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Rodolfo Hernández: la última carta de los de siempre

Rodolfo Hernández: la última carta de los de siempre

Rodolfo Hernández no es un empresario con vocación por el servicio público sino, por el contrario, la última carta que se juega el establecimiento para no perder la Presidencia de la República, institución angular de nuestro sistema político y expresión máxima del poder del Estado.

Las elecciones en curso nos enseñan muchas cosas, por ejemplo, que Rodolfo Hernández no es un outsider de la politiquería colombiana. No es simplemente un irreverente que a punta de tik tok llegó a la segunda vuelta presidencial por encima de Federico Gutiérrez o Sergio Fajardo y menos una persona que se haya dedicado a hacer empresa de manera juiciosa y transparente y que en el ocaso de su vida decidió con independencia dedicarse al servicio público por vocación.

Más allá de lo aparente, hay que resaltar que Rodolfo Hernández es producto de una época de transición en Colombia en la que Álvaro Uribe Vélez no tiene la legitimidad para prolongarse como el político más poderoso del país, pero donde sus ideas y los intereses que ha representado –y que la opinión pública denomina uribismo– siguen aferrándose al sistema político colombiano, sin entender muy bien cómo hacerle frente a lo que el liderazgo de Gustavo Petro ha significado en los últimos 4 años para su dominio y como esperanza de los nadie en Colombia.

Entre luces

La primera escena fue declarar desde los medios corporativos a través de sus mesas de analistas desde los primeros reportes de resultados del preconteo publicados por la Registraduría la derrota del Pacto Histórico en la primera vuelta, a pesar de que ninguna otra candidatura presidencial –desde que existe segunda vuelta en Colombia– ha sacado los más de 8 millones de votos que lograron Gustavo Petro y Francia Márquez. Ni siquiera el mismísimo Álvaro Uribe Vélez ha conseguido tal hazaña electoral. Más de 8 millones de votantes no le creyeron al supuesto miedo que debían tenerle a Petro, decretado desde los medios corporativos. La derrota de Petro y la segura presidencia de Hernández fue la narrativa que intentaron construir al minuto uno del primer informe de resultados de la Registraduría los poderes mediáticos que siempre han orientado la opinión pública en Colombia.

La segunda escena fueron las adhesiones inmediatas, públicas y sin condiciones conocidas –porque seguramente debajo de la mesa se habló rápidamente de cuotas de poder– de Federico Gutiérrez y de figuras clave dentro del partido Centro Democrático como lo son Paloma Valencia –como representante de las oligarquías regionales tradicionales– y María Fernanda Cabal –como la voz del paramilitarismo y el narcotráfico en el Congreso de la Republica–. Adhesiones en días siguientes de la tecnocracia tradicional que siempre ha apoyado a gobiernos criminales –Juan Carlos Echeverry, por ejemplo– y bajo la misma clave la de personajes como los hermanos Galán quienes con su discurso moralizante de la política perdieron las elecciones a pesar de haber hecho carrera en el Partido Liberal y en Cambio Radical, de la mano de César Gaviria y Germán Vargas Lleras.

La salida del closet facho de quienes siempre se han dicho defensores de la institucionalidad es una victoria de los demócratas, que están empujando el avance del Pacto Histórico, a pesar de Rodolfo Hernández.

La tercera escena es el silencio mediático de Álvaro Uribe Vélez. El patriarca. que no es ningún idiota, sabe que su figura es tóxica para cualquiera que quiera ser presidente en la Colombia del 2022 y que él es responsable de eso por impulsar a un incompetente como Ivan Duque para continuar el legado de un régimen decadente, con signos de ello desde hace varios años.

En los días siguientes a la primera vuelta, todo se empezó a organizar en función de la preservación del régimen. Desde lo mediático se ignora que Rodolfo Hernández declaró públicamente su admiración a Adolfo Hitler y en vez de llamarlo abiertamente nazi, como le dirían a Gustavo Petro comunista si declara su admiración a Lenin, se limitan a calificarlo de “populista” e “irreverente” y hasta “de centro” calificación equivocada porque lo que usa constantemente y de manera hábil es la demagogia; además, sus constantes expresiones ideológicas no dejan duda sobre su conservadurismo y ubicación en la extrema derecha. El candidato Hernández tiene grabaciones en donde abiertamente amenaza con matar a otras personas o que “se limpia el culo con la ley”, pero eso no merece la atención mediática en estos días previos al 19 de junio del 2022.

