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El 2017: Arranca con retos de paz mayúscula y movilización

El 2017: Arranca con retos de paz mayúscula y movilización

Cada día trae su afán y también cada año. El 2017 despega en medio de la expectativa y las contradicciones e interrogantes por una paz justa. En paralelo, gana más intensidad el accionar político y social y, en todos los niveles mira con afán –en una coyuntura larga y continua– hacia el 2018.

 

Una coyuntura política, social y económica controlada y dinamizada desde los círculos del poder, afanados por sacar múltiples dividendos de la misma, lo que les garantizaría prolongar en nuestro país su poder por más décadas. Como siempre, la coyuntura electoral atomizará mucho más a los sectores populares, dividirá sus expresiones políticas, y debilitará la posibilidad –y necesidad– de una resistencia más activa y propositiva, base de la cual sería la presentación y debate abierto sobre el proyecto de país que la anima. Excusa inicial para ello sería la confrontación al gobierno, tanto por la recién aprobada reforma tributaria, como del mismo salario mínimo, dos ultrajes que afectan a la mayoría de quienes habitan el territorio llamado Colombia.

 

Para la clase en el poder, votar es el factor nuclear y tradicional de aquello que entienden por ‘democracia’, así la (re)legitiman. Así actúan y logran que el conjunto social proceda y concentre su atención, sólo y apenas alrededor de precandidatos y candidatos, sin ninguna o muy poca diferenciación. De esta manera, la confrontación directa al modelo que está haciendo trizas la vida de las mayorías.

 

Santos y su representación del poder necesita y desea, aplazar la lucha popular y el avance de la organización social. Ponerla en suspenso hasta más allá de 2018. Imponerle, hacerla cesar bajo diferentes recursos jurídicos, represivos y de un nuevo Código de Policía, así adolezca en su actual estado, de limitaciones en cuanto a su convocatoria nacional completa y en cuanto a su trascendencia como expresiones íntegras de un “poder popular”.

 

De esta manera, el 2017 tiene un primer reto frente a la distracción e inercia electoral que no arroja al día de hoy un tejido orgánico en el sentir del pueblo: urge que los sectores alternativos tengan agenda propia. Un quehacer que puede contar entre sus activos con la coyuntura electoral, sin quedar restringido o sometido a la misma, mucho menos, si con repetición, se trata de elegir el menor de los males (¿Vargas Lleras?, o la ilusión De la Calle), renunciando así, a un proyecto propio de inmediato, mediano y largo plazo.

 

Concretar este reto suena simple aunque polémico. Más aún bajo la costumbre –insensible a los dramas sociales. Reto, puesto que el atomizado entretejido político social, sin profundidad todavía en una conducción y convicción de poder y de gobierno, tiene entre sus haberes diversas agendas.

 

– Para las Farc y la expresión política que concrete en los próximos meses, su anhelo más profundo es que el Acuerdo de paz firmado con el Gobierno, se traduzcan en el eje de acción acogido por todo el conjunto social.
– El Eln, por su parte, aspira a algo parecido: que los proyectados diálogos en procura de un acuerdo que desmonte la guerra, referencien como central y con una participación diferente, las preferencias del conjunto social.
– En el caso del Polo Democrático Alternativo y otras organizaciones de “nueva estirpe” y con eje parlamentario, su motivación y razón de ser es la electoral…

 

De este modo, la dispersión de fuerzas que deberían centrarse contra el actual régimen, prosigue. Si la dispersión es tal, es porque ninguno de los actores sociales alcanza la extensión y legitimidad necesarias para enrutar las fuerzas del conjunto social contra un objetivo y directriz central. Esta es una razón. La otra puede ser, que estos actores no logran intuir ni sintonizar con los anhelos de las mayorías nacionales; sus propuestas, aunque bien intencionadas, no son las que despiertan la decisión y el fervor popular por una situación distinta.

 

Así vistas las cosas, si bien el Acuerdo firmado por las Farc es importante y contribuye a un viraje en la situación anímica de lo popular, los mismos no representan sino a una parte de la sociedad. En lo fundamental, a un sector del campesinado, de los indígenas y de las negritudes, para los cuales –tal vez– haya un poco de tierra, y muy seguramente, sí podrán legalizar alguna o buena parte de la tierra donde sobreviven, además de otros beneficios. Logros, muchos de los cuales tienen que ver con garantizar y legitimar la presencia estatal en las otrora zonas de guerra (ver “Acuerdos…” página 16).

