El desempleo está creciendo. Y es equivocado afirmar que este aumento se debe al mayor salario mínimo.
En febrero de 2019 la tasa de desempleo fue de 11,8%. Tal y como se observa en la gráfica, es el nivel más alto de los últimos 6 años. Su evolución resalta problemas estructurales de la economía colombiana. Por tanto, la situación actual no debe interpretarse como un fenómeno pasajero.
Entre las causas que están llevando a esta agudización del desempleo, destacan tres. La primera, la creciente dependencia del petróleo y del carbón. Es decir, la consolidación de la economía extractiva. La segunda, el debilitamiento del mercado interno. Las bonanzas llevaron a un deterioro del aparato productivo nacional. La tercera, la acentuación del déficit en la cuenta corriente.
Estos tres argumentos, que son de naturaleza estructural, desvirtúan los análisis que le atribuyen los problemas del desempleo al aumento del salario mínimo, que en el 2018 fue de 6%. Se dice que al subir más que la inflación, que fue de 3,18%, el mínimo ha tenido una incidencia negativa en la generación de empleo. No es cierto que el mayor salario sea el responsable del desempleo. ¡Todo lo contrario! Cuando el salario sube la demanda aumenta, las empresas venden más y el empleo crece. El aumento del salario mínimo por encima de la inflación tiene ventajas porque permite incrementar la demanda y, sobre todo, porque mejora la capacidad de pago, y la calidad de vida de los trabajadores. Cuando le atribuyen al salario mínimo el aumento del desempleo se ocultan fenómenos complejos de la economía colombiana, que pueden ser los determinantes de la pérdida de empleos. Así que los males profundos de la economía han contrarrestado las bondades que podrían haberse derivado del aumento de los salarios.
Predominio de la economía extractiva
La economía extractiva sigue creciendo, y cada vez gana más relevancia en el PIB y en la estructura de las exportaciones. En el 2017 cerca del 80% de las exportaciones colombianas correspondían a bienes primarios: petróleo, carbón, oro, café, flores y banano. Sobre todo, la economía está sometida al comportamiento de los precios del petróleo y del carbón. Esta reprimarización tiene dos características. 1) El PIB, y el balance fiscal, terminan dependiendo de la variación de los precios del petróleo y de los minerales. Cuando su precio aumenta, las exportaciones crecen. Pero estos movimientos son nominales y no guardan relación con la producción real. Un mayor precio del petróleo eleva el PIB, sin que necesariamente se afecte el volumen de la actividad productiva. Así que altos precios del petróleo y del carbón pueden estar acompañados de mayor desempleo. Estas actividades son intensivas en capital, y por esta razón el mayor valor de las exportaciones de petróleo y carbón, no suele estar acompañado de aumentos significativos en el empleo. En el lenguaje usual se supone, de manera equivocada, que los mayores precios internacionales de los minerales e hidrocarburos siempre favorecen la economía. Se dice que son intrínsecamente buenos. Esta visión además de que es simplista, deforma la realidad.
La forma como la economía se ha ido reprimarizando se observa bien en el cuadro. En 1965, cuando apenas comenzaba el modelo de sustitución de importaciones, el 73,4% de las exportaciones eran alimentos (café, flores, banano…). Y la partición de petróleo y minerales era de 17,7%. La industria, que apenas representaba el 4,2%, llegó a su punto más alto en 1990, con 16,4%. Esta dinámica de las manufacturas fue el resultado positivo de las políticas diseñadas por la Cepal de estímulo a la industria y de sustitución de importaciones. Recientemente, en el año 2016, el peso de la industria se redujo a 6,2%, y el petróleo y los hidrocarburos subieron a 66,3%. La reprimarización es evidente. Este rubro, más el de alimentos, suma 82,3%.
El agotamiento del mercado interno
El manejo de las bonanzas del petróleo y los minerales ha sido inadecuada. No se han generado dinámicas autónomas. Los efectos multiplicadores de las economía extractiva han sido mínimos. En otras palabras, no se han sembrado las bonanzas. El país ha renunciado a la reflexión sistemática sobre la forma como los excedentes de las bonanzas se reflejan en un crecimiento de la productividad de la industria y la agricultura nacionales. En lugar de incidir de manera positiva en la producción interna, los altos precios internacionales han estado acompañados de una reducción de la capacidad productiva nacional. La industria y la agricultura se han debilitado. Si estas actividades se ahogan, el empleo no crece. Efectivamente, la bonanza no ha ido a la par con un crecimiento de la productividad de la industria y la agricultura. Sin mercado interno no hay empleo. El mayor desempleo es una expresión del debilitamiento de los sectores manufacturero y agropecuario.
La acentuación del déficit en la cuenta corriente
En contra de las expectativas del Ministerio de Hacienda, el déficit en cuenta corriente ha aumentado. En el 2018, de acuerdo con el Banco de la República, el desbalance fue de 3,8% del PIB. En el Marco Fiscal de Mediano Plazo se había dicho que este déficit sería del 2,8%. Ello significa que las importaciones continúan siendo mayores que las exportaciones. Esta relación debilita la estructura económica del país. Las bonanzas deberían haber llevado a superávit en la balanza en cuenta corriente. Ha sucedido todo lo contrario.
No es el aumento del salario mínimo
De acuerdo con los tres puntos anteriores, el desempleo puede estar ocasionado por factores estructurales de una índole muy diferente al aumento del salario mínimo, al que no le pueden atribuir tal realidad.
Frente al impacto del salario se presentan dos visiones. Una, desde la óptica del empresario, supone que los menores salarios se reflejan en una mayor ganancia, en un incremento de la inversión, y en más empleo. Esta perspectiva es rechazada por los autores que siguen a Keynes, para quien es bueno que el salario suba porque la capacidad de compra aumenta, la demanda crece y los empresarios contratan más trabajadores. Así que el aumento del salario es compatible con un crecimiento del empleo. Pero para que ello sea posible se requiere corregir los males estructurales que han debilitado la actividad económica nacional.
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13 de abril de 2019
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