Fechas que recuerdan inmensas e importantes luchas vividas en distintas épocas y países del mundo, pero que el capital, como sucede con todo lo que toca trata de cosificar, de ahí que para muchas y muchos este día se reduzca a compartir flores, dulces, para decir a una amiga o compañera: ¡felicitaciones!, para decorar las oficinas con bombas y flores, como si fuera un día de una fiesta cualquiera.
Poco se habla en estos espacios del origen del 8 de marzo, de la hucha de las mujeres, dejando en el olvido a aquellas 129 mártires, costureras industriales que murieron incineradas el 8 de marzo de 1908 al interior de la fábrica estadounidense Sirtwood Cotton, al ser “castigadas” por declararse en huelga y reivindicar un salario digno, reducción de la jornada laboral y la prohibición de utilizar mano de obra infantil como esclavos/as.
No solo se olvida esta situación puntual, también se deja de lado que por más rosas y golosinas que se regalen un día, la situación de las mujeres en la vida cotidiana (y a lo largo de la historia) sigue siendo amarga, dolorosa, insoportable, pues son víctimas del sistema patriarcal que las cosifica, subordina, hipersexualiza, maltrata, acosa, viola, asesina…
Grave situación de las mujeres en Colombia
Según el Observatorio Feminicidios Colombia, entre enero y diciembre de 2020 ocurrieron 630 asesinatos y en las mismas fechas de 2021 fueron 622. En enero de 2022 se registraron 55 feminicidios y la situación en lo recorrido del año va en aumento. Así mismo el informe: “La niñez no da espera 2022” – Niñez Ya confirma que entre enero y octubre 2020-2021 creció en 10 por ciento la cantidad de niñas entre 10 y 14 años que fueron violadas y obligadas a ser madres.
Según el Dane, en Colombia actualmente hay 23.312.832 mujeres, de las cuales 2.5 millones se auto reconocen como pertenecientes a alguna etnia y más de 1.5 millones son migrantes internas de largo plazo, con el agravante de que cerca de 4 millones de mujeres han sido victimizadas por el desplazamiento forzado interno en las últimas cinco décadas.
Una realidad con otras manfiestaciones: en el 2019 la tasa de desempleo según nivel educativo de postgrado, educación universitaria, técnico profesional y tecnología, secundaria y primaria, es mayor para las mujeres en todos los campos (ver tabla).
Curiosamente la participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó más que la de los hombres en el periodo 2008-2019, pasando del 46,4 por ciento al 53,1. Todo un triunfo dirán algunos, pero la realidad de este incremento se da en condiciones más precarias y discriminatorias para las mujeres, con mayor informalidad y menores salarios como lo evidencian el Dane con sus estadísticas. La brecha salarial total entre hombres y mujeres con ocupación en 2019 es de 12,9 por ciento; las mujeres ocupadas sin hijos ganan 7 por ciento menos que los hombres ocupados sin hijos; las mujeres ocupadas casadas ganan 15,8 por ciento menos en el ingreso mensual que los hombres ocupados casados.
Adicional a esto, como lo muestra el Dane, en Colombia el 27,5 por ciento de las mujeres no cuenta con un sustento económico propio, proporción casi tres veces mayor que el 10,5 de los hombres que padecen igual realidad. Una diferencia agravada en el ámbito rural, donde la probabilidad de no contar con ingresos propios por parte de una mujer es cinco veces mayor a la de un hombre.
Pese a la oscuridad, una hoguera mantiene la esperanza
Ante todo este panorama de desigualdad e injusticia, los movimientos sociales de mujeres permanecen resistiendo, visibilizando las problemáticas que les aqueja, tejiendo redes de apoyo, hermanando luchas con otros cuerpos y diversidades sexuales y de género, organizándose para un mejor mañana. Es gracias a esto que lograron enormes triunfos como la reciente despenalización del aborto hasta 24 semanas en nuestro país, victoria que aporta en la lucha por la dignidad y la soberanía de sus cuerpos. Sin embargo, aún quedan muchas otras reivindicaciones por materializar como nos cuentan Lina y Martina, dos mujeres feministas populares:
“En materia de reivindicaciones nos queda nada más y nada menos que darle la vuelta a un sistema. Esto no es solo un tema de decisiones reproductivas, que aunque es mucho, pues le falta un montón en temas de anticoncepción y en general situaciones de salud para las mujeres. Así mismo hay otras cosas como la paridad salarial entre mujeres y hombres, el tema del cuidado en el hogar, la problematización del amor romántico y sus consecuencias emocionales, políticas y económicas, las maternidades pensadas desde otros lugares, derecho a la vivienda, entre otros. Todos estos derechos pensarlos en clave de género.
Así mismo están los temas de los espacios libres de violencias, pensarse ese boom de lo que ocurre últimamente en las universidades y afortunadamente en los colegios, donde se denuncian el acoso y las violaciones, entonces está el reto de garantizar en la calle como en los espacios íntimos (familia, escuela, universidad, trabajo) que sean libres de violencia. Nos queda muchísimo por andar y garantizarlo.
Pensando un poco en el ámbito escolar, con lo que tiene que ver con las niñas y las adolescentes nos queda el reto de garantizar una educación no sexista y feminista, que en la escuela misma pueda reflexionar y problematizar las situaciones que vivimos las mujeres, esto implica educar o fortalecer a esas personas que promueven los derechos sean docentes, rectores/as, orientadores/as, coordinaciones, las mismas familias, pues hay un bache grandísimo en términos culturales y de política educativa.
De igual manera está la eliminación de la cultura de la violación a las mujeres, esa que esta presente todo el tiempo en lo musical, en los contenidos que vemos, en la televisión, en la publicidad y demás, que naturaliza y normaliza estas situaciones. Sin duda serán las nuevas generaciones las que irán viendo y dándole forma a todos los retos que tenemos”.
Transitar hacia otro modelo de sociedad requiere una perspectiva intergeneracional y territorial, un proceso de desfeminizacion de la pobreza, de profundización de la participación social y política de las mujeres y por supuesto de su autonomía. Constructoras fundamentales de los procesos históricos de cambio, trabajadoras como hormigas generacionales, las mujeres profundizan sus raíces en la lucha por concretar y conquistar en algún punto de la historia humana la justicia, igualdad y dignidad.
Leave a Reply