciba su ayuda en efectivo. Así no hay intermediarios, no hay como mocharle al presupuesto social”.
Dicho esto, Alirio añade una vez más con su humor sin piedad: “¡Pueden poner usuarios falsos para robarse la plata, pero no más!”.
“No es una situación fácil. Los gobiernos son como barcos en una tormenta tratando de no hundirse; hay que tener un rumbo, un proyecto compartido de país, un gran acuerdo nacional para remar todos en el mismo sentido.
Entonces, lo estratégico trata de cómo elevar la conciencia de la gente, cómo mantener los procesos organizativos, cómo hacer que la gente no pierda la esperanza. Porque ante el panorama imperante la gente podría decir: da lo mismo que gobierne Petro o que gobierne Cabal, y no está claro que no es lo mismo.
Es indispensable hacer entender que el proceso de cambio va a tomar tiempo, para que el Estado se alinee, para que el Presidente alinee, para que tengamos funcionarios con mayor bagaje o mayor vocación social. ¿Cómo lograr que el servidor público sea una persona que le sirve a la gente, y no una persona arrogante, displicente, indiferente, que ve al ciudadano como un estorbo, con desprecio? Este solo cambio de actitud ya cambiaría mucho las cosas.
Yo no digo que no existan funcionarios que no cumplan con su trato respetuoso hacia la ciudadanía y con su labor realizada de modo ejemplar, pero aún nos falta mucho para que todos enrutemos por el sendero que corresponde. Sin hacerlo difícilmente lograremos torcerle el cuello a lo heredado y sembrar confianza y seguridad en la gente de abajo, que debe ser la protagonista de este proceso. Nosotros solamente debemos ser sus servidores”.
Suscríbase

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