Home » Peor salud mental, pérdida de cosechas y migraciones

Peor salud mental, pérdida de cosechas y migraciones

Peor salud mental, pérdida de cosechas y migraciones

El IPCC alerta de los riesgos para los seres vivos y ecosistemas

El nuevo informe del panel de especialistas identifica una amplia gama de peligros para los sistemas humanos y naturales de continuar emitiendo como hasta ahora. Enumeramos algunos de ellos.

La temperatura desde la época preindustrial ha subido 1,1 ºC. Pero es una media mundial. No todas las zonas del planeta se calientan por igual. En España, por ejemplo, un 70% de la población vive en zonas donde ya se ha superado el grado y medio. De seguir esta tendencia de emisiones, los riesgos para los sistemas humanos y naturales se multiplicarán. En su nuevo informe, el IPCC pone el foco sobre ellos y alerta de la necesidad de una actuación urgente en materia de mitigación y adaptación.

Sistema alimentario

La producción de alimentos y la seguridad alimentaria se verían amenazadas incluso a partir de una pequeña cantidad de calentamiento adicional. Superar los 1,5 ºC (unas de las temperaturas límites fijadas por el Acuerdo de París) implicaría un aumento en el riesgo de pérdidas simultáneas de las cosechas de maíz en diferentes regiones productoras de alimentos importantes, lo que amenazaría las cadenas de suministro de maíz a nivel mundial

Esta situación se vería agravada con un calentamiento de 2°C. Sobrepasar esta temperatura haría que no fuera posible cultivar productos básicos en muchas zonas, especialmente en los trópicos, sin medidas de adaptación que no están disponibles actualmente. En esta línea, la polinización y la salud del suelo se verán debilitadas por un mayor calentamiento, y las plagas y enfermedades agrícolas se extenderán. Los casos de malnutrición serían especialmente elevados en el África subsahariana, el sur de Asia, América Central y del Sur y las islas pequeñas. 

Estos nuevos hallazgos son mucho peores de lo que hasta ahora pensaban los científicos y científicas. Un ejemplo: el anterior informe se centraba en los riesgos para la seguridad alimentaria con niveles de aumento de 4 °C o más.

Salud física y mental

Los problemas relativos a la salud mental, como la ansiedad y el estrés, se prevé que aumenten a medida que lo hagan las temperaturas, sobre todo entre los jóvenes y los ancianos, y los que padecen enfermedades subyacentes. Asimismo, habrá un aumento significativo de la mala salud y de muertes prematuras como resultado de un clima más extremo, de olas de calor más frecuentes e intensas, y de la propagación de enfermedades.

Subida del nivel del mar, migraciones y escasez de agua

Conforme vaya subiendo el nivel del mar, las lluvias torrenciales, los ciclones tropicales y la sequía se convertirán cada vez más en un problema para muchas ciudades, pueblos y aldeas de la costa. Esto, además, obligará a un gran número de personas a abandonar sus hogares, especialmente en los lugares más expuestos y con menor capacidad de adaptación. 

Las migraciones forzosas impulsadas por el cambio climático y los fenómenos extremos son ya una realidad. Son miles las personas que se desplazan a otros países o dentro de su propia región. En España son cada vez más los ejemplos de migrantes que llegan debido a sequías, inundaciones o temperaturas extremas que les impiden subsistir en su hogar.

El informe apunta a que la población costera expuesta a una inundación muy grave (de una envergadura tal que sólo cabía esperarse una vez cada 100 años) aumentará un 20% con una subida del nivel del mar de 15 centímetros adicionales, y se duplicará con una subida de 75 centímetros.

Siguiendo con el agua, ésta se verá sometida a una presión creciente con el aumento de la temperatura, alerta el grupo de especialistas. Especialmente preocupante en el caso de los habitantes de las islas pequeñas y de las regiones que dependen de los glaciares y del deshielo, que podrían no tener suficiente agua dulce si el calentamiento continúa más allá de los 1,5 °C. Este caso es un ejemplo de que superado cierto límite no hay capacidad de adaptación posible.

Y ya no valdrá con pensar en los impactos del cambio climático por separado. Muchos eventos extremos, como una sequía y una ola de calor, podrían darse al mismo tiempo e interactuar entre sí para perjudicar la producción de alimentos y reducir la productividad de la mano de obra agrícola, lo que aumentará los precios de los alimentos y reducirá los ingresos de los agricultores, provocando más malnutrición y muerte, especialmente en las regiones tropicales.

Pérdida de biodiversidad por el aumento de temperaturas

Algunos ecosistemas ya están al límite de su capacidad de adaptación, incluidos arrecifes de coral de aguas cálidas, humedales costeros, bosques tropicales y ecosistemas polares y de montaña. De superarse el grado y medio, se perderán de forma irreversible ecosistemas enteros, incluso si las temperaturas se reducen posteriormente.

