La alcaldía humana se despide anunciando la futura inauguración de la nueva Cinemateca distrital.
La administración del alcalde Gustavo Petro al frente de la capital de Colombia terminará cuando acabe este 2015. Se acaba la etapa de la Bogotá Humana. Habrán sido cuatro años de peleas y luchas por mantenerse al frente de uno de los consistorios más complicados en una de las ciudades más difíciles de gobernar en un siempre dificultoso país.
Un alcalde que ha intentado cumplir el lema de su mandato, “Bogotá Humana”, y que ha tenido que lidiar con gigantes y con molinos para lograrlo. Su tarea no ha sido nada fácil (ver “No se va, le echan”). Los poderes, empezando por los medios masivos tradicionales, tanto la prensa, como la radio y la televisión, excepción hecha de Canal Capital, le han puesto todas las zancadillas posibles. Y gran parte de la ciudadanía, increíblemente también en los sectores populares por los que más ha trabajado, no ha terminado de entender el enfoque progresista del burgomaestre.
A ello también ha contribuido, creo yo, una mala política de comunicación distrital.
Tal vez el tiempo, o la historia, como decía Fidel Castro, le absolverá y le reconocerá su labor. Una labor que destaca, sobre todo, en la cultura, en la recuperación del espacio público y en la inclusión social de todas y todos los habitantes de esta macro urbe de casi nueve millones de personas (censo oficioso que nadie sabe a ciencia cierta en qué cifra se encuentra).
En estos últimos días del año, Petro está aprovechando para inaugurar o promover las últimas de sus acciones como alcalde. Hoy, viernes 18 de diciembre, ha presentado la futura nueva Cinemateca distrital “un centro cultural que fomentará la defensa del patrimonio cultural y la evolución integral de la cultura audiovisual, a través del desarrollo de programas de formación, creación, exhibición, investigación y publicaciones y de acciones de preservación, restauración y circulación del acervo audiovisual consignado en su Filmoteca y en su Mediateca.”
Este espacio cultural, que será ambientalmente “amigable”, al aprovechar la luz solar y canalizar el agua de lluvia, estará ubicado en los terrenos que iba a ocupar el centro cultural de España y que, gracias a la crisis que se vive en Europa, han retornado al consistorio bogotano. Más de veinte mil metros cuadrados en pleno centro de la capital, en la esquina de la carrera Tercera con la calle 19. Ese centro al que esta administración municipal le ha invertido ganas, esfuerzo y plata para revitalizarla.
La cinemateca será el espacio, en palabras de Santiago Trujillo, director del Instituto Distrital de las Artes, “donde se guardará la memoria audiovisual de la sociedad”. Una sociedad que necesita tener memoria, que, en estos tiempos de negociaciones de paz, tiene que seguir perdonando sin olvidar.
En el transcurso del acto, en el que también han intervenido la secretaria distrital de Cultura, Clarisa Ruiz, y la responsable de la Empresa de Renovación Urbana, se ha presentado, y entregado un ejemplar a cada una de las personas asistentes, Bogotá Arte Urbano – 80 grafitis 2012 – 2015, una obra recopilatoria de ochenta de los grafitis con los que se ha decorado la ciudad a lo largo de estos cuatro años. En lo que ha sido “la mayor intervención de arte urbano” en una capital que le ha apostado a llenar de color el espacio público, permitiendo que la gente se exprese, haciendo que las paredes comuniquen (ver “paredes que comunican”) y narren realidades de una sociedad viva, activa y abierta.
Esperemos que el nuevo gobierno distrital, que entrará en 2016 a la cabeza del yuppie (aunque no tan joven) de Peñalosa, no tire por tierra lo bueno que han hecho las personas del equipo saliente. Los planteamientos de este nuevo alcalde, que ya lo fue en el período 1997-2000 con su “Bogotá, 2.600 metros más cerca de las estrellas”, no parecen ir por el camino de la ciudadanía, lo público y la cultura.
Ya ha planteado la paralización de un metro nunca iniciado y también ha avisado de la posible privatización de ETB (la empresa distrital pública de comunicaciones). Malos indicios para la otra Bogotá. Seguramente que se centrará en la que va de la calle 45 hacia el norte, que promoverá la política del concreto (cemento), los bolardos y el carro privado.
La obra para la construcción de la sede del cine se adjudicará el próximo día veinticuatro, pero no se sabe si la iniciativa llegará a buen fin y podrá llenar un espacio público que, en palabras del alcalde, sufrió hace años una tragedia social al desplazar a sus habitantes de entonces, entre ellos el escritor Jairo Aníbal Niño, por intereses mercantiles.
Tanto Trujillo como Petro han manifestado, durante su intervención en la carpa situada en el espacio que ocupará la cinemateca, su preocupación y el riesgo existente de que la siguiente administración no respete los compromisos y este proyecto, tan necesario para una capital como Bogotá y para un país como Colombia que por primera vez ha situado una de sus producciones en la antesala de los premios Oscar del cine, se quede en el aire, en la imaginación de quienes defienden y aman el séptimo arte y todo lo relacionado con la cultura y las artes audiovisuales.
Para Gustavo Petro, la nueva cinemateca contribuirá a “construir una ciudad democrática”, lo que supone “evitar discriminaciones”. Ha señalado que en sus años de gobierno distrital ha intentado plantear un progreso distinto al del siglo xx, al margen de los bienes materiales. Ha querido explorar lo nuevo, hacer una especie de revolución en la ciudad sin tomar más armas que las de la cultura. Y ha afirmado que el progreso hoy es “acumular sentires”. Porque lo que importa es “sentir y ser, el saber y la cultura”, promoviendo la producción cultural para “cambiar actitudes”, haciendo “arte en la calle para buscar un nuevo equilibrio entre naturaleza y ser humano”.
Más pronto que tarde podremos evaluar y comparar esas actitudes frente a la administración entrante. Quizá echemos de menos la humanidad bogotana del equipo municipal saliente. Tal vez, cinematográficamente hablando, haya que terminar haciendo como los vecinos de aquella maravillosa cinta de Sergio Cabrera, “La estrategia del caracol”, y dejarles a los próximos gobernantes, parafraseando el final de la película, un grafiti que rece “Ahí tienen su hijueputa ciudad, a ver qué hacen con ella”.
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