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Los dos ejes de la comprensión de los sistemas vivos

Los dos ejes de la comprensión de los sistemas vivos

La literatura, en toda la extensión de la palabra, no es otra cosa que el esfuerzo por verbalizar, comprender y explicar el mundo humano, que no es, al cabo, sino la expresión más inmediata del universo de los sistemas vivos.

Sin la menor duda, uno de los últimos problemas en ciencia como en la vida es el de la comprensión y explicación de los sistemas vivos. Pues bien, cabe destacar dos polos de trabajo, investigación, esfuerzo, de este problema. El primer eje es la biología.

Originada a partir de la obra de Darwin de 1859 —el Origen de las especies por medio de la selección natural—, la biología comprende inicialmente dos capítulos: la zoología y la botánica. Durante cerca de cincuenta años la biología no será otra cosa.
Sin embargo, en el curso del siglo XX, ésta se complejiza y comprende, además de los dos campos ya mencionados, la biología celular, la biología marina, la ecología, la fisiología, la genética y la histología. Esta es, digamos, la biología normal (kuhnianamente hablando). Ello, no obstante, la biología se ha desarrollado ampliamente en años recientes, y llega a abarcar, además de las áreas mencionadas, la malacología (el estudio de los moluscos), la mastozoología (el estudio de los mamíferos), la ictiología (el estudio de peces), la herpetología (el estudio de los reptiles), la ornitología, la entomología, la ficología (el estudio de las algas), la pteribiología (el estudio de helechos y afines), la protozoología, la bacteriología y la virología.

Y ello para no mencionar algún desarrollo vinculado con la astronomía y la cosmología, como la exobiología, esto es, la búsqueda de vida en el espacio exterior, un área estrechamente vinculada a los programas SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre) y la terraformación.

Más recientemente, la mejor comprensión de la biología se conoce como biología de sistemas. O bien, dicho en otros términos, pero de forma equivalente, se trata del enfoque Eco–Evo–Devo, y que quiere significar: la ecología evolutiva del desarrollo.
Como se aprecia, la biología ha ganado en muchas áreas o campos en un espacio que abarca, a la fecha, bastante menos de doscientos años. Con esas áreas, el espectro de comprensión de la vida se ha enriquecido y ampliado al mismo tiempo, y todo ello con una idea de base, a saber: la teoría que funda a la biología es la teoría de la evolución, la cual puede ser entendida en un dúplice sentido, así:

De un lado, es el hecho de que todo en biología tiene sentido a partir de la evolución y nada tiene sentido sin ella. Al mismo tiempo, de otra parte, la teoría de la evolución es, propiamente dicho, una teoría del cambio de los sistemas vivos. En un espectro más amplio, por ejemplo, el de la filosofía de la ciencia, la teoría de la evolución es una de las dos teorías más sólidas y robustas en toda la historia de la humanidad. (La otra es la teoría cuántica).

El otro polo en la comprensión de los sistemas vivos tiene sentido a partir del hecho de que, para los seres humanos, la experiencia más inmediata de la vida y de los sistemas vivos son ellos mismos, esto es, los propios seres humanos. Pues bien, el segundo polo puede ser entendido como el esfuerzo por comprender la condición humana. Ahora bien, ningún área es mejor y más propicia para entender la condición humana que la literatura.

La literatura es, de lejos, la mejor de las formas como logramos entender a los seres humanos. Nombres tan diversos como Shakespeare o Dostoievski, Tolstoi o Murasaki Shikibu, Durrell o Rulfo, Longus o Musil, entre muchos otros, tienen la grandeza de permitirnos alcanzar mejores luces sobre el corazón humano y sus avatares.

Bien entendida, la literatura no sabe de géneros. Éstos son el resultado de clasificaciones —usualmente artificiosas— de orden reciente. Así, por ejemplo, la novela y el cuento, o la propia literatura y la poesía. En la antigüedad y durante mucho tiempo no existía la división de géneros literarios, y acaso la forma más básica, era tan sólo la distinción entre prosa y verso.

La literatura, en toda la extensión de la palabra, no es otra cosa que el esfuerzo por verbalizar, comprender y explicar el mundo humano, que no es, al cabo, sino la expresión más inmediata del universo de los sistemas vivos.

En este sentido, saber narrar (story-telling) es, de todas, la experiencia humana fundamental constitutiva de grupo, comunidad o mundo. Desde cuando nos sentábamos, allá en el paleolítico, alrededor del fuego a escuchar las historias de los mayores, hasta cuando cada quien comparte las tribulaciones de un personaje en la intimidad del libro, físico o digital.

Incluso los científicos olvidan que lo verdaderamente determinante no son las ecuaciones ni las fórmulas, los argumentos ni las demostraciones de cualquier tipo. Desde el punto de vista cultural, social e histórico, lo que queda de la ciencia es el relato, la historia, el cuento. Y es la apropiación de ese relato lo que hace de la ciencia una realidad social y cultural. Gracias a un buen relato la gente llega a comprender la ciencia y apropiársela. Pero si ello es así, el científico se orienta entonces hacia la literatura, como al espacio en el que la ciencia se hace realidad cultural para cada quien.

Pues bien, entre ambos polos, entre la biología y la literatura, se sitúan en algún lugar intermedio, las ciencias sociales y las humanas, dos expresiones de origen decimonónico (y al cabo, arcaicas). Como bien lo decía, en otro contexto y lugar, R. Merton, todas las teorías de las ciencias sociales y humanas no son más que “teorías de rango medio”; una expresión refinada para significar que son simplemente teorías imperfectas e imprecisas, provisorias y artificiosas.

Biología y literatura: dos caras de una misma moneda, cuyas fases son los sistemas vivos en general, o la comprensión de la experiencia humana. Dos formas de señalar a uno de los últimos problemas de la ciencia y el conocimiento.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
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Fuente: Palmiguía

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