Si el aumento de la temperatura continúa hasta los 3 °C, en comparación con si se limita a 1,5 °C, el riesgo de extinción para las especies únicas y amenazadas será al menos 10 veces mayor. Aun así, con un calentamiento de un grado y medio, entre el 3 y el 14% de las especies terrestres correrán un riesgo muy alto de extinción, avisa el IPCC. La Amazonia y algunas regiones montañosas se enfrentan a una pérdida grave e irreversible de biodiversidad si el calentamiento continúa hasta los 2 °C y más allá.

El mantenimiento de la biodiversidad y de los ecosistemas depende de que se proteja de forma eficaz y justa entre el 30 y el 50% de las tierras, el agua dulce y los océanos de la Tierra. Actualmente, solo están protegidas menos del 15% de las tierras, el 21% del agua dulce y el 8% de los océanos.

Por Eduardo Robaina | 03/03/2022


Jorge Riechmann: “Para hacer frente al cambio climático deberíamos cuestionarnos antes los resortes básicos del capitalismo”

2 marzo 2022

Profesor de Filosofía moral en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor, poeta, ensayista y miembro de Ecologistas en Acción, Jorge Riechmann (Madrid, 1962) desgrana un buen puñado de reflexiones incómodas sobre un modelo de vida que dirige a la humanidad hacia el despeñadero.

En su libro Autoconstrucción cataloga el siglo XXI como “la era de la gran prueba” porque, según dice, “somos la primera generación que entiende perfectamente lo que está pasando con el clima y posiblemente seremos la última que pueda evitar la catástrofe hacia la que nos dirigimos”.

Lo suelta a bocajarro, como un puñetazo entre los ojos. Consciente de que el pesimismo en estos tiempos de oscuridad tiene cada vez menos adeptos, Riechmann censura sin ambages la mercadotecnia del “buenismo” de la que hace gala el sistema convocando grandes cumbres climáticas en las que a muchos se les llena la boca con compromisos medioambientales y “energías verdes” pero luego estigmatizan a los movimientos ecologistas como ingenuos apestados. La realidad que dibuja es desoladora.

Todo está en contra del planeta pero, frente a eso, no cabe la resignación. “Aún podemos actuar contra este modelo de producción salvaje porque no está sujeto a ninguna ley física, como lo está la naturaleza, que impida cambiarlo”. Es el mínimo espacio que este investigador apasionado deja abierto a la esperanza.

¿Tiene solución el planeta?

–Pienso que sí. Lo que no tiene sentido es intentar salvarlo interviniendo sobre el consumo y dejando intacta la voraz cultura productiva. Ambas variables caminan de la mano aunque no valga sólo con esto. Por nuestro comportamiento depredador con los recursos naturales y la biosfera habría que hablar también del extractivismo y, a mi modo de ver, también del exterminismo, una noción acuñada por el historiador británico E. P. Thompson para explicar la estructura del mundo a finales del siglo pasado, cuando las dos superpotencias nucleares enfrentadas amenazaban con aniquilar cualquier rastro de vida en el planeta.

La medida referencial del éxito de un sistema es el PIB. Si crece significa que las cosas van bien y hay esperanza de una vida mejor.

–Es la locura típica de una cultura denegadora como la nuestra. Digo denegar porque va más allá de ignorar lo que pasa y es no ver lo que tenemos delante de los ojos. Significa que no nos hacemos cargo de las consecuencias de seguir chocando contra los límites biofísicos de manera violenta. Nos hacen creer que vivimos en una especie de Tierra plana en la que podemos avanzar de manera infinita porque los recursos naturales son inagotables y la capacidad de absorción de la contaminación es ilimitada. Esto es una fantasía porque las leyes de la naturaleza, de la física, de la dinámica de los seres vivos nunca podremos cambiarlas, por grandes que sean nuestras ilusiones al respecto.

Pero las grandes cumbres climáticas aseguran haber empezado medidas drásticas para evitar el apocalipsis. ¿Qué credibilidad concede a sus decisiones?

–El calentamiento global, siendo una realidad devastadora, es sólo la manifestación de otras dinámicas que deberíamos atajar si queremos evitar el apocalipsis climático hacia el que nos dirigimos. Nuestro principal problema ambiental es la extralimitación ecológica, el choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos de la Tierra. Si utilizamos la herramienta de la huella ecológica como indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana podemos observar que, en la actualidad, consumimos los recursos inexistentes de 1.5 planetas Tierra. Y eso a pesar de las carencias y desigualdades que asolan a buena parte de la humanidad.

“Dicho de una forma más didáctica: si quisiéramos generalizar al resto del mundo el modo de vida de los españoles necesitaríamos tener tres planetas como la Tierra a nuestra entera disposición. Y si quisiéramos generalizar el de EEUU, que muchas veces ponemos como ejemplo de éxito, necesitaríamos seis. Es una locura que emana de esa construcción económica de tierra plana de la que hablaba antes”.

Entonces, ¿qué empuja al mundo a seguir enalteciendo el crecimiento económico pese a saber que conduce a la destrucción?

