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El más difícil de los problemas en ciencia como en la vida

El más difícil de los problemas en ciencia como en la vida

En el mundo impera, rampante, la banalidad y la trivialidad. En ciencia es exactamente aquello que en su momento Th. Kuhn designara como ciencia normal; esto es, ciencia para gente promedio y estándar.

Existen serias dificultades cuando se hace ciencia en general, o también en la vida y la convivencia con otros, o la comprensión y las posiciones de cada quien ante las cosas, por ejemplo. Con seguridad, la más sensible de esas dificultades consiste en distinguir aquello que los filósofos llaman “el ser”, de “la apariencia”. Así, por ejemplo, quién es el verdadero amigo, y quién semeja serlo; quién nos quiere de vedad y quién pretende; en quién podemos confiar y quién nos quiere engañar. Numerosos otros casos pueden mencionarse sin la menor dificultad.

Aquí, quisiera considerar el que posiblemente puede ser el más difícil de los problemas en la vida como en ciencia. Que es distinguir lo trivial de lo no–trivial.

Lo que impera en general en la vida cotidiana, en la política, la comunicación social, la academia y en ciencia son afirmaciones triviales. Esto es, lugares comunes, saberes circulantes, investigaciones epidemiológicas, y demás. En la base de ello se encuentra una ley postulada y demostrada por la psicología: a medida que aumenta el auditorio disminuyen los niveles de comprensión.

Para no mencionar que la cultura en general es, por definición, conservadora. De suyo, la cultura y todos los mecanismos, dispositivos, aparatos, prácticas y saberes constitutivos de la misma no están para cambiar el mundo, sino para mantenerlo, para conservarlo.

Ya algún autor francés ha dedicado prácticamente toda su obra al estudio de la banalidad. Sin olvidar, jamás, justamente ese ícono histórico que es el estudio de H. Arendt sobre la banalidad del mal: aquellos funcionarios medios y grises en el Estado y en todas las organizaciones e instituciones que por eficientes y eficaces son capaces de cometer las peores atrocidades, sin inmutarse: pues están actuando conforme a las normas.

En el mundo impera, rampante, la banalidad y la trivialidad. En ciencia es exactamente aquello que en su momento Th. Kuhn designara como ciencia normal; esto es, ciencia para gente promedio y estándar. El hombre mediocre, dirá con lucidez y tino, ese ensayista argentino eximio que es José Ingenieros.

La banalidad y la trivialidad anclan en el sentido común —aquel que un filósofo francés denominara el más universal y común de todos los sentidos.

Ejemplos de trivialidades son el empleo, el trabajo y la existencia con afirmaciones universales, implicaciones directas, uso de herramientas y enfoques conocidos. Esto es, el empleo de cuantificadores universales del tipo “todos”, “ningún”, “siempre”, “nunca”, y demás. El uso de inferencias directas e inmediatas que lo que hacen es afirmar preconcepciones, argumentos de autoridad, ausencia de crítica y de reflexión. Y el recurso a herramientas de diverso tipo que son conocidas y empleadas por todos o la mayoría.

Por su parte, en contraste, son ejemplos de no–trivialidades: afirmaciones particulares o singulares, implicaciones paralelas, indirectas y otras semejantes, y creación de nuevas herramientas y aproximaciones. Esto quiere decir, el trabajo con especificidades, particularidades determinadas, casos singulares que van en contravía de los cuantificadores universales. Es entonces el trabajo con las significaciones y los alcances de las particularidades. Asimismo, se trata del trabajo con inferencias o consecuencias bastante más sutiles y elegantes, tales como las homologías, los contrastes y otras que constituyen, notablemente, el trabajo de las lógicas no–clásicas. Y finalmente, sin ser prolijos, el trabajo de creación de nuevas explicaciones, distintos puntos de vista, herramientas menos conocidas o en boga, y demás.
La distinción entre lo trivial y lo no trivial constituye exactamente la tarea de una educación crítica, reflexiva, independiente y no–doctrinal. Esta distinción puede ser igualmente vista como el distanciamiento con respecto a cualquier ciencia y disciplina normal. ¿Qué es ciencia normal? Kuhn mismo lo resuelve de una manera simple y elegante: todo aquello que funciona. Punto.

En las esferas de la cultura y las artes, pero también y ante todo en la vida misma, la distinción entre lo trivial y lo no trivial radica en el distanciamiento con respecto a toda esa ingeniería social consistente en objetivos, estrategias, medios, fines, recursos, cronogramas y demás. Esto es, un pensamiento normativo y algorítmico. En otras palabras, se trata de destacar la capacidad del juicio propio, el rechazo de argumentos de autoridad sin importar su origen o “dignidad”. Históricamente, podemos recordar el argumento ilustrado de Kant: “atreverse a saber por sí mismo”, en fin, “atreverse a pensar por sí mismo”, por ejemplo. Otros ejemplos y traducciones en la historia son posibles y necesarios.
El progreso en el conocimiento —como en la vida misma— estriba en el esfuerzo y la capacidad de reconocer los ámbitos, dimensiones y tiempos de la trivialidad y la banalidad para alejarse rápida y radicalmente de ellos. Algo que se dice fácilmente, pero que es difícil llevarlo a cabo.

Al fin y al cabo la fuerza de la masa (Elías Canetti), de la Iglesia, del Partido, de la Institución y demás consiste exactamente en eso: en ser una fuerza. Una fuerza unificadora y generalizadora, excluyente y exclusivista.
Hacer ciencia —en el sentido al mismo tiempo más amplio, fuerte, incluyente y radical— es una tarea extremadamente difícil. Y existen disciplinas en donde ello es aún enconadamente más dificultoso. En contraste, hay campos en donde la organización social del conocimiento facilita el cambio y la innovación. Pero de todas, el mayor de los obstáculos consiste en el imperio de lo común y generalizado, que es lo trivial y lo banal mismos.

Por lo demás: ¿sentido común? No hay que olvidar que en la historia todos los regímenes más excluyentes y violentos, más verticales y agresivos han sido partidarios siempre del sentido común. Y que es contra ellos que se han levantado figuras que han significado una bisagra, una inflexión, en la historia del avance del conocimiento; o de la vida.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Palmiguía

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