Lunes 24, horas de la mañana. Una barrera casi infranqueable se sobrepuso a las primeras expectativas por ingresar a la Universidad Nacional, donde estaba citada una rueda de prensa. El control y vigilancia de la Universidad, delegado por cuatro días en manos de la Guardia Indígena, con sus bastones coloridos y decenas de miembros desplegados en actitud de vigilancia por todo el centro de estudios, había regresado a la habitual “seguridad” privada, la misma que, en el proceso privatizador del centro de estudios, hace parte de su paisaje rutinario. Pero los obstáculos no eran sólo para los periodistas, los estudiantes también tenían negado el acceso a “su casa”.
La actitud era clara: impedir el buen y normal desarrollo de la rueda de prensa, pero al mismo tiempo, evitar que los estudiantes participaran, en las horas que quedaban, de La Minga. Según los vigilantes, la medida proferida por la Rectoría, exigía un permiso para entrar. Los minutos pasaron y el argumento (excusa) se hizo más ridículo: estaba próximo a realizarse una jornada de fumigación, la cual se concretaría una vez La Minga saliera de las instalaciones del Alma Mater.
¿Fumigación? ¿O temor a que los estudiantes fueran contagiados por el virus de paz, esperanza y unidad social transmitido por La Minga? “Ha sido muy difícil que los estudiantes entraran. Nosotros no queremos que los aislen porque somos un mismo pueblo. Considero que en el marco de la confianza no debe haber distinción, salvo que no sea para el control de autoprotección y la responsabilidad de cada uno de nosotros”, dijo Aída Quinqué, Consejera Mayor de Tierradentro, respecto al impase.
Tras algunas proezas logramos franquear todos los obstáculos, para ser testigos directos de las restricciones y limitaciones para ingresar a un espacio público. Luego de los tropiezos y malas disculpas, por fin se llevó a cabo la rueda de prensa, por medio de la cual los indígenas se querían despedir de los habitantes de Bogotá. Participaron en ella los voceros oficiales de La Minga, quienes leyeron un manifiesto público sobre los logros y dificultades acaecidos en el trayecto. Estuvieron presentes, asimismo, autoridades del Distrito Capital, como la Secretaria Distrital de Gobierno Clara López, y funcionarios de la Defensoría del Pueblo.
“Con la dignidad en alto y el corazón de todos, como si fuéramos uno, La Minga continúa caminando la palabra por el territorio nacional. La Minga se hizo comunidad en Bogotá. Llegó caminando la palabra desde las montañas del Cauca, las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, las riberas del Sinú, las arenas de La Guajira, las selvas del pacífico, Amazonía y Orinoquía, Antioquia y el Eje Cafetero, los cerros y valles del Tolima, Los Llanos orientales, los páramos, los nevados, los volcanes de las cordilleras andinas. Paso a paso el paisaje animó los corazones, reunió las voces de nuestros pueblos, afinó las ideas y avivó los sueños de un país para todos”, dejó sentado uno de los apartes del comunicado leído.
En este sentido La Minga, como deja en evidencia este manifiesto, reclama la vigencia de los derechos humanos y el DIH, definen desobediencia civil a las leyes que contrarían el espíritu cívico de la Constitución Política y exige al gobierno nacional el cumplimiento de los acuerdos entre los sectores sociales y el Estado.
Los voceros oficiales de La Minga precisaron, además, que una delegación de 80 representantes de los pueblos indígenas del país, pernoctará en la Capital para reunirse con los viceministros de gobierno y revisar los acuerdos pactados, que según ellos el gobierno desconoce: “Es muy grave que un Estado no haya escuchado toda la movilización sobre acuerdos y digan cuando llegamos a la mesa, hago referencia a los señores ministros, que no sabían nada. Esto es un acto de irresponsabilidad política ante la comunidad nacional e internacional”, agregó Luis Evelis Andrade, de la Organización Nacional Indígena de Colombia, Onic.
Tras el reconocimiento para todos los que aportaron un grano de arena para el éxito de La Minga, Clara López, respecto al desarrollo de La Minga en Bogotá, aseveró: “El gobierno distrital está muy satisfecho con lo que ha podido hacer en materia de apoyo humanitario y de garantía a un derecho consagrado constitucionalmente como es el de la protesta, manifestación y movilización. Hemos apoyado de manera material y logística esta gran movilización indígena. Queremos además resaltar lo que le hemos aprendido a la Guardia Indígena, en materia de organización, dignidad, respeto y autoridad”.
Luego, los buses, carros, chivas y camiones, se pusieron en forma de caravana sobre la vía que conduce a la salida de la Universidad Nacional por la calle 53, y partieron hacia la Embajada de los Estados Unidos, para realizar allí un acto simbólico. Una vez ahí, se leyó el orden del día. Y de repente, ante la congregación de personas que concurrieron, se entonó el himno de la Guardia Indígena, se enarbolaron los bastones y cantos con fuerza, recordándole a los diplomáticos estadounidenses que los pueblos orginarios de Colombia saben con toda certeza de dónde provienen la mayor parte de los males que vive el país. Transcurridos unos minutos se leyó el manifiesto que hizo parte de la rueda de prensa en horas de la mañana. El acto culminó entonando el himno de los pueblos indígenas.
Una Minga permanente. Las chivas, camiones y carros prendieron motores partiendo hacia los lugares de origen de los comuneros. Un legado para las resistencias futuras que se desarrollan en Colombia, una nueva manera de unir voluntades entre todos los sectores sociales, culturas y etnias. Una Minga que continuará con el trasegar de la palabra por diferentes regiones del país, a propósito de las múltiples invitaciones recibidas por los puelbos indígenas para que se desplacen al norte, sur, oriente y occidente colombiano. Una Minga, que en su metodología, propópsitos y formas de discutir, definir y hacer, deberá llegar a los sitios de trabajo, a las organizaciones sociales y a los hogares. Queda, además, el reto, para octubre de 2009, del Congreso de los pueblos. Referente de acción y de dualidad de poderes. Un desafío grande, oportunidad para construir alternativas concretas de poder popular y superar el inmediatismo y ausencia de referencias estratégicas que caracteriza la resistencia popular en Colombia.
Por: Julián Carreño
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