–El capitalismo, cuya dinámica es autoexpansiva y deniega cualquier salida alternativa. Para hacer frente al cambio climático deberíamos cuestionarnos antes los resortes básicos del capitalismo, algo que parece prohibido. Por eso digo que las cumbres mundiales sobre el calentamiento global no son realmente efectivas sino más bien ejercicios de diplomacia teatral.

¿No sirven para nada?

–Confunden a la opinión pública. La prueba es que los grandes expertos en el cambio climático como James Hansen, a quien podríamos considerar el climatólogo jefe del planeta, calificó de farsa la cumbre celebrada en París. Se intenta poner un límite a las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero pero los límites son absolutamente incompatibles con el sistema productivista actual. Aunque el síntoma sea el calentamiento climático, la enfermedad se llama capitalismo.

¿Por qué el movimiento ecologista, cuya expresión política llegó a gobernar en países como Alemania, es descalificado hoy por muchos gobiernos?

–Ojalá fuéramos descalificados un poco más porque así seríamos mucho más fuertes y activos. La realidad es que las descalificaciones son un indicio de una situación paradójica: aunque la percepción generalizada es que el mundo se ha comprometido en la lucha contra el cambio climático, eso no es así. Sabemos que desde los años 60 y 70 había evidencias sobre cuál era la dinámica del sistema y los límites del crecimiento pero los mismos a los que hoy se les llena la boca con la lucha contra el cambio climático decidieron poner en marcha toda una campaña global para impedir que se tomaran las decisiones correctas.

“Bastaría con leer un libro de Sicco Mansholt, un socialdemócrata holandés que era presidente de la CEE cuando en los años 1972 y 1973 se produjo el primer choque petrolero mundial, en el que aboga por un cambio radical en las estructuras de producción y consumo que hoy serían catalogadas como radicales y peligrosas”.

¿Cuándo se quiebra ese proceso de sensibilización medioambiental?

–En los años 80, con la fase neoliberal del capitalismo. Desde entonces, el retroceso ha sido constante pese al aumento de lo que algún experto denomina sosteni-blabla, es decir, mucho discurso, mucha cháchara, mucha propaganda y mucha estrategia de comunicación sobre energía verde. Pero la realidad vuelve a ser demoledora: la acción brilla por su ausencia y los planteamientos de fondo, incluso aquellos realizados por gente del establishment como Sicco Mansholt, son estigmatizados por rechazar el dogma del crecimiento infinito.

¿Estamos a tiempo de frenar el cambio climático?

–Hemos llegado a un punto tal que lo que hace 30 años hubieran sido estrategias de cambio gradual ahora ya no están a nuestro alcance. Para hacer frente al calentamiento global necesitamos salir a toda prisa del capitalismo salvaje en el que hoy nos movemos.

¿Cree que el mundo está dispuesto a renunciar a esos principios económicos pese a conocer los riesgos?

–Los cálculos teóricos realizados por investigadores canadienses sobre las opciones que resultarían de respetar los límites biofísicos de la Tierra indican que, por ejemplo, el parque móvil de un país como España, que tiene 15 millones de coches, debería ser de unos 180 000 vehículos con motor de combustión. Pero claro, eso es inaceptable en términos industriales. El caso es que, si no se acepta esta realidad, no hay lucha alguna contra el cambio climático.

¿Quiere decir que la humanidad está condenada si no renuncia al modo de vida capitalista?

–Ya decía antes que las leyes de la naturaleza existen y son las que son. No podemos cambiarlas pese a la ilusión que albergamos de que una especie de tecnociencia omnipotente conseguirá derrotarlas. Donde podemos actuar, en cambio, es contra la organización de nuestro modelo de vida que no está sujeto a ninguna ley física.

¿Qué impide cambiarlo?

–Que no nos creemos lo que sabemos. Si fuéramos capaces de hacerlo, tomaríamos decisiones racionales para cambiar un modelo que nos lleva a la destrucción. Para que esto se produzca nos haría falta un enorme ejercicio de reforma intelectual y moral. El problema es que nuestras sociedades están organizadas contra eso. Fatídicamente, el neoliberalismo se impuso con sus ideas aberrantes de que todo depende de los gustos y preferencias individuales, y que igualdad y libertad son dos principios contrapuestos, cuando una mínima reflexión indica que es una falacia.

“Necesitamos bienestar humano pero necesitamos que sea compatible con los límites biofísicos del planeta. Somos la primera generación de la historia que entiende perfectamente lo que está pasando y posiblemente seremos la última que pueda evitar la catástrofe hacia la que nos dirigimos”.

Publicado en Cubadebate

Entrevista al Filósofo y ensayista español Jorge Riechmann, publicada por primera vez en el diario digital CTXT en su número 135 de septiembre 2017.

(Tomado de Bloghemia)

Información adicional

Autor/a: Eduardo Robaina
País:
Región:
Fuente: Rebelión

Leave a Reply

Your email address will not be published.