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“Es difícil recuperar las neuronas de la memoria; es mejor evitar que mueran”

“Es difícil recuperar las neuronas de la memoria; es mejor evitar que mueran”

“Mi GPS cerebral tiene problemas hoy”, se ríe la científica noruega May-Britt Moser (Fosnavåg, 1963) como comentario a la jornada llena de encuentros y desplazamientos que la Fundación AstraZeneca le ha organizado en Madrid –y en la que se incluye esta entrevista–. La referencia a los sistemas de navegación y ubicación es un chiste autorreferenciado: Moser, su exmarido (entonces aún casado con ella), Edvard Moser y el estadounidense John O’Keefe compartieron en 2014 el premio Nobel por sus trabajos en las células del cerebro que sirven a las personas para orientarse.

Los trabajos premiados son de hace unos 12 años, pero la investigadora sigue trabajando en el mismo campo. Con un añadido: “Hemos encontrado, en un área hermana del cerebro, las células que determinan cómo se percibe el tiempo, por qué a veces pasa volando y a veces parece eterno”, explica.

Moser recalca que su laboratorio se dedica a la ciencia básica, la que, si todo va bien, acabará llegando al uso clínico. Pero, aunque no es su objetivo primordial, no descarta entrar en disquisiciones acerca de la utilidad de sus descubrimientos. “Estudiamos un área muy importante para la navegación espacial del hipocampo”, la zona del cerebro donde ha localizado las neuronas relacionadas con la ubicación y el tiempo. Es una región “fundamental en el ser humano, y cuando estas células mueren se pierden funciones”.

La médica no cree que aspectos tan básicos para el individuo puedan recuperarse fácilmente. La realidad en los hospitales de medio mundo lo confirma. Cuando una persona tiene alzhéimer, por ejemplo, no se ha encontrado la manera de que vuelva a recordar lo que ha olvidado. Por eso “es difícil recuperar las neuronas de la memoria; es mejor evitar que mueran”, afirma. No cree que la plasticidad del cerebro, su capacidad para sustituir unos circuitos perdidos por otros, vaya a ser de gran utilidad en deterioros de funciones tan básicas. “Si no sabemos por qué mueren no podemos actuar”, concluye.

Pese al cansancio, Moser comenta con entusiasmo su visita. Especialmente los diversos encuentros con jóvenes que ha mantenido. “Mi mensaje es que hay que trabajar para explicar cómo el cerebro elabora los recuerdos episódicos [de un hecho concreto]. Por qué, cómo y cuándo se recuperan esas memorias”. Aunque a veces ha recibido en esos encuentros comentarios muy desconcertantes. “Como esos jóvenes que se me acercaron esta mañana y me dijeron: ‘Vaya, si eres un ser humano”, cuenta divertida. Pero lo valora: “Si me ven como un ser humano ya saben que ellos también pueden llegar a hacer lo que aman”.

En el caso de esta científica (ellas son el 5% de los galardonados con el Nobel), el premio no le ha alterado demasiado la vida. Hubo ofertas –”y presiones”, admite– para que dejara el laboratorio de Trondheim, en el medio de Noruega, donde trabaja. También la solicitan mucho para que acuda a eventos –”pero nunca hago algo que no quiera”, afirma–. “Seguramente me llaman más que a mi exmarido, probablemente porque soy mujer”, dice, “y eso que él es más amable”.

Se ve en el mismo sitio, investigando, los próximos 10 años. Trabajando, y sacando a su perro. Aunque sus dos hijas, ya mayores, han dejado la casa, no se siente sola. “Cuando tienes un perro no hay ocasión para aficiones. Lo saco por lo menos dos veces al día, y le dedico mucho tiempo”. El frío no le impide salir a la calle con su mascota. “En Noruega decimos que no hay un tiempo malo, que lo que hay es ropa mala. Yo me abrigo, y el perro, también”.

 

Por Emilio de Benito

Madrid 28 SEP 2018 – 13:32 COT

 

Información adicional

MAY-BRITT MOSER, Premio Nobel de Medicina en 2014
Autor/a: Emilio de Benito
País: Noruega
Región: Europa
Fuente: El País

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