Horas después de la masacre en Tumaco, entre los días 6 y 8 de octubre, las comunidades indígenas Embera Dóbida del medio Baudó en el Chocó y Kokonuko en el departamento del Cauca, sufrieron ataques por parte de la fuerza pública y grupos paramilitares que acabaron con las vidas de líderes indígenas. Las acciones del Estado dejan claro el mensaje: el territorio no es para todos y con él se hace lo que el capital ordene.
Comunidad Embera Dóbida del Medio Baudó, Chocó
Aún sin digerir la noticia de la masacre perpetrada, según diversos testimonios, por la Policía en Tumaco –Nariño– el pasado 5 de octubre; 48 horas después se informó del asesinato del líder, ex gobernador y promotor de salud indígena, Ezquivel Manyoma del pueblo Embera Dóbida del resguardo Comunidad Dabeiba Queracito del municipio del Medio Baudó, Chocó. En la noche del 6 de octubre, Manyoma fue raptado de su casa y en la madrugada del 7 de octubre fue asesinado por grupos paramilitares presentes en la zona.
El pueblo Embera Dóbida ocupa buena parte del territorio chocoano, de acuerdo al censo del Dane de 2005, suman más de 37.000 personas, lo que lo hace un blanco evidente para los grupos paramilitares que pretenden tener el control total del departamento. La Mesa Indígena del Chocó expresó que con el asesinato de Manyoma, “no solo se acaba con la vida de un ser humano, arranca de nuestro territorio la sabiduría de un líder, conocimientos ancestrales que no se volverán a recuperar”. Con cada muerte, los pueblos indígenas mueren un poco más. Hasta el momento, el asesinato del líder indígena ha pasado sin mayores pronunciamientos, sin embargo, la comunidad exige al Gobierno que cumpla con la responsabilidad adquirida en el auto 004 de 2009, emitido por la Corte Constitucional, donde se protege y salvaguarda los derechos fundamentales de las comunidades.
Comunidad Kokonuko de Puracé, Cauca
“Los líderes estamos llamados a generar un clima de cordialidad, de armonía, de diálogo entre los distintos sectores de la sociedad, pero que un líder político propicie enfrentamientos entre diversos sectores de la sociedad, es muy peligroso para la democracia. Nosotros desde Kokonuko hacemos un llamado para que los líderes políticos de todos los orígenes y todas la orillas ideológicas, propicien un clima de cordialidad, de entendimiento, de tolerancia, de pluralismo entre la sociedad colombiana. En el territorio nacional podemos vivir todos, incluso entre diferentes, entre distintos, pero respetando los derechos de absolutamente de todos los colombianos”.
Esto dijo el ministro del interior, Guillermo Rivera el 27 de julio de 2017 en su visita a la comunidad indígena de Kokonuko, espacio donde el Gobierno se comprometió a la entrega de predios para el saneamiento y liberación de la madre tierra, proceso que lideran las comunidades indígenas del Cauca.
Tal parece que sus palabras fueron solo discurso y quedaron archivadas en el pasado. El 8 de octubre de 2017 fue asesinada la comunera y periodista Efigenia Vásquez mientras el Esmad desalojaba a su comunidad en Puracé, Cauca; también el indígena Jhon Yace, hijo de Alberto Yace dirigente del pueblo.
La Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), se ha manifestado en contra de estos actos que atentan contra la vida de las comunidades indígenas del país. Hace llamados urgentes a la Fiscalía y Defensoría del Pueblo para que se hagan responsables de las debidas investigaciones y así proceder jurídicamente.
Las comunidades indígenas y campesinas en Colombia, cada día más arrinconadas, parecen perder la batalla contra el capitalismo y el Estado, que poco a poco, y en silencio, llevan a cabo el más grande genocidio de la historia nacional, valiéndose de un diseño complejo de fuerzas armadas, de la ocupación y control de los territorios, todo ello a la sombra de la manipulación mediática que oculta o tergiversa estas realidades.
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