 

En este marco –y a pesar del acuerdo de La Habana– queda vigente, la necesidad de seguir luchando por una reforma agraria integral. Reivindicación que no pierde urgencia para la vida de los empobrecidos y despojados del campo. Y también de las ciudades. Territorios en cuyo crecimiento, con una perspectiva humana, deberían ser reorganizados a partir de una visión diferente a la predominante hasta hoy, al respecto del tema del suelo, la conurbación-región, la vivienda, el alimento, el espacio público en general, el empleo, el medio ambiente, y mucho más.

 

En cuanto a la agenda de paz, aunque el Eln supera en no proyectar su exploración y conversación con el Estado por fuera de las luchas cotidianas del conjunto social –como sí mantuvieron o acordaron las Farc en la Mesa de La Habana– tal reconocimiento no asume en la práctica que la lucha por los afanes de cada día es lo que más urge a los sectores populares, los cuales desearían ver y comprobar que las temáticas estructurales ahora sí sean debatidas en la mesa de negociación. No divorciar agenda social cotidiana y mesa de negociación sería un componente sustancial para dinamizar las luchas de resistencia y el proceso reorganizativo de fuerza que debe caracterizar a los movimientos sociales.

 

Lo electoral estará ahí pero no será lo sustancial, como lo denota, una y otra vez la constante abstención que reina en el país, como también la pasividad ciudadana ante este factor de expresión institucional, así como la rabia, la desconfianza en promesas siempre incumplidas, la nulidad del voto, el hastío con los políticos profesionales, y otras manifestaciones de incredulidad en una “democracia” raquítica, insuficiente, que ahonda cada día la desigualdad social; una democracia, que como se ha dicho por mucho tiempo: es “de los mismos con las mismas” (ver “Bandera para izar”, página 20).

 

El camino y la brega por una agenda común

 

Si la dispersión adquiere el gran tamaño visto, si el deseo de liderar el accionar colectivo tiene palos atravesados en el camino y, si la abstención-participación social de la democracia realmente existente es tal y como hemos anotado, ¿qué y cómo hacer para sumar un resultado diferente en la iniciativa popular y la correlación política de fuerzas?

 

Entonces, para el 2017 proponemos, como otra de las tareas por emprender: Constituir un Bloque Popular con raíz e identidades regionales y tallar entre el conjunto social una plataforma de lucha que surja desde abajo. Para avanzar en el Bloque y su cadena de territorios, proponemos al conjunto político y social del activismo, la realización de una ¡Primera Asamblea Nacional del Campo Popular!

 

Una reunión de todos los sectores sociales y no alineados, con sus nuevos liderazgos y con vocación de lucha por un nuevo país, encarada con una agenda abierta. Deliberación y acuerdo que debe proponer como resultado fundamental, un Plan de acción común e inmediato, acordado sin hegemonías ni verticalismos. De no ser posible un acuerdo sobre este particular, deberíamos, como mínimo, dejar aprobados dos propósitos: 1) una metodología para seguir buscando una necesaria coordinación de fuerzas y, 2) unas jornadas locales de protesta que demande del gobierno corrección en su política económica, corrigiendo los simples y repetidos llamados cada año a “paro nacional” sin consecuencia alguna.

 

Este Plan de acción sería diferente a una “plataforma de lucha” elaborada con el método tradicional desde arriba –como orientación de las direcciones políticas. En contrario y como corrección, nos incumbe aportar en la concreción de una consulta nacional más allá de los intereses por la paz, llevada a cabo a lo largo y ancho del país, en un diálogo con las mayorías excluidas de la justicia y la cosa pública. Un modo a través del cual, identifiquemos y retomemos por fin los anhelos de cambio que anidan en lo más profundo de la cotidianidad popular, y un espacio para conversar que sirva como estímulo para volver a creer en la política, de la cual el factor determinante son todas aquellas personas que han terminado excluidas del diseño del país.

 

Obligado recurso para dejar de agitar con prepotencia, el aspecto que cada proyecto político considera, debe ser el eje de la lucha en todas y cada una de las organizaciones populares y lugares. Es decir, izar los objetivos que realmente demanden todos aquellos inconformes y sectores que decimos representar. La Plataforma así tejida con lenguaje común y de calle, de mujeres y de jóvenes, podría traducirse en el programa mínimo para el cambio que denominan las organizaciones políticas.

 

Con seguridad, habrá otra diversidad de propuestas para el 2017-2018 en el debate. Bienvenidas todas, bienvenido el debate, pero dentro de un espacio y tiempo límite, para que la dilación no sea la norma que termine por imponerse. ¡Bienvenido el 2017!, pero con rectificación y cambios en el proceder social y político, para que el avance en el accionar social tenga consolidación y empiece a obtener ventaja.

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