El primer servicio en órbita que reduce la basura espacial culmina con éxito tras el acoplamiento con una nave sin apenas combustible.
Un gran satélite de comunicaciones, de la empresa Intelsat, estaba quedándose sin el combustible imprescindible para seguir funcionando en la órbita geoestacionaria de la Tierra, a casi 36.000 kilómetros de altura. Hacia allí se dirigió en octubre pasado un satélite grúa, el primero de la historia, con la misión de prolongar su vida.
En febrero, consiguió acoplarse con el Intelsat-901, en lo que fue la primera operación de este tipo en la historia espacial comercial. Lo impulsó con sus propulsores hasta una nueva posición sobre el Atlántico, corrigió la leve inclinación de su órbita y, a primeros de abril, el Intelsat-901 volvió a funcionar como repetidor de banda ancha para los clientes de la empresa, que lo ha confirmado ahora.
Por delante le quedan cinco años más de vida, gracias al combustible y las actividades de control de su “salvador” robótico, al que permanecerá acoplado durante ese tiempo.
Con esta primera operación de rescate de un satélite comercial se inicia una nueva era en la que, además de proporcionar combustible, las grúas espaciales robóticas podrán también arreglar averías y montar extensiones en las naves en órbita, además de reposicionarlas, entre otras posibilidades. Es algo que no se pudo hacer con el telescopio espacial Hubble, que acaba de cumplir 30 años en órbita y que tuvo que ser reparado y actualizado en cinco misiones tripuladas que supusieron verdaderas hazañas.
La pionera ahora es la empresa Northrop Grumann, conocida contratista militar de Estados Unidos, con su MEV-1 (Vehículo de Extensión de la Misión, según sus siglas en inglés), de su filial SpaceLogistics. “Este acontecimiento histórico, subrayado por el primer acoplamiento de dos satélites comerciales en órbita y el posterior reposicionamiento del conjunto, demuestra el valor de negocio que MEV ofrece a sus clientes”, ha dicho Tom Wilson, vicepresidente de la división espacial de la empresa.
“Ahora que MEV-1 ha cumplido con éxito la misión de recuperar el satélite Intelsat-901, continuaremos liderando el futuro del servicio en órbita mediante nuestra hoja de ruta tecnológica plurianual para ampliarlo a labores de inspección, montaje y reparación”, ha dicho.
Existen otros proyectos parecidos pero todavía no se han plasmado, mientras las empresas espaciales meditan sobre la viabilidad de negocio real de estas actividades, a pesar de que también contribuyen a no aumentar la basura espacial que suponen los satélites grandes, varias decenas de los cuales dejan de funcionar todos los años.
La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de Estados Unidos (DARPA), tiene un programa en esta área y acaba de escoger a Northrop Grumann como socio comercial para aumentar la capacidad de estos vehículos en los próximos años tanto para clientes comerciales como para los Gobiernos.
Intelsat, que es el mayor operador de satélites del mundo, va a pagar unos 13 millones de dólares al año por la labor del satélite auxiliar, pero desarrollarlo y concretarlo ha sido, sin duda, mucho más caro y solo ahora se puede empezar a recuperar lo invertido.
El Intelsat-901 fue lanzado en 2001 con una masa de 4,7 toneladas y una vida útil de 13 años, largamente superada. Como sus compañeros de serie, es muy grande y muy caro y su recuperación merece la pena a la empresa. Por eso Intelsat ya ha encargado un segundo MEV para otro de sus satélites, lanzado en 2004, que saldrá hacia la órbita este año a bordo de un cohete europeo Ariane V desde la Guyana Francesa.
Por ser la primera vez que se hacía, la operación de recuperación del Intelsat- 901 se planeó con mucha prudencia. El vehículo recién lanzado a bordo de un cohete ruso Protón utilizó su propulsión eléctrica para trasladarse lentamente a la órbita cementerio de los satélites geoestacionarios, situada unos centenares de kilómetros por encima de la normal.
Allí se dirigió también el Intelsat al que le quedaba poco combustible. De esta forma, si se producía algún roce o choque durante la aproximación y el acoplamiento de ambos, a una velocidad de 11.000 kilómetros por hora, el resto de los ingenios operativos en órbita geoestacionaria no sufrirían las consecuencias de la basura espacial consiguiente.
El acoplamiento fue puramente mecánico, como un enchufe, en la tobera del motor principal del Intelsat, motor que solo había utilizado para llegar a su órbita. A partir de ahora las citas serán directamente en la órbita normal geoestacionaria.
Los MEV llevan combustible para operar durante unos 15 años. Cuando la grúa espacial termine su misión actual, elevará el satélite viejo a la órbita cementerio, lo dejará allí y se dirigirá a recoger a un nuevo cliente a casi 36.000 kilómetros de altura.
Leave a Reply