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¿Quién lo tiene más largo?

¿Quién lo tiene más largo?

Todos pueden ser elegidos como Presidente. Según diversos analistas, esa es una de las principales enseñanzas de las elecciones del 11 de marzo. Hasta antes de esa fecha y según las encuestas, por fuera de tal posibilidad estaban Vargas Lleras y Humberto de La Calle, ambos reposicionados, el primero por su crecimiento parlamentario y el segundo porque pese a todo lo previsto el Partido Liberal logró sobreaguar.

 

Correspondiente con tal conclusión, unos y otros declaran ser imprescindibles, triunfadores, cabeza de cualquier posible coalición, conducto indispensable para hacer realidad la conclusión de los opinadores de oficio.

 

Estamos pues ante un juego de simulaciones y/o apariencias, como cuando Trump le aseguró a Kim Jong-un que su botón nuclear era más largo. Su contrario aseguró lo propio.

 

Entonces, en el caso colombiano, ¿quién lo tiene más largo? ¿Petro? ¿Duque? ¿Vargas Lleras? ¿de La Calle? ¿Fajardo? ¿O tal vez Córdoba o Pinzón?

 

Puede ser uno u otro, pero lo cierto es que más allá de esa fingida musculatura, a ninguno le basta para ser elegido y ganar en primera vuelta sin concertar una alianza con uno o varios de sus contrincantes.

 

Los escenarios

 

Ni Duque, que prolonga el embrujo uribista pese a toda la violencia paramilitar y el desafuero sufrido con los derechos humanos y el modelo económico en nuestro país. Dicen sus adalides en los medios de comunicación oficiosos que con un poco de esfuerzo podría vencer en la primera vuelta. Pero los resultados del mismo 11 de marzo, apoyados además en la historia electoral reciente del país, evidencian que ya está sobre su propio techo.

 

Tampoco Vargas Lleras, a pesar de estar apoyado en todo el esfuerzo de la Casa de Gobierno y en la clientela aceitada desde los distintos ministerios ocupados durante los últimos ocho años. “Le falta pelo para el moño”, a pesar de inyectar a sus impulsores regionales con vitaminas llenas de pesos.

 

De La Calle, inflando el precario resultado del 11 de marzo, alza sus brazos de flácida musculatura, como diciendo “yo soy el más fuerte”, además del más ético, pero no logra convencer a las mayorías ya que detrás de su espalda alcanzan a verse los lazos tensados por brazos de hijos de varones electorales, espurios en su mayoría, como lo es su partido.

 

Vanagloriándose de sus casi tres millones de votos, Petro pide que le agreguen discos a la mayúscula pesa que levantó en los comicios del segundo domingo de marzo, “yo lo puedo todo”, repite una y otra vez, sin percatarse que con un voto mayoritario de izquierda aún no alcanza a movilizar ni a conmover al país nacional, el que sí le inyectaría las vitaminas necesarias para dar el envión que requiere para alcanzar su soñada presidencia.

 

Sentado en la esquina de un barrio de élite de una de las principales ciudades del país, mirando con desdén a todos sus contrincantes, Fajardo deja escuchar dos o tres lugares comunes, entre ellos que el país necesita reconciliación y que el centro es la vía, “y yo soy el centro, yo venceré”. El sobreesfuerzo que tendrá que realizar para llegar hasta la meta, lo llevará a quebrar su “pureza”, al tener que correr a última hora, o un poco antes, para sujetarse a algún aliado, ¿el menos neoliberal y el menos corrupto?

 

Pretendiendo que la sombra no los opaque del todo, mostrando el músculo que no tienen, Pinzón y Córdoba también ascienden al escenario. Aquí estamos, no lo olviden. ¿Quién da más por estos pocos votos?, es perceptible la voz que sale de ambas sedes.

 

Las alianzas

 

Pasarán las semanas que nos separan del último domingo de mayo, tal vez unas pocas, tal vez unas más, y las alianzas tomarán forma. Presionado por la obsesión que con el poder tiene su inocultable jefe, Duque está decidido a intentar llegar a la Casa de Nariño de un solo envión, “el mío es el más largo”, dirá, de salir ungido, para lo cual su alianza más factible es con los conservadores, que con sus casi 2 millones de votos –sumados a los 6 que ya tiene en el bolsillo– le garantizarían coronar su propósito. ¿Logrará el pastranismo convencer a sus antiguos compañeros de partido o prevalecerán las rencillas por el poder que terminaron distanciándolos? El plato está casi servido y los aromas provocadores…

¿Quién suma igual? Todos los partidos deben ser conscientes de esto, llevándolos a intentar juntar lo que más puedan a partir del encuentro entre varios. De esta manera podrían cuajar alianzas entre: Cambio Radical (2.155.487) más liberales (1.901.933) más Colombia justa libre (431.418) más Partido Unión ciudadana (354.042), partidos, organizaciones o siglas, todos, de igual estirpe. El resultado los deja por debajo de los cinco millones de votos, lo que los obligaría a intentar llevar a esta alianza al Partido de la U (1.853.054). ¿Imposible? ¿Estará Santos inclinado por esta componenda? ¿Logrará mover todos sus recursos para hacerla viable y obligar al Centro Democrático a una segunda vuelta?