Como continuidad del poder prolongado por tantas décadas, desde los gremios se empezó a aplaudir que mágicamente por el toque de Rodolfo los mercados y el precio del dólar se estabilizaron, y sectores beneficiados tradicionalmente de la desigualdad, el racismo estructural, el patriarcado y el régimen de corrupción que resalta en estas tierras, como la Sociedad de Agricultores, Fenalco o la Andi, se pronunciaron favorablemente por Hernández como posible presidente del país.

Desde otros sectores se continúa repitiendo que el llamado ingeniero es garantía de democracia, a pesar de estar imputado en un caso grave de corrupción cuando era alcalde de Bucaramanga y claramente se han usado instituciones como la Fiscalía General de la Nación para favorecerlo aplazando sus audiencias y dándole margen de maniobra para ser absuelto por la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, en caso de que llegara a la Presidencia de la República.

Por otro lado, desde sectores de la opinión pública se repite que está realmente no es una elección trascendental, contrario a la valoración que sobre ella tienen los sectores progresistas que rodean al Pacto Histórico, Francia Márquez y Gustavo Petro. Para esa opinión pública, aparentemente, la institucionalidad sobrevivirá a la figura de Rodolfo Hernández, reduciéndolo a un simple chabacano y hasta endulzando su discurso abiertamente neoliberal de reducción del Estado social y su lenguaje de empresario que aparentemente todo lo entiende a través de los números, reeditando el “trabajar, trabajar y trabajar” de hace 20 años.

Lo cierto es que muchos de quienes seleccionaron a Hernández procedieron así cautivados por su demagogia, endulzada por una campaña hábil, asesorada por gente que ha ganado presidencias, como la de Nayib Bukele en El Salvador y que entiende cómo ‘vender’ candidatos en una época de crisis de la democracia liberal, y de ruptura de la conversación democrática gracias al monopolio de corporaciones como Facebook, Twitter o Tik tok.

En este escenario, Rodolfo Hernández le habló a esos votantes que no quieren sufragar por el uribismo, pero tampoco por los partidos tradicionales, pero que seguramente creyeron en las mentiras que impunemente esos poderes mediáticos han difundido con poco éxito sobre el Pacto Histórico, Gustavo Petro y Francia Márquez, como que nos vamos a volver Venezuela. Rodolfo Hernández es un producto del marketing, pero no es material para Presidente de la República.

Y como producto de este marketing, y a pesar de las benevolencias de los medios dominantes, no han podido esconder que no es un candidato inteligente ni discursivamente hábil. Tanto así que al momento de escribir este artículo anunció que no volverá a presentarse públicamente en ningún evento sea este debate, entrevista o manifestación. Sus asesores decidieron controlar así el daño que su misma personalidad le hace a sus posibilidades de ganar. Es decir, de llegar a ser electo lo será a pesar de él mismo, más por la confabulación de todo el establecimiento que como resultado de sus capacidades, tradición, visión de país, propuestas.

Propuestas y manejo mediático que anuncian lo que no es: “el cambio”, anhelo por el cual un 28 por ciento de connacionales escogieron esa papeleta. Es ese anhelo de cambio, unido a la realidad de lo que sería un gobierno a su cargo, realzado sin vergüenza en varias de sus propuestas, el que podría llevar a muchas de esas personas a votar en segunda vuelta por el Pacto Histórico el próximo 19 de junio. Es una disputa en curso, y en ella el establecimiento descarga en Hernández su última carta para no perder la Presidencia de la República.

* Docente universitario. Politólogo y Magister en Estudios Politicos Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia. Estudiante del doctorado en Estudios Politicos de la Universidad Externado.

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Información adicional

Autor/a: Shameel Thahir Silva
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo Nº292, junio 16 - julio 16 de 2022

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