El Escuadrón de la muerte cumplió su cometido. Violencia en medio de un proceso de paz.
Después de una ardua batalla por su vida que duró más de 40 días, el viernes 3 de junio a las 1:50 am falleció en la flor de 18 sus años Miguel Ángel Barbosa, estudiante de la facultad Tecnológica de la Universidad Distrital, quien fue impactado en su cabeza por un disparo de gas lacrimógeno accionado por un agente de la muerte del Esmad. Al momento de la brutal agresión, Miguel Ángel se encontraba con otros estudiantes desarrollando actividades lúdicas e informativas acerca de la crisis universitaria que los afecta.
El impacto recibido de inmediato lo privó y tendió al suelo. Parecía muerto, sus ojos cerrados, su pulso debilitado; así llegó a la sal de urgencia del Hospital El Tunal, donde luego de varios días de muerte cerebral, abrió los ojos, mostrando señales de mejoría, alimentando entre sus familiares y amigos/as la ilusión de que saldría del letargo que amenazaba con arrancarlo de este mundo.
Sin embargo el diagnóstico siempre fue reservado, los médicos no guardaban muchas esperanzas: en las heridas del cráneo de Miguel Ángel se encontraron restos de material de la granada, el tiro resultó letal. Y es que el escuadrón de la muerte -no en vano toda su vestimenta es lúgubre- antes que mantener el orden impone el terror, infunde miedo en las personas, por donde pasan arrasan con quien sea y por encima de quien se atraviese. Las amenazas no son suficientes, su sed de violencia no se sacia hasta que matan; esta vez la víctima fue un joven lleno de motivos para vivir, ilusionado con su futuro y el de la sociedad que habitaba.
Sumadas a las muertes de los indígenas asesinados por el Esmad esta misma semana, en el marco de la Minga indígena, campesina y popular que tiene desarrollo por todo el país, es necesario recordar los crímenes que cegaron la vida de jóvenes como Nicolás Neira –de escasos 15 años–, asesinado el Primero de Mayo de 2005 como efecto de una brutal golpiza propinada por los agentes de la muerte; el de Oscar Salas, un escritor de 20 años, asesinado en 2006, hecho así registrado en la prensa nacional. “En una declaración a la Procuraduría, dada el 29 de enero de 2009, el ex patrullero relata que cuando el escuadrón se preparaba para salir a controlar la protesta, el Mayor Rafael Méndez les dijo: “Súbanse con todos los juguetes”. Los juguetes son cápsulas de gas lacrimógeno rellenas de canicas y explosivos, llamadas en el argot policial “recalzadas” . Y así, un sinfín de líderes juveniles, activistas sociales y defensores de derechos humanos. (Ver ¿Por qué es necesario desmontar el Esmad? )
Hoy despedimos a Miguel Ángel con un hasta pronto, porque aunque él ya descansa, nuestro deber es continuar su lucha, para que su asesinato no quede impune, para que el derecho legítimo a la protesta no sea una marca maldita, mucho menos una sentencia de muerte. Hoy, más que nunca sobran razones para salir a las calles, esta vez para acompañar a Miguel Ángel y a su familia, y para denunciar a un Estado que promueve la violencia mientras habla de paz ¿Cuál paz? Quizás una paz de sometidos/as y sumisos/as. El día de su entierro entonémos: NO MÁS ESMAD, NO MÁS ESCUADRÓN DE LA MUERTE.
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