 

¿Hacia dónde girará Gustavo Petro? Él siempre concita a los otros candidatos a sumársele, ¿encontrará eco? Estará dispuesto a llegar a otra campaña como segundo? Difícil. Las cuentas de la lechera siempre son alegres, y en el camino se rompe la vasija. Petro cuenta con una importante votación, pero nunca del tamaño requerido para ser ungido como Presidente en el 2018. ¿Tendrá capacidad para romper la apatía nacional y para quitarle a la izquierda las dos banderillas que ahora la tienen lesionada: la deuda moral y ética de las Farc con la sociedad colombiana, y los ecos de la crisis que padece Venezuela? Difícil.

 

Hay que precisar. Petro arrastró una votación 5 veces superior a la reunida por la Lista de la decencia, explicable porque recibió votos de la izquierda, pero además de militantes del Polo, de los Verdes y, sobre todo, de votantes independientes que ven que en él una opción anti establecimiento. Sin embargo, si nos apegamos a los números alcanzados por la izquierda el 11 de marzo, es claro que todavía el 83 por ciento del electorado no ve en ella un referente.

 

Distancia con las mayorías que han logrado profundizar desde el poder con la propagandización del Castro-chavismo y todos sus males. Paradójico, mientras desde el poder atizan este temor, en ninguna de las fracciones que clasifican como izquierda –incluyendo a las Farc– defienden un programa político anticapitalista, por lo que simplemente no existe a nivel electoral una política con vocación y capacidad real de disputar el modelo económico y político vigente.

 

Por su parte, los Verdes están contentos con el resultado obtenido para el Congreso (1.317.429), pero sumados estos votos con los del Polo –también satisfecho por lo conservado (736.367)– escasamente alcanzan dos millones de votos. Podrán cuajar una alianza con Petro / Caicedo (3.368.000), más Lista de la decencia (523.286), más los liberales (1.901.933)?, única opción para disputarle el gobierno a los mismos de siempre, aunque con una parte de ellos. Y de buscarse esta alianza, ¿quién cederá la cabeza de la campaña, Fajardo, Petro, de La Calle? Difícil vaticinarlo, como difícil es reunirlos. ¿Cuántos votos de opinión podría arrastrar Fajardo por cuenta propia?, una confianza excesiva en su propia fuerza puede sellar su tumba.

 

Una alianza de este tipo expresaría de mejor manera el descontento de un sector significativo de la población frente al establecimiento, corrupto y tradicional, aunque la participación liberal en parte la mellaría, por ser lo contrario de lo ofrecido. Sin embargo, parece que las vitaminas poco alcanzan para su desarrollo neuronal y el bombeo a un corazón más solidario y colectivo, pues la falta de prospectiva organizativa de estos movimientos centrados en líderes, con reportorios políticos limitados a la gestión institucional, y con programas de conciliación, le hacen el juego al discurso del establecimiento, donde la paz no es reconocida como una reivindicación histórica del pueblo colombiano, sino como una excusa para la reconciliación con ciertos sectores de la élite, lo que le imprime un grado de tibieza, y de mayor intrascendencia a lo que proponen.

 

En estas condiciones, más allá de las sumas y restas, todos estos partidos y organizaciones electorales tienen ante sí el reto de romper la indiferencia, el descontento, y el desconocimiento para el trámite del tarjetón evidenciado el segundo domingo de marzo. ¿Existirá alguna de esas propuestas y esos liderazgos con capacidad para conmover a los millones de jóvenes desempleados o mal pagos que habitan en las ciudades y que buscan con afán una alternativa para sus vidas, y que muy seguramente no acudieron a votar el marzo? Algunos encuentran luz en las iglesias político-cristianas, pero otros mucho no. ¿Podrán esas campañas poner en su sitio al Centro Democrático y sus aliados, para evitar que su botón apriete al país entre el 2018-2022? ¿Podrán esos nuevos liderazgos despintar la imagen de Uribe, alguien que logró una contrarrevolución en Colombia antes de que cuajara una revolución?

Información adicional

Autor/a: Equipo desdeabajo
País: Colombbia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°244, marzo 20 - abril 20 de 